Daniel Giovenco: “Hoy Cosquín es una pulseada entre Yupanqui y el caño de Tinelli”

Llegó desde el rock al folclore. Sus temas son una crónica urbana, cargados muchas veces de un humor tragicómico. Es un defensor de la síntesis, de la interpretación austera y decidora. Dice que hoy, el “ruido” tapó el mensaje.

Quien lo ve debajo del escenario, no puede asociar su imagen con la de un cantautor de folclore. Su eterno y largo pelo rubio y su barba perenne lo acercan más a un rocker que a un hombre de 47 años que ya se ganó un lugar entre la nueva generación de compositores sanjuaninos.

Irónicos, audaces, conmovedores o tragicómicos, los temas de Daniel Giovenco son una crónica urbana. Son historias de hombres y mujeres cotidianos, antihéroes que sucumben frente al poder del destino, el vino, las cuyanías y los fracasos sentimentales y económicos, pero que emanan frescura.

La poesía de Giovenco transita desde la melancolía de Veinte días de sol (un homenaje al “Gordo” Páez Oro) a la picardía de Cuatro días cuatro noches  (un hombre que “aparece” luego de 4 días de estar ausente de su casa) pasando por el dolor de Quitapenas (tema que habla de los canales sanjuaninos llamados así porque mucha gente se arroja a su cauce para quitarse la vida), pero hasta ahora ninguno de los temas está grabado por su voz. Si por las de Mili Yacante y Susana Castro, entre otros intérpretes, pero Daniel se resiste sistemáticamente a ingresar a una sala de grabación. Como se resiste a salir de San Juan y a presentarse en escenarios como Cosquín, por ejemplo, al que considera “una pulseada entre Yupanqui y el caño de Tinelli”.

—¿Por qué seguis en el “under” y nunca grabaste un disco?

—Quizás es porque la negación al sistema es tan grande en mí que todavía puedo decir que grabar no sirve para nada. Preferí y me gusta que me graben. Que es una posición bonita. Vos ponés tu tema y los músicos ponen su interpretación, que ha sido siempre muy superadora de la obra. Puedo decir que tengo los sponsors, tengo dónde grabar, lo que no tengo es ganas. No veo que eso sea lo que necesito, como tampoco necesito ir a Cosquín.

—Tu actitud, que es similar a la de otros compositores, hace parecer que en San Juan no hubiera renovación del folclore, cuando sí la hay pero no se ve.

—Tal vez sea el negocio de los que no hacen. El negocio de no innovar, que no sé dónde está.

—También tenés responsabilidad.

—Yo le tiro la responsabilidad al intérprete, que tiene que escudriñar para encontrar que hay cientos de nuevos autores. Hay un trabajo gigante que hacer, como lograr una comunión entre el que canta y el que escribe, que nunca se da. Tenemos autores y seguimos dando vuelta en las viejas fórmulas sin probar las nuevas, que ojo, para mí no significa meterle una viola eléctrica. Ahí no está el progreso de la música cuyana. Está en escribir hoy la tonada urbana.

—Los folcloristas más ortodoxos no te reconocen porque dicen que por qué te arrogás la cuyanía cuando venís del rock. Como si Mavi Díaz, por ejemplo, hija del armonicista Hugo Díaz, no pudiera llegar desde el pop que hacía en Viudas e hijas de Roque Enrroll al folclore que hace ahora
—Tengo una tonada escrita en el ’84 y escribí rock hasta el ’95. Si alguien escucha mis temas de rock, no son otra cosa que tango. Creo que el enriquecimiento es una cuestión de madurez. Este trasvasamiento generacional que se ve, porque hay más jóvenes haciendo folclore sobre los escenarios que antiguos patriarcas, en algún momento madurará y dirán: “En lugar de hacer temas archiconocidos, vamos a experimentar con otros autores”. Es terrible ir a cinco cuyanías en una noche y escuchar que en todas se canta lo mismo. Para mí se ha perdido el mensaje del folclore, inmerso en una parafernalia de sonidos, que es lo que se ve y oye en Cosquín.

—¿Cómo es eso?

—Nosotros le damos a Cosquín un valor que para mí no tiene. Hoy Cosquín es una pulseada entre Atahualpa Yupanqui y el caño de Tinelli. Hay una tendencia al show estrepitoso. Cosquín está puesto en vacaciones y la gente que va, en su vida escuchó folclore. O escucha el folclore de la radio, que es el de las grandes compañías.


—Pero la delegación de San Juan llevó un homenaje a Montbrún Ocampo
.

—Si el Gobierno vio la posibilidad de lavarse las manos en el resultado de Cosquín, está equivocado.

—¿Por qué si llamó a concurso el proyecto que representaría a la provincia?

—Me parece que el Gobierno debe tener un asesor que entienda Cuyo. Cuando tenés un asesor que tiene menos Cuyo que un flogger, sonamos, porque menos va a entender la esencia. Gustavo Troncoso nos volvió loco con sus temas. Tocó solo y nos dio vuelta la cabeza. No es mucho más lo que necesitamos: es escucharnos ahí. El Gobierno tiene la responsabilidad de dar las pautas. En el caso de Claudia Pirán, ella está contratada por Cosquín, pero si hay un solo peso puesto por el Gobierno, es mal negocio para el Gobierno. Porque debería decirle: “Yo le doy plata, pero si va por San Juan, le doy la pauta de qué cantar, si no vaya sola”. Porque es guita mía también la que le están dando para que después cante “Chiquitita” de Abba.

—¿El Gobierno debería indicar lo que se debe cantar?

