Rabbi Baldi. La inquieta familia que llegó desde Humahuaca

  Esta es la historia de los Rabbi Baldi, que tiene sus orígenes en el norte del país, entremezclados con pinceladas de inmigrantes españoles e italianos. La artista plástica Cecilia Rabbi Baldi escribe en primera persona el relato de su familia, que comienza con sus abuelos, recorre diferentes lugares de Argentina y llega a San Juan con su padre, el ingeniero Alfredo Manuel Rabbi Baldi. Él llegó a la provincia en los años 50 con el propósito de  hacer los estudios para la construcción del Dique El Horcajo. 

 

Escribe Cecilia Rabbi Baldi

 

Con fuerte raigambre criolla
Típica familia “hecha en origen”; con certificado de pertenencia por generaciones antes de que este fuera el país que conocemos. Trashumante con fuerte raigambre criolla.

 El abuelo materno, Juan Antonio de la Santísima Trinidad Sánchez de Mancilla y Erraiz llegó a Argentina en 1910, venía de Vélez, Málaga. Fue maestro en Salta y director de escuelas en la Puna Jujeña. Por esos caminos conoció a mi abuela María Griselda Uro de los Ríos Arce, joven maestra rural de madre “paceña” española de origen y de padre humahuaqueño.

El abuelo paterno, León Hildebrando Quinto Rabbi Baldi, ingeniero militar, nació en Bologna y llegó a Argentina en 1904, para concluir el tramo del Ferrocarril a Bolivia por la Quebrada de Humahuaca. Así conoció a mi abuela Etelvina Rosa Josefa Giménez Muñoz, nieta de don Bernardo Ximenez de Paz, uno de los “Héroes de la Independencia” del Ejercito del Norte antes y durante el Éxodo Jujeño (1812) que se inició en Humahuaca (paso al Alto Perú).

A los abuelos no los conocimos; ambos dejaron viudas decididas e hijos que se abrieron camino a pesar de la orfandad y las dificultades. Es así que las abuelas, tías, primas y “criadas”, en definitiva las mujeres de la familia, fueron determinantes en los recuerdos, en sus relatos, sus quehaceres, sus vidas.

 

 El ingeniero que sobrevoló los cielos de la maestra
Mi padre, Alfredo Manuel Rabbi Baldi, “Pico” para los amigos, “el ingeniero”, o el “Tata” para sus nietos, nació en Humahuaca y vivió su adolescencia en Jujuy. Nos legó el arraigo, la aventura  y la curiosidad por el conocimiento. Mi madre, Irma Griselda Sánchez Uro, Irma o “mamama”, nació en Humahuaca y vivió en Salta. Nos dejó la poesía, las costumbres, los “buenos modales”, la religión—con resultados diversos—los relatos memoriosos y la imaginación.  Ellos tuvieron cinco hijas “marías”: Cecilia, Eugenia, Ana Inés, Irma,  Josefina  y un varón, “Alfredito”, que murió al nacer.

 Mi madre (1924-2001) fue la menor de cinco hermanos y quedó huérfana de padre a los 16 años. Fue voluntaria de la Cruz Roja; se recibió en la Escuela Normal de Salta y trabajó como maestra hasta que se casó.  Mi padre también quedó huérfano a los 17 años, partió a Buenos Aires a estudiar ingeniería en la Universidad de Buenos Aires y trabajó en la que después fue Agua y Energía Eléctrica, repartición que años más tarde nos traería a San Juan. Sus responsabilidades no le impidieron ser piloto civil y sobrevolar a Irma en los cielos de Salta; compartir una isla en el Tigre con los amigos jujeños, navegar los fines de semana, usar sombrero, zapatos a medida y fumar habanos.  Alfredo e Irma se conocieron en el mismo pueblo donde se encontraron mis abuelos paternos, algún verano en Humahuaca. Se casaron en 1950 en la Iglesia La Merced de Salta y fueron a vivir a San Nicolás, Rosario, por el trabajo de mi padre.

 

 Tiempos de hostilidad
No hay relato familiar sin un co-relato colectivo. Yo nací en 1951, año de la gran sequía en San Nicolás. Mi madre deseaba que naciera el 7 de octubre, que era el día de la Virgen del Rosario, pero nací el 8 como Juan Domingo Perón. Casi un año después de eso, en julio de 1952, se levantó un inmenso altar próximo a la Central Termoeléctrica, donde trabajaba Alfredo, por los funerales de Eva Perón.

