El "Llastay"

“Llastay”: voz quechua.
“Llasta”, pueblo o lugar y el sufijo “y”, posesivo o genitivo, de modo que debe traducirse: del pueblo, o, en absoluto, el pueblo.


 El “Llastay” es un genio protector masculino que figura en las leyendas incásicas, como también el “pusllay” y el “duende”
Su presencia tradicional fue legada por los incas. Tiene el poder de aparecer en forma de llama, de guanaco o de vicuña y desaparecer a su antojo cuando llega, por donde él anda, algún ser humano. Su figura natural es la de un hombrecito flaco y bajo, con poncho rojo, sombrero puntiagudo y con “uchutas”.
Los huarpes para hacerlo amigo y lograr que les permitiera llegar cerca de las tropillas de guanacos, le llevaban por la noche una bolsa de “cocho”(8), yendo al día siguiente por la mañana a enterarse si la había recogido, para entonces comenzar o no la cacería. Si la bolsa de "cocho” no estaba, era indicio que el “Yastay” había aceptado el obsequio y por lo tanto permitía la matanza de guanacos, consintiendo o haciendo de modo que éstos no escaparan ante la presencia de los cazadores dejándose matar impunemente.

El “Llastay” o “Yastay” vive en los extensos dominios de su señorío, solitario y perdido en su misteriosa existencia.
En una ocasión varios arrieros con perros y armas de fuego (fusiles de chispa) organizaron una partida para “correr guanacos”.
Se habían alojado por la noche en el interior de una cueva y estaban a punto de acostarse a dormir, cuando en eso escucharon un canto lejano que resonaba lúgubre en la quebrada. Como se asombraran de oír semejante canto en una región tan solitaria y a esas horas de la noche, avivaron el fuego con nueva leña y se pusieron a escuchar con más atención para saber de dónde provenía y quién lo hacía. El canto se oía más claro y parecía cada vez más próximo, advirtiéndose que era muy triste y dulce a la vez, dejando a todos conmovidos. Al sentirse más próximo, los perros comenzaron a llorar y se acercaron a sus dueños como en busca de protección. Se oyó con claridad que un cantor bajaba próximo a ellos hasta el fondo de la quebrada, que luego volvió a subir a la cumbre vecina, sumiéndose finalmente en el mayor silencio.
Al día siguiente, los arrieros rastrearon por donde pensaron había pasado el cantor. Sólo hallaron el rastro de un guanaco que había bajado por donde se había oído la voz. Todos estuvieron de acuerdo que había sido el “Llastay”.
El mito del “Llastay” tiene distintas versiones en el noroeste argentino. Protege a llamas, guanacos, vicuñas, cóndores y otras aves. Su físico cambia y algunas veces se acompaña con un perro negro y una flauta que suele tocar para alegrar la naturaleza. Pobre de aquel que no use con moderación los frutos de la tierra o que cace más de un guanaco “para llevar carne a su familia”. 



Extraído del libro "Leyendas y supersticiones sanjuaninas", de Marcos de Estrada Editorial Tucuma, Argentina, 1985.
Ilustración de Miguel Camporro

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El Llastay