Plis Sterenberg: “Siempre fui un agitador de novela”

En pleno proceso de recuperación de la última operación, el director de la Camerata San Juan cuenta cómo se sobrepone al mal de Parkinson y cuál será el futuro de “la mejor orquesta de cámara del país. En una entrevista a fondo, el músico recuerda cómo fue vivir en la Rusia comunista, salvar a guerrilleros en Nicaragua, ser perseguido por la dictadura argentina y atravesar el exilio en Israel.

“Soy un hombre a prueba de balas” dice Gustavo Plis Sterenberg y la frase no es una exageración. El hombre que dirigió las orquestas más prestigiosas del mundo y hoy se luce al frente de la Camerata San Juan estuvo siempre en la línea de fuego. Su vida no solo corrió peligro en Nicaragua, cuando escapó milagrosamente de las fuerzas somocistas, o durante la histórica entrega de los informes de la CONADEP a Alfonsín, cuando un tiro de un militante radical pasó por al lado de su cabeza. También estuvo en juego con las torturas de la dictadura militar, a las que sobrevivió para luego destacarse como músico a nivel internacional y escribir “Monte Chingolo: la mayor batalla de la guerrilla argentina”. Fue ese libro el que también le hizo ganar numerosos enemigos, enojados por los contundentes y desgarradores testimonios que dan cuenta del enfrentamiento entre el Ejército Argentino y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores, del cual Plis Sterenberg era un “simpatizante organizado”.

En la actualidad, cuando los gritos y las balas permanecen solo en el recuerdo, la amenaza vuelve materializada en el mal de Parkinson, que lo lleva a buscar la forma de trascender los dolores que lo acechan “25 horas al día”, como él expresa. A fines del año pasado Gustavo atravesó una nueva operación y aunque todavía sufre el impacto, ya está ensayando para la nueva temporada de la Camerata San Juan, el gran orgullo de esta etapa de su vida.
Con nuevas ideas para el 2016, el director habló sobre los momentos más sobresalientes de su vida de película.

¿Cómo está su salud después de la última operación?
-Estoy peleando una batalla tremenda contra el mal de Parkinson. Ahora viene la declinación de la batería y el recambio, que por suerte trae un beneficio muy importante. La mordedura del mal me pegó fuerte pero nunca bajé los brazos ni los voy a bajar. Esto es 25 horas por día. Antes no podía mover el brazo y a fin de año me pusieron una prótesis de titanio en el hombro y todavía estoy en el pos—operatorio, haciendo toda la rehabilitación. Agradezco a DAMSU y al Dr. Venturini que me ayudaron con las prótesis y gracias a eso pude dirigir la Camerata en la Fiesta del Sol. Con todo lo que me pusieron parezco un transformer.

-Más allá de la recuperación física ¿cómo sobrelleva la enfermedad desde lo emocional y espiritual?
-Es un impacto muy fuerte y yo no soy ningún campeón para dar lecciones de esto. No me gusta hablar de “lucha” pero sigo para adelante. Cuanto más me atacó la enfermedad yo más esfuerzos hacía para trabajar y trabajar bien. Hubo que amoldarse a algunas situaciones porque ya no puedo pegar los saltos que pegaba antes, pero la única que me queda es seguir. Si me frena la actividad una pierna, tengo la otra para arrastrarme. Si me queda solo un brazo, voy a seguir arrastrándome. Como dice el poeta Almafuerte: “¡que muerda y vocifere vengadora, ya rodando en el polvo, tu cabeza!”.

-¿El trabajo es un estímulo para recuperarse?
-Ahora que salí del terrible trauma operatorio estoy pensando en Mendelssohn y en todo lo que se viene con la Camerata. Voy a tratar de que Bartók y Shostakóvich sean nombres que suenen en la sala porque es música reciente y su contenido tiene tanta calidad que merece el mismo trato que le vamos a dar a lo nacional.

