El padre Mariano Ianelli. El cura sanador

 Murió muy joven y fue despedido por una multitud. El padre Mariano Ianelli fue una figura que trascendió los límites de sus parroquias y era visitado por miles de fieles que buscaban en su bendición una cura para sus problemas. En estas páginas la historia de su vida

Su familia
Mariano Ianelli nació el 17 de agosto de 1946, cuando sus padres vivían en la calle Rivadavia, cerca del parque en la Villa Del CarriI. Era el cuarto hijo de Vicente Ianelli, un inmigrante italiano, y de Mercedes Tejada, sanjuanina. En orden de nacimiento sus hermanos son Violeta, Virginia, la que lo acompañó hasta su último día en Jáchal; Vicente, un prestigioso pediatra y la menor, Graciela quien es religiosa y viajó a Roma para recibir el grado perpetuo.

Una vida humilde
Pertenecía a una modesta familia. Su padre era zapatero y su madre se dedicaba al cuidado de los hijos, pero también tejía ajeno para ayudar a sostener el hogar.
Cuando Mariano tenía tres años se trasladaron a la calle Mariano Moreno, en Rivadavia y en esa zona vivieron hasta la adolescencia de los muchachos. Mariano hizo la primaría en la entonces Nacional Nº  21 (hoy Provincia de Tucumán) que se ubica en la Esquina Colorada. Cursó el secundario en el Colegio Nacional Monseñor Pablo Cabrera. La condición económica los hizo trabajar desde muy jóvenes; Mariano atendía una verdulería de la zona; en tanto que Vicente ayudaba a su padre en la zapatería de la Esquina Colorada. Posteriormente Mariano trabajó como celador en el colegio San José, donde estaba cuando inició los estudios de Teología y Filosofía en la Universidad Católica.

La personalidad
Su hermano Vicente lo define como una persona con carácter jovial pero siempre muy maduro y reflexivo. Se integraba con todos y era divertido. Salía con su hermano y amigos pero sólo bailaba en las fiestas familiares.

La contextura robusta no se compadecía con sus rasgos casi infantiles, sus pequeños ojos y la mirada serena. La humildad y la sencillez fueron siempre sus condiciones más notables.

La vocación
Cuenta su hermano que a la vocación religiosa la tuvo desde pequeño y que si bien la familia toda era profundamente católica, no cree que haya habido influencia de ningún familiar para su decisión. ‘Ya desde niños (6 o 7 años) cuando jugábamos con nuestras hermanas yo era el que las curaba y él las bautizaba”, recuerda el pediatra Vicente Ianelli.
Su carácter lo hacía querido por todos los vecinos y amigos del barrio y supone que ese cariño fue el que hizo que, lejos de desalentado, todos lo apoyaran cada vez que decía que sería sacerdote. Sus padres eran profundamente católicos y nunca discutieron su vocación. “Poco tiempo antes de partir –recuerda Vicente- lo noté un tanto triste. Cuando le pregunté por qué estaba así me dijo que era porque sabía que yo no quería que fuera sacerdote. Entonces debí aclararle que no era así, al contrario, como toda la familia, yo me alegraba por su elección”.


El sacerdote
Quienes lo conocieron coinciden en afirmar que el padre Mariano era muy abierto y entregaba todo lo que tenía, puro corazón. Cuando su hermano lo visitaba casi no podían estar juntos porque la gente recurría a él por todo tipo de problemas y nunca se negaba.
Con su familia nunca quiso hablar de sanaciones, tampoco con la comunidad ni con sus “colegas” sacerdotes. Para él su misión era ayudar a las personas a tener fe.
Si bien muchos fieles lo seguían por esas condiciones, los de su propia comunidad sabían que en el padre Mariano encontraban la religiosidad misma y es por esa razón que muchas veces hacían grandes distancias para compartir una misa junto a él.

El último día
Desde hace 20 años, Virginia Ianelli acompañaba a su hermano Mariano en las tareas auxiliares de la parroquia y “para tener nuestra propia vida familiar”, dice Virginia.

