Gustavo Navone: "Los estadios son las nuevas catedrales de nuestro tiempo"

Heredero de Quinquela y Pérez Celis, Gustavo Navone es hoy el pintor de La Boca. El artista estuvo en San Juan y habló con El Nuevo Diario sobre cómo La Boca se convirtió en un gran atractivo turístico y cómo empezó a dibujar La Bombonera.

Gustavo Navone es artista y arquitecto. A principios de los noventa, con uno de sus dibujos de La Bombonera, tuvo la oportunidad de ganar el primer premio en la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires. El certamen le abrió puertas para codearse con artistas de la talla de Pérez Celis y de arquitectos como Clorindo Testa. Además lo llevó a ganarse el título del nuevo “pintor de La Boca”. El precursor del arte boquense fue Quinquela Martín y le siguió Pérez, con quien Gustavo trabajó en la realización de los dos grandes murales que se exhiben en el estadio de Boca. Hoy es consultado como el artista de la bombonera, el club le encarga obras y sus trabajos sobre el estadio recorren el mundo. En su primera visita a la provincia, para disertar en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de San Juan, el artista dialogó con El Nuevo Diario.

-¿Cómo pudo La Boca pasar de ser un lugar despreciado a un punto de alto valor turístico?
-Históricamente La Boca fue el patio de Buenos Aires y un punto de ingreso de los inmigrantes, muchos de ellos italianos. Entre ellos la mayoría eran genoveses que eran pintores, por eso fue cuna de grandes artistas. Los primeros pobladores eran tipos que dibujaban y pintaban, el barrio nació con el arte.

-¿Eso ayudó a revalorizar la zona?
-El barrio no arrancó de la nada, siempre estuvo relacionado con el arte y el hijo dilecto es Quinquela, que dibujaba con un pedazo de carbón, una espátula de albañil y no usaba pincel. Puso un teatro, una escuela, donó todo lo que tenía y fue el inventor de la Calle Caminito. Él vio elevarse el hormigón de la bombonera en 1940.

-¿La Bombonera también ayudó?
-Claro pero son temas diferentes, La Boca sin Quinquela no es La Boca, aunque sin la cancha también perdería identidad. No es como el estadio de River que es mejor pero no dice nada, si sacás la cancha el barrio sobrevive igual. Algo importante sobre el estadio es que antes tenía un mástil que era un elemento simbólico de Boca y era también el punto más alto del barrio. En 1995, con la construcción de los palcos, tiraron ese emblema. Macri contrató a Pérez Celis para hacer dos murales en el estadio, que unieran la parte nueva con la vieja, uno está dedicado al club y el otro al barrio.

-El estadio completa el recorrido turístico
-El recorrido empieza por La Rivera, sigue por Calle Caminito, eso lo hacés en media hora y después viene la peregrinación hacia el Estadio. La gente va en peregrinación con rituales, con un sistema de creencias, valores, ropa, ritos, porque los estadios son las nuevas catedrales de nuestro tiempo. Hace unos años, para una muestra en el estadio, hice una especie de altar con una bombonera de aluminio y la gente se persignaba. Hay personas que al entrar al estadio sienten que llegan a un lugar sagrado y ni te digo entrar al campo de juego, es el éxtasis.

-¿Usted lo vive con esa pasión?
-Yo recuerdo que con mi viejo íbamos a la cancha vestidos de saco y de corbata y no era de estirados. Antes el espectáculo era lo que pasaba en el campo de juego, hoy es ver a los hinchas en las tribunas que van vestidos como los jugadores. Además en los Estadios, sobre todo el de Boca, la arquitectura se debilita con una enorme cantidad de información.

-¿Qué caracteriza a la Bombonera?
-Creo que lo más especial es el diseño genial del arquitecto Victor Zulix, en combinación con el ingeniero Delpini. El estadio tiene una característica que es el defecto, fue construido en un terreno chico e incómodo. Zulix dijo “hagamos el estadio ideal y lo pongamos en el terreno” y para que entrara lo cortó por la mitad, quedó raro pero el defecto se transformó en su virtud.

-¿Ganar la Bienal le abrió las puertas?
-Ganar abre muchas puertas, te da mucho prestigio y te da la posibilidad de que los otros vean lo que venías haciendo. Es una manera de acceder a un circuito. A lo mejor si no ganaba el concurso ni siquiera lo conocía a Pérez Celis, gané y accedí a un círculo, donde también pude exponer con Clorindo Testa.

-¿Qué siente cuando lo describen como el heredero de Quinquela y Pérez Celis?
-No es lindo hablar de lo que uno significa pero tampoco está bien no reconocer algunas cosas que uno ha hecho. Recuerdo el día de la inauguración de la ampliación del estadio de Boca, Pérez Celis me presentó. Él era una persona muy reservada en esto de elogiar y él todavía se encontraba en la etapa de que lo reconocieran a él. En esa ocasión habló de su historia, se definió como continuador de Quinquela y dijo “veo que Gustavo, si sigue, es mi continuación en esta línea de artistas boquenses”.

-¿El pintor de La Boca tiene que ser alguien apasionado por los colores y el club?
-Empecé a pintar el estadio porque era un recuerdo muy íntimo que tenía de la niñez cuando iba con mi padre. Como mis viejos estaban separados la principal salida que yo tenía era viajar al estadio, también era el vínculo con mi padre, que era muy fanático de Boca. Después me alejé de todo lo que tenía que ver con el estadio pero cuando estaba en la universidad mi papá murió e inconscientemente empecé a manifestar este recuerdo de la niñez. Lo que los críticos ven es que mi unión con el estadio es muy profunda, va más allá del fútbol.





NOTA PUBLICADA EN EL NUEVO DIARIO EL 22 DE NOVIEMBRE DE 2013

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Gustavo Navone visitó por primera vez San Juan, invitado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de San Juan.