Prostitución de menores en los años 40 en San Juan

A partir de la denuncia de un cliente que contrajo una enfermedad venérea, se desencadenó una investigación que descubrió que una mujer indujo a la prostitución a una menor de edad y que su hijo tuvo relaciones con una adolescente. El caso ocurrió en 1941.

El tema salió a la luz por la denuncia de un cliente que contrajo una blenorragia después de haber estado con una prostituta que trabajaba en una casa de la calle Falucho y Urquiza en el barrio de Concepción.
En la comisaría de esa zona, el inspector Eugenio Lamaestra recibió el testimonio de un empleado ferroviario de 34 años de nombre Humberto Clavel. Según contó “el damnificado”, había concurridos dos veces a la casa de la calle Falucho, adonde llegó por referencias de conocidos. La segunda vez que estuvo en la casa, tuvo relaciones con una prostituta llamada Carmen. Fue a través de ella que contrajo la blenorragia.

El comisario Lamaestra ordenó una investigación y el mismo día hizo comparecer a la señalada Carmen, cuyo nombre completo era en realidad Petrona Carmen Gutiérrez. Por entonces la mujer tenía 24 años y era madre soltera de dos nenas.
Carmen señaló que entró a la prostitución por la necesidad de mantener a sus hijas y por sugerencia de la dueña de la casa donde ejercía, una mujer de 44 años llamada María Visitación Vargas de Morales. Gutiérrez detalló también que cobraba 3 pesos por cada relación sexual y que 1  peso era destinado a pagarle a la dueña de la casa, que era quien proveía de la habitación y los muebles.


TODO POR TRES PESOS
Los policías aprovecharon para hacer una completa investigación, ante la posibilidad de que en el prostíbulo se estuviese infringiendo la ley nacional 12.331 denominada de Profilaxis Social. Así fue como el 2 de agosto desfilaron por la comisaría Alicia Rosales, María Isabel Flores, Nelly Fernández y Angela Caballero. Todas habían sido señaladas como mujeres que trabajaban o habían trabajado para María Visitación Vargas de Morales y todas cobraron 3 pesos de los cuales 2 eran para ellas.
Angela Caballero, declaró que en realidad nunca había trabajado de prostituta sino que fue convencida por María Vargas para que lo hiciera en una oportunidad pero que ella seguía viviendo de su trabajo de empleada domestica.
Cuando la joven declaró su edad, los policías concluyeron que además de una infracción a la ley de profilaxis se estaba en presencia de un caso de corrupción de menores, dado que la edad para ser considerado mayor de edad, en esa época, era de 22 años.


UNA FIESTA ORGANIZADA EN POCAS HORAS
Angela Caballero conoció a María Vargas en mayo de 1940 cuando fue al velorio de Ramona Vargas, la madre de María, en Albardón. La visitó unos días después y ahí fue cuando la acusada la invitó a participar de una fiesta  que se hacía en su departamento en dos semanas. Después, Vargas le pidió que fuera de nuevo a su casa en Concepción porque la necesitaba para que le hiciera unas sábanas. Ese día y después de estar varias horas, le propuso que “armaran algo” para la noche y que cobrara. El sistema era el mismo que ya usaba para las prostitutas que trabajaban en su casa. Dos pesos para la que trabaja y uno para la dueña de casa.  La joven aceptó, con el argumento de que necesitaba el dinero para alimentar a sus dos chiquitas, frutos de dos relaciones que no funcionaron.

Angela quedó sorprendida aquella vez de la rapidez de su amiga para conseguir clientes. Para la noche, ya había cinco hombres dispuestos a pagar. De más está decir que esa noche, María Vargas recibió cinco pesos “de comisión”.

A cada testigo se le pedía que diera nombres de otras mujeres que trabajaban para María Visitación Vargas o que la visitaban en la casa. También se les pedía que dieran nombres de clientes y lo sorprendente es que los daban.
Así fueron llamados dos jóvenes cabos del Ejército destacados en el RIM 22, de apellidos Bona y Pipe, de 22 y 23 años, respectivamente.

DOS NIÑAS QUE DESPERTARON NUEVAS SOSPECHAS
El caso tomó un giro inesperado cuando testificó una de las mujeres mencionadas como amiga de “la Vargas”. Se llamaba Magadalena Barrado de Cortijo y dijo ser amiga desde que esta le alquilara alguna vez una pieza.
Barrado de Cortijo relató que una almacenera de la zona le contó que había escuchado de boca de un policía un incidente con sus niñas. El policía habría relatado que quisieron “venderle” una niña de 9 años para que conviviera con ella y mantuviera relaciones si quería, a cambio de 100 pesos. Previamente, la regenta del prostíbulo le habría ofrecido la niña a un hombre que trabajaba en el banco de Préstamo.
Barrado contó que efectivamente su amiga le había pedido a su hija Elena, de 9 años para que la acompañe unos días porque estaba un poco enferma.  Después le pidió a Otilia su hija de 14. Supuestamente, la adolescente también habría sido ofrecida por 100 pesos, esta vez a un hombre que trabajaban como Procurador de Justicia y que tenía oficinas en el edificio Del Bono.

