El hombre que asesinó al presidente Kennedy estuvo preso en San Juan

Son muchas las versiones coincidentes. Aunque difícilmente la historia oficial llegue algún día a confirmarlo. Porque la historia oficial de los Estados Unidos dice que al presidente John Fitzgerald Kennedy lo asesinó un único y solitario homicida. Pero hay otra historia que asegura que se trató de una conspiración. Y no son pocos los que aseguran que las balas que mataron al presidente Kennedy salieron del fusil de un hombre que, años más tarde, estuvo alojado en el Penal de Chimbas y que se fugara de esta provincia en lo que constituyó el papelón del siglo.

Cuando descendió del tren El Cuyano aquella mañana sanjuanina de 1971, una amplia sonrisa le iluminaba la cara.
-¡Así que esto es San Juan!-, se le escuchó decir mientras caminaba por el andén de la estación San Martín, en Mitre y Avenida España.
La historia de aquel hombre alto, de incipiente calva y que denotaba una avasallante personalidad había comenzado cuatro décadas atrás.

Lucien Sartí
había nacido en Marsella el 8 de octubre de 1937; su foja de servicios lucía destinos exóticos: había sido soldado en la guerra de Argelia, mercenario en el Congo (“matador de más de tres mil negros”, según la revista Gente ) y terrorista en Yemen.
Empezó asaltando a conductores de ómnibus hasta llegar a organizar bandas de ladrones de bancos.
Muy joven abandonó a su familia para vivir en lujosos hoteles, rodeado siempre de bellas jóvenes. Cada día incursionaba en un nuevo delito. Es así como se dedicó también al contrabando de drogas y a la trata de blancas.

Y como siempre ocurre: un día el poder político lo cercó y una vez más mafia y política se dieron la mano. Sartí quedó entre la espada y la pared. O, en otras palabras, entre la cárcel y cumplir tareas que le encomendaran. La primera misión fue en Africa: secuestrar doce monjas de un monasterio. La tarea la llevó adelante mediante un operativo comando, con la intervención de los integrantes de una de sus pandillas. La policía del Congo siguió sus pasos hasta conseguir detenerlo. Pero días después recuperó la libertad, tras la intervención de abogados y presiones políticas.

Traficante y mercenario

Muy pronto trascendió la fama de Sartí como genio del crimen. Se dice que integró los grupos mercenarios que combatían contra el líder nacionalista del Congo, Patricio Lumumba. Tuvo varias incursiones guerrilleras y se ocupó de dar muerte a los africanos detenidos como prisioneros.
No tenía compasión con nadie que estuviera en su contra. Su arma de fuego, una ametralladora tipo Pam, frecuentemente estaba en acción. Para entonces ya había sido identificado por las fuerzas armadas, la policía y autoridades del gobierno y como tal fue sentenciado a muerte aún antes de ser capturado.

Pero el legendario francés sabía eludir a la muerte. Aseguran que en 1958, Luciano encabezó un movimiento en Africa Occidental, durante el cual se registraron muchos muertos y heridos.
Otro operativo similar lo realizó en el Congo Medio, una colonia francesa, cuando se constituyó en estado autónomo. Combatió en Argelia y hasta corrió versión de que Sartí planeó un atentado contra el entonces presidente de Francia, Charles de Gaulle.
A raiz de estos hechos, y ya reconocido como autor o principal cerebro de las ejecuciones, la justicia de Francia lo condenó a muerte en la guillotina.

Mientras estos hechos ocurrían, se asegura que Sartí había echado sus raíces en Marsella, protegido por la mafia corsa. Y es en estos años que se produce la conexión que lo llevaría a participar del asesinato de Kennedy.
Para la mafia marsellesa, la operación le significaba miles de kilos de droga. Para Sartí, aparte del negocio, representaba la posibilidad de respirar del acoso a que lo sometían.

La conexión francesa

Pero… ¿Por qué llega la mafia corsa a la Argentina?
Y es acá donde todo para seguir un hilo conductor que parece por Marsella pero también por Dallas e incluye el asesinato de Kenneddy.

