Esteban Soppelsa: "un buen empresario debe ser un buen ciudadano”

La siguiente entrevista realizada a Esteban Soppelsa por Marcela Ormeño, con motivo de haber sido designado el empresario del año y fue publicada en El Nuevo Diario el 30 de noviembre de 2020 en la edición 488

 

No debe haber quedado una generación desde 1926 hasta la fecha, que, empujada por los calurosos veranos que caracterizan la provincia, no hayan dejado de probar una crema helada de Soppelsa. Y mientras saboreamos una, inevitablemente caemos en que la verdadera historia no la hacen los grandes personajes, con sus actos heroicos o hazañas grandiosas. Es obra del hombre común, que tiene sueños y que está dispuesto a dar lo mejor de sí por concretarlos. Buena parte de la historia de nuestro país la forjaron los inmigrantes. Esteban Soppelsa, hijo de italianos, Pedro Soppelsa y Stella María Casanova, nació en Alemania un 5 de febrero de 1914. Cuando con sus escasos 14 años llegó a la Argentina, no se imaginó ni por un momento que venir de Italia a San Juan, significaría escribir junto a su familia, un párrafo de la historia de los helados. En el año 2020 Esteban Soppelsa por su entrega al trabajo y a la empresa, fue galardonado con el premio “El empresario del año”.

—¿Cómo fueron los comienzos de la firma Soppelsa?
—Cuando yo tenía 11 años mi padre, quien fue el precursor de la firma Soppelsa, vino a la Argentina y se radicó en Mendoza. Después él y mi tío Luis decidieron trasladarse a San Juan. Era 1925 y los únicos helados que se hacían en la provincia eran de canela y de limón. No existían las heladerías sino que se vendían en carritos que recorrían las calles. Sólo la confitería Del Aguila hacía un poco de helado que se servía en las mesas.


 

 —¿Y por qué no se hacían?
—Eran otros tiempos. Además, otro tipo de helado no estaba permitido por la municipalidad. Entonces mi padre les dijo que él y mi tío se especializaban en helados de crema y de fruta diversa y por lo tanto querían hacerlos. Ante esto, el funcionario municipal les dijo que lo hicieran y que él concurriría a supervisar la elaboración. En ese entonces la fábrica era muy precaria, puesto que eran los comienzos. Sin embargo, cuando el inspector fue se había preparado el helado adecuadamente en unos cubos. Eran de crema, chocolate y fruta. Al ver esto, el jefe municipal quedó admirado por la forma de presentación, la calidad y la higiene e inmediatamente extendió el permiso para su elaboración.

—Y ese fue el comienzo de la elaboración de helados en San Juan...
—Sí, así es. Fue la primera vez que se instalaba una fábrica de helados en la provincia, y que se comenzó a degustar helados varios en San Juan. En 1927 se trasladaron a la calle Mitre —fue entonces cuando se acopló mi hermano Brino— y se recurrió a un método que fue toda una innovación: se colocaron mesas para servirlo, lo que dio posibilidades de mejorar el negocio. También se atendía a los coches que se estacionaban en doble fila, a los cuales acudían mi padre, mi hermano y los empleados, a recoger las órdenes. Toda la familia trabajaba.


 —¿Cuándo se incorpora usted?
—Al año siguiente mi padre fue a buscarme a Italia y desde ese momento seguimos todos juntos la trayectoria de la empresa. En 1935 mi tío Luis se fue a Córdoba y nosotros nos quedamos acá.

—¿Cuándo se hizo cargo de la empresa?
—Me hice cargo cuando mi padre falleció, en 1950. Yo seguí la trayectoria hasta que en 1958 constituimos una sociedad entre mis dos sobrinos, Guillermo Gottardi y María Teresa Gottardi y yo.

—Después de tantos años de ardua labor, ¿qué significa para usted haber sido premiado como el empresario del año en 2020?
—Debo confesar que me sorprendió este premio, porque pienso que hay muchos otros empresarios que tienen iguales o más méritos que yo para recibirlo. Sin embargo siento un gran agradecimiento hacia la Asociación de Dirigentes de Empresas por este reconocimiento.

—Este reconocimiento también es producto del voto de la gente...
—Eso me da una gran satisfacción, porque es una compensación a todo lo que he dado a esta provincia. Porque en esta empresa, todo lo que he tenido y lo que hice se lo he dedicado a San Juan. Y todo lo que se hace actualmente es por el bien general. Es por eso que siempre digo que tener la cantidad de clientes que tenemos es una retribución muy grande, como lo es también este premio que hemos recibido.

—¿Qué implica ser un buen empresario?
—Un buen empresario debe ser fundamentalmente honesto, simple y tener gran decencia. Básicamente debe comportarse como un buen ciudadano y hacer que sus empresas tengan como objetivo final el bienestar general.

—¿En qué forma una empresa puede conciliar su objetivo de ganancia con el bienestar general?
—Fíjese que el mayor capital de una empresa no pasa sólo por el dinero que tenga en el banco o la tecnología. Pasa también por el concepto que merezca en el medio que actúa. Uno recibe del pueblo, del cliente, un trato que es también un reflejo de lo que uno entrega, en atención, en servicios, en mercaderías. En nuestro caso, por ejemplo, ningún ente de beneficencia se ha quedado sin atención de parte de la firma. Lo que hacemos es donarles helado para que la gente que no tuvo o no tiene la oportunidad de probarlos, tales como escuelas pobres, escuelas rurales, lo puedan hacer. Esto es una forma de promover desde la empresa el bienestar general.

—¿La actual cultura del trabajo es diferente a la cultura laboral traída por los inmigrantes?
—No creo que al trabajador le cueste ahora desarrollar más la cultura del trabajo que antes. En general en la Argentina somos muy trabajadores. Se quiere trabajar pero muchas veces no hay alicientes para ello. No se ven posibilidades de reactivación en la industria ni en el comercio.

—¿Cómo juega la invasión de la tecnología...?
—Bueno, es verdad que la tecnología ha dado un gran avance, pero no creo que sea en perjuicio de la gente que trabaja, sino en su beneficio. Porque las máquinas, los aparatos, alivian el trabajo humano, dejándole al obrero lo más liviano. Tal vez suplante a dos o tres pero el grueso de trabajadores sigue siendo necesario.

—Por último ¿qué más espera de la vida?
—Creo que ahora lo único que deseo es paz y tranquilidad...

Ver artículo: Soppelsa. Un apellido ligado a la industria del helado

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Esteban Soppelsa, hijo de italianos, Pedro Soppelsa y Stella María Casanova, nació en Alemania un 5 de febrero de 1914
El drive-in de la firma Soppelsa, estuvo ubicado en Avenida Libertador y Alvear
El patriarca de la empresa, Esteban Soppelsa. Se hizo cargo de las heladerías en 1950 y al poco tiempo asoció a sus primos, los hermanos Gottardi.