 Yo tenía un año y nueve meses cuando nació María Eugenia. Nos recuerdo a ambas y a mi madre jugando con un espejo reflejando luces sobre la pared del dormitorio, el gusto a tierra de las zanahorias de la huerta y que fueron tiempos de zozobra. A pesar de mi corta edad debo haber intuido precozmente las angustias de mi madre, en un clima de hostilidades. Mi padre, antiperonista, se mantenía inflexible frente a las presiones del sindicato. La situación se hizo insostenible y nos trasladamos a Bariloche. Yo tenía poco más de dos años y navegaba en una balsa construida por mi padre sobre las frías aguas del lago Mascardi. Luego un nuevo traslado para papá, esta vez a San Juan, como Jefe de Divisional de Agua y Energía Eléctrica para iniciar los estudios del Dique El Horcajo.

 

 San Juan fue una decisión definitiva
Aquí se completó y amplío la familia con Ana Inés, Irma y Josefina. Llegamos en setiembre del 54’, antes de la llamada “Revolución Libertadora” a la que mi papá se sumó. Con los años reconoció los hechos del 55’ y los atropellos cometidos después, por los que se impusieron con métodos infames que se repitieron en los 70’. La antinomia peronismo y antiperonismo, las huellas del terremoto, la “reconstrucción” de San Juan, el Dique El Horcajo —luego El Tambolar—marcaron nuestros años en San Juan. Diques, montañas, viajes en mula, campamentos, la preocupación por el agua, el nivel de los ríos, eran parte de lo cotidiano. Es así que, cuando hice el Cruce de los Andes en 2009 encontré lugares a los que les di forma y palabras en pinturas y escritos.

A San Juan llegamos con un Ford 38 comprado a la tía Presentación, que no sabía manejar. El “forcito” no fue un objeto suntuario sino imprescindible para visitar a las abuelas y el resto de la familia que seguía en el norte del país. Los viajes duraban tres días, por caminos de tierra, pavimento precario, ríos sin puentes o con puentes, caminos y vías que se llevaban las crecientes. Viajábamos estimulados por el espíritu aventurero de “Pico”, la diligente Irma y el deseo de volver a las casas de las abuelas en Humahuaca. Conocíamos cada río donde poder refrescarnos y el “forcito”, con voluntad propia se recalentaba o apunaba, pinchaba una goma o perdía líquido de frenos justo al subir la cuesta. Verdaderas odiseas, entre el desierto y el verde selvático de los cerros. El “forcito” siempre servía para el acarreo de chicos y grandes según necesidades, inglés, piano, colegio, cumpleaños, el cine y la “vuelta al perro” después de misa, los domingos.
 Nuestra primer casa fue en el Barrio de Agua y Energía (hoy barrio privado) pegado a la Usina Sarmiento. Los fondos daban a las vías y por las noches veíamos como en una película pasar el tren lleno de pasajeros desde la ventana del comedor. Durante el día, desde la misma ventana, espiábamos a los linyeras pero con precaución, porque la marginalidad va asociada al temor.

La vida del barrio andaba por los techos, en los jardines, sobre los árboles, remontando barriletes, entre el cañaveral lindero a la Bodega Nesman, bañarse en el canal con los vecinos, la casa con gallinas, huevos frescos, tero, gatos, perro y alguna vez un cordero o un conejo. Atrapábamos pájaros a la siesta y más tarde, teatro o títeres, tejidos y labores, concursos de historietas, carreras de bicicletas o patines. Había un solo teléfono para varias casas y cuando en el 64’ llegó la TV nos juntábamos chicos y grandes en la única casa, para la programación en blanco y negro por unas horas. En verano jugábamos al invierno y en invierno hacíamos merengues, abrigábamos muñecas, construíamos casas u organizábamos cabalgatas en los sillones. Las mayores disponíamos. El sistema funcionaba.

 En el 55’ mi ingreso al Jardín de Infantes en el Colegio La Inmaculada dio paso a una tarea que asumieron mis padres con entusiasmo. El establecimiento, al que concurrimos las cinco hermanas, conservaba después diez años las huellas del terremoto. Recuerdo el aula por donde aparecían nidos de pájaros entre la pared y el techo de zinc; calor en verano y el frío que lastimaba en invierno. Irma y Alfredo trabajaron intensamente junto a otros padres para recolectar el dinero para que el colegio tuviera un nuevo edificio, el que se conoce en la actualidad.