-¿Cómo va a ser año este con la Camerata?
-Vamos a seguir manteniendo la fórmula clásico-popular que es la que nos ha dado un montón de satisfacciones. Para la primera parte de los conciertos, que es la más clásica, tomamos la decisión de incrementar los vientos y la orquesta en general, lo cual nos va a permitir incorporar al repertorio clásico obras de renombre y poder incursionar en Mendelssohn, Mozart, Beethoven. La sinfonía italiana de Mendelssohn por ejemplo es una obra muy virtuosa con la que vamos a sufrir muchísimo (risas). La intención es empezar a jugar con barajas más altas. La parte popular camina muy bien y el responsable es Enzo Pérez, que es una persona muy capaz. Todavía no está completo todo lo que pensamos hacer pero la idea es darles más impulso a los clásicos.

“Querían meterme un tiro por escribir sobre Monte Chingolo”
El espíritu combativo y los ideales socialistas no fueron una moda para el joven Gustavo Plis Sterenberg, que aún antes de terminar la secundaria comenzó a trabajar para el PRT, sin que sus padres lo supieran. Había heredado esa mirada social de su abuelo materno, que debió emigrar de Ucrania en el año ´21 para evitar ser fusilado por su actividad en un partido socialista moderado, que se oponía a los bolcheviques.
Gustavo creció en Villa Crespo y tuvo una infancia condicionada por las restricciones de sus padres inmigrantes, que no miraban con agrado el hecho de socializar con gente externa a su comunidad. Sin embargo, los límites no tuvieron eco en el corazón revolucionario de Gustavo, que en su adolescencia comenzó a interesarse por la música. Mientras estudiaba Medicina en la UBA (carrera que más tarde abandonaría), servía al PRT en trabajos como volanteadas, pintadas, manifestaciones y la venta de los periódicos El Combatiente y Estrella Roja. Aunque no llegó a tomar las armas con el ERP, sintió la necesidad, años más tarde, de realizar una titánica tarea de investigación para reconstruir la trágica historia de Monte Chingolo.

-Después de escribir sobre Monte Chingolo, comenzó a investigar sobre la guerrilla en Tucumán. ¿Cómo va con ese trabajo?
-Es un tema que no logro sacarme de encima porque vuelve constantemente. Estoy investigando sobre la Ñata Monasterio, que murió a los 12 años combatiendo en Tucumán y es un personaje del cual voy a hacer una reconstrucción. En realidad me basaré en la historia de ella para hablar sobre la Compañía de Monte.

-¿Es muy difícil conseguir los datos y testimonios?
-La investigación es muy complicada. Hay personas que todavía se esconden seguramente por miedo. De hecho a mí me quería meter un tiro el hijo de Larrabure por contar su historia en el libro. También aparece la del capitán Viola que era el jefe de la Inteligencia en Tucumán y ordenaba los secuestros, las torturas y las ejecuciones. Ese libro le generó mucho prurito a más de uno.

-Más allá de haber ganado amigos y enemigos ¿escribir “Monte Chingolo” lo alivió o le generó más angustia?
-Me alivió. Pero en ese libro hay cosas que me enemistaron con algunos guerrilleros como Rolo Diez, quien no perdona que yo haya dicho la verdad completa. Él hubiera preferido que mienta y le quite responsabilidad a Santucho.

-La responsabilidad por haber continuado con la operación de Monte Chingolo a pesar de los indicios de que estaba cantada al Ejército.
-Sí, a mí me consta todo eso y yo, que la viví de adentro, pude sacar testimonios tremendos y por eso Rolo se enemistó. Allá él. La verdad es esa. Después de la toma de la fábrica de armas Fray Luis Beltrán, en Santa Fe, se pensaba que esas resistencias iban a ser vencidas como había ocurrido ahí. Además estábamos corriendo para adelante y nos separamos de la gente que venía atrás. La política debía establecer la acción pero esta vez se creyó que la acción iba a generar un efecto político y fue un error. Yo llamo a eso foquismo. De ahí, esa parte de mi historia no tiene muchos condimentos musicales.