Cuando los policías le preguntaron si había indagado sobre lo que le habían contado, Barrado respondió que como las niñas le negaron todo, dio por terminado el asunto.
Pero las niñas dijeron otra cosa ante los investigadores. Elena relató que efectivamente la habían llevado a la oficina de un hombre y que le dijeron que si se dejaba “hacer algunas cositas” le iba a dar diez pesos o tal vez más.
Otilia fue más directa. Acusó a Ventura Morales, el hijo de 22 años de María Visitación Vargas de Morales, de haberla violado bajo amenaza de matarla.

El comisario a cargo de la causa ordenó inmediatamente la detención de Morales, acusado de violación de una menor. La madre también fue detenida, bajo sospecha de haber cometido corrupción de menores e infracción a la ley de Profilaxis. El hombre fue alojado en la Penitenciaría y su madre en el asilo Buen Pastor, una casona ubicada en el predio de 9 de Julio y Caseros, donde hoy se erigen los monoblocks.

UN CAREO CON UNA VICTIMA DE 14 AÑOS
Un paso procesal que a esta altura resulta increíble es que Otilia y Ventura fueron careados. El tenía 22 años pero la chica ¡14!. En su declaración al momento de ser detenido, el joven había dicho que nunca había tenido relaciones con la niña. Pero eso cambió durante el careo. Esta vez admitió haber tenido relaciones consentidas. Otilia, volvió a cambiar su declaración y confirmó que era verdad, que las relaciones fueron de mutuo acuerdo.
De todos modos, Ventura Morales siguió detenido, pues el delito ahora era “estupro”. Esto es mantener relaciones sexuales con menores de edad, aun cuando estas sean consentidas.

UNA PENA LEVE PARA UN DELITO GRAVE
El 18 de septiembre de 1941, el juez de la causa transformó las detenciones de María Vargas de Morales y de su hijo Ventura Morales en prisiones preventivas. A la mujer le dictaron un embargo de 1.000 pesos moneda nacional.
Después de pasar por dos defensores particulares, los doctores Demetrio Gambetta y Ramón Albarracin, María Vargas decidió pedir la asistencia del defensor de Pobres.

El 27 de julio de 1942, el juez de Primera Nominación José Antonio Correa, condenó a cuatro años y ocho meses de prisión a María Visitación Vargas de Morales por el delito de corrupción de menores.
Ventura Vargas, recibió una condena de 3 años y 4 meses por estupro.

El magistrado desechó los argumentos de que la menor estaba próxima a cumplir los 22 años y el hecho de que haya declarado que ejerció la prostitución una sola vez. Para el juez, lo importante fue que la mujer indujo a su amiga a prostituirse, le consiguió clientes y le cobró su parte, sabiendo que todavía no cumplía la edad de mayoría.

El 14 de diciembre de ese año, la corte integrada por los doctores Ruiz, Castellano y Martín anuló el proceso llevado contra Ventura Morales por vicios de procedimiento en la investigación y ordenó su inmediata liberación.

LA PROSTITUCION A LO LARGO DEL TIEMPO
La prostitución ha pasado por las más diversas etapas en cuanto a su encuadre legal y regulaciones. Aun así, resulta evidente es que aun cuando estuvieron prohibidos, nunca dejaron de funcionar.
La primera norma de la que se tiene noticia es una ordenanza municipal de Buenos Aires, dictada en 1885.

En esa época ya funcionaban más de 150 prostíbulos en la Capital, fruto de la creciente industrialización de la ciudad y al hecho que los inmigrantes que llegaron para trabajar en esas industrias fueran hombres solteros.
Los comerciantes que vieron el negocio, comenzaron a reclutar bajo engaño a jovencitas europeas (la mayoría de Francia) a quienes prometían matrimonios prósperos para después obligarlas a pagar con su cuerpo la deuda del viaje, los alimentos y el alojamiento.

La ordenanza del 85 ordenaba el control por un medico los miércoles y sábados para separar a las chicas enfermas de las sanas. El problema fue que se dejaba la contratación del médico en manos del regente del prostíbulo, lo que hizo el control prácticamente inaplicable. Asi fue que a mediados de los 80 se desató una verdadera epidemia de sífilis.

La ley de profilaxis 12.331 a la que se hace referencia en este artículo fue sancionada en 1936 y en ella se organizaba la atención de las enfermedades venéreas pero se prohibía el establecimiento de casas de prostitución.

En San Juan, no había registro censal de prostitutas pero los memoriosos hacen referencias a  “casas de citas” conocidas por nombres tales como “el gato blanco”, “la Germaine” y más recientemente “la casa de los enanitos” o “lo de Angulo” la mayoría en Concepción. También aquí llegaron mujeres extranjeras.

Actualmente el Código de Faltas considera contravención la prostitución callejera y el Código Penal prohíbe la explotación de una persona por otra así como el ejercicio de la prostitución por menores. No obstante esa prohibición, hay casas que siguen funcionando bajo la regencia de una persona y  en los diarios proliferan los avisos de “departamentos privados” en los que trabajan mujeres y hombres que ofrecen sus servicios sexuales.



Nota publicada el 17 de abril de 2009  en El Nuevo Diario.

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