Raúl Riveros. Nuestro embajador sanjuanino en Madrid

Raúl Riveros fue entrevistado en España por Juan Carlos Bataller para el ciclo Qué hiciste con tu vida, a mediados de 2019

 —Comencemos hablando de tu niñez, ¿dónde naciste?, ¿dónde te criaste?
—Nací y me críe hasta los 20 años en La Bebida, departamento Rivadavia, San Juan.

—¿Qué recuerdos tenés de tu familia, de tus padres?
—De todo, aunque no fui al colegio en La Bebida, fui al centro. A las 6 me ponían en el autobús de la línea 7, que primero pasaba por La Bebida y después por Marquesado. Eso me acuerdo. Hice la secundaria en la Escuela Industrial Sarmiento. Después, con 16 años empecé a trabajar de empaquetador en el Emporio Económico. Me iba en bicicleta desde La Bebida, con mi compadre Barrios.

—Pero antes de hablar de esa etapa, comencemos hablando de tu familia.
—Sí. Yo soy Riveros Durán. Mi abuelo Antonio Durán vivía en La Bebida y a 40 metros tenían la casa mis padres. Vivía mi abuela Josefa, mi tía María, que después se casó…

—¿A qué se dedicaba tu padre?
 —Mi padre trabajaba en la Policía. Llegó a ser comisario y después tuvo la suerte de ganar la lotería. Se compró dos camiones y se fundió. Se jubiló y trabajó muchos años de cajero en el Cine Estornell. Él era muy conocido de Jorge Estornell.

—¿Tu madre se encargaba de la casa?
—Sí, mi madre se llamaba Maravilla Durán, era muy guapa. Y mi abuelo por parte de mi padre se llamaba Francisco y vivía en las Chimbas. Él tenía una finca grande en su época, en La Bebida, al final de la calle Pellegrini. Por problemas políticos con la familia Cantoni se tuvo que ir de San Juan. Me contaron que hubo un atentado contra uno de los Cantoni y en la finca de mi abuelo unos tipos, que habrían estado involucrados, dejaron pastando unos caballos. Después se fueron a la Cordillera y los detuvieron. Mi abuelo entró en sospecha y se tuvo que ir a vivir a San Luis.

—¿Qué recuerdos tenés de esa niñez en La Bebida?
—Tuve una muy buena niñez. Después, ya con 18 años, iba al club de La Bebida; hacíamos campeonatos de fútbol de niños y los bailes, que en esa época se hacían con orquesta. Hasta que me tocó el servicio militar, me tocó la Marina, pero en esa época si hacías un curso de aviación eliminabas la Marina, que eran dos años.

—Vamos entonces a la etapa laboral ¿tu primer trabajo fue en el Emporio Económico?
—El primero fue ahí. El negocio era de don Jorge Ivanier y don José Ivanier. Fue una época muy linda, había una perfumería muy grande. Yo estaba encargado del depósito de la perfumería.

—¿Cómo fue el salto a Radio Colón, una radio que era la número uno del interior del país?.
 —Con 23 o 24 años yo era gerente del Club San Martín y ahí me contactaron con Bustelo Graffigna. Después, creamos una empresa comercial con Bustelo, Rony Vargas, Mario Pereyra y Hugo Rodríguez, y pusimos una casa de venta de discos.

—A todo esto, ¿qué era de tu vida? Me imagino que no era todo trabajo.
—Me casé y tuve dos hijas en San Juan, que son odontólogas. Una es dentista en un hospital en Valle Fértil y la otra tiene una clínica. Después me divorcié y me vine a España, el 19 de mayo del año 1976.

—Antes vamos a repasar un poco más de la niñez. Me imagino que con un padre que se sacó la lotería, habrás sido un niño rico.
—Nunca. Él contrató un chofer y él trabajaba. Yo seguía con lo mío. Después él se fundió, nunca supe por qué y siempre siguió trabajando.

—¿Nunca fuiste niño rico?
—No, nunca. Me acuerdo que el hermano de mi padre era capataz general de una finca de Estornell Gugliotto en un lugar que se llamaba Valle Grande, pasando Puchuzún. Y tenían campos donde plantaban álamos y criaban ovejas para la lana. Mi tío me propuso si yo quería trabajar en el almacén para los obreros y me quedé dos años ahí. Fueron los mejores años. Aprendí a andar a caballo.

