Roberto Ruiz: El cazador de imágenes

El fotógrafo Roberto Ruiz fue entrevistado por Juan Carlos Bataller, para el ciclo Qué hiciste con tu vida, a fines de 2017

 - No es tan fácil sacar a Roberto Ruiz de Jáchal. Roberto viene para una nota, termina, se va a la Terminal y se vuelve a Jáchal.
-Así es

- ¿Naciste en Jáchal?
-Sí, yo nací en Jáchal hace 60 y pico de años. Me fui por un largo tiempo. y acá estoy, de vuelta en Jáchal.

-Comencemos con el Roberto de esos primeros años en Jáchal. ¿Vos tuviste un papá y tuviste una mamá?
-Si

-¿Los trataste a los dos?
-Si, a los dos los tuve hasta que mi mamá nos dejó cuando yo tenía 9 años y mis otros hermanos eran un poco menores.

- ¿Cuántos eran los hermanos?
-Éramos tres, mi hermano Ricardo, que me sigue de mí, y mi hermana menor.

-¿Tu padre a que se dedicaba?
-Mi papá era agricultor, tenía una finca y  como todo jachallero, era cebollero, además teníamos aceitunas.

-¿Cómo era tu viejo?
- Un tipo fenómeno. Un gallego muy duro. Bueno, yo digo duro pero a lo mejor yo era el duro, yo era indomable. Fue duro conmigo pero hoy por hoy estoy tremendamente agradecido.

-¿Cuándo decís duro es que algunos coscachos te ligaste?
 -Varios. Varias patadas, como decían, pero valió la pena. Yo creo que debe ser muy difícil criar hijos sin la mujer, seguir tras un sueño, ser como Los Ingalls, vivir del campo y ser todos agricultores y soñar al mismo tiempo. Y eso es lo que lograba mi padre. Nos permitió soñar toda la vida, además.

-¿Vivías en la ciudad de Jáchal?
-Bueno, la ciudad de Jáchal es el campo y es la ciudad a la vez porque tiene seis cuadras para un lado, seis cuadras para el otro y después es todo campo. Si, vivía a seis cuadras de la plaza.

-Seis cuadras de la plaza, casi en el límite.
-En el límite. Yo era de los del sur, allá estamos los del sur y los del norte.

-Estudiaste, por supuesto, en la Escuela Normal...
 -Indudablemente, no había otra cosa que hacer que estudiar en la Escuela Normal y marcharse a los 17 años en busca de una universidad y no volver nunca más y quedarse afuera.

-¿Ahí hiciste tus primeros amigos?
-Ahí hice mis primeros y mis únicos amigos

-¿Los conservás?
 -Sí, totalmente. Seguí en la Escuela Normal hasta que me recibí de maestro, en aquel tiempo maestro rural. Salimos capacitados para ser maestros en el medio del campo, en lugares en donde el maestro hacía de cura, de médico, de cocineros, de padre, de madre... Si bien yo no tenía vocación de maestro fue un aprendizaje maravilloso porque te prepara para la vida.

-Jáchal tuvo excelentes docentes.
-Porque te hacías la cabeza que tenías que ser un buen maestro aunque no tengas vocación de estudiar para ser un buen maestro.

-¿Y tenías algún compañerito famoso en esa época?
-Sí, entre ellos tuve uno, José Luis Gioja, que fue gobernador.

-¿Cómo era Gioja de niño?
-Era muy travieso y ya tenía espíritu de político, era liero. En la iglesia, en los partidos de la parroquia, el cura lo echaba porque decía malas palabras. Y al rato se apoyaba en el alambrado que rodeaba la iglesia donde jugábamos a la pelota y era como que hacía que tuviéramos lastima y le dijéramos, "dale, entrá, pero no digas malas palabras".

-Hay un Jáchal interior y un Jáchal de exportación. Debe haber más jachalleros afuera que adentro...
-Totalmente, están dispersos en el mundo. Yo tengo esa experiencia con mis contactos de Facebook  que son jachalleros y la mayoría me escribe desde Australia, desde Italia, de Canadá.

-Hasta Roberto Ruiz un día se fue de Jáchal...
- Y me fui porque llegó el momento de irse, terminé la secundaria y para todos los jachalleros aparece un telón que se cierra como diciendo "bueno, acá termina la primera función, hay que ir a buscar la otra".

-¿Y para qué lado rumbeaste?
-Me fui a Tucumán primero, en un camión de cebolla de mi padre junto con unos amigos sanjuaninos. Ellos solo fueron a pasear. Yo llevaba en mente conquistar Tucumán.