“Mariano sufría hipertensión, al igual que toda la familia. En otras oportunidades, ya los médicos de Gendarmería y del hospital lo habían asistido, estaba medicado y se cuidaba.
El día jueves estuvo corriendo viento Zonda y él debió realizar tareas muy intensas, ofició tres misas y debió viajar hasta Niquivil para asistir a unos enfermos. De todos modos, no manifestó señal alguna de sentirse mal, esa noche estuvimos hasta las 2 de la mañana conversando, haciendo vida familiar. AI día siguiente, como no lo veía en la parroquia, fui hasta el dormitorio y me di cuenta que ya estaba helado. Se había bañado y puesto la camisa...”

Para la gente era sanador
Para mucha gente era un sanador. El solo hablaba de algunos prodigios producto de la fe. Lo cierto es que la fama de Mariano Ianelli se extendió a distintos puntos del país y cada día 13 se congregaban en Jáchal miles de fieles en busca de un alivio para sus problemas.

Con su presencia Jáchal perdió parte de la tranquilidad a la que sus habitantes estaban acostumbrados. Es que la fama del padre Ianelli se extendió a toda la provincia, incluso a otros puntos del país. Aunque él negó siempre sus poderes sanadores, la gente no decía lo mismo y las misas de los días trece comenzaron a multiplicarse y en  ocasiones no menos de 4.000 files llegaban por distintos medios hasta el templo.
Para ese día se programaban tres misas pero no pocas veces estas se extendían sin solución de continuidad. Algunas duraban desde las 11 hasta las 17 o la que comenzaba a las 20 podía durar hasta las dos de la madrugada.
Discapacitados, enfermos que no pueden trasladarse por sus medios, depresivos, creyentes y no tanto, chicos Down, todo tipo de gente se congregaba para recibir la bendición personal, la consagración de sus rosarios o la bendición de sus botellas de agua.
El mismo explicaba que en su ignorancia muchos confunden prodigios con milagros. “A los milagros los produce sólo Dios”, decía.

Y entre los prodigios se cuentan embarazos en parejas que no podían tener hijos, alivios para distintos tipos de dolencias, mejoras notables en enfermedades consideradas incurables y muchas salidas de depresiones profundas.
No todos pedían algo. Algunos viajaban en agradecimiento por algún prodigio ocurrido luego de la imposición de sus manos o de la bendición. Pero el padre Mariano se negaba a reconocerlo.
“Yo estoy convencido que no tengo poderes, soy un simple sacerdote”, decía Ianelli, quien eligió los días trece de cada mes para las multitudinarias reuniones. “Es el día que más apariciones ha hecho la Virgen de Fátima”, explicó. Aquella era la Virgen que lo acompañó al padre Mariano desde los primeros tiempos de su fe.


Sus palabras
En abril de 1993, El Nuevo Diario publicó un reportaje en el que el padre Mariano definía su papel como sacerdote y explicaba las razones de los prodigios que se producían en los fieles. Esto es lo que dijo.
—Padre: ¿Qué le pide la gente?
—Hay gente que cree que va a obtener un milagro o soluciones inmediatas. Otras realmente tienen fe y vienen por amor a Dios y a la Virgen. Los primeros, también creen en Dios pero, por la misma desesperación, lo que es distinto. Y esta participación de la gente se rodea de un poquito... no sé si decirle folclore.

—Mística...
—Sí, hay mucha sugestión también. Y eso confunde. En la ignorancia —y eso nos hace culpables— la gente confunde prodigio con milagros. El milagro lo hace sólo Dios. Ni María ni los santos. Es algo que rompe las leyes naturales que rigen nuestra vida: como un diagnóstico de cáncer y restándole al paciente un mes de vida, de la noche a la mañana aparece sano.

—¿Y el prodigio?
—Cuando se dan las condiciones. Y los prodigios se han manifestado, como el caso de matrimonios que no podían tener familia y estaban en condiciones de tenerla. Otros perdían el feto y con la misma fe han podido tener hijos. Y así hay muchos Marianitos y Marianitas. Y no es que yo lo produzca. Es la fe que mueve al hombre.

—La gente puede llegar a tener fe en Dios, en la Virgen, pero no nos engañemos: viene por usted.
—Bueno, pero eso puede ser debido a la fama que la gente ha hecho.

—Que ya venía de Caucete…
—Pero de antes también... yo me animaría a decir desde mi ordenación. Yo estoy convencido que no tengo poderes... soy un simple sacerdote, pero todo lo que hago es con fe y amor.