—¿Estamos hablando de Calingasta?
—Claro, antes de llegar a las ruinas, donde había unas minas de plomo, no recuerdo el nombre.

—Castaño Viejo.
—Claro, y ahí la zona se llamaba Valle Grande.

—Estamos hablando de la cordillera.
—Claro, de la precordillera y la entrada a la cordillera. Me quedé dos años ahí. Fueron los dos mejores años de mi vida.

—Un tipo que vivió en la ciudad de San Juan y en Madrid, pero vivió sus mejores años perdido solo en la cordillera, no me mientas.
—No, era por la edad que tenía. Aprendí muchas cosas del campo. Ahí tenían 30 mil ovejas, era un espectáculo cuando bajaban por la cordillera. Yo tenía 17 años. Me acuerdo que a las 12 de la noche se paraba el motor de la estancia y se escuchaba el ruido del río. El almacén abría a las 10. En esa época, cada señora de los peones, la mayoría eran chilenos, tenía una libretita y yo les anotaba la compra. Les suministraba lo del almacén.

—¿Por qué decidiste irte a España?, ¿o dejar San Juan? No sé cuál de las dos cosas fue.
—Fue a raíz de una situación que sucedió una noche, cuando salí de la radio. Iba con la que era mi segunda señora y, por General Paz pasando Avenida Rioja, me paró un Jeep del Ejército. Mi exmujer, Cristina López, no llevaba el documento. Como su casa era cerca, fuimos a buscarlo. Sacaron a su padre y a su hermana casi en paños menores de la casa. Yo protesté y me pegaron un cachetazo. En eso un soldado le dijo al cabo: “él es hermano del soldado Riveros, que está en nuestra compañía”. Ahí terminó todo, pero eso me dejó muy mal.

—¿Estás hablando de 1976?
—Sí, 1976. Uno de los socios que teníamos era Rodolfo Terragno, hablé con él y me dijo: “Mire, Raúl, esto se va a poner muy feo”.

—Rodolfo se tuvo que ir, a Venezuela.
—Claro, y yo me vine a España porque don Jorge Estornell le dio una recomendación a mi exmujer para un productor de cine y nos vinimos para acá. Me traje dos corresponsalías que nunca me pagaron.

—¿Cómo te recibió España?, en esa época estaba saliendo del franquismo.
—Franco murió en noviembre y yo llegué en mayo. Aquí todos se vestían iguales. Recién empezaba a hablarse de democracia, palabra que todo el mundo tenía miedo de pronunciar. Así que viví los mejores años de España, los de la transición.

—Se conoce como la etapa del destape.
—Totalmente, aquí todo era pecado. Para mí, la iglesia hizo un destrozo tremendo, ya después fue cambiando por supuesto.

—Por aquellos años, en 1977, yo vine a España por Clarín y vos estabas trabajando en una empresa constructora.
—El primer trabajo que tuve fue de ayudante del ayudante de decoración de una película. Yo no tenía trabajo, ya me estaba poniendo nervioso y en la productora de cine me consiguieron eso. Trabajé una semana y después conocí en la calle, por casualidad, a un argentino. Era un chaval joven y su madre era de Córdoba. A España ya estaba viniendo gente a trabajar o por problemas políticos y acá te abrían los brazos. Y fui a almorzar a la casa de esta familia, en el Barrio del Pilar. La novia de este chico trabajaba en el Servicio Nacional de Colocación, que ahora se llamaba Oficina de Empleo. Ellos me preguntaron qué era yo y si estaba buscando trabajo. Yo les dije: “contable”. A los tres días tuve una entrevista en una empresa constructora. Mentí en todo y me dieron el trabajo. Entré de contable. En esa empresa trabajé más de dos años.

—Ahí te conocí y descubrí una persona muy especial. No sé cuántos embajadores, cónsules o diplomáticos pasaron por España representando Argentina, pero la referencia para los sanjuaninos era Raúl Riveros. Era una cuestión vocacional la tuya.
—Sí, porque me gustaba, me gustaba traer de allá (Argentina) y me sigue gustando. Lo que pasa es que yo ya no era ni de allá ni de acá (España), el inmigrante es eso. Con el primer viaje ya se rompe el vínculo del arraigo, pero he mantenido todos los amigos que he podido. Y siempre que voy como asados con ellos.