Según contó el periodista Osvaldo Aguirre en una nota titulada "Contacto en Buenos Aires - La Unión Corsa y el tráfico de heroina en los años 60" (www.sidus.com.ar) la punta de lanza en el desembarco de prófugos de la justicia francesa en Argentina parece haber sido Auguste Ricord.
Condenado a muerte por colaborar con los nazis, se radicó en Buenos Aires a mediados de los años cincuenta. Detrás suyo llegaron, entre otros, Francis Capezza, Domingo Orsini, Christian David, Armand Charpentier, Michel Nicoli, François Chiappe y Lucien Sartí.
Ricord anduvo por Brasil y Bolivia, obtuvo la nacionalidad argentina y se asoció con Orsini. Ambos fueron detenidos en Buenos Aires en febrero de 1968 –después que los delataran dos correos apresados en Nueva York– acusados de ser jefes de una banda que traficaba heroína hacia los Estados Unidos .
Era una rama de la organización de narcotraficantes corsos cuyo tronco se encontraba en Marsella y que realizaba embarques de droga desde 1965. También sabían manejar sus relaciones: pese a los cargos en su contra, Ricord y Orsini lograron quedar en libertad y abandonar el país".

El asalto al Banco Nación


Explica Aguirre que "los nombres de Chiappe y Sartí llegaron a la prensa después del 19 de abril de 1968, cuando cuatro hombres asaltaron la sucursal del Banco Nación de avenida Independencia y Boedo y se llevaron 65 millones de pesos. Fue a primera hora de la mañana; la puerta de ingreso del personal tenía un defecto que le impedía permanecer cerrada, por lo que los delincuentes no encontraron mayores obstáculos para llegar hasta la sala de atención al público. Los asaltantes hablaban entre sí en francés y ocultaban sus facciones con medias de mujer y anteojos negros. Después de encerrar a los empleados en el subsuelo del banco, esperaron durante una hora la llegada del contador, cuyo nombre conocían. Tomaron café, convidaron a los rehenes con cigarrillos y les dijeron que hicieran de cuenta que estaban viendo un asalto en el cine. Una vez obtenido el dinero salieron a la calle, abordaron un auto y se perdieron de vista. Al día siguiente, la noticia del asalto fue superada por otro episodio resonante: el suicidio del mayordomo del banco. El hombre no dejó ninguna carta ni hizo alguna declaración que pudiera explicar esa decisión. El día del robo había faltado al trabajo, por estar enfermo; pero los delincuentes lo sacaron de su casa, ubicada en el mismo edificio de la sucursal, y lo encerraron en el subsuelo con sus compañeros. El hecho de que se diera muerte antes de declarar ante la policía hizo sospechar que había sido cómplice en el golpe; dado el fracaso final de la investigación, el punto no fue aclarado".

A principios de mayo llegaron a Buenos Aires dos investigadores de la Sureté. Estaban al tanto de los pasos de los corsos y dieron los datos que permitieron ubicarlos a Chape y Sartí. Todos fueron detenidos con excepción de Lili Rous, la mujer de Sartí, también con pedido de captura en Francia, que logró escapar.
Sartí, se daba la gran vida en Buenso Aires. Sus negocios pasaban por los asaltos y la droga. Pero además, tenía tiempo para comprar un yate y un lujoso automóvil.

A esta altura digamos que la complicidad entre algunos estamentos judiciales y los mafiosos comenzó a hacerse evidente. La acusación por el asalto se diluyó, ya que los testigos no pudieron edentificar a los asaltantes del Banco Nación. Y es en estas circunstancias en que se produce el extraño traslado del Lucien Sartí, uno de los delincuentes más peligrosos del mundo, a San Juan, una provincia con una cárcel semiabierta y una policía sin experiencia para manejar situaciones de esta índole.