-¿Cree que si la operación hubiera sido exitosa habría cambiado el curso de la historia?
-Yo creo que no. Pero teníamos una serie de cuadros excepcionales y fue una lástima que no quedaran vivos porque hubieran sido los dirigentes de hoy, dirigentes no populistas sino con una experiencia política muy importante que hubieran permitido dar respuesta a toda la crisis que terminó con un gobierno e hizo que el poder pasara a un sector del país con el que no simpatizo mucho. No me gustaría plantear una discusión en base a esto pero fue una lástima haber perdido a dirigentes brillantes, inteligentes e incorruptibles.

—¿Cómo fue el exilio en Israel?
- Es otro planeta. Durante la dictadura me detuvieron dos veces. La primera vez tuve que exiliarme en Israel. La agencia judía me dijo “te tomás todo el tiempo que necesites y mientras andá al kibutz y seguí trabajando”. Yo era un agitador de novela y al final de la dictadura y me sacaron del Conservatorio con ametralladora y las manos arriba. En ese momento el rector dijo “en realidad a este lo tienen que soltar, a los que quiero que me agarren es a estos dos”. Y le dio a los policías las fotos de dos melenudos: uno era Chopin y el otro, Liszt. Los policías se quedaron con esas fotos y parecía un chiste. De ahí me derivaron al 601 de Inteligencia y me interrogaron.

“Estuve a punto de ser fusilado en Nicaragua”
Gustavo tenía más de 20 años cuando ingresó al Conservatorio Nacional Carlos López Buchardo, de donde egresó como pianista. Estudió Dirección Coral, Composición, Dirección Sinfónica, con los mejores maestros de la época hasta que una comisión rusa llegó al conservatorio y el director lo recomendó por su talento. Así llegó a diplomarse en Composición y Dirección Sinfónica y de Opera en el Conservatorio Rimsky-Korsackov de San Petersburgo, a ser director asistente del prestigioso Mstislav Rostropovich y durante años director permanente del Teatro Mariinsky de Rusia.
Después de tocar en las salas más importantes del mundo y ser una referencia internacional en la cuna de la música clásica, Gustavo se convirtió en el director de la Orquesta Sinfónica de la UNSJ en 2008 y mantuvo el cargo hasta 2010. La creación de la Camerata San Juan, durante el gobierno de José Luis Gioja, le dio un nuevo rumbo a su vida y le valió la admiración de muchos de los jóvenes músicos que trabajan junto a él.

-¿Cómo es la relación con los jóvenes que lo siguen y lo respetan tanto?
-Estoy muy asombrado porque no esperaba las muestras que recibo y las actitudes que tienen conmigo. Lejos de indiferencia o mala relación, veo que siguen porque saben que acá dentro hay una cabeza y un corazón que funcionan a mil, por más que esté todo convulsionado. Veo un  sentido del respeto, de ganas de aprender y hasta el día de hoy me llaman para dar clases. Me gustaría mucho enseñar pero también estoy enseñando al mantener, gracias a las autoridades y al Flaco, un pequeño conjuntito del que la gente al principio se burlaba y decía “no van a durar ni cinco horas”. Hoy  la Camerata está catalogada como la mejor orquesta de cámara de Argentina. Haber recibido ese tipo de información y comentarios me llena de orgullo y de responsabilidad. Es una responsabilidad enorme y por eso voy a seguir lo más que pueda.

-Muchas veces se critica a los jóvenes de la actualidad, comparándolos con los de generaciones anteriores. ¿Cuál es su visión?
-Yo me muerdo la lengua para no criticar porque son distintos mundos y es distinto mirar con los ojos de la actualidad a los jóvenes de aquella época. Cometimos muchos errores pero ahora me dolió muchísimo que en el primer día de asunción del nuevo gobierno, el director del diario La Nación sacara ese editorial tan polémico. Que haya aparecido eso quiere decir que todavía hay que estar muy atentos. No puedo criticar a la gente que dio su vida por un ideal, creído justo por ellos.