-¿Y cómo lo ibas a conquistar?
- Haciendo lo que yo buscaba. Me habían dicho que allí en Tucumán vivían unos señores que eran fotógrafos muy famosos que tenían varios premios internacionales. Uno de ellos era Edmundo Font y yo llevaba la ilusión de conocerlos y se me dio la cuestión. Los conocí, ellos me vieron joven, me vieron entusiasmadísimo, dispuesto a capacitarme, dispuesto a buscarle la vuelta y me dieron oportunidad. Con lo que confirmé que todos encontramos una gran oportunidad en algún sitio cuando nos vamos. Y bueno, allí empezó mi carrera porque me di el gusto de ser corresponsal, como en las películas. Tucumán estaba que ardía en ese tiempo. Me daban una cámara impresionante de grande. Era una Linhof con placa que disparaba doce fotos. Salir a una manifestación con doce cuadritos era como que te ponía una opción de editar en cámara, de hacer los doce cuadritos o hacer uno o dos que sean "los cuadritos".

-¿Aprendiste de laboratorio también?
- Bueno, en realidad, fue al revés. Empecé a practicar de laboratorista, que en ese tiempo se trabajaba con productos químicos, líquidos para revelar el papel fotográfico y la película. Empecé de ayudante y después salía a la calle. Además me escapaba en las siestas y atendía la radiofotos. Eran siestas de 50 grados a la sombra, en ese tiempo no había aire acondicionado yo atendía la radiofotos en el diario.

-¿Cuál era el diario?
-La Gaceta de Tucumán

-Era un diario importante en el país.
-Sí, el más importante del norte. A veces ocurría que a la siesta había una manifestación y había represión y corridas.

-En ese tiempo en La Gaceta  ¿no estaba Garcia Hamilton, el autor  de Cuyano Alborotador?
-Exacto, mi amigo José Ignacio. Cuando fui a vivir a Tucumán él era un chico joven, prácticamente como yo. Íbamos al rio a la siesta y José Ignacio ya tenía vocación de escritor. Era un tipo serio para ser tan joven, era muy formal, me contaba cosas de Sarmiento que yo no sabía.

-Es un libro que desmitificó el Sarmiento maestro de escuela tocando la cabeza de un niño, como lo muestran  las estatuas. Era un alborotador como pinta García Hamilton...
-Así como descubrí a San Martin en estos últimos años participando en los cruces de Los Andes que se hicieron acá en San Juan, descubrí también a Sarmiento. Yo le decía: “José Ignacio, ustedes mienten a veces". Y él me contestaba: " No, no mentimos pero muchas veces ponemos fantasías que redondean la historia y las hacen historias de seres humanos”.

-Un día dejaste ese Tucumán que en definitiva era una provincia y te fuiste a Buenos Aires.
-Sí, casi que me fui obligado porque yo ya estaba instalado en Tucumán, había formado mi primer matrimonio.

-¿Tu primer matrimonio fue con una tucumana?
-Con una tucumana. Y vivía en la ciudad. Aparte yo estudiaba dirección de cine en la Universidad Nacional de Tucumán, trabajé en televisión. Un día ella se fue a vivir a Buenos Aires y prácticamente la distancia me hizo casi imposible ver a mi hija todos los meses.

-¿Ya tenías una hija?
-Claro, arranqué para Buenos Aires y allí fue una aventura porque fue como lanzarme al infinito. Yo iba siempre a un café que vos también has frecuentado, el Florida Graden. Yo, cholulo, iba siempre porque a veces me encontraba a Borges ahí. En ese tiempo vos ya eras periodista de Clarín. Yo lo veía a Borges siempre en ese bar y a veces no tenía para pagarme un café porque ahí el café era caro.

-Es un lugar donde nos encontrábamos con el Turco Asís y otros amigos.
-También iba Morales Solá. Con él me encontré y esa fue la otra llave en Buenos Aires. Morales Solá era tucumano; habíamos trabajado en la época del tucumanazo porque era periodista y me lo encontré ahí en Florida Garden y me pregunta: qué andás haciendo por acá y le dije "mira, estoy hambreando acá, estoy haciendo cámara en Notece a través de una agencia de trabajo. Gano dos mangos, vivo acá en un hotel a la vuelta".

-¿Ya te habías separado entonces?
-Si, ya había terminado mi primera etapa.. Buenos Aires tiene eso, si tenés cómo subsistir podés llegar a costa de sacrificios. Y Morales me dejó una tarjeta y me dijo: “Dejate de embromar, venite mañana mismo al diario”. Y bueno fue la segunda llave en mi vida y ahora estoy buscando la tercera.