—Siempre sos local
—Siempre soy local.

—Entonces, empezaste con la empresa constructora y estuviste dos años.
—Ahí hacían estructuras de hormigón y le construían a una empresa mayor. Yo iba todos los meses a cobrar la certificación de lo que se había producido. Así, conocí al dueño de esa empresa constructora y un día me ofreció si quería trabajar con él como jefe de personal. Yo estaba muy comprometido con esta empresa que me había dado una mano, pero me doblaban el sueldo. No tuve dudas y me fui. Y esa empresa constructora le construía a un señor que se llamaba Mariano Moreno, que todavía vive. Con él trabajé catorce años.

—A todo esto, recién me decías que antes de ir a España te casaste por segunda vez.
 —Sí, y tuve una hija aquí (España), que es arquitecta. Y hace quince años me casé de nuevo, cuando llevaba solo doce años. Conocí a una persona que era clienta del restaurante donde yo regentaba y me casé con 60 años con Omaria Valencia.

—Es la última…
—Sí, ya no tengo oportunidad. (rie)


El mundo del fútbol

—De pronto entraste en el mundo del fútbol.
—Sí, porque soy amigo de Jorge Valdano y después, gracias a un enlace mío, Menotti dirigió el Atlético de Madrid.

—¿Cómo fue eso?
 —Jorge llegó con 19 años y yo ya estaba aquí. Después, en el Atlético había ganado las elecciones Jesús Gil; yo era amigo del secretario, Rubén Cano, y querían traer a Menotti, que estaba dirigiendo Boca. Y yo lo conocía a Menotti de cuando estuvo en el Barcelona. Le llamé al flaco y me dijo: “No, que me van a echar de Boca”. Le dije: “Mirá, escuchá lo que te van a decir. Dentro de dos horas te llaman”. Le hicieron una oferta y el flaco se vino para acá. Debido a esa amistad, en el futuro, él me llamó un día para decirme: “¿Raúl, querés llevar los temas personales de un jugador, de Fernando Redondo?, que va a ir a jugar a España”. Ahí me empecé a relacionar.

—¿Llevar los temas personales es ser representante?
—No. Es aportarle toda la estructura y logística para que el tipo no tenga que hacer nada. Cuando el Madrid lo vendió al Milán yo me fui a vivir con él. Aguanté tres meses en Italia.

—Yo estuve en España en la época de Valdano, cuando era jugador. No solo era un jugador importante, sino que salía a la calle y las chicas se volvían locas.
—Sí.

—¿Cómo es ese mundo del fútbol?
—Los jugadores que son profesionales tienen un entorno pequeño. Ahora son más mediáticos, pero en esa época no era así. Se cuidaban en todo.

—Todavía no estaba esta liga, que hoy es la más importante del mundo.
—Y recién estaban apareciendo los teléfonos móviles. Y como el Madrid siempre da un acompañante para que viaje con el equipo, yo siempre viajaba con Fernando, a todos lados. Me harté de ver fútbol.


De padre a madre

—Luego de la época de esta gente, de Valdano, de Redondo, ¿te desvinculaste del mundo del fútbol?
—Sí, pero los conozco a todos y siempre me llaman. Pasó que me dediqué a la hotelería, que te absorbe muchísimo.

—¿Cómo fue eso?
—Cuando trabajaba con don Mariano Moreno me quise independizar y me puse un restaurante, cerca del Museo del Prado, que se llamaba Giuseppe Archimboldo. Después mi vida cambió porque me divorcié por segunda vez y tenía una hija de 8 años. Como nos llevábamos bien, mi exseñora le preguntó a la niña con quién quería vivir. Y la niña dijo que quería vivir conmigo. Pasé de padre a madre, hasta los 27 años que vivió conmigo.

—¿Cómo te las ingeniabas para viajar?
—La llevaba al colegio en la mañana, me iba al restaurante, la retiraba, y después todo fue encajando.

—De pronto aparece este proyecto de los restaurantes De María, que es una cadena importante.
 —Son once restaurantes. Empezó de la nada. Los sábados yo iba a comer a un lugar que se llama El Gaucho; me atendía un señor que se llama Guillermo Rodríguez Fernández y en la caja había una señora, María José Madcor. Comía ahí, con mi hija, los días sábados. Yo me tomaba los sábados de franco y los domingos en la noche. Un día este hombre desapareció. Otro día, después de un partido, cuando Jorge (Valdano) se hizo cargo del Real Madrid, yo estaba en la cancha. Desde atrás de un alambrado me llamaba una persona. Era Guillermo, para darme una tarjeta de su restaurante que había inaugurado: De María.

