Ana María Beltrán: "Asombra la cantidad de enfermedades autoinmunes y cáncer que hay en San Juan"

La profesional sostiene que el ser humano debe volver a escuchar a su propio cuerpo y asegura que le asombra la cantidad de enfermos autoinmunes y de cáncer que hay en San Juan. Además, confiesa que los profesionales de la salud, dejaron un espacio vacío que se llenó de oportunistas.

La doctora, especialista en psico-neuro-inmuno-endocrinología,  Ana María Beltrán de Varea es una de las pocas especialistas en San Juan en Psico— neuro—inmuno—endocrinología (PNIE), una disciplina médica que plantea una mirada integradora y dinámica de los procesos de salud y enfermedad, tomando como eje central al ser humano desde la unidad indisoluble Bio-Psico-Social.

Payi, como se la conoce, sostiene que la enfermedad es una propuesta de salud, marca que algo está fallando y que el cuerpo siempre envía señales a las que hay que estar atentos. Aunque asegura que el fenómeno es  mundial, confiesa que le asombra la cantidad de enfermos autoinmunes, con cáncer, con ataques de pánico y depresión que se ven en la provincia.

—¿Por qué cada vez se ven más enfermos de sida, dengue, hepatitis C, gripe, ahora la influenza porcina, cáncer, enfermedades nuevas o re—emergentes?
— La pregunta es compleja. Empezamos desde lo micro para ir a lo macro, o sea desde la persona. Todos nuestros sistemas biológicos cooperan entre sí y a su vez cuidan al otro, y cuando alguno falla, el que detecta la falla se encarga de compensar un movimiento que se dice caótico. Eso se llama alostasis, con la cual nacemos, que es la capacidad de recuperar el equilibrio frente a un cambio.

—Y no es infalible.
—La persona es un sistema de cooperación entre sí, que cumple una función, y que a la vez se cuida para   mantener un equilibrio dinámico. ¿Existe realmente una cooperación, un cuidado genuino de las distintas partes que integran una familia, una sociedad, una institución? Tenemos que entender que lo que sucede a nivel biológico, como personas, también sucede en la familia, en el trabajo y en la sociedad.

— ¿Las enfermedades ponen de relieve que algo está pasando?
— La enfermedad es una propuesta de salud: Hay algo que está fallando. Si necesito llegar, ser primero, cueste lo que cueste, los niveles de adrenalina van a ser muy altos. Mi sistema nervioso, que mantiene la vida, está sometido a una presión exagerada, y en algún momento mi corazón va a decir basta; mi presión arterial va a decir basta o voy a tener una gastritis aguda o una enfermedad autoinmune. Yo miro una glándula tiroides y veo un nódulo, pero para que ese nódulo se forme están descriptos no menos de siete eventos, partiendo del evento molecular de una célula que a través de un afrontamiento inadecuado para la persona terminó expresándose en un nódulo o una gastritis sangrante, un ACV o un infarto.

—Primero hay que convencer a la persona de esto…
—Como las personas tenemos cierto grado de soberbia, pensamos que esas cosas no nos pasan a nosotros y cuando nos sucede, la crisis es muy intensa. A partir de ahí se plantea la necesidad de un cambio en la forma de vivir, pero lamentablemente dura hasta que estoy bien de nuevo. Entonces vuelvo a tener el mismo vínculo conmigo y con los otros, porque nadie nos enseñó, ni siquiera cuando me formé como médica ni en mis épocas de docencia en la Facultad de Medicina de Córdoba, que debíamos buscar lo saludable.

— ¿O sea que a los profesionales de la salud no los formaron para buscarla?
—Los profesionales de la salud hemos dejado un espacio vacío, que han llenado huéspedes oportunistas que ofrecen soluciones mágicas y que desdibujan otras posibilidades que son realmente convenientes. Nos enseñaron a rotular y no que como médicos, terapeutas, kinesiólogos o psicólogos, debíamos rescatar lo saludable. Si yo etiqueto a una persona y le digo: Usted es un diabético, lo que hago es ponerle un estigma y eso lo traslado a la familia, la sociedad, el trabajo. Si hablamos de una sociedad enferma, donde hay un culto a la muerte, a la no identidad —porque hay un suicidio social desde la adicción, los deportes de extrema peligrosidad y el no mirar al otro—, nosotros también estamos enfermos.

