Las lloronas

Una nota de Eduardo Varela Dojorti

 Hace como sesenta y cinco años, en diferentes lugares alejados de la Villa de Jáchal, en cualquier ocasión de fallecimiento de una persona, intervenían las acreditadas mujeres lloronas.

Esta curiosa profesión, estaba adoptada en los lugares poco poblados, significando una novedad inolvidable para los visitantes veraniegos de aquellos lejanos tiempos.

Las lloronas se transmitían su vocación, entre varias generaciones, y su adaptabilidad tenía como escenario los hogares de familias criollas.

En Niquivil sobresalían como favoritas, como experimentadas, doña Dominga Flores y doña Marta viuda de Lara.

Producido el fallecimiento de algún paisano o paisana, eran contratadas estas mujeres para prestar su colaboración para dramatizar con mayor dolor y tristeza, aquellos velatorios funerarios.

Recuerdo que Dominga Flores hacia el alto, y María vda. de Lara el bajo, y sus lloros lastimeros repercutían interminables durante la noche, como igualmente durante el día. Lógicamente que estas mujeres solían cobrar sus honorarios, por lo general consistentes en una fanega de trigo o de maíz.

Donde accionaron gratuitamente estas lloronas, y muchas más, fue cuando venían desde Jáchal, pasando por Niquivil, cantidades de carros contratados por el Ejército, trasladando hasta la ciudad de San Juan los jóvenes conscriptos.

Por lo general fueron más de cuarenta de estos carruajes, administrados por algunos oficiales y suboficiales.

En aquellos años, la muchachada que le tocaba cumplir con el servicio militar obligatorio, vivía momentos muy difíciles, como angustiosos, por motivos de las revoluciones dentro del país y el peligro de guerra con algunas naciones vecinas.

Por esta causa, las mujeres lloronas despedían a estos jóvenes con real sentimiento de pesar.

Dominga y María cultivaban otras cualidades fabulosas, extraordinarias, como las que determino a continuación:

a) Sus trabajos realizados en telares criollos fueron una muestra de sus condiciones de artistas, por la belleza excepcional de mantas, ponchos, jergones, frazadas, alforjas, chasmas o cutamas, etc.

b) Creo con toda seguridad que los patay y los chulingos fabricados en Niquivil con las vainas de algarroba, fueron exclusivos de este lugar por la presentación y selección del producto, a excepción de Huaco, donde doña Carmen Quiroga fabricaba unos chulingos tan ricos como los mejores bombones que actualmente se venden en las confiterías.

El chulingo debe haber sido transmitido por herencia por algunos aborígenes que habitaron en Jáchal, dado que este producto no se fabricaba en otras provincias, como La Rioja y San Luis.

Las protagonistas de esta historia vivieron más de cien años, y sus profesiones de lloronas, de tejedoras, de fabricadoras de patay y chulingos, terminó cuando Jáchal dejó de ser cerealista-ganadera, y al desaparecer de sus campos los grandes bosques de algarrobos.

Publicado en El Nuevo Diario el 2 de abril de 1993, en la edición número 600

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Las lloronas. Ilustración: Miguel Camporro