—¿Por qué se llamó así?
—Porque la señora de Guillermo se llama María. Después empezamos una amistad. Yo vendí el restaurante e iniciamos un compromiso. Trabajé dos años con Alfredo Bataller, tu hermano, temas inmobiliarios, y después empezamos con Guillermo a armar la cadena. Y llevo 22 años de gerente.

—¿Cómo es la vida de un inmigrante?, que a lo mejor tiene dos patrias pero también está separado de las dos.
—Es según como te toque mentalmente. Hay gente que viene a estar con un pie aquí y otro allá, a esos les suele ir mal. Si vos venís a apostar, podés tener éxito. Yo no puedo decir nada de España y de los españoles menos. Hay que comprender la sociedad y uno se integra. Ni aquello es peor ni esto es mejor, es otra forma y te vas acostumbrando.

—¿Qué pasa cuando venís a San Juan? Me imagino que con toda la gente no te queda un día libre.
—Me pasó el año pasado, que tuvimos que pedir medio día para nosotros. Te agobian de asados.

—Cuando uno entra a De María hay una gran cantidad de fotografías de gente famosa.
—Sí, han venido varios y siguen viniendo.

—Y no solo futbolistas.
—No, muchos actores, de Estados Unidos, políticos.

—¿Cómo es el contacto con ellos?
—Nosotros nos manejamos con el boca a boca, no hacemos publicidad. Después hay un restaurante, que es el primero que se inauguró hace veinticinco años, donde van siempre los jugadores después de los partidos. Cuando fui la primera vez, a la semana llevé la plantilla del Real Madrid y ahí empezó todo. Hubo un presidente que se llamó Lorenzo Sanz que iba a comer dos o tres veces a la semana. El actual presidente también va.

—El Madrid para nosotros es el Real, tiene poco jugadores argentinos, pero el Atlético tiene a Simeone.
—Que es Dios, lleva ocho años. Es el entrenador que más gana en Europa.

—Debe haber hecho mucho dinero.
—Bien, el Cholo bien. Tiene un gran equipo que lo acompaña y aquí lo quieren porque la hinchada lo adora.

—Él fue jugador del Atlético.
—Claro, la hinchada se acuerda siempre de él.

—Al Atlético se lo asoció siempre a Jesús Gil.
—Sí.

—¿Lo conociste?
—Mucho, porque tuve que relacionarme con él un año después de que se fue Menotti. Yo me encargaba de cobrarle a ellos que le debían a Menotti.

—¿Cómo hizo España para hacer esta liga tan famosa y competitiva?
—Fichando grandes jugadores.

—Pero lo primero debe haber sido sacar la violencia del fútbol.
—Ah sí. Según lo que dice la prensa, el 35% de las personas que van son mujeres. Hagamos de cuenta que juega el Atlético de Madrid y el Real Madrid, que son los oponentes. Tú eres del Atlético y al lado puedes tener a alguien del Real Madrid. Aquí no se venden las entradas separadas. Sí, quizás, hay una peña muy grande que compra las entradas en ese sector.

—¿Hicieron algo en particular para erradicar la violencia o es parte de la cultura de un pueblo?
—Fue cambiando parte de la cultura. Antes el Madrid tenía una barra brava que era muy violenta y el club la eliminó. Sé que en Argentina las barras apoyan a las presidencias cuando van a las elecciones.

—A mí me tocó vivir acá, en España, el mundial en el que Argentina fue dirigida por Maradona. No sé si el problema era Maradona o qué, pero había un sentimiento antiselección en ese mundial.
—Es que él no dejó buena huella aquí. Solo dejó buena huella como jugador cuando estuvo en el Barcelona, que fue poco tiempo. Tuvo lesiones, hepatitis. Hay una camiseta de Maradona en la Difunta Correa y la llevé yo. Te cuento la anécdota. Se jugaba la final de la Copa del Rey, Barcelona contra el Real Madrid. Yo estaba acreditado por una radio argentina y entré al vestuario después del partido. Y Maradona estaba sentado, estaba hablando con un señor que era diputado, que fue presidente de la comunidad catalana, alguien muy importante. Terminaron de hablar y le pregunté si me podía dar la camiseta para la Difunta Correa. Y me la dio. Pero yo fui a casa, me la guardé y la lavé. Después, a él le dio hepatitis y se me atravesó el tema. En el primer viaje que pude hacer a San Juan, la llevé a la Difunta Correa. Cumplí por las dudas.