—Cuidado, que la mentira también es pecado ¿0 no? (risas). En la cola de fieles, se decía que usted negaba sus poderes porque la Iglesia le podría llamar la atención...
—No... la gente genera mucha leyenda, folclore, cosas, frutos del miedo o Ia ignorancia. Estuve en una misa crismal los otros días y la gente me ovacionaba y me decía: así que se va a Roma, que lo llama el Papa que pide su bendición. Por ejemplo, dicen que saco a las personas de la depresión. Médicos y sacerdotes me han mandado gente por ese problema. La depresión es un factor psicológico en que se pierde el orden de la voluntad del hombre. La meta es hacerlo rezar, que vuelva a creer. Y eso no es prodigio.

—Hablando de fama, he escuchado mil historias de exorcismos hechos por el padre Mariano.
—Se habla de muchas cosas. El verdadero estudio del exorcismo requiere un cuidado y una formación especial que no tengo. Pero ¿qué pasa? A veces lo reconozco: personas histéricas o con shock emocional o herida del alma por opresión del pecado, han deformado su sicosis: cambian la voz, el sentido, usted le tira cualquier agua y creyendo que es bendita siente que se quema ¡cuando son puras mentiras!

—Mucha gente, como usted dice, viene porque necesita solución inmediata. Esos son candidatos para los parapsicólogos. Esta vez, parece que la Iglesia le quita adeptos.
—Si los parapsicólogos tuvieran poder, me hubieran hecho desaparecer de San Juan. Aquí los que se dicen parapsicólogos son los que se han ido a Buenos Aires a hacerse unos estudiecitos y vienen con la placa. Pero no vienen con el análisis de los fenómenos parapsicológicos sino con la brujología, buscando un fin comercial: que un yuyito de allí y otro de acá, que una velita roja... Eso es falso. Son charlatanes que le dicen a alguien enfermo de cáncer que se va a sanar...

—Padre ¿usted es o no un curandero?
—Eso suena espantoso. Digamos que ayudo a sanar el corazón, los sentimientos, pero el enfermo debe ir al médico.

Mariano Ianelli
-- Nació el 17 de agosto de 1946
-- En 1968 inició los estudios de Teología y Filosofía en la Universidad Católica.
-- En 1971 comenzó los estudios seminarísticos en la provincia de Santa Fe.
-- En 1973 continuó el seminario en La Plata.
-- En 1975 fue ordenado sacerdote y designado cura párroco de la parroquia de Nuestra Señora de Luján.
-- Más tarde fue trasladado a la parroquia de Cristo Rey, en el departamento Caucete.
-- En 1993, el arzobispado lo designó en el templo arquidiocesano de San José de Jáchal
-- En 1996 falleció.

Este artículo fue publicado el 17 de octubre de 1996 en El Nuevo Diario.

 

     

GALERIA MULTIMEDIA
El padre Mariano Ianelli en el momento de la consagración del pan que simboliza el cuerpo de Cristo, en la parroquia de San José, Jáchal.
El padre Mariano Ianelli recibía multitudes en las iglesias donde estuvo como sacerdote.
Rostros de dolor. No eran parientes ni amigas, tan sólo parte de los miles de sanjuaninos que encontraron en la palabra del sacerdote un consuelo para sus dolores.
Sacerdotes del clero sanjuanino hacen una oración al padre Mariano. Entre ellos se observan a los sacerdotes De los Ríos, José Fuentes, Osvaldo Daroni, Roberto Casasola, Pepe Nieto y Orlando Ruggieri.
Todos querían tocarlo. Para que los miles de asistentes al sepelio pudieran dar su adiós, el féretro debió ser depositado en la capilla del cementerio entre las 12 y las 18 del sábado 5 de octubre.
El dolor de la hermana. Virginia lo acompañó hasta sus últimas horas en la parroquia de San José, en Jáchal, en la que vivían.
El bíblico ritual de la imposición de manos, ejercido por el padre Mariano Ianelli en su condición de instrumento de Dios en la tierra.
El padre Mariano Ianelli nació el 17 de agosto de 1946. En 1996 falleció.
El padre Mariano Ianelli. El cura sanador