Los pioneros del progreso. La electricidad gana las calles sanjuaninas.

En los primeros años del siglo XX llegó la electricidad a la ciudad de San Juan. El avance fue posible gracias a unos cuantos pioneros en los que es necesario reconocer, según el autor de esta nota, su "tesón progresista".
En estas líneas, escritas en 1957, Rogelio Díaz Costa, con el estilo claro, documentado y ameno que caracteriza sus innumerables escritos, nos cuenta esa parte de nuestra historia.

Ni en sueños imagina mucha gente las peripecias de los que a toda costa querían iluminar San Juan. Cuánto sacrificio, cuánta incomprensión, cuántos fracasos, cuánta hostilidad. Si pareciera que los sanjuaninos prefirieran volver siempre a la colonia que mirar adelante. Alguna vez he dicho que sólo de boca somos patriotas, cuando en realidad más han hecho los extranjeros por esta tierra que nosotros mismos.
Ahí están don Eugenio Kellemberg, suizo; don Justino Camy, francés; don Luis Ugarte, vasco; don José Segovia, español; don Rogelio Fernández, también español; los alemanes Arnoldo y Eduardo Rosenthal; don Juan Henrich, belga. Tampoco era sanjuanino don Francisco Sabatié.
Sólo don Tomás Bates (hijo) fue criollo y sanjuanino de los que procuraron introducir la electricidad como elemento industrial.
Hoy parece que definitivamente vamos a entrar en la era de la electricidad, bien merecen ellos un recuerdo. Acaso para que en alguna parte se estampen sus nombres como ejemplo de tesón progresista.

Don Justino Camy, era un mecánico francés que había nacido en 1867 y se radicó en San Juan para dedicarse a su profesión.
A fines de 1906, don Justino instaló una usina en el molino “El Tránsito’ que después fue “Molino Moreno”, en calle General Acha de Concepción, a una cuadra de la avenida 25 de Mayo. Algún tiempo más tarde se trasladó a Santa Lucía donde estuvo el establecimiento Eguiguren, en la Avenida Sarmiento. Allí funcionó su taller mecánico de tornería y la usina que dio luz eléctrica en algunas ocasiones a la plaza 25 de Mayo. Allí murió también su hijo Angel al ser cogido por la polea de transmisión de la turbina hidráulica que movía el generador. El hecho se produjo el 14 de marzo de 1907, cuando el niño —contaba 16 años— en ausencia de su padre, a quien ayudaba, puso en marcha el aparato para dar la luz a la plaza de Mayo. Murió despedazado. Su padre abandonó su empeño de dar luz San Juan.
Otra empresa que es necesario recordar en San Juan, ese es don Luis Ugarte. Vasco e hijo de un ingeniero mecánico. Vino a la Argentina para avecinarse en Villa Mercedes de San Luis, hasta 1885, en que llamado por los señores Bates, se trasladó a San Juan para encargarse de la construcción del primer aserradero mecánico en La Bebida. Allí después de la tarea diaria daba clases nocturnas.
Por 1887 estableció en Caucete un aserradero y un molino con máquinas de trillar. Fue socio luego de don Rogelio Fernández, en el molino Nacional y trajo a San Juan uno de los primeros automóviles: un Prolo.
Al año siguiente —1888— instaló un aserradero para fabricar puertas y ventanas bajo el rubro: Puig, Ugarte y Cía. En 1900 amplió sus negocios adquiriendo los talleres de Langa, en la Avenida 25 de Mayo y Jujuy y en 1905 instaló en estos talleres una usina con la que, por un convenio con la municipalidad dio luz a la plaza 25 de Mayo. Muchas cosas más hizo don Luis y ya se verá la calidad del eúskaro que dejó de existir el 9 de mayo de 1929.
El año 1906 es histórico para San Juan en materia de electricidad. Ese año se instalan en la provincia dos usinas. La de los hermanos Rosenthal, que no alcanzó a abastecer a la ciudad y la de don Luis Ugarte, don Tomás Bates (hijo) y don José Segovia.
Malagueño era don José, de Algarrobo y fue el iniciador de la industria de la pasa que tanta fama alcanzó. Malagueño con auto porque también trajo el suyo. Un auto Lloyd abierto, que fue delirio de muchos.
En cuanto a don Tomás, serio fue en apariencia, que buena chispa tenía. Tanta como entusiasmo y cariño por su tierra.
La sociedad se formó con todas la de la ley. Escritura ante don Diego P. Young y capital de 100.000 pesos.
Compraron a don Benjamín Bates las fincas de Zonda y Desamparados, para instalar una usina aprovechando el estero donde construyeron un salto de 7,50 metros, que movía una turbina capaz de dar 1000 caballos de fuerza.