Objetivo: matar al Presidente de los Estados Unidos

¿Qué tiene que ver esta historia con la muerte de Kennedy?
Al parecer, mucho. Tanto que, se asegura, la presencia de la mafia corsa en la Argentina fue parte del pago que “algún organismo” que habría participado en la conspiración para matar al presidente de los Estados Unidos, ofreció a los asesinos. Una especie de “vía libre” para actuar desde “un país latinoamericano”, introduciendo droga en los Estados Unidos.

La historia la contó Eduardo Valle, en la edición dominical de El Universal el 23 de noviembre de 2003. Y dice:
“Durante cinco décadas, a partir de la entrega del Informe Warren al presidente Johnson en 1964, se han analizado y discutido las conclusiones de esa comisión.
La principal: Lee Harvey Oswald actuó solo y disparó sólo tres tiros, hiriendo mortalmente al presidente John F. Kennedy y, en forma grave, al gobernador texano John Connally.
Los hechos del 22 de noviembre de l963, en la plaza Dealey, en Dallas, Texas, estaban oficialmente aclarados: Un asesino solitario con personalidad conflictiva que había llegado, en la URSS, al intento del suicidio.

Una “bala mágica” había herido al presidente y después golpeado, varias veces, en zig-zag, a Connally. Y luego la habían encontrado en estado casi perfecto. Los testigos coincidían, casi por unanimidad, en que luego del disparo a la cabeza de Kennedy la parte trasera del automóvil se cubrió con sangre y restos del cráneo del mandatario. Leyó bien: la parte trasera.
Eso indicaría que le pegaron de frente el balazo en la cabeza. No desde atrás, como afirma la comisión.

Una teoría no creíble

Se presentó el testimonio de la esposa del gobernador Connally, Nelly, quien viajaba en el auto convertible:
-Sí, hubo tres disparos.
El primer disparo hizo blanco en Kennedy; el segundo hirió al gobernador. Y luego ocurrió el tercer disparo: el que llenó de sangre el Lincoln, y obligó a Jacqueline Kennedy a buscar un pedazo de cráneo de su marido en la parte de atrás del auto, como luego mostraría en forma visual la película de Abraham Zapruder.

Esto echa por tierra la teoría de la “bala mágica”. La propia Comisión Warren establece que una persona fue herida por un fragmento desprendido de una bala que no dio en el blanco. Un cuarto disparo. No sólo tres. Un estudio fechado en marzo de 2001 en la revista británica Ciencia y Justicia, calificado como “serio y riguroso”, del profesor Donald Thomas, establece, con una probabilidad mayor al 96% que “la onda de choque asociada al patrón de sonido se ajusta a la velocidad (de la bala) de un rifle del calibre 30. El sonido de este disparo (procedente del montículo) se produjo en sincronía total con el momento del tiroteo”.

Es evidente: transcurre el tiempo y la credibilidad del Informe Warren se disuelve. Falta que en el año 2019 se den a conocer los “expedientes secretos” del caso, sellados por orden del gobierno de los EE.UU. La respuesta a una sencilla pregunta puede resolver el misterio: ¿se produjeron tres, cuatro o más disparos ese día en Dallas? Si fueron más de tres tiros, operaron al menos dos francotiradores.

La Unión Corsa de Marsella

Antes de los acontecimientos de Dallas, Lee Harvey Oswald viajó a México en septiembre de l963. Buscaba regresar a la Unión Soviética, donde había vivido como “desertor”, usando como puente a Cuba. Esta vez lo rechazaron en ambas embajadas y tuvo que regresar a Texas. Su presencia en México está llena de bizarros hechos, incluyendo el que un obvio impostor se presentara, usando su nombre, en la embajada de la URSS. Pero México podría ser mucho más importante en el conjunto de esta historia. Lo documenta el libro Fuego cruzado de Anthony Summers, también autor de Conspiracy. El periodista Steve Rivele, investigando el programa de la CIA, localizó al narcotraficante Christian David como uno de dos francotiradores extranjeros, asesinos a sueldo, contratados bajo ese programa. David estaba preso en Kansas, esperando su extradición a Francia, relacionada con el asesinato del líder africano Ben-Barka.