 Alfredo fue docente en la Universidad Nacional de San Juan y en un período Jefe del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería. Fueron tiempos inolvidables, viajando por Argentina recorriendo obras, usinas, diques y presas; también para muchos de sus alumnos que aún lo recuerdan.

Los amigos, el Colegio, la vida, nos ancló a San Juan. Amigos y compañeros que lo fueron toda la vida. Cuando en algún momento ofrecieron a mi padre un nuevo traslado con ventajas económicas sustanciales, mi madre (mujer tenía que ser) se impuso. Por esos años (1964), comenzaron a construir su casa definitiva en el Barrio del Bono. No tuvieron un montón de amigos, solo un puñado entrañable; y amor por esta tierra difícil, tal vez herencia de los que nacieron y los que llegaron a ella, y aquí se quedaron (como diría Bataller). Una familia que hizo familias.

Hice mío el periplo de mis padres. Los lugares, sonidos y sabores, las pinturas de la quebrada, las polleras de las mujeres puneñas, el brillo y los cascabeles, los diablos, el carnaval, la Candelaria y el piano de la tía Enriqueta, tal vez incidieran en mis elecciones. Y entonces construyo un lugar, allá para volver siempre a San Juan, aquí.

 

 Las cinco Marías
» Cecilia María estudió el profesorado de Artes Visuales en la Universidad Nacional de San Juan. Ha sido profesora del Departamento de Artes Visuales, a la par de la docencia se abocó a la pintura y participó en numerosas exposiciones individuales y colectivas, además incursionó en el diseño de indumentaria confeccionando vestidos para novia. Escribió una novela que abreva en los recuerdos. Se casó con Eduardo Bustelo, fallecido y tiene un hijo, Juan Alfredo León, que lleva los nombres de su abuelo y bisabuelos. 

» María Eugenia “Manina” es madre de Juan Cruz, director de Arte y vive en Los Ángeles y de las mellizas María Paz y María Mercedes Bobillo, ellas y su madre viven en Buenos Aires.

 » Ana María Inés se casó con Andrés Jordán, que trabaja en el tendido de líneas eléctricas. Al igual que la familia de Ana Inés, ellos han vivido en diferentes partes del país, entre otros en Puerto Madryn y Puerto Iguazú. Son padres de Guadalupe, vive en General Roca; Trinidad, en Junín de Buenos Aires; Manuel, en San Juan; Martina, en Salta; Victoria, Playa del Carmen (México); Andrés, en Buenos Aires y Mariana, en San Juan. 

» Irma María es profesora de historia y se radicó en Barreal desde los veinte años. Llegó allá como profesora del colegio, haciendo un cambio provisorio con un amigo por un tiempo, pero allí se arraigó y es su lugar en el mundo. Tiene cuatro hijos: Clara Eugenia, Martin, Griselda y Alejandro Paiva, todos viven en Mendoza.

» María Josefina es maestra de música y se casó con Gustavo Moya, arquitecto, y tuvieron cuatro hijos: Juan Pablo, Enriqueta, Facundo y Julieta

 

                              

