Sergio Sinay: "Con tanta presencia, las madres terminan siendo transmisoras del machismo"

Si el hombre ya no es esencial para el sustento económico de la familia, ¿qué rol le cabe?, ¿y si deciden quedarse en casa, a cargo de sus hijos?, ¿Por qué muchas mujeres adoptan actitudes machistas al insertarse en el mundo laboral?, ¿por qué son necesarias las obligaciones y los límites en la familia y en la sociedad?

 Desde niño, en las cálidas siestas santiagueñas, Sergio Sinay soñaba con poder escribir. Le encantaba leer, igual que a su padre, y el tiempo le dio la oportunidad de formarse en psicología y sociología, también en astrología y dedicarse a escribir y dar conferencias sobre los diversos problemas que afectan la vida del ser humano. En sus libros y artículos aborda la felicidad, el trabajo, la pareja, el rol de los padres, la relación de estos y sus hijos, la comunicación, las redes sociales, incluso hasta la política, sobre todo en su columna de Diario La Nación.

 

Esta semana el disertante estuvo en San Juan, invitado por la Fundación OSDE, y dio la charla “Ser padres es cosa de hombres. Fundamentos y razones de un vínculo esencial”. Antes de la conferencia, en el programa A Media Mañana,  Mariano Bataller y Luis Castro hablaron con Sinay sobre la nueva mirada que propone para el hombre como padre y la mujer como madre cuando el tradicional modelo familiar está en crisis.

 

-Usted dice: “ser padres es cosa de hombres”, ¿es tan difícil ser padres?

-Creo que no es más difícil que en otras épocas. Cambian las épocas y cambian las dificultades. A ser padres se aprende con los hijos.

 

-Pero hoy las personas se separan cada vez más de ese rol dejándoselo al Estado. Este es responsable de la educación, de garantizar el futuro de los chicos, de controlar que no se alcoholicen.

-Sí. Cuando no es el Estado es la escuela, sino deberían ser los dueños de los boliches los que pongan el horario de entrada y salida. Entonces el padre no aparece nunca o casi en la tabla de descenso. Se trata de recordar el papel del padre, más allá de la provisión económica.

 

-Hoy la mujer también es proveedora económica. ¿Dónde queda el padre?

-La madre es proveedora económica y el padre todavía no es proveedor emocional. Tendríamos que quitar ese umbral que deja a la mujer adentro y al hombre afuera y hacer un espacio común donde ambos aporten lo que tienen. Los padres han aportado menos porque así está armada la estructura cultural y social, para dejarlo un poco más afuera de esto y generar la idea, en varones y en mujeres, de que los hijos son un poquito más de la mamá. Si bien lo concebimos entre los dos “necesitan más de la mamá porque lo llevó en el vientre”.

 

-Pero incluso desde lo jurídico siempre se trató así. La patria potestad suele quedar a cargo de la mujer.

-La justicia no es una ciencia pura sino que participa de las creencias de una sociedad. En la práctica un papá puede alimentar tan bien como la mamá, amantar no es la única manera de alimentar. Un papá juega y puede hacerlo muy bien. La diferencia física le permite jugar físicamente mucho más que la mamá.

 

-Pero hay cosas que resultan más naturales en las madres, ¿cómo se hace para romper esa barrera?

-Practicando. ¿Por qué la mamá sabe antes por qué llora el bebé? Porque se levantó todas las noches hasta que descubrió los diferentes tipos de llanto, porque le asignaron el rol de levantarse todas las noches. Entonces ella aprende y el papá no.

 

-Pero si un hombre se queda en la casa a cargo de un menor y la mujer sale a trabajar, la sociedad dice “es un vago mantenido”.