-Llegaste en un momento conflictivo...
-En el mundial 78

-¡Qué años aquellos!
-Sí, fue una etapa difícil, de aprendizaje también, de concientización, de saber qué periodismo querías hacer.

-¿Entraste a Clarín como fotógrafo?
-Como fotógrafo, de una

-¿El jefe de esa sección era Juan Bairo?
-Sí, yo después me casé con su hija.

-¿Y te lo perdonó?
- No, creo que no.

-¿Y qué paso?
- Y bueno caí a Clarín donde todos eran fotógrafos mayores. Yo era un pibe dispuesto a lo que sea. Me decían ándate mañana a Malvinas y yo me iba a Malvinas. Yo tenía ropa en mi armario del diario lista para salir a todas partes. Eso me sirvió muchísimo, que vieran que vos tenía voluntad y ganas de comerte el mundo.

-Yo siempre digo que para triunfar, para tener éxito, hay que tener un poco de hambre... El éxito no viene solo.
-Tu reflexión es maravillosa. No hace mal tener hambre, te hace valorar las escalas y las cosas de la vida. Y cuando las tenés, las cuidás porque te costó.

-El oficio de fotógrafo o camarógrafo periodístico debe ser de los más arriesgados del mundo. Yo veo los muchachos corriendo detrás de multitudes en medio de codazos, de pisotones, de coscachos.
-Lo que pasa es que no tenés consciencia, yo estuve en muchos eventos peligrosos.

-A la gente le llega la escena pero atrás de cada escena hay una pelea grande.
-Una pelea o un arrebato. En esa época era muy común que te quisieran quitar el material y que después terminaba apareciendo en diarios del exterior. Hay cosas que hoy me darían miedo...

-Son etapas...
-A veces los fotógrafos y los cronistas cambiamos roles, muchas veces un fotógrafo ve algo que el cronista no vio y entre los dos hacemos algo mejor.

-Una nota sin imagen es media nota ¿no?
-Pero una nota sin la descripción de la imagen también es media nota.

-Me asombra tu capacidad para captar paisajes, por ejemplo, pero además para describirlos. En vos hay un fotógrafo y un escritor.
-Bueno, gracias.

-Buenos Aires es otro ritmo, otra forma  de ver la vida incluso
-Otro consumo del periodismo. Yo recién con el chico que maquilla aquí hablábamos de eso mirando la televisión. Yo en Jáchal no miro televisión.

-Pero quien ha tenido la carga de adrenalina alguna vez también extraña.
-Y si, extraño, constantemente. Cuando voy a Buenos Aires hasta lloro porque visito la redacción del diario y ya no es la misma, ya no existe ese espíritu que constantemente estábamos contando anécdotas de lo que había pasado en el día.

-Pero sigamos con tu vida en Buenos Aires volviste a formar otro hogar, ¿Tuviste más hijos?
-Sí con la hija de Bairo tuve a Melanie y la vida continua.

-¿Un día empezaron los problemas también cardiacos?
-Sí, hace unos años la vida me cobró en salud todo eso que cuento como una aventura, que me peleé con la policía, con el ejército, las corridas en manifestaciones, el ritmo de Buenos Aires que es muy aceleradísimo, varios paquetes de cigarrillos al día.

-¿Fumabas mucho?
-Sí, vida de periodista, no hay periodista que no fume. Tuve seis infartos

-¿Seis infartos?
-Si, para tener hay que tener media docena. Y zafé bien. Dios me dijo tenés un par de cosas que hacer y lo digo en serio. Yo sé que fue Dios que me dio una oportunidad. Me trajo mi hermano a Jáchal en el 2010 porque yo estaba exterminado, me vine a descansar y los quince días de ver los amaneceres, de ver esa luna, de ver esa naturaleza, ese espíritu de la gente simple, dije "me quedo acá".

-Pero me imagino que tampoco te encontrás totalmente en ese paisaje con algo de bucólico, donde si la foto no la tomás hoy, la podés tomar dentro de tres años y va a ser la misma.... Lo que me refiero es que en Jáchal es como que la vida trascurre mucho más lentamente y no cambian las cosas tan rápido
-Es cierto pero esa luna, si volvés a mirar al ratito, es muy probable que la veas distinta, que las nubes tengan otra forma...

-Después de vivir el torbellino del periodismo en Buenos Aires, tiene que cambiarte algo interior tuyo para poder aceptar eso.
-Lo primero es bajar varios cambios y desacelerarte, aprender a mirar las cosas simples que están alrededor. La vida está alrededor 360 grados. Me pasó eso. Me dediqué a encontrar el paisaje, a encontrarle una descripción sin hablar incluso. Muchas veces le pongo una epígrafe a mis fotos y lo que yo quiero que la gente vea es esa paz, esos colores, eso que vos dijiste de una foto que viste que parecía una pintura. Nada más, listo, ya está. No hay más nada que decir.