David le dijo a Rivele que Antoine Guerini, jefe de la Unión Corsa en Marsella, le había ofrecido un contrato para matar al presidente Kennedy en territorio estadounidense. David no aceptó, pero otro corso, Lucien Sartí, sí. Sartí, un extraordinario tirador, quien tenia como marca usar balas explosivas, salió de Marsella con dos cómplices rumbo a México; cruzaron la frontera por Brownsville, fueron recibidos por un hombre de la mafia de Chicago y se dirigieron a Dallas para planear el asesinato.

Sartí se habría ubicado, con alguna clase de uniforme, en la empalizada colocada en el montículo de tierra, a la derecha y enfrente de la comitiva presidencial. Hubo cuatro tiros; Sarti disparo el tercero, el fatal, contra la cabeza del presidente.
Luego estuvieron ocultos dos semanas y finalmente viajaron a Montreal.
David tenía un testigo, Michael Nicoli, quien vivía en EE.UU bajo el programa de protección a testigos. Rivele pudo hablar con Nicoli, quien confirmó lo dicho por David.

En 1988 una cadena inglesa de televisión presentó la serie Los hombres que mataron a Kennedy, la cual padecía de un serio error: identificaba en forma errónea a los cómplices de Sartí. Uno de ellos tenía coartada. El impacto se diluyó.

Hasta aquí el relato del Universal. En Internet uno puede leer otras noticias, todas coincidentes, sobre el caso. Como hecho concreto quedaba en claro una historia sobre la posible participación de Lucien Sartí en el asesinato del presidente John Kennedy y el pago de la “operación” con heroína y vía libre para actuar en algún país lejano, como fue la Argentina.

Como un rey del hampa llegó a la Argentina

Pero… ¿qué hace un tipo que ha matado al presidente de los Estados Unidos?
Sarti estaba marcado y lo sabía.
No todos los días se mata al hombre más poderoso del mundo.
Hay secretos que sólo se guardan con la muerte. O con la distancia.
Sartí estuvo algún tiempo en Brasil, protegido por gente del hampa. Cuando la INTERPOL detectó su presencia el hombre tuvo que huir y reencontrarse con el resto de la banda corsa que ya estaba radicada en Buenos Aires y controlaba algunos cabarets, además de robar bancos y traficar drogas.
Se dice que un avión privado trasladó a Sartí hasta una estancia de Bahía Blanca y desde allí luego le resultó fácil llegar a la Capital Federal.
Lucien arribó a Buenos Aires en los primeros días de enero de 1968. Y fue en ese año que inicia su relación con una hermosa mujer de 22 años. Se llamaba Liliana Rous Viallet y era de nacionalidad francesa.
Dicen que había sido copera en clubes nocturnos y luego se dedicó al canto y al “strip tease”. A partir de su relación con Lucien, Liliana se fue a vivir a un hotel y dejó sus actividades nocturnas.

Es en este tiempo que Chiappe, Sartí y compañía habrían realizado los asaltos a instituciones bancarias y negocios, tanto en la Capital Federal como en el resto de la provincia de Buenos Aires. El caso más resonante fue el asalto al Banco Nación.