-Le pueden decir cosas peores. Ese papá está tomando una decisión y cuando sus hijos sean adultos van a decir que su padre los acompañó. Mientras, que digan lo que digan, porque en ese decir el resultado es que generamos una sociedad donde hay hambre de padres. Es un hambre extendida en la sociedad que va acompañado, según mi punto de vista, por un empacho de madre. Muchas veces las madres, con tanta presencia, terminan siendo transmisoras del machismo.

 

-¿Esto es común en ciertos países o culturas, como en la católica, la latina?

-Sí, pero también se da en otras culturas orientales a su manera. Creo que tiene que ver con periodos de la evolución de la humanidad y se da en cada país de diferentes maneras. Los argentinos tendemos a decir que no somos tan machistas como otros países latinoamericanos, pero quizás somos más caretas.

 

-Los hijos, ¿van a poder adquirir estas modalidades?

-Van a poder en la medida que se las transmitamos a ellos. Uno en general empieza siendo padre como fueron padres con uno. Creo que los cambios de los varones no van a ser masivos como fueron los de las mujeres. Los varones tenemos que ir desde la parte ancha del embudo a la angosta; desde el mundo externo que siempre ha sido nuestro territorio a la intimidad. Las mujeres salieron de la intimidad a lo público, se fueron encontrando y avanzaron juntas. Los cambios en los varones van a ser individuales, producto de decisiones personales que requieren enorme coraje.

 

-Cuando sale, muchas veces la mujer adopta una actitud machista. ¿Por qué está tan mal vendido el rol femenino, el tener sentimientos o poder emocionarse?

-Si una mujer quiere tener un espacio tiene que rendir, sacar la norma ISO 20.000 de hombre y dejar aquello que podría hacer del mundo uno más vivible. Igual que al varón que entra a lo doméstico le esperan muchas críticas: Que no sabe vestir a los hijos, que no les sabe dar de comer, que juega de manera bruta, porque los hombres tenemos las reglas del mundo externo y las mujeres del interno. Creo que en ambos lados hay que  admitir la diversidad.  

 

-¿Usted dice que un modelo de familia, que funcionó durante más de cuatro mil años, está en crisis y hace falta plantearse uno nuevo?

-Los modelos únicos siempre entran en crisis, esto pasa en todos lados, también en economía. ¿Por qué hay tanto malestar entre hombres y mujeres, padres e hijos? Si esto fuera lo natural, funcionaría. A lo que llamamos familia es un modelo en transición y esto va a terminar con una diversidad, donde lo común tiene que ser que la familia sea un espacio de amor, de respeto, donde cada uno pueda desarrollar lo mejor de sí mismo.

 

-Aparte de esto hay una búsqueda desesperada de la felicidad. Esto hace que muchos no asuman el rol de padres con todo lo que implica, como poner límites.

-Creo que cuando te ponés la felicidad como meta te abonaste a la infelicidad, es como una zanahoria tras la que se corre todo el tiempo. ¿Qué es la felicidad? es algo que va quedando atrás, dejando huella. Es cómo construís tus vínculos, con qué valores trabajás, te relacionás, sos ciudadano. Eso va dando momentos de felicidad. Hay momentos por los que uno diría: por ese minuto mi vida valió la pena, con todos los sinsabores incluidos. Generalmente es algo que tuvo que ver con vínculos y sentimientos.

 

-Pero hay un mundo capitalista que vende la idea de que la felicidad pasa por lo material.

-El mundo necesita que seas infeliz para seguir vendiéndote felicidad, que es felicidad como nacen hoy todos los artefactos, computadoras, celulares, autos, heladeras, con obsolescencia programada.

 

-Pero entonces la felicidad es algo individual.

-Es individual porque cada uno es único, pero esa felicidad solo la podés conseguir en un mundo con otros, lo cual pone límites, tenemos que aprender a convivir. Esto consiste en crear un mundo donde todos podamos ser distintos, que cada uno pueda ser la mejor versión de sí mismo y ayudarnos desde los distintos que somos.

 

-En Argentina hay miedo a hablar de límites y deberes, sobre todo después de la última dictadura. ¿Podemos funcionar sin eso?