GALERIA MULTIMEDIA
Irma, tercera de derecha a izquierda, integrando el Cuerpo de Voluntarias de la Cruz Roja de Salta.
Irma Griselda Sánchez Uro en Humahuaca cuando regresaba de Salta, recién recibida de maestra.
Irma Sánchez y Alfredo Manuel Rabbi Baldi el día de su casamiento en La Merced, Salta, el 17 de junio de 1950.
Irma Sánchez y Alfredo Manuel Rabbi Baldi el día de su casamiento en La Merced, Salta, el 17 de junio de 1950.
Irma Sánchez y Alfredo Manuel Rabbi Baldi en el festejo por los cincuenta años de casados en el año 2000.
Nacimiento de Cecilia Rabbi Baldi en San Nicolás, en 1951.
Altar erigido por los funerales de Eva Duarte de Perón en San Nicolás, Santa Fe, 1952.
El presidente Arturo Illia colocando la piedra basal en El Tambolar. (1962-1964)
El presidente Arturo Illia colocando la piedra basal en El Tambolar. (1962-1964) Foto proporcionada por la familia Rabbi Baldi.
Alfredo Manuel Rabbi Baldi en una inauguración (1964).
Alfredo Manuel Rabbi Baldi con el gobernador Leopoldo Bravo. (1965).
Alfredo Manuel Rabbi Baldi con el gobernador Eloy Camus (1973).
Ana Inés Rabbi Baldi en un acto de la escuela. En la imagen, Irma Sánchez de Rabbi Baldi aparece emabrazada de su cuarta hija, Irma María.
En el Jardín de la casa. De izquierda a derecha: Cecilia Rabbi Baldi (tejiendo), Irma María Rabbi Baldi en brazos de Liliana Puertas, Ana Inés Rabbi Baldi, Manina Rabbi Baldi con muñeca y Graciela Puertas (tejiendo). (Foto de 1961).
María Eugenia y Cecilia Rabbi Baldi vestidas de coyitas. Foto de 1955.
Alfredo Manuel Rabbi Baldi dando un discurso. Foto 1954.
La usina hidroeléctrica D.F. Sarmiento, que estaba en Salta y Benavídez.
En Álvarez Condarco hacia el Valle de Los Patos (1955/1956).
En Álvarez Condarco hacia el Valle de Los Patos (1955/1956).
Cecilia Rabbi Baldi en el cruce de Los Andes. (2009)
Cecilia Rabbi Baldi en el cruce de Los Andes y pintando Valle Hermoso. (2009)
Los Rabbi Baldi de viaje hacia el norte con una de sus tías, Enriqueta, en el Ford 38 de la familia. La foto es de 1958.
Alfredo Manuel Rabbi Baldi junto a sus hijas, yernos y nietos.
Alfredo Manuel Rabbi Baldo con los ingenieros Pronsato y Espinoza.
Cumpleaños con vecinos y compañeros del colegio. Foto de 1959.
Las últimas generaciones de Rabbi Baldi, compartiendo y jugando en cada reunión familiar.
Las últimas generaciones de Rabbi Baldi, compartiendo y jugando en cada reunión familiar.
Cecilia Rabbi Baldi en el jardín de infantes del Colegio La Inmaculada con su señorita Marta Viola. La foto es de 1955.
Acto de fin de año en el viejo patio del Colegio La Inmaculada. La foto es de 1962.
Graduación de Irma María Rabbi Baldi en la capilla del Colegio La Inmaculada, foto de 1973.
Bodas de plata de la promoción 1968 del colegio La Inmaculada. Foto de 1993.
Cumpleaños de Irma Sánchez de Rabbi Baldi. En la foto están Mabel Quevedo, Tito Landa, G. Moya, Ernesto Moyano, Irma, Josefina, María Inés Landa y Alfredo “Pico” Rabbi Baldi. La foto es de 1999.
Cecilia Rabbi Baldi junto a Eduardo Bustelo y su hijo León Rabbi Baldi.
María Eugenia Rabbi Baldi con su hijo Juan Cruz.
Ana Inés Rabbi Baldi y su esposo Andrés Jordá renovando sus votos en la iglesia de Playa del Carmen. En brazos tienen a su octava bisnieta, nacida en México.
María Josefina Rabbi Baldi junto a su esposo y sus cuatro hijos.
Boutique de Cecilia Rabbi Baldi, con ropa confeccionada por ella, en la Galería Provincial. La foto fue tomada entre 1978 y 1982.
León Hildebrando Quinto Rabbi Baldi, nacido en Bolognia.
Llegada del tren a Humahuaca.
Foto de 1907. Locomotora de trocha angosta del futuro F. Belgrano.
León Hildebrando Quinto Rabbi Baldi y Etelvina Rosa Josefa Giménez Muñoz con sus hijos Jorge, Enriqueta, Alfredo y Renato.
Alfredo Manuel Rabbi Baldi acompañado de sus cuatro hijas en su casa materna, en Humahuaca.
Irma Sánchez de Rabbi Baldi junto a sus cinco hijas.
Juan Antonio de la Santísima Trinidad Sánchez de Mancilla y Erraiz y María Griselda Uro De los Ríos Arce con sus hijos: Raúl, Elba, Ana Maía, Lizardo y María Griselda.
rabbi baldi gente de san juan