—¿Y Messi, qué es hoy en España?
—Messi es Dios en el Barcelona, pero también en todo el país, quizás por la forma de jugar, por su comportamiento, por su perfil bajo.

—Te hago una pregunta al margen, entre una buena punta de espalda y un pescado, ¿qué te gusta más hoy?
—Un pescado. Hay muy buenos pescados y muy buena carne. La carne que nosotros vendemos viene de Argentina. Pero hay gente de Argentina que no la sabe comer. Comí con un actor que pidió el ojo de bife hecho hecho, y la carne hecha hecha no tiene gusto. Hay que comerla en su punto. Tiene que salir rosadita en el medio.

—Y las empanadas, ¿son fritas o al horno?
—Acá no las podemos hacer al horno porque vendemos muchas, lo más rápido es hacerlas fritas, que es lo que se llama pastel allá. Y la fórmula que nosotros vendemos, es la sanjuanina. La copié yo, aunque no me sale como me gusta.

—¿Cuál es tu resumen, de estos tiempos que vivimos hoy?
—¿El resumen político?

—No, el general, la calidad de vida…
—Acá hay tres millones de parados y hemos tenido más. La gente se queja, pero aquí se vive bien. No tenés el problema de la inflación. La gente que tiene trabajo va para adelante.
—En estas notas llegamos a un momento en el que hablamos de resúmenes de vida, ¿has sido feliz?
—Sí, yo creo que sí. Quizás el primer tiempo fue difícil, porque se habían quedado mis hijas allá y eran muy pequeñas. El otro día se me ocurrió abrir un álbum de fotos que tengo en mi casa de Altea y encontré las cartas que me escribían mis hijas cuando tenían 8 años. Ese día me pinché. Pero nunca tuve problemas aquí.

—La vida está hecha de momentos, pero tener la familia en distintos lugares, ¿no ha sido impedimento para ser feliz?
—No, para mí no. Quizás yo he tenido suerte. Tengo una nieta de 32 años, que es empresaria en San Juan y Mendoza, se llama Georgina. Tengo nietas de 14, uno de 8, otro de 4 años. Mi señora tiene nueve nietos y todos se conocieron antes de casarnos. Había que ver si funcionaba bien y así fue.

—Esto termina siempre con una canción, ¿cuál sería tu canción para despedir esta nota?
—“Volveré siempre a San Juan”. Esa canción la tengo siempre en la mente y te explico por qué. Una vez me invitaron a comer un asado con Jorge (Valdano) y su mujer, a la casa de Ernesto Bitetti, que es un concertista argentino, profesor en Estados Unidos, pero tiene casa aquí. La invitada era Mercedes Sosa y nos quedamos hasta las 5 de la mañana. Cuando salíamos, Mercedes me cantó Volveré siempre a San Juan. De eso no me voy a olvidar nunca. Me hizo llorar y todo. Tal vez fue porque estaba un poco en pedo.



Cómo lo vi
 Corría 1977 y España vivía sus primeras elecciones tras la muerte del dictador Francisco Franco.
Para mí, entonces un joven secretario de Redacción de Clarín, era una experiencia muy atractiva estar en Madrid en aquellos días.
Ese fue mi primer contacto directo con Raúl Riveros, sanjuanino, ex operador de estudio de una mística Radio Colón plagada de grandes figuras, que poco tiempo antes había decidido radicarse en España.
Por aquellos años Raúl trabajaba en una empresa constructora y nos ofreció al grupo de periodistas instalar nuestro cuartel de trabajo en ese edificio.
No era una propuesta espasmódica.
Han pasado ya más de cuatro décadas e invariablemente cada vez que un sanjuanino volvía de España hacía mención a la generosidad de Riveros, transformado ya en una especie de embajador ad honorem de San Juan.
En ese tiempo, Raúl manejó gran parte de los intereses de estrellas del futbol como Fernando Redondo, tuvo su coqueto restaurante llamado Archimboldo, incursionó en distintos proyectos y finalmente, desde hace más de una década, está al frente de la cadena de restaurantes De María.
Pero independientemente de lo que haga, siempre estará conectado con San Juan y con Argentina y siempre será nuestro amigo –el amigo de todos los sanjuaninos- en Madrid.
JCB



El Perfil psicografológico de Raúl Riveros
Por Elizabeth Martínez – Grafoanalista

 

»»
La presencia de espacios asincrónicos puede manifestar posible falta de ponderación, de claridad y de precisión.