-No, ni en Argentina ni nadie. Es más, diría que los deberes están antes que los derechos, aunque no se pueden separar. Soy un hígado en un organismo y si me sacan del cuerpo soy un bife. Soy hígado cuando me reintegro al organismo y cumplo mi función. Uno tiene que convertirse en órgano de la sociedad. Esto me llena de obligaciones y, cuando las cumplo, puedo empezar a reclamar mis derechos. Nosotros decimos que queremos vivir en una sociedad donde todos sean derechos y es imposible. Como ninguno quiere cumplir las obligaciones generamos un líder absoluto que va a cumplir nuestras obligaciones por nosotros.

 

-Y en eso la historia de nuestro país se repite.

-Se repite y siempre hay un líder oportunista dispuesto a prometernos que no vamos a tener obligaciones porque se va hacer cargo. A veces el autoritario tiene uniforme y otras tiene pollera. Creo que los pueblos no tienen los gobiernos que se merecen, sino los que se parecen. Cuando varias veces te pasa lo mismo, te tenés que empezar a mirar: ¿qué me pasa que estoy generando este tipo de gobierno?

 

-En esto no solo son responsables los políticos sino toda la sociedad.

-Sí. Y además política es todo, en un consorcio, club y familia. En tu familia cuando tomas decisiones que involucran a tus hijos, es política familiar. No hay que tenerle miedo a la palabra política. Eso es lo que quieren los que después viven de la política.

 

-¿Cómo se articula ese cambio, si no existe la autocrítica y le echamos la culpa al otro?

-Si el domingo Argentina pierde la final “mi infelicidad va a ser culpa de esos pecho frío, que me ilusionaron”. Creo que esto se cambia desde donde uno está, si yo actúo con otro tipo de valores algo va a pasar.

 

-Hablás y escribís sobre temas como la familia, pero también de política. ¿Cómo surge esa necesidad de contar y expresar?

-Soy santiagueño. En las siestas soñaba con dos cosas: Escribir, era un lector empedernido, mi papá también, o jugar al fútbol en River. Lo segundo no se dio, escribir sí. Desde que me acuerdo quiero escribir y cuando lo hago tengo sensación de sentido.

 

-Pero tantos años escribiendo cosas que para vos ya deben parecer básicas y que la gente siga con el auto en contramano. ¿No genera frustración?

-A veces genera una especie de desasosiego, pero estás jugado. Si no hiciera esto igual seguirían pasando las cosas que pasan, solo que yo no tendría otra manera de participar. Si escribo un libro o doy una charla y una sola persona dijo “che, hoy me llevé una idea que voy a poner en práctica”, valió la pena.

 

-Lo mismo pasa con la política. Hacía falta que pasara lo de López para que la gente se diera cuenta de lo que pasaba.

-Luther King decía que a él no le preocupaba tanto el ruido de los malos sino el silencio de los buenos. No hay que prestarle tanta atención a los que ahora resulta que eran vírgenes y fueron violados. Ellos formaban parte de la orgia y ahora dicen que los violaron. ¿Qué dicen que fue López, que están desilusionados? Si estuvo a la vista todo el tiempo. Hay discusiones que no merecen ser. Discutir si era un modelo político, cuando está clarísimo que era un plan delincuencial llevado adelante hasta la torpeza, porque en la creencia de que esto iba a durar para siempre no se cuidaron de lo que se cuidan los rateros comunes, de no dejar huellas. Discutir no importa. Lo que importa es decirles a los que estaban viendo, que eran muchos y silenciosos, que ahora es la oportunidad para hablar, cambiar, proponer algo diferente y llevarlo a la práctica. Si no queremos más una sociedad así, empecemos a construir una sociedad diferente.


NOTA PUBLICADA EL 24 DE JUNIO DE 2016 EN EL NUEVO DIARIO

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Sergio Sinay
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