-Se salvó hasta de ir a Malvinas, a pesar de haberse ofrecido como voluntario.
-Donde había quilombo yo estaba. Fui alistado como paracaidista en el Regimiento de Infantería Aerotransportada General Balcarce Nº 2, de Córdoba, y a la brevedad iba a ser trasladado a las islas. Pero no llegué a viajar porque se terminó la guerra. En su momento me dolió que hubiera terminado todo tan rápido porque quería ir pero ahora pienso que fue una suerte.

-Pero pudo servir en Nicaragua.
-Estoy muy orgulloso de Nicaragua porque le salvé la vida a más de uno de los jóvenes guerrilleros sandinistas, algunos de ellos con agujeros… (hace una pausa). Es un gran dolor.

-¿Cuánto tiempo estuvo allá?
-Estuve en el ´79, el peor año. Estuve a punto de ser fusilado con un Garand apoyado en la sien y un montón de guardias somocistas alrededor que pedían a gritos que me peguen un tiro. Me salvaron la vida dos muchachos suizos, de la Cruz Roja Internacional. Mi nombre salió publicado como número 1 de las listas negras de las bandas asesinas que había y se montó un operativo para que pueda tomar el avión en el aeropuerto. Me llevaron con lo puesto, sucio, y con los demás nos reconocíamos el olor con los ojos cerrados.

-¿La música servía para pasar esos momentos?
-Los indios de allá cantaban con el rifle puesto y tocan la guitarra con sus dedos gordos. Yo llevé esas canciones a Rusia e hice algunos trabajos con eso. En la ex Unión Soviética tuve una actividad muy importante y aproveché que ingresé como compositor para utilizar música latinoamericana, hacerla madurar y ver si rendía sus frutos. Parece que así fue porque hice algunas obras que todavía andan por ahí. Ahora lamentablemente dejé de componer y tengo un montón de cosas en Rusia que no sé cómo recuperarlas. En Rusia también fui artillero honorario y disparaba baterías de 122 mm que no tienen análogo.

-¿Cómo fue atravesar allá la declinación y fin del comunismo?
-Fue durísimo. Tenía a mi exesposa embarazada y en los almacenes no había nada. A las 4.30 de la mañana iba para hacer cola a un supermercado y a las 5.30 venía un viejito con un carrito de leche fresca del koljós. Por 15 centavos me daban 3 litros y así era el único de la residencia que tenía leche porque los demás no hacían la cola ni se cagaban de frío a esa hora. Una vez cuando entré al supermercado estaba todo vacío y lleno de viejas esperando. Me di cuenta que algo iba a llegar. Entonces llega un muchacho con una caja enorme que tenía una montaña de panes. Cuando me di vuelta, la caja ya estaba vacía. Después salió el muchacho número dos y ahí me tiré a la pileta por encima de las viejas, llegué al centro, agarré dos panes y salí… pero así y todo me agarraron entre varias viejas y me sacaron uno de los panes.

—Las mujeres siempre peleando, literalmente, por llevar el pan a su casa.
—Sí, era algo increíble. Al mismo tiempo yo en esa época era estudiante de Dirección Sinfónica y de Opera y fui invitado para hacer dos óperas con la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo. Para mí era un terror porque era un muchacho que todavía no terminaba el Conservatorio. Sobreviví y después hice muchos conciertos con esa orquesta y hasta una serie de grabaciones de conciertos de Beethoven y Chopin, con la mejor orquesta del mundo. Aparte ya era director del Teatro Mariinsky con la orquesta dirigida por Valery Gergiev, que me giras a 13 países.