—¿Y cómo se revierte esta situación?
—Un grupo que, aunque pequeño, empiece a tomar conciencia de lo que significa ser humano, dignificar la vida, traslada ese concepto a la sociedad. El estrés a corto plazo es saludable porque me permite la readaptación frente a un hecho que cambia mi equilibro, pero si persiste, se convierte en enfermedad. Con 36 años de ejercicio profesional, me asombra la cantidad de enfermedades autoinmunes y cáncer que hay en San Juan. Me asombran los trastornos por pánico y la falta de sentido de la existencia.

—Tiene que haber alguna explicación…
—Si uno indaga en la persona que viene con dolores musculares múltiples y trastornos tiroideos importantes, cómo es su alimentación y su historia, empieza a encontrar un correlato entre lo que le pasa en este momento, los mandatos que vienen hace no sé cuántas generaciones y el no haber encontrado un sentido a su existencia. Según mi experiencia de consultorio, en la etapa de la menopausia y del climaterio, las mujeres que vienen con signos significativos de descompensación en realidad con el único rol con el que se entramparon fue el de madre. Y los hijos vuelan y quedan vacías. Los síntomas del estrés crónico y los del síndrome climatérico, son iguales.

—Cuesta modificar conductas en una sociedad que exige trabajar más, que hace un culto de la juventud, del cuerpo, de ser exitoso, aunque eso traiga aparejado enfermedad. ¿Cuál es el momento para el cambio?
El día que recuperemos la capacidad de elegir. En el momento en que reconozcamos que podemos hasta acá. Hay que mirar el síntoma como una señal de cuidado en vez de como un límite. Si tengo un dolor intenso de cabeza y una contractura brutal, qué me está diciendo: ¿Qué tengo artrosis? Ya sé que la tengo, pero por qué un día está la contractura y otro no. No es casualidad, es causalidad.

—Los cambios generan temor.
—Si tengo que cambiar, voy a dejar algo que conozco, aunque me haga daño y me enferme, para entrar en algo que no conozco. Tiene que ver un dicho que todavía me sigue molestando: Más vale malo conocido que bueno por conocer. Cambiar de actitud, de vínculos, requiere un trabajo personal muy intenso, y el rechazo que este cambio va a promover a mi alrededor lo tengo que capitalizar. Si no lo atravieso, independiente de lo que los  demás puedan decir de mí y no me sostengo en lo que creo, no es posible intentar un cambio personal, familiar, laboral o social.

—¿La enfermedad puede ser una consecuencia del cambio?
—¿Desde dónde me sostengo para atreverme a ser quién soy, dignamente, respetándome, en una sociedad que no lo admite, en un medio laboral que no lo admite, porque la mediocridad es lo que abunda? El tema es cuando el lugar dónde estás es el que facilita alimentar a tu familia, y te metieron el miedo. ¿Adónde vas a ir? Te vas a morir de hambre… Más vale malo conocido que bueno por conocer. Esa confrontación en la que yo creo en mí pero no puedo ser yo, es la que enferma. Porque no estoy en condiciones de sostenerme: tengo miedo que me rechacen, miedo al fracaso, a que me excluyan, a no sostener las necesidades básicas de la familia que tengo. El afrontamiento adecuado para mí no me enferma, me enfermo cuando hago un afrontamiento adecuado para los demás.

—Nadie enseña a tener estrategias y a negociar, es como si fueran malas palabras. Pero se negocian tiempos y espacios personales, formas de vida…
— Totalmente. La primera negociación es con uno mismo. El análisis FODA, que se usa habitualmente y que quiere decir fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas, es biológico. Miremos nuestro cuerpo pero no desde lo estético, sino como nuestra representación en esta vida. El lenguaje corporal es genuino; la palabra, puedo subirla, bajarla, disfrazarla, autoengañarme, no con el cuerpo. Yo no digo: Doleme acá a las tres de la tarde. Si me duele, el cuerpo me está diciendo algo. Entonces, si podemos aprender a conocer el lenguaje que tiene el cuerpo, quizás podamos encontrar una manera de negociar con nosotros para negociar luego con las circunstancias.

—Y evita en parte estar enfermo…
—Si mi vida está en función de lo que puede venir, me voy a enfermar porque no me voy a escuchar, lo que no quita que debo tener ciertas necesidades básicas cubiertas: posibilidad de estudiar, vivir dignamente y con higiene, tener un seguro social y tener qué comer a determinada hora. Hay otras, pero con estas cuatro cubiertas, las posibilidades de tener una actitud saludable son mucho más grandes. Estar sano no significa no  tener síntomas; la salud está vinculada con la actitud saludable.




Nota publicada el 8 de mayo de 2009 en El Nuevo Diario

GALERIA MULTIMEDIA
Ana María Beltrán de Varea, Payi, especialista Psiconeuroinmunoendocrinología