-Si la cultura es una cuestión de Estado, que el Estado ponga pautas si el dinero sale de la provincia. Nos dicen: “En Cosquín la tonada no va”. ¿Y los mendocinos qué? (NdelaR: la delegación de Mendoza abrió su espectáculo, en el cierre de Cosquín, con La tonada jamás morirá, del sanjuanino Ernesto Villavicencio). Si el Gobierno no se da cuenta de esto, los músicos tendrían que decírselo. Yo no voy a regalar la tonada a Mendoza o a San Luis; en todo caso es de los tres…

—El folclore es responsabilidad de los músicos, de los autores, no sólo del Gobierno que debe dar las pautas.

—Es verdad que no está en los músicos un espíritu de ver qué estamos haciendo. Cada uno tiene un kiosco y lo labura y defiende como puede…

—Se perdió el Santa Cecilia (NdelaR: un encuentro de músicos que duraba varios días) y nadie dijo nada. Se perdió la asociación de músicos y n
nadie dijo nada…

—Ojalá que alguna vez en San Juan, no tengamos que pelear un contrato contra otro músico. Que alguien diga, yo toqué mucho ya, mejor que contraten a otro.

—Eso es una utopía… Pero lo cierto es que no está creada la necesidad de agruparse, de formar un sindicato, porque la mayoría trabaja de otra cosa y en el tiempo libre son músicos. Falta el compromiso, la apuesta de vivir de la música.

Si, es así…También hay situaciones reñidas con la moral: por ejemplo: creo que DaríoOro no debería haber participado de la delegación de San Juan a Cosquín, porque su hermano Eduardo es parte de esta gestión de Cultura. Si nosotros tuviéramos una organización de músicos, estos temas se podrían hablar políticamente, porque es una estupidez decir que no hay que mezclar el arte con la política. Cuando uno canta “La felicidad” de Palito Ortega está haciendo política. El partido es otra cosa. En la charla entre los músicos podrían solucionarse algunos problemas. Como definir la cultura que queremos y que no quede sólo en manos del Estado.

—El problema es que sólo existe una cultura oficial porque no hay una contracultura. Los músicos y cantantes, en general, no registran sus temas, no se inscriben en SADAIC, en AADI, no se asocian, no defienden sus derechos…

—Creo que el uno a uno, significó la eliminación de cada uno de nosotros. Se generalizó la “banalización” del folclore. Se perdió el mensaje. Todavía estamos padeciendo los ’90. Seguimos diciendo cosas sin decir nada. Hay que ir a buscar las cabezas de la gente no las palmas.


Hacen lo que se les canta
Mili Yacante, Lorena Esbry (Lucrecia), Mauricio Galoviche (New Soja), Luis Fernández Mota,  Gabriela Lucero y Daniel Giovenco, entre otros músicos, cantantes, artesanos y artistas de diferentes ramas, están armando el proyecto “Hacen lo que se les canta”, que tiene entre sus objetivos constituirse en un espacio de encuentro, de dictado de talleres, charlas y ciclos de recitales.

 
Actualmente, están armando la asociación civil con vistas a obtener la personería jurídica para trabajar de manera más ordenada y comenzar a luchar por sus derechos.

“Es la base de la unión de los artistas, de comenzar a juntarse. De ver qué está escribiendo el otro o haciendo el otro. Pero también de dar espacio para que Saúl Quiroga venga a cantar sus temas nuevos o los Hermanos de la Torre, por citar a algunos consagrados. Esperamos tener poder de convocatoria”, dice Giovenco.

 Si todo sale como el grupo aspira, el ciclo de recitales comenzará en abril en Kultura Café, mientras buscan una casa que pueda servir para todas las actividades que desean realizar.

Los interesados en participar, pueden escribir a hacenloqueselescanta@gmail.com

 
FICHA PERSONAL

Nombre: Daniel Alberto Giovenco

Edad: 47 años

Estado civil: En pareja con Angelita Lucero desde hace 7 años.

Hijos: Tres y un nieto: Ludmina, Lucas, Ximena y mi nieto Giovanni.

¿Qué autor te dio vuelta la cabeza?: “El mendocino Armando Tejada Gómez. Ernesto Villavicencio me dio todas las herramientas en su música. Le escribió a mi generación. Soy hijo de Hugo “Negro” Figueroa, de Rubén González, de Mario Robledo y de Luis Solera. Ellos eran los poetas que escribían en castellano a fines de los ’70 y de los ‘80”.
¿Qué lees?: “Historia y soy un enfermo de leer  sobre religión, a pesar de no ser católico; y sobre el peronismo, a pesar de no ser peronista. Leer sobre el peronismo es buscar el nudo de lo que nos pasa”.

¿Qué escuchás?: “Soy un cóctel. Escuché mucho jazz, mucho rock. Jaime Ros, Alfredo Zitarrosa, Rubén Blades…”

¿Cocinás?: “Sí, todo lo que tenga salsas y asados”

Comida preferida: “No tengo una definida, puede ser el asado”

¿Cómo te gustaría que te recuerden?: “Me he asegurado que me recuerden después de muerto, a través de mis temas: Que dentro de 50 años el hijo de un amigo cante una de mis tonadas, será volver a la vida”

 

Nota publicada en El Nuevo Diario del Viernes 27 de febrero de 2009 en la edición 1378

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Daniel Giovenco cantautor sanjuanino.
Daniel Giovenco afirma que son los intérpretes los responsables de buscar nuevos autores.
Daniel giovenco: “Es terrible ir a cinco cuyanías en una noche y escuchar que en todas se canta lo mismo. Para mí se ha perdido el mensaje del folclore, inmerso en una parafernalia de sonidos, que es lo que se ve y oye en Cosquín”