-Miro esta foto tuya del cruce y me pregunto ¿es solo foto o tiene toques de pintura también?
-Es una foto y no está hecha con una mucha tecnología, ni con ninguna ciencia. Está hecha en el cruce de Los Andes donde la mula no te deja bajarte ni darte vuelta. Te das vuelta, te mareas y te caes al piso. Y son las texturas que veo todos los días, el Zonda, el cielo, la naturaleza.

-Otra cosa que me asombra son tus personajes. Encontrás personajes en el hombre común. Cuando estás en Buenos Aires, buscás el hombre sofisticado, exitoso y gran deportista o la vedette que tiene las lolas más grandes. Pero encontrar el personaje en el panadero, en el bicicletero es otra forma de ver la vida.
-Eso es otra cosa que aprendí: a ver en lo simple, grandes personajes. Cada personaje es una historia. Además me lo planteo como una historia, tienen hasta una música que cuando lo convierto en video se la aplico y queda maravilloso.

-El video tuyo de la Escuela Normal tenía una música bellísima.
-Parece que Jairo me la hizo para mí

-Cuando lo pasamos en el programa todos dijeron lo mismo: sea cualquiera el lugar del mundo donde estemos nuestro paso por la escuela era lo que representaba tu video.
-Era eso. "Si pudiera volver a vivir, viviría así como ahora, viviría..."

-Eso lo hace alguien que es un artista integral. Para lograr eso tenés que escribir, tenés que tomar fotos, tenés que tener sensibilidad, te tiene que gustar la música, tenés que haber vivido... ¡Esto no sale espontáneamente!
-Puede ser; yo esa parte ya no me animo a reconocerlo.

-Una vez hiciste algo que te hizo merecedor de estar en el libro Guinness.
-Sí, fue una de esas ideas locas, la foto más grande del mundo en el Obelisco. Y sabés que esa foto se hizo por una cuestión de calentura.

-Contame...
-Yo escribía en esa época en internet. Ya era un internet poderoso el que teníamos en Clarín. Yo escribía en Google "San Juan, Jáchal" y no aparecía. Empecé a idear algo, una manera para que aparezcamos. Fue todo un proceso. Me tuve que bancar que mi hija más pequeña me dijera "papá ¡estás loco!" cuando me veía en la madrigada bocetar en la computadora el obelisco con un cuadro colgado.

-No era para menos...
-En un principio era la foto colgada del mismo Obelisco. Obviamente, no me lo dejaron hacer. Era una locura. Armé toda una estrategia de difusión que me permitió hacer trascender la noticia. Eso duro tres días y demoramos como diez días en armarla porque llovió.

-¿Todo lo hiciste solo?
-Tuve por supuesto la ayuda de otros más locos que yo todavía, alguien que en ese momento era el gobernador Gioja, los sponsor que me ayudaron y ahí comenzó una historia con eso que yo llamo intervención urbana, que consiste en exponer para todo el mundo y es buenísimo.

-¿Lo repetiste en otro lugar?
-Lo sigo haciendo en las plazas. Yo soy muy sanjuanino, no soy de los que dicen Jáchal-Jáchal.

-El jachallero es jachallero...
-Sí, bueno pero yo quiero romper esa cuestión. ¿De dónde sos? De Jáchal pero eso es San Juan. No, yo soy de Jáchal".

-Eso es como la grieta de mineros y anti mineros
-Exacto y yo soy un sanjuanino. Siento pasión por San Juan, siento orgullo de ser sanjuanino y de Jáchal, pero a la vez ante la pregunta que me hacen mucho ¿y por qué no mostrás mas San Juan, más los paisajes, las cosas de San Juan? respondo: porque yo puedo mostrar mejor mi aldea, de ahí aplique esa frase que está en la tapa de un libro "Pinta tu aldea y pintarás el universo"

-Y es lo que va quedar tuyo cuando no estés, Jáchal va estar en vos.
-Y es un lugar donde pasan cosas que pasan en todo el mundo, si yo pinto bien mi aldea me van entender todos los que lo vean.

- ¿Y qué libros te impactaron cuando los leíste?
- Mira, me rio porque cuando contesto esta pregunta que vos me haces yo digo que miro mucho el Martin Fierro, un libro que para mí es casi una biblia o sea es exagerada la comparación pero para que valga. El Martin Fierro ahí esta Pinto mi aldea y pinto el mundo.