La detención en Buenos Aires en un operativo internacional

Fue en la primera semana de mayo de 1968 cuando las autoridades policiales organizaron una redada en los distintos clubes nocturnos de Chiappe.
Se inició alrededor de las 3 de la madrugada, con la participación de numerosos efectivos, muchos vestidos de civil.
En la redada la policía incautó armas, drogas, identificó a prostitutas y pruebas del accionar mafioso.
En la redada también cayó Lucien Sartí.
En realidad, nada era producto del azar.
Si la Federal había allanado el local fue porque detectives de la Sureté que habían arribado a Buenos Aires en procura de ubicar el paradero de Luciano Sartí, habían alertado a la policía local de que el maleante prófugo se encontraba capitaneando bandas de asaltantes en la zona. Fueron ellos quienes proporcionaron datos e identi-kits del hampón y a la vez hicieron saber la vinculación de aquel sujeto con Chiappe, con el que venían operando como traficantes de drogas.
Cuando el francés fugitivo fue arrestado llevaba en sus bolsillos la suma de 1.300.000 pesos en efectivo. Luego se estableció que se hospedaba en un lujoso hotel de la Capital. Para entonces ya había comprado dos fincas y poseía dos automóviles último modelo. Cuál sería la sorpresa de los investigadores al comprobar posteriormente que el sujeto era dueño de un yate valuado en 8 millones de pesos, en el que hacía recorridas con su compañera Liliana Rous Viallet y también ofrecía costosas reuniones con jefes del hampa.
Con su identificación y detención, la suerte de Sartí estaba echada. De la alcaidía policial pasó a ocupar una celda en Villa Devoto, en tanto se instruían las actuaciones.
Sartí advierte que si no actuaba rápido estaba perdido.
A través de los mandamientos de otros países, se descubre su accionar como mercenario, su participación en asesinatos y sus actividades como traficante.
La silla eléctrica lo esperaba en Bélgica y la guillotina en Francia.
Asesorado por sus abogados, con el apoyo de hampones de otros países, algunos contactos políticos y la utilización de Liliana como eficaz correo, se pone en marcha el plan de liberación.

El extraño traslado a San Juan puede considerarse el papelón del siglo

En los primeros días de enero de 1970, en la ciudad de San Juan la policía descubre que varios individuos procedentes de Buenos Aires habían cometido robos de automotores. La pandilla fue detenida y sus integrantes alojados en la cárcel de Chimbas. Durante la instrucción de la causa se establece que dichos sujetos son también autores de falsificación de documentaciones de vehículos.
En una ocasión y para dar cumplimiento con uno de los términos del sumario, los detenidos porteños fueron trasladados hasta el juzgado que entendía en la causa. Uno de ellos se esmeró en dar cuenta de que el jefe de la banda se encontraba alojado en Villa Devoto y que se trataba de Luciano Sartí.
Esta declaración la repitieron los demás procesados y coincidían en sus expresiones, agregando que aquel cabecilla había estado en San Juan y participó en los robos.

Quien estaba a cargo de ese juzgado penal era el juez Alejandro Hidalgo, a quien le cupo la responsabilidad de continuar las actuaciones. Una y otra vez los recluidos del Penal de Chimbas repetían con detalles la estrecha vinculación de Sartí con los robos de automotores. No había titubeos y los detalles eran más precisos.
Sin embargo, el doctor Hidalgo no se conformaba con estas declaraciones y se preguntaba cómo un peligroso hampón internacional se iba a dedicar a robar autos.
Para establecer la existencia de esos delitos había que contar con la declaración del legendario francés y para ello debía pedir su traslado a esta provincia. Entonces se gestionó un exhorto judicial, el que fue enviado a las autoridades de la Policía Federal de Buenos Aires. Este trámite provocó sorpresa en el organismo de seguridad en razón que a Sartí se lo consideraba cerebro de organizaciones dedicadas al delito mayor.
También causó estupor cuando se supo que el referido hampón había preguntado a un guardia dónde quedaba San Juan.

Al final de varias tramitaciones judiciales, el doctor Hidalgo, consigue que se dé acuerdo en Buenos Aires al pedido de remisión de Sartí y se fija el día y hora en que deberá presentarse allí la comisión para cumplir con esa misión, no sin antes hacer conocer que se trataba de un peligroso delincuente buscado en todo el mundo.

En Buenos Aires se desesperaban al tener que entregar a modestos policías tan peligroso delincuente

Cuenta Alejandro Sánchez, entonces encargado de la sección Policiales de Diario de Cuyo en una nota que publicara El Nuevo Diario hace una década que “en el año 1970 cumplía funciones de director de la Brigada de Investigaciones el comisario Francisco Coria. Este funcionario teniendo en cuenta el pedido del juez, comisionó al oficial sumariante Pablo Ladino y al cabo Palma para viajar a Buenos Aires y trasladar al detenido Luciano Sartí. Los policías sanjuaninos se constituyeron en la dependencia de Robos y Hurtos de la Policía Federal e hicieron saber el motivo de la misión.