—Su vida ha sido muy aventurera.
—Soy a prueba de balas. Cuando fue la entrega de los informes de la CONADEP a Alfonsín, hubo una manifestación grande y yo iba en una columna a la izquierda de Franja Morada. La de ellos era muy grande, la nuestra muy modesta y nos daban con todo. Cuando se tiraban contra nosotros, reaccionábamos. En una de esas un joven radical sacó un revólver y me lo puso en la cabeza. En ese momento un tipo de al lado lo empuja a propósito y la bala me pasó por al lado de la cabeza. Nosotros íbamos con los nombres de 5000 oficiales represores porque en la edición de Nunca Más no hay ningún nombre de represor. Ahora casi todos están en cana, por suerte.

“No hay que “resistir” sino enriquecer el trabajo”
-Usted tiene un pensamiento político definido ¿cómo ve la política cultural del nuevo gobierno nacional?
-Me sorprendió la expulsión de Claudio Espector, que es el fundador del proyecto de las Orquestas-Escuela. Lo lamenté mucho. Yo conozco a Claudio y sé que tenía unas ganas locas de seguir trabajando. Pienso que es una pérdida que va a ir acompañada de otras pérdidas, lamentablemente, si es que la sociedad no reacciona en la parte cultural.

-No ve con optimismo lo que viene…
-La Orquesta de Cámara de Mar del Plata hace dos semanas fue disuelta. También conozco gente que ha trabajado en la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación y también fue disuelta a pesar de que era muy buena.

—¿Cree que la Camerata San Juan puede correr peligro?
—No, la Camerata está muy bien parada y está haciendo un muy buen trabajo. Cada programa es una fiesta. No tengo ni por asomo temor de que pase algo porque sería un suicidio cultural. No va a pasar nada por el estilo ni lo vamos a permitir.

-¿Qué piensa sobre la idea de la resistencia kirchnerista, teniendo en cuenta que el término “resistencia” surge del rechazo al nazismo?
-Yo no utilizaría términos como “lucha” o “resistencia”. Acá lo que hay que hacer es enriquecer el trabajo. A mí me paran por la calle al menos dos veces por día para preguntarme qué es lo próximo que vamos a hacer. La gente ya está a la espera de nuestra actividad. Por eso creo que la mejor forma es poner el pie ahí para que los demás vean, escuchen y sepan que acá está la Camerata. La Camerata viene marchando. No creo que nosotros suframos una amenaza. Pero sí veo con preocupación los intríngulis que hay con el teatro de ópera, donde se persigue con desesperación el hecho de tener un cargo y cuanto mientras más alto mejor.

-¿La Camerata no se ha visto involucrada en esas disputas?
-Eso a mí no me toca, pasa por el costado y espero que los que están en eso, se peleen lo más lejos posible de la Camerata porque nosotros no hacemos las cosas para poner un sello y decir “miren lo que hicimos”. Nosotros estamos buceando en nosotros mismos pero también haciendo programas que tiendan a tratar determinadas problemáticas, por ejemplo la mujer. Ese tema empezó con el anterior gobierno y nosotros lo abordamos con el ciclo “Mujeres argentinas”. Siempre sumando, nunca haciendo luchas.

-¿Cómo quedó su relación con la Sinfónica?
-Mi relación con la orquesta no terminó y está en discusión. El año pasado comencé una reelaboración de mis actividades, que me llevaron a Córdoba, por ejemplo, en donde hice un concierto que fue calificado el mejor concierto del año 2015. Ahí dirigí la Sinfonía Nº 5 de Tchaikovsky. Yo no vengo exigirle a nadie, nada. Quiero tener una buena relación con los que realmente comparten los proyectos.

-¿Esa relación tensa con los músicos es algo general en las orquestas del mundo?
-No debería pero no es casualidad que haya tantas bromas en donde se toma de punto al director. Una de esas bromas cuenta que un músico de la orquesta va a reemplazar al director enfermo durante varias semanas y cuando vuelve el director, el músico regresa a su atril y el de al lado le dice “hola, ¿dónde estuviste todo este tiempo?” Se dice que el mejor director es el director muerto. Igualmente yo me divierto mucho con eso.