-La sabiduría del criollo
-La sabiduría del criollo que es cuando vos decís que pinto muy bien a los personajes que elijo, a los ancianos para hacer foto-reportajes es justamente porque los conozco, porque pueden ser mis abuelos y eso uno lo sabe hacer porque sabe que a la abuela le gustaba darte el café con leche a la mañana con las tortitas, que le gustaba amasar porque te gustaba el pan calentito... Todo eso lo sé hacer porque es mi gente.

-Roberto, te miro a vos y veo un poco el reposo de un guerrero. Un guerrero que viene con sus heridas de guerras traducidas en seis ataques cardiacos, en algunos matrimonios dejados atrás, hijos que viven en otro lado. Ante eso me queda pendiente una pregunta ¿Sos feliz?
-Totalmente. Soy feliz porque estoy viviendo esta oportunidad que Dios me ha dado. Quizás también, para redondear todo lo hecho, para que mis hijos vean que no fui ese que se fue, que vean por qué lo hice, incluso. Creo que a un hombre se lo puede entender porque se fue tras lo que buscaba o tras lo que soñaba. A ningún hijo le gusta que el padre se vaya. Para responderte, para ser fiel a tu honestidad de preguntarme frontalmente eso, mi respuesta es esa: creo que estoy tratando de demostrar que soy un padre que quiere lo mejor para sus hijos.

-Tu vida ha sido casi un círculo, has recorrido todos los puntos y has vuelto al mismo lugar.
-Y falta muy poco para empezar la segunda vuelta porque yo no estoy pensando en morir, estoy pensando en vivir. Creo que puede venir una segunda vuelta en todo sentido. Y bueno, tonto seria que cometa los mismos errores. Tal vez si hay una segunda vuelta cometeré errores nuevos. No te voy a decir que no voy a cometer errores pero serán errores nuevos...

-¿Con que canción cerrarías esta entrevista?
- Gracias a la vida que me ha dado tanto... Con esa.



Cómo lo vi
 La pregunta surge sola: ¿por qué se queda en Jáchal un hombre como Roberto?
Responder esa pregunta es comenzar a conocerlo.
¡Debe haber hecho falta mucha agua para apagar tanta sed de caminos!
La vida a veces sorprende con un sopapo a quién se la bebe de un trago. Y esos sopapos pueden ser  físicos o espirituales. No importa: duelen lo mismo.
El caso es que el hombre vuelve un poco más triste al lugar de origen, a curar sus heridas, a juntar pedacitos de esperanza.
Pero no por eso cuelga sus sueños.
Y Roberto, el cazador de imágenes, revuelve una vez más en su galera de mago y nos pinta un maravilloso Jáchal como sólo él puede hacerlo.
Es entonces cuando el periodista, que recorrió muchos de sus caminos, sabe que no está haciendo una entrevista sino compartiendo una fiesta.
JCB


El Perfil psicografológico de Roberto Ruiz

Por Elizabeth Martínez – Grafoanalista

 »» Su rúbrica muestra un arpón hacia la derecha, lo cual manifestaría tendencia a aferrarse al futuro con mucha fuerza. Esto último funcionaría como un gran foco motivador para él.

»» La presencia de microtemblores en el gesto gráfico, posiblemente se refieren a cierta vacilación o duda al escribir o bien a algún síntoma físico que obliga a su órgano escritor (mano) a hacerlo de esa manera.

»» Se detectan rasgos de posible cansancio físico, sin embargo sería una persona con mucha fuerza de voluntad.

»» La dimensión de las letras es correcta, manifestando una autovaloración adecuada. Siendo consciente tanto de sus limitaciones como de sus virtudes.

»» Se observa un predominio de uso de la zona superior de las letras, lo cual corresponde al área intelectual, espiritual. También representa al pensamiento, la imaginación, los sueños y aspiraciones.

     

GALERIA MULTIMEDIA
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Roberto Ruiz fue a la escuela Normal San Martín de Jáchal donde egresó como maestro rural y tuvo como compañero a José Luis Gioja. En la foto, sus compañeros y el profesor de Dibujo, José Walter Posse
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Esta foto muestra la imagen de Ischigualasto en el Obelisco de Buenos Aires, la que posicionó a Roberto Ruiz en el libro de los Records Guiness como la "gigantografía más grande del mundo"
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Manuscrito de Roberto Ruiz que permitió hacer el estudio grafológico a la grafóloga Elizabeth Martínez
Caricatura de Roberto Ruiz, realizada por Lucho Velazquez
Roberto Ruiz fue entrevistado por Juan Carlos Bataller, para el ciclo Qué hiciste con tu vida, a fines de 2017