Hubo general sorpresa entre las autoridades de ese organismo al saber que únicamente dos hombres llevarían al detenido a la provincia cuyana.
—¿Qué son ustedes, Superman? ¿Creen que ustedes dos llegarán vivos a San Juan? ¿Acaso desconocen la peligrosidad del preso? No señores, no les haremos entrega de Sartí porque no queremos ser responsables de un posible luctuoso caso. Así que vuelvan a San Juan y díganle a sus jefes cuál fue nuestra decisión”.

Envían refuerzos
Desde la misma dependencia federal, el oficial Ladino y el cabo Palma se comunicaron con el comisario Coria y le informaron sobre el fracaso de la misión. Frente a esta situación, se resolvió enviar otra patrulla, la que fue encabezada por el sargento ayudante Roberto Pérez y los cabos Waldo Morales y Juan Leopoldo Azcurra, como refuerzo de la primera comisión.
Nuevamente se realiza una reunión en la Policía Federal en Buenos Aires y esta vez se resuelve que el peligroso delincuente fuera conducido a San Juan. El viaje fue programado utilizando como medio el tren El Cuyano, que salía a las 16 de la estación Retiro para arribar a San Juan a las 9.30 del día siguiente.

Desde el referido penal, Luciano Sartí se ubicó en un patrullero. Vestía un costoso traje gris, zapatos bien lustrados y en su cuello una chalina de vicuña. Este vehículo se desplazaba por calles aledañas a las de la Capital, presidido por dos motociclistas armados con ametralladoras, seguido por otro patrullero y por último una moto.
Haciendo sonar sirenas, esta espectacular caravana llegó a Retiro cuando era la hora de partir el tren.
Los policías sanjuaninos y el detenido corrían por el costado del andén debido a que el convoy estaba en movimiento, mientras el cabo Palma hacía desesperados gestos para que apuraran la marcha. Como expresión de despedida, un policía porteño les gritó: “Que Dios los proteja”.
Policías y detenido se ubicaron en dos asientos. Este último disimulaba las esposas en sus muñecas con la chalina.

En tren Cuyano arribó a la estación local con 15 minutos de retraso. En el andén solamente se encontraban esperando el periodista Alejandro Sánchez, el fotógrafo y el chofer de la movilidad. Ni un policía a la vista. Sartí, mientras recorría con su mirada el exterior de la estación, reía casi a carcajadas, en tanto decía:
-No se alarmen muchachos que nada va a ocurrir, tomemos un taxi.
De esta manera los miembros de la comisión y el detenido llegaron a la Central de Policía, donde informaron “misión cumplida sin novedad”.

El día que Sartí se fugó tranquilamente de San Juan

Uno de los calabozos de la Brigada de Investigaciones sirvió de alojamiento para Luciano Sartí, en tanto se sustanciaba la causa en el Primer Juzgado Penal por el delito de robo.
El preso tenía vigilancia permanente y mientras transcurrían los días, aquel almorzaba y cenaba con comida distinta que todos los días le traían de varios comedores.
Tampoco le faltaban los cigarros importados aunque fumaba muy poco. Periódicamente lo examinaba el médico legista y en una oportunidad tuvo que recurrir al hospital Rawson para ser examinado en la zona inguinal, pues anunció que antes de ingresar al penal de Devoto, la policía lo torturó con picana eléctrica.

El personal de la Central de Policía se sintió más aliviado tras tener noticias de que el juez Arturo Lerga que asumió como titular, había dispuesto trasladar al reo hasta la Alcaidía de Chimbas. Este procedimiento se cumplió luego de 15 días de ser conducido a San Juan.
Durante los días y meses que estuvo recluido en aquel establecimiento, el narcotraficante internacional demostró una excelente conducta. Se distinguía entre los demás internos por la ropa que usaba. Era pulcro y ordenado y su celda era ejemplo de constancia y dedicación. Además, tanto el personal carcelario como la población penal lo respetaban.
De dicho instituto un día a la semana era trasladado hasta un consultorio ubicado en avenida Alem, cerca de Córdoba, para ser sometido a un examen médico. Como siempre, lo acompañaban custodios y en aquel lugar lo esperaba su compañera Liliana.
También esporádicamente lo conducían hasta el juzgado para prestar declaraciones sobre su causa caratulada “Robo de automotores y falsificación de documento público”.

