Gnecco, una familia de origen genovés con espíritu conservacionista


La historia de esta familia en América se inició allá por 1832, cuando Salvador Gnecco tocó las costas del sur de Brasil. Salvador era hijo de Agostino Gnecco, un destacado hombre de negocios, navegante y propietario de un astillero.
Esta familia era oriunda de Génova, ciudad italiana que cuenta con 600 mil habitantes actualmente.
El puerto de Génova es el primero de Italia y el segundo en importancia del Mar Mediterráneo luego de Marsella.
En 209 a.C. la ciudad fue destruida por los cartagineses y reconstruida luego por los romanos y en el siglo III fue convertida en sede episcopal. Luego de la caída del Imperio romano fue ocupada por los bizantinos y más tarde por los lombardos.
Salvador, quien era capitán de la Marina Mercante, se dedicaba a comerciar productos de su tierra. Eso lo llevó a navegar las aguas del Mar Muerto, el Mar Mediterráneo y las costas de África entre otros destinos.


Salvador un día decidió conocer América y probar suerte. Se embarcó en un bergantín, barco de dos mástiles con todo su aparejo formado por velas cuadradas, que pertenecía al astillero familiar.
Por un tiempo se estableció al sur de Brasil, para ir bajando hasta instalarse definitivamente en la provincia de Entre Ríos. Allí contrajo enlace en primeras nupcias con Benedecta Rettore, con quien tuvo tres hijos: el primero fue Emilio P. Gnecco nacido en 1838; luego nacerían Nieves y Eugenia.
En 1853, luego de quedar viudo, trasladó la familia a la provincia de Buenos Aires, donde instaló una farmacia y contrajo enlace con Catalina Solari, con quien tuvo a Pedro, Agustín, Rita y Salvador.


Victorio nació el 5 de octubre de 1857 en San José de Flores, Buenos Aires. A los 12 años se quedó huérfano y tuvo que salir a trabajar para ayudar a su madre con el mantenimiento de su hogar.
Su primer tesoro de colección lo obtuvo en el puerto donde cumplía tareas de aprendiz de calafate (tenía la tarea de cerrar las junturas de las maderas de una embarcación con estopa y brea, alquitrán u otra sustancia semejante para que no entre el agua.) Por casualidad o destino encontró una moneda inglesa, la cual guardó debajo de su lengua hasta llegar a su casa (aún se conserva en su museo).

Los caminos de la vida lo trajeron a San Juan donde instaló una confitería llamada “Los Andes” y un almacén de ramos generales; luego fue adquiriendo tierras para cultivo.

En 1904 se casó con doña Paulina Furno, viuda de José Brussotti, oriunda de Novara, que tenía tres hijos de su primer matrimonio, algo que para la época tampoco era común. Los niños se llamaban Fernando, Elena y Anita Bruzzotti Furno y fueron criados y educados por Gnecco.
Agustín y Paulina tuvieron cuatro hijos. El mayor nació en 1905 y fue una niña, Alelina, quien murió al año de vida, lo que representó para él una amargura insuperable. Luego, en 1906, vino Anavadro; en 1908 nació Vitalico y en 1912 el menor, Huarpeliano.
Gnecco era un innovador hasta en su vida privada y a cada hijo le puso un nombre inventado por él. Alelina venía de la flor del Alelí; Anavadro era un acróstico formado por la A de Agustín, NA de Paulina su esposa, VA de Salvador su hermano y DRO por Pedro su otro hermano.



Desde su llegada a San Juan en 1886 integró diferentes instituciones culturales y sociales y creó la “Sociedad Fomento Provincial de San Juan”. Además, junto a Eusebio Zapata y Domingo Elizondo, entre otros, creó la sociedad “Tiro Federal” y a principios de siglo con Amador Iszaza y Doroteo Basañez el diario “El Trabajo”, incursionando así en el periodismo local.
Impulsado por su amor a la historia y al coleccionismo, realizó por años un gran esfuerzo por coleccionar y conservar objetos, documentos, libros, fotografías, cuadros y restos arqueológicos que fueron guardados en su propia casa, y en instalaciones que hizo construir al efecto.
Para aquella época fue un precursor, porque advirtió la importancia de coleccionar elementos que permiten reconstruir no solo la historia política, sino la social, económica y cultural.


El gran ideal de su vida, fue la constitución, ampliación y proyección a futuro del museo, un Museo de San Juan y para San Juan. Agustín murió en 1940, a los 83 años.

Su hijo Anavadro siguió la tradición familiar por su mandato. Si hoy el museo Gnecco tiene las puertas abiertas, es porque Anavadro fue un hombre tenaz que perseveró en el proyecto de su padre.
En 1941, D. Enrique Udaondo, Director Honorario del Museo de Luján, inició las gestiones ante el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires para adquirir 10.000 piezas de la colección, considerando el valor de la misma. A fines del año 1943, salvándola providencialmente el terremoto de 1944, se trasladó la colección al Museo de Luján.


En 1960, Anavadro Gnecco regresó a San Juan con las piezas de la colección. Aquí, después de un penoso peregrinaje, en 1981 logró que fuera instalado en el antiguo edificio de la Escuela Normal San Martín, donde comparte desde entonces el espacio con el Museo de Bellas Artes “Franklin Rawson”.
El valor del Museo Histórico Agustín V. Gnecco fue reconocido desde principios del siglo XX por la prensa de San Juan y Mendoza. En 1910 el periódico “El Porvenir” decía que fuera de los Museos de Buenos Aires y La Plata no había en el país un museo de la importancia del Museo Gnecco por la cantidad y valor de sus objetos y documentos.

María Julia Gnecco, hija de Anavadro, trabajó junto a su padre por más de treinta años y luego condujo el museo.
La descendencia de Gnecco se formó con los hijos de Anavadro y Vitalico, ya que Alelina y Huarpeliano fallecieron sin dejar herederos.








(Las fotos pertenecen al archivo del Museo Histórico Agustín Gnecco)

GALERIA MULTIMEDIA
Esta foto de Salvador Gnecco, el primer inmigrante genovés que llegó a nuestra tierra, fue tomada post mortem. Esta práctica era común en esa época.
Esta foto donde aparece Catalina Solari de Gnecco junto a sus hijos, es copia de un daguerrotipo que se hiciera en el año 1862, cinco años después de la muerte de Salvador Gnecco. La copia la hizo Agustín en junio de 1912, en un viaje a Italia. En 1918, se la regaló con dedicatoria a su hijo Anavadro. El que se encuentra a la derecha de la madre es Pedro, luego viene Rita y a su lado Agustín; el más chiquito es Salvador.
1913. Paulina Furno de Gnecco, junto a sus hijos Anavadro, Vitálico y Huarpeliano.
Esta foto de 1918, muestra a la familia en el segundo patio de su casa. De izquierda a derecha Agustín, Anavadro, Vitalico, Elena y Anita Brussoti, Huarpeliano en triciclo y doña Paulina Furno
1912. Agustin Gnecco junto a su esposa e hijos en uno de los patios de su casa donde depositaban los objetos del museo.
Agustin Gnecco y Anavadro Gnecco Furno, luego de regresar de sus campos en Villanueva, Calingasta.
Anavadro Gnecco junto a su esposa María Julia Biscontini y su pimera hija, María Julia.
La familia Fernández Gnecco en pleno: María Julia Gnecco junto a su esposo Cesar Antonio Fernández Herrera y sus hijos Agustín, Valentina y Marisol
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