Goransky Abraham.
El hombre que apostó a las industrias locales

Abraham llegó a la Argentina en 1913 proveniente de Rusia. Incursionó en la actividad vitivinícola y sus hijos fueron los primeros en traer al país el tetrabrick para envasar vino. Hoy su apellido se vincula a una fábrica de oxígeno industrial y medicinal.

   
Un hombre fuerte y de gran carácter. Así fue Abraham Goransky, quien supo levantar numerosas empresas e industrias en San Juan y cuyo apellido quedó marcado en la historia local.
Abraham arribó a estas tierras proveniente de Kiev, Rusia, en un buque que tan solo llevaba registrada a la mitad de su tripulación. Lo hizo con el pasaporte de un amigo y cargado de limitaciones. Fue en 1913 y tenía 24 años.
El hombre fue llevado a un hotel de inmigrantes para quedar en cuarentena por cualquier enfermedad que trajera consigo. Después de ese periodo fue dejado en libertad y emprendió camino rumbo al interior del país. Traía consigo un pequeño bolso con ropa y mucha experiencia en producción triguera. Es que en su país de origen, se había dedicado a trabajar el campo con su familia.
Su padre era encargado de una propiedad del zar. Las anécdotas familiares cuentan que todos los meses un contador arribaba al lugar para medir la producción y las ventas de trigo. En ese contexto, se reunía toda la familia en fila para besar la mano de aquella persona. Un día, Abraham no quiso realizar esta pleitesía y fue castigado por su padre. El hecho lo llevó a huir de su casa con tan solo 13 años y deambular por distintas ciudades de Rusia. Al tiempo volvió a y estrechó la relación con su familia.

Fueron épocas difíciles, más que nada porque el gobierno ruso comenzó a recluir jóvenes para la guerra y muy pocos sobrevivían a ella. Con el acecho del servicio militar a cuesta, el adolescente decidió escapar de su país y viajar a Latinoamérica donde se corría el rumor que se “podía vivir muy bien”.

En el país que le abrió las puertas

Una vez en Argentina, y con el idish como única lengua, Abraham se manejó como pudo. Desde el Hotel de Inmigrantes le recomendaron ir al límite de Buenos Aires y La Pampa, al menos eso entendió él, para explotar la tierra. Así fue como emprendió camino para allá pero se encontró con una sorpresa. Solo había tierra árida y nada de producción.

El siguiente destino fue tomado al azar, Mendoza. Allí entró a trabajar en la bodega de López Hermanos, donde cobraba unas pocas monedas por día y vivía en el galpón de este lugar. Los fines de semana que tenía libres se iba al centro de la provincia para buscar gente de su misma colectividad judía para relacionarse. Además, su objetivo era encontrar una pensión para vivir sábados y domingo.
En medio de esa búsqueda conoció a una mujer que hablaba su mismo idioma y que le recomendó irse a vivir a San Juan porque había más posibilidades de crecimiento. Angaco fue el departamento que lo recibió en un principio. Luego se dirigió a Caucete para trabajar como obrero de una finca en un viñedo. Allí armó las primeras pautas sobre uva y vino.
Con espíritu emprendedor, al año recibió un préstamo del banco Nación que le permitió ingresar en el mundo vitivinícola.

La familia


En 1916, Abraham conoció a María Spollansky en el almacén de Herman, padre de la chica.
Aquella mujer había llegado a la Argentina en 1907 con 6 años (edad cumplida en el mismo barco) junto a su madre Sofia Shwetz y sus hermanos José, Marcos y Vicente, todos provenientes de Odesa, Rusia. Un año antes, en 1906, Herman con 22 años había arribado a estas tierras en busca de una actividad laboral y una casa para que viviera su mujer y sus hijos.
Una vez juntos, los Spollansky se radicaron en La Legua donde levantaron un pequeño almacén. Ese local era atendido por toda la familia, entre ellos María que había abandonado la escuela en tercer grado para ayudar en su hogar.
Abraham y María se casaron el 5 de enero de 1918. Él tenía 29 años y ella 17. En octubre de ese año tuvieron el primero de ocho hijos, Marcos. Luego le siguieron Berta, los mellizos Saúl y Samuel, Isaías, Jane, Jacob y Lea.
Los primeros años vivieron en Capital, pero luego se radicaron en Caucete sobre calle Los Ranchos donde tuvieron una humilde vivienda. La historia familiar relata que fueron épocas de mucha escasez y que María, para ver mejor el aspecto de su casa, pintaba de colorado todos los sábados el piso de  la vivienda. Aquella casa tenía a los pocos metros una pequeña bodega con una destilería que significaba la incursión de Abraham en la vitivinicultura.
Años después la situación mejoró y se fueron a vivir nuevamente a Capital, donde compraron una hermosa casa con una bodega.