Sin duda hubo cómplices en la fuga de Lucien Sartí

Para que Lucien Sartí se fugara de San Juan, tal como “estaba anunciado”, debieron darse muchas circunstancias. Para algunos se trató de un “operativo” en el que la bella Liliana fue el correo que trajo un bolso repleto de dólares, un abogado que aseguran respondía a las iniciales C.E. fue el intermediario, algún magistrado hizo la vista gorda y hasta un ex comisario actuó de chofer y un famoso piloto condujo el avión que lo sacó de San Juan.

El relato del día de la fuga lo hizo el periodista Alejandro Sánchez en estos términos:
“Cerca del mediodía del 29 de diciembre de 1972, el detenido fue citado para concurrir al Primer Juzgado del Crimen a fin de dar cumplimiento con un trámite de su expediente. Había solicitado permiso para cobrar un giro en el Correo y aprovechar para enviar telegramas de saludos de fin de año. Tras comparecer ante el juez, Sartí salió a la avenida Central para llegar al Correo con un policía de custodia de apellido Varela.
Una vez frente al edificio, le dio un fuerte empujón al policía que cayó al pavimento para emprender rápida carrera en dirección al Este donde ascendió a un automóvil, al parecer con el motor en marcha. Dicho vehículo pertenecía, según trascendió, al oficial mayor o prosecretario del mismo juzgado, señor Walter Mallea.

Se dio la voz de alarma pero el prófugo ya había desaparecido del escenario del suceso. El automóvil apareció en calle Aberastain, Trinidad. Desde el lugar, Sartí había ascendido a una camioneta que lo esperaba para viajar hasta el departamento Sarmiento y también se comentó que este último rodado lo manejaba un ex comisario que luego sería intendente en un departamento sureño y empresario minero. Lo cierto es que el peligroso delincuente había conseguido eludir los controles y salió fuera de la provincia. Se dijo que un avión privado lo esperaba en Córdoba donde estaba Liliana, con quien huyó a México.

El plan de fuga urdido por Sartí o sus compinches, se cumplió sin inconvenientes, tal como ya lo había anticipado en reiteradas oportunidades. Este plan se dijo que tuvo origen desde el Penal de Chimbas donde estuvieron recluidos los ladrones de autos. La orquestada maniobra tuvo su final feliz, según los comentarios, en el edificio de Tribunales.
De quienes tuvieron que ver en esta fuga, los que viven se encuentran en excelentes posiciones y sólo quedaron comentarios.

De cómo el famoso hampón murió acribillado en México

Pero, como habíamos dicho, la única forma de mantener un secreto si se ha asesinado al presidente de la primera potencia mundial es con la muerte.
La última noche de vida de Luciano Sartí fue el 28 de abril de 1973.
Se comentó que, tras la huída de San Juan, el peligroso sujeto y su compañera Liliana viajaron a Brasil, luego a Estados Unidos y posteriormente a México. En ese país ambos contrajeron enlace y se fueron a vivir en un lujoso barrio a escasa distancia de la capital.
La holgada vida de los esposos no pasó inadvertida para la policía, que luego se enteró que se trataba del peligroso prófugo sentenciado a muerte en dos países. La residencia de Sartí era vigilada día y noche. Solamente se esperaba el momento oportuno para su captura y la de sus compinches. Para entonces el mafioso había cambiado su nombre por el de Jean Adolfe. También se hacía llamar como Antonio Francisco Cerra y Robert Scognamiglio.