Don Domingo Elizondo, que en esto de historia sabe más de cuatro letras y no hay cosa que no recuerde, hizo memoria un día y buscó una vieja carta de don Rogelio Fernández donde éste le contaba la odisea de la usina. Jugosa en extremo a ella debemos muchos datos, que sumados a otros que publicó el diario “Tribuna”, muestra que no es fácil meterse en empresas.
Pero vamos al asunto. La sociedad poseía una turbina horizontal Lafet Nº 50, con el complemento de 25 kilómetros de línea trifásica de alta tensión con alambre desnudo de 10.000 voltios, sostenida por 450 postes de álamo, palma y pinotea con aisladores. La estación transformadora se instaló en la ciudad y la red de distribución se hizo con cables aislados sobre columnas de acero Mannesman.
Así comenzó la cosa. Pero poco después se retiró de la sociedad don Tomás Bates, a quien en pago de su aporte se entregaron 46 hectáreas de tierra en Rivadavia.
La Legislatura se interesó en el asunto. Habían pasado 20 años desde que se negara apoyo a don Augusto Belín Sarmiento. Esa vez algo se hizo al sancionar una ley —promulgada el 16 de julio de 1906— eximiendo de impuestos a la empresa de Luz y Fuerza, por el término de 20 años. El 25 de agosto de 1908 esta franquicia se extendía hasta el 31 de diciembre de 1913.
Poco antes del 26 de junio de 1909 la empresa conviene con la intendencia municipal —era intendente don Arnobio Sánchez— en alumbrar la ciudad con 100 focos de arco voltaico, por cada uno de los cuales la municipalidad pagará 20 pesos mensuales. Se establece que los focos serían de 8 amperios y 800 bujías, encendidos desde la puesta hasta la salida del sol. Veinte años durará el trato, prorrogable por otros 20.
Hasta aquí todo parece muy bonito. Pero habrá que ver.
El 24 de marzo de 1909, habiéndose retirado también Segovia, se constituye la firma Ugarte, Sabatié y Fernández. Don Pancho Sabatié que había andado por La Rioja y Mendoza en fábulas mineras y don Rogelio Fernández, que tenía con su hermano Enrique un negocio de ramos generales en calle General Acha 111, que después estuvo en Tucumán y Laprida donde hoy está Gath y Chaves. Esta sociedad fue la de las peripecias. Primero el tendido de la línea de fuerza. Quince kilómetros de renegar con los vecinos que se oponían a que se colocaran los postes en sus propiedades, ni siquiera que se cortaran las ramas de los árboles que incomodaban el tendido de los cables. Hubo muchas veces que recurrir a las autoridades. Por fin la línea se terminó y la subestación se instaló en la calle Laprida y General Acha, en una propiedad de doña Ninfa Flores de Echegaray.
Se inició la red de alumbrado con el primer transformador en calle Laprida al lado de la antigua Sociedad Italiana.
También se le había comprado la usina a los hermanos Rosenthal, la que estaba instalada en Concepción en el local del antiguo molino de don Eusebio Videla, en la actual Avenida Rawson donde estuvo la C.E.L.A.
En tren de compras, también se adquirió el edificio de calle Laprida con salida a calle Mendoza —donde estuvo la C.E.L.A. — para instalar allí una serie de motores. Cuenta don Rogelio Fernández que “al funcionar los motores, la mayoría de la población protestó del ruido y obligó a la empresa a construir unos amortiguadores subterráneos, que llevaron buenos pesos”.
La nueva etapa tenía mucho que contar.
(Texto publicado en Diario Tribuna el día 24 de agosto de 1957)


Ver también: A tiros y pedradas fue celebrado en San Juan el 25 de mayo de 1910


Rogelio Díaz Costa: Nació el 12 de agosto de 1910 y se destacó en todas las actividades que emprendió. Fue historiador, docente y arqueólogo, aunque su pasión siempre fue el periodismo. Durante 36 años fue cronista parlamentario y hoy la Sala de Prensa de la Legislatura provincial lleva su nombre. Fue periodista en Diario Nuevo, La Acción, Tribuna y Diario de Cuyo y a él se debe el bautismo de Ischigualasto como "Valle de la Luna". También fue docente en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UNSJ. Murió el 4 de octubre de 1969, luego de haber recibido numerosos premios y distinciones


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Década de 1900
Llega la luz a San Juan

GALERIA MULTIMEDIA
En 1907 fue tomada esta fotografía, en la usina de Zonda, instalada un año antes por una sociedad compuesta por Luis Ugarte, Tomás Bates y José Segovia. Cuando estos dos últimos se retiraron de la empresa, se incorporaron don Pancho Sabatié y don Rogelio Fernández. (Foto publicada en el libro "El San Juan que ud. no conoció" de Juan Carlos Bataller - Proporcionada por Sofía Segobia de Zavalla)
Esta foto de 1907 muestra el edificio: de la Usina de Zonda, construido en piedras. La usina aprovechaba un salto de 7,50 metros, sobre el estero. Daba 1000 caballos de potencia. (Foto publicada en el libro "El San Juan que ud. no conoció" de Juan Carlos Bataller - Proporcionada por Sofía Segobia de Zavalla)
Esta fotografía es de las primeras: décadas del Siglo XX. El Molino del Tránsito estaba ubicado en la calle General Acha, pasando 25 de Mayo, en las inmediaciones de calle Pedro Echagüe. El molino más tarde se llamaría Moreno. En 1906, en este edificio, don Justino Camy, un mecánico francés nacido en 1867 que se radicó en San Juan para dedicarse a su profesión, instaló una usino que luego fue trasladada a Santa Lucía. (Foto publicada en el libro "El San Juan que ud. no conoció" de Juan Carlos Bataller)