Por aquel entonces, Herman Spollansky significó para Abraham un fuerte apoyo. El padre de María fue una figura muy activa en la sociedad sanjuanina. Trabajó en la creación del cementerio judío para sepultar sus seres queridos según los ritos religiosos; y fue presidente de la primera comisión directiva de la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos (1916) que tuvo a Antonio Kalejman como su tesorero.
Para la década del ‘60, Abraham llegó a ser uno de los grandes productores de San Juan. Poseía una producción estimada de 12 millones de kilos de uva, llegando a convertirse en el mayor productor vitivinícola independiente de la provincia. Además poseía complejos vitivinícolas en San Juan, fraccionadoras en Buenos Aires e intervino en otras industrias. Incursionó en una fábrica de gaseosas (única en su tiempo y que sorprendió a todos), impulsó  una calera en Jachal, una empresa de ácido tartárico y metatartárico, de trozado de tomates y de licores en Buenos Aires. Tuvo fincas y una bodega con la que hacía vinos, mosto sulfitado y concentrado.

Innovadores

Abraham siempre fue un visionario y sus hijos adquirieron esa característica de él. Cuando aquel hombre ya vio que sus descendientes podían tener una mayor participación en las empresas familiares y que él ya estaba avanzado en edad, decidió distribuir las firmas entre ellos. Todos tenían estudios universitarios y comenzaron a formar parte de la actividad comercial como una forma de unidad y organización familiar.
Abraham controló todo bien de cerca y siempre pregonó para que no se identificaran las empresas con el nombre de cada uno de sus hijos sino que todo fuera visto como Goransky. Así fue como la historia de la familia relata que uno de los hermanos con su yerno trajo de Paris a la Argentina una forma innovadora de fraccionar el vino: en envases de cartón. Para conseguir tal desafío tuvieron que saltear varios obstáculos pero con éxito rotundo pudieron inaugurarla con la presencia de, por aquel entonces, el presidente Onganía quien vio con asombro esta forma de conserva única en el país.
El sistema les valió a los Goransky recibir el calificativo de locos por parte de muchos de sus pares, que no concebían la posibilidad de envasar vino en contenedores que no fueran las botellas. Con el tiempo, llegó la aprobación de aquellos que en un principio lo rechazaron ya que vieron la buena respuesta de las amas de casa y de la sociedad en sí.

 

La Platense, una planta que es orgullo familiar

Saúl Goransky fue el hijo que más se animó a emprender un camino independiente. De perfil decidido y muy pujante, “el mellizo” estudió medicina en la universidad de Córdoba donde conoció a quien sería su esposa Estera Grinhauz y con quien años más tarde tuvo cuatro hijos varones: Herman, Ernesto, Gabriel y Hugo. A pesar de que las calificaciones universitarias eran muy buenas, con el tiempo decidió abandonar los estudios para apostar a la actividad comercial en su San Juan natal. Así fue como siendo muy joven creó su propia empresa, La Platense, dedicada a la ferretería industrial.
Sin dudas el éxito en esta firma llegó cuando incluyó las primeras plantas productoras de oxigeno que llenaron una necesidad de la sociedad sanjuanina, que era abastecida por Buenos Aires.

Este nuevo emprendimiento tuvo su impulso ante una situación familiar muy dura, la muerte siendo bebé de su hijo Gabriel tras un problema cardíaco. Esto lo llevó a importar desde Francia una planta productora de oxígeno medicinal que se instaló en un edificio diseñado  especialmente para tal fin.
Su aporte a la industria aumentó con la instalación de una planta productora de acetileno que intervino en la actividad minera y agrícola. Además apostó a la siembra de algodón en San Juan y firmó convenio con una desmotadora de Córdoba para incentivar a los productores a la siembra de este cultivo.

Saúl tuvo una activa intervención en la vida política y social de la provincia. Fue ministro de Economía en el gobierno de Américo García (1958-1962) y participó en diferentes fueros nacionales e internacionales. Hasta sus últimos días fue partícipe de la política siendo hombre de consulta de distintos gobiernos.
En 1983 sus hijos Herman (recibido de Contador en Mendoza) y Hugo (estudiante de Agronomía en Córdoba) se establecieron en San Juan y se hicieron cargo de la empresa La Platense. Ambos lograron hacer crecer la compañía y crearon un complejo industrial dotado de una planta de oxígeno de última generación, conjuntamente con una planta de acetileno, ubicada en un predio de 6 hectáreas en Chimbas. Luego inauguraron una segunda fábrica que triplica la producción de gases y produce oxígeno y nitrógeno líquido tanto medicinal como industrial.

Sin embargo no fue el único área en la que incursionaron. Hugo desarrolló una bodega boutique, diseñada por su hermano Herman, en Las Tapias