-¿En qué condiciones se encuentra hoy el Auditorio?
-Pienso que terminó el periplo de directores del Auditorio que no saben nada de lo que tienen que dirigir. Ahora apareció, como el Ave Fénix, el que puede hacer una gestión. Yo quiero tener buena relación con la gente que está dispuesta a militar en el arte.

—¿Qué opina de la Fiesta del Sol como política cultural?
—Me parece fantástico. En general me parece buena aunque es un poco incómodo porque muchas veces se resuelven los problemas a medida que aparecen y no veo que haya un acto estratégico sino todo lo contrario. Había una parte de improvisación muy grande y también me parece que se le da demasiada importancia a la elección de la reina. Creo que ya no saben cómo arreglar ese concurso. Pero en general la Fiesta del Sol es un acontecimiento que hay conservar y afianzar.

-¿Qué piensa de los concursos de bandas como política cultural, como es el caso de “Rock en las plazas”?
-Me parece fantástico. En Bahía Blanca institucionalicé el Concurso Internacional Simón Blech. Durante los cuatro años que fui el director titular de la Orquesta Provincial de Bahía Blanca, se realizó ese concurso que dio un puntapié decisivo para las carreras de distintos músicos. Todavía encuentro gente que participó y todos me dicen que les ayudó mucho. El primer año fue muy difícil hacerlo, el segundo fue menos difícil y dio más resultados y el cuarto fue mucho mejor. Pero cuando empezó la nueva gestión desapareció el concurso. Veo a los concursos como una forma de promover no solo a los directores sino a los solistas.

“No me dejan ver a mi hijo y es una herida que no cierra”
Gustavo vive en un barrio de Chimbas junto a su pareja, la violinista Elisa Montenegro. Tiene dos hijos de relaciones anteriores. El mayor, León, tiene 24 años, vive en Buenos Aires y heredó de su padre la pasión por la política y la música, aunque en la variante del rock pesado. Su hijo menor, Ilya, va a cumplir 13 años y vive en Rusia junto a su madre. Hace algunos años, el director hizo público el enfrentamiento con su exesposa por impedirle ver a Ilya y aún no puede solucionarlo.

-¿Cómo es la relación actualmente con sus hijos?
- Sigo con dificultades para ver al más chico. La verdad es que no me dejan verlo y es una herida que no cierra. Tengo que esperar a que mi exesposa lo traiga a la Argentina para verlo. Cuando vinieron acá hace dos años yo hice un concierto en el inicio de temporada de la Camerata y él tocó con su violín. A la gente le encantó y ese fue el año en el que la Camerata empezó a funcionar muy bien. Ese concierto fue inolvidable para mí por haber dirigido a mi propio hijo. Él estudia en Rusia en una escuela de música para chicos con talentos excepcionales. Además le encanta todo lo que sea militar y las cuestiones de guerra. Es igual que yo. El más grande militó en una organización comprometida con en el proyecto nacional y popular pero ya no está más en eso.

Publicado en: La pericana el viernes 4 de marzo de 2016 – edición Nº1

  

GALERIA MULTIMEDIA
En sus épocas de paracaidista, junto a una columna de agentes del Mosaad, el servicio de inteligencia israelí, que participó de la guerra de Yom Kippur.
En 1979, Plis Sterenberg participó como voluntario de la Cruz Roja en la revolución sandinista de Nicaragua. “El ERP estaba en la frontera de Peñas Blancas pero yo estaba muy expuesto porque no había retaguardia y casi me matan” cuenta sobre la foto en la que aparece junto a una ambulancia.
Un ejemplar de la Revista Estrella Roja, la publicación que Plis Sterenberg vendía durante sus años de militante del PRT.
Editado por Planeta, el libro de Plis Sterenberg, “Monte Chingolo: la mayor batalla de la guerrilla argentina”, reconstruye con multiplicidad de datos históricos y testimonios el enfrentamiento entre el ERP y el Ejército Argentino de diciembre de 1975.
En 1996, Gustavo dirigió a la Orquesta Estable del Teatro Colón en un concierto de primer nivel.
Gustavo Plis Sterenberg