La policía mexicana tenía conocimiento de un embarque de cien kilos de heroína pura para llegar a manos de Sartí. Se esperaba ese instante para proceder a su detención. Pero en la noche antes señalada los policías que custodiaban la casa del narcotraficante lo vieron salir junto con su esposa. Al parecer uno de los funcionarios hizo algún movimiento que fue advertido por Luciano, quien rápidamente extrajo una pistola e hizo un disparo.

Inmediatamente los policías salieron de sus escondites y repelieron el ataque.
Liliana Rou alcanzó a ascender al automóvil mientras que su esposo corría por un costado de la calzada descargando su arma contra los seguidores. El policía Alberto Fovosso Olivares quedó tendido en el pavimento, herido de dos proyectiles. A los pocos metros cayó boca abajo el prófugo acribillado de varios balazos. Uno de los policías se acercó al cuerpo y le efectuó un disparo de gracia en la nuca.

Fuga anunciada

Hay sospechas que Sartí contó con ayuda tanto del interior de Tribunales como del exterior.
El 29 de diciembre de 1972 fue citado por el juez Lerga por un trámite.
Luego el juez lo autorizó a ir al Correo, sólo acompañado por un policía.
Sartí dio un empujón al policía y se fugó. Lo esperaba un automóvil que pertenecía... al ¡prosecretario del juzgado!
Del auto pasó a una camioneta que, se dijo, era manejada por un ex comisario, que lo trasladó a Sarmiento. De ahí a Córdoba donde lo esperaba una avioneta que lo trasladó a México.

Fechas y casualidades

1960 La mafia corsa integrada por mercenarios y delicuentes hace su centro en Marsella.1963 Asesinato de Kennedy. Se dice que hubo un acuerdo entre la mafia y organismos de los EEUU.

1965 Perseguidos por la justicia francesa, los corsos se radican en la Argentina.

1965/68 Se producen grandes embarcos de droga a los EEUU

1968 Es detenido Sartí.

1970 Cuando estaba por ser extraditado a Francia se lo vincula con un robo de autos en San Juan.

1972 En el mes de diciembre Sartí se fuga del Penal de Chimbas

1973 En el mes de abril el hampón francés es asesinado por la policía en México.

FUENTES:
Lucien Sartí – Wikipedia, the free enciclopedia
Biography: Stephen Rivele – WWW spartacus.schoolnet.com
The Corsican conectionwww.members.optusnet.com Crónica de un golpe de estado – Alejandro Celis – expresioncivica80.iespana.es
Lucien Sartiwww.namebase.org
Forum: French connection - www.jfk-fr.com
Dougs JFK Assassination page - www.geocities.com
Banks, the mafia and drugs – savior.com
Otra Historia, hace 31 años – www. Clarin.com 1999
Síntesis de revistas – México 17.11.2003
The trae store of the oak ridge involvement in the JFK…– members.aol.com
JFK investigation –www.angelfire.com Chiappe asegura que su reputación es una fábula – Diario La Nación, Buenos Aires www.lanacion.com.ar
La Unión Corsa y el tráfico de heroína en los años sesenta- conexión en Buenos Aires – www.sidus.com.ar/espacio sidus -  Escribe: Osvaldo Aguirre Ilustra: Omar Panosetti
Lucien Sarti – Como recala en San Juan uno de los delincuentes más peligrosos del mundo y se fuga con la aparente complicidad de policias y magistrados - suplemento de 8 páginas publicado el viernes 15 de julio de 1.995 en El Nuevo Diario con la firma de Alejandro Sánchez.


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GALERIA MULTIMEDIA
La foto es del día del asesinato del presidente Kennedy.
Hay quienes dicen que el asesino de Kennedy fue Lucien Sartí, que estuvo detenido en San Juan.
Esta imagen es en el momento que Ruby mata a Lee Harvey Oswald. El fotógrafo ganó el premio Pullitzer en 1964.
Arturo Lerga Armendáriz fue el juez que entendió en la causa contra Sartí.
Lucien Sartí sale de los Tribunales de San Juan con la cabeza tapada. Su fuga despertó grandes sospechas.