»» Las letras interfieren el espacio aéreo entre sí, denotando posible infiltración o invasión del espacio psicológico de los otros.

»» Se detectan indicadores de respeto y sentimiento de distancia respecto a las personas de autoridad y a las normas en general.

»» Presenta posible sentido de ahorro, prudencia, influencia materna o del pasado en su obrar, timidez.

»» Buen nivel de autoestima. Sería consciente tanto de sus posibilidades como de sus limitaciones; expansión equilibrada.

»» Se observa autodominio, reflexión y prudencia. Signo fuerte de una introversión marcada. Capacidad de concentración.

»» La forma curva de sus letras denotaría bondad, buenos modos, rechazo por los conflictos.

»» Posible tendencia a sobreestimar el mundo de las ideas, la imaginación y/o las leyes espirituales; lo cual trataría de compensar con otras actividades del ámbito físico en la búsqueda del sano equilibrio.

»» El ascenso de la línea de base muestra una actitud vital, de optimismo y alegría. Fuerza en las iniciativas.

»» Tendencia a avanzar con fuerte impulso y confianza en el éxito. Seguridad para enfrentar los obstáculos y resolver los problemas.

                    



GALERIA MULTIMEDIA
Daniela Riveros Olivares, hija de Raúl Riveros.
Jimena Riveros Olivares, hija de Raúl Riveros
Guadalupe, nieta de Raúl Riveros
Martín, nieto de Raúl Riveros
Julia, nieta de Raúl Riveros.
Un momento de la entrevista realizada a Raúl Riveros, en su casa de Madrid, por Juan Carlos Bataller, para el ciclo Qué hiciste con tu vida.
Junto a Alfredo Di Stefano, gloria del Real Madrid, Raúl Riveros
Ronaldo, ex jugador del Real Madrid junto a Raúl Riveros
Raúl Riveros en el día de su primera comunión
Esta es la familia de Raúl Riveros. Aparece junto a sus padres y parientes en su casa de La Bebida
Raúl Riveros en sus años de operador en Radio Colón
Raúl Riveros y su esposa en la muralla china
El día del casaminento de Raúl Riveros con Omaria Valenzuela
Raúl Riveros con Omaria en uno de sus viajes a Colombia
Raúl Riveros junto a Jorge Valdano, César Menotti y Angel Cappa
En la imagen se ve a Raúl Riveros con Fernando Redondo, a quien acompañó durante varios años
Junto a Serrat y Joaquín Sabina se lo ve a Raúl Riveros.
Raúl Riveros posa junto al actor Ricardo Darín
En agosto de este año 2019, almuerzan en “De María” Guillermo Rodríguez, Juan José Campanella, Luis Brandoni y Eduardo Blanco. Junto a ellos aparece Raúl Riveros.
Raúl Riveros junto a Domingo Cavallo
Raúl Riveros posa junto a Nasser bin Ghanim Al-Khelaïfi, dueño de Paris Saint Germain, y su hermano Doha
Una mesa con lo más graneado del fútbol. Entre otros, aparecen Menotti, Cappa, Cóppola, Basile, Caniggia, Maradona y Simeone. Atrás parados está Raúl Riveros, junto a Jorge Valdano
De izquierda a derecha las hijas de Raúl Riveros: Daniela Riveros Olivares y Jimena Riveros Olivares. Sus nietos Guadalupe, Martín y Julia.
Manuscrito de Raúl Riveros que permitió hacer el estudio grafológico a la profesional Elizabeth Martínez
Raúl Riveros hoy, en Madrid, su lugar desde hace más de cuatro décadas
El día del casaminento de Raúl Riveros con Omaria Valencia
Un momento de la entrevista realizada a Raúl Riveros, en su casa de Madrid, por Juan Carlos Bataller, para el ciclo Qué hiciste con tu vida.