Liliana Rodríguez: "La droga convirtió mi hogar en un infierno"

Liliana Rodríguez, es la madre de Facundo, un adicto recuperado de sólo 17 años. Contó como durante tres años su familia estuvo al borde de destruirse por la adicción de su hijo menor, que les robó hasta los tenedores y manteles de las abuelas para comprar drogas. Su temor constante a que le llamaran de la morgue para reconocer el cadáver de Facundo. Cómo le pegó un día que trató de detenerlo y cómo viven la etapa de recuperación luego de su internación en casa de "Proyecto Juan".


—¿Cómo advirtió que su hijo era adicto?
—No me di cuenta que había comenzado a consumir. Estaba separada de mi marido y trabajaba todo el día porque quedé a cargo de mis cuatro hijos sin ningún tipo de ayuda. Facundo es el menor y estaba en plena adolescencia, iba a cumplir 15 años. Sus cambios de conducta me abrieron los ojos, pero desgraciadamente él ya llevaba tres años consumiendo.

—¿Le preguntó directamente?
—Sí, pero me respondió que estaba loca, que lo dejará de controlar.

—¿Qué conductas modificó?
—Faltaba a la escuela, mentía todo el tiempo. Realmente no sabía que hacer. Llamé al Sedronar en Buenos Aires y ellos me dieron algunos datos que me permitieron corroborar su adicción y me sugirieron llevarlo a un grupo que había en la provincia con tratamiento ambulatorio. Fue tremendo porque iba, se les reía, se escapaba.

—¿Qué consumía?
—Comenzó fumando porros de marihuana y en mi casa comenzaron a faltar cosas, evidentemente nos robaba para consumir. Vendió cubiertos de plata, manteles que habían bordado sus abuelas que eran artesanías. La ropa que le compraba la revendía o cambiaba por droga. Luego siguió con la cocaína, los remedios que eran de sus abuelas como tranquilizantes y psicotrópicos que mezclaba con alcohol. Al último aspiraba todo. En una ocasión mi mamá lo descubrió rayando y aspirando, le preguntó que estaba haciendo y si era conciente del daño que se hacía. Su reacción fue tremenda, era un chico sumamente agresivo.

—¿Cómo conseguía el dinero para la droga?
—Facundo comenzó a robar no sólo en casa sino que se iba con otros chicos que manejaban armas. Delinquía y no le importaba nada. Entraba y salía de la comisaría porque era menor de edad. No sé quién lo asesoraba pero sabía a la perfección que no podían hacerle nada por ser menor. Llegó a un punto tal que de los siete días de la semana, seis estaba detenido. No le dejaba manejar dinero, cuando me pedía plata para comprar un yogurt, iba yo y se lo traía. Esto lo volvía loco y es lo que lo llevó a salir a robar afuera.

—¿Por ejemplo?
—Iba a las casas de comercio con otros adictos a robar. Ya los tenían identificados y les habían prohibido la entrada en Falabella, Fravega, Garbarino, Hiperlibertad, Ideas Sport... Lo tenían totalmente individualizado en la seccional primera y en la cuarta. Me llamaban frecuentemente para avisarme que estaba detenido. Los efectivos trataban de demostrarle que podía terminar mal porque se juntaba con gente peligrosa.

—¿Se enfrentó a la policía?
—Se metieron a una casa donde fueron atacados por un perro que lo lastimó. Me dijo que escapó cuando llegaba la policía. Se vuelven muy hábiles. En otra ocasión robaron una telefónica y tuvo que huir por los techos. Se salvó de que lo hirieran porque se enfrentaron a los tiros con la policía. Yo no podía creer lo que me contaba, no era mi hijo, para mí era una pesadilla.

—¿Reconoció su enfermedad alguna vez?
—Un día llegó totalmente alcoholizado y drogado, en esa crisis lloraba y me pedía que le ayudara. Todos en la familia tratábamos de sacarlo, pero pasada la crisis volvía a lo mismo y era peor. Acudí al Programa Lihué, pero tampoco tuve resultados por lo avanzado del estado de Facundo. Acudí a Protección al Menor, donde profesionales determinaron que consumía desde los 12 años y que necesitaba internación.

—¿Cómo los afecté ésta situación?
—La droga transformó mi casa en un infierno. No teníamos paz, no se comía o dormía con tranquilidad. Vivíamos sobresaltados con el temor de que en cualquier momento nos avisaran que Facundo estaba muerto. Tocaba puertas, no sabía a quien recurrir. Llegué a encerrarlo, para tratar de que no se drogara, pero salía por los techos o la ventana del baño. A veces desaparecía semanas enteras, lo buscábamos mañana y noche. Era una locura, vivía con el temor de que me llamarán de la morgue diciéndome que tenía que ir a reconocerlo, porque en las condiciones que llegaba en los últimos tiempos era catastrófico.

—¿Sólo consumía?
— A mi casa lo iba a buscar gente mayor, Facundo tiene una habilidad para hablar y convencer a la gente destacada. Esto le permitía entrar a las villas sin problemas, le decían "el gringo". Así compraba droga y luego abastecía a los demás. Un día fue a buscarlo un hombre de unos 30 años, lo encaré y le pregunté sino sabía el daño que estaba haciendo. Le dije que no volviera porque Facundo era menor y podía denunciarlo ocasionándole graves problemas. Pero lo contactaba en otro lugar. Tenía mala juntas, había un chico llamado Manuel, que vivía detrás de la Terminal que fue quién le enseñó a robar en los comercios.

—¿Alguna vez tuvo problemas con los proveedores de drogas?
—Sé que tuvo problemas con personas porque compraba y no les daba el dinero o se quedaba con la droga. Una vez llegó todo lastimado, pero no me dijo el motivo.

—¿La agredió físicamente?
—En una ocasión estaba totalmente sacado, no sabía lo que hacía traté de detenerlo y me golpeó. Nos hemos enfrentado agrediéndonos debido a que en ocasiones su estado era tan grave que no podía dejarlo ir. Eso me desesperaba porque veía como se estaba destruyendo.

—¿Cómo se sentía con esta situación?
—Me daba impotencia y bronca cuando tenía que ir a la policía a sacarlo. Debía dejar mi trabajo, a riesgo de perder la única fuente de ingresos que nos permitía vivir. Mi cabeza no comprendía como Facundo no valoraba el sacrificio que realizaba toda la familia para vivir y ayudarlo a salir de esa situación. Todos somos trabajadores, él robaba y nos robaba para matarse de a poco. Llegó un momento que cuando me llamaban de la seccional, les decía "bueno si ya esta detenido que espere hasta que me desocupe y lo busco", era una forma de demostrarle mi enojo. A veces quería matarlo. Por supuesto que salíamos de la policía a los gritos, peleando. Un día se enojó porque lo liberaron y quería tomarse un remis. Yo no tenía un peso, había tenido que devolver plata que él había pedido. Le dije que íbamos a caminar, ese trayecto fue todo un infierno por los insultos y berrinches que hizo.

—¿Se prostituyó para conseguir droga?
—No, gracias a Dios, Facundo tocó fondo pero no llegó a prostituirse.

—¿Cómo llegan a la internación?
—La situación llevó a la doctora Benítez del juzgado de Menores a determinar la internación por el riesgo de vida. Lo envió en resguardo a un calabozo de la seccional Cuarta durante 70 días hasta que lo derivaron a internación. Fue un golpe tremendo pero prefería que lo tuvieran ahí, era conciente de que no podía contenerlo. El, lo único que tenía en la cabeza era qué hacer para conseguir la droga y no le importaba morir por eso. Cuando lo visitaba me corría, me decía que no lo quería.

—¿Se sintió culpable?
—Sí, todos los días me preguntaba cómo podía haber fallado tanto. No aceptaba el no haberme dado cuenta de que Facundo consumía. Como madre nunca me imaginé que esto me pasaría, me destruyó el alma, la conciencia, el corazón. Ya no sólo era Facundo, este problema había afectado a toda la familia.

—¿Cómo vivieron el proceso de recuperación?
—Era una posibilidad y quizás la última para que siguiera viviendo. Estaba flaco pesaba 39 kilos. La droga retrasó su crecimiento, estaba enojado, me culpaba. Pero con el tiempo vimos cómo comenzó a cambiar. Reconoció que era un enfermo, que se había hecho mucho daño, que nos lastimó a nosotros que lo amábamos. Cambio su conducta y el trato con la familia. El Proyecto Juan, me devolvió la vida, recuperamos a Facundo.

—Le dieron el alta ¿Qué expectativas tienen?
—El día que me enteré me quedé helada, me ganó el terror de que vuelva a las drogas. Pero en este proceso de aprendizaje que tuvimos todos, sabemos que está expuesto a una recaída. Vivimos el día a día, es la etapa más difícil, ya no está aislado y en cualquier momento se puede cruzar con la gente que lo llevó a las drogas. Sin embargo ahora es conciente de que sólo de él depende decir no.


Nota publicada en El Nuevo Diario el 13 de marzo de 2009.

 

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"Como madre nunca me imaginé que esto me pasaría, me destruyó el alma, la conciencia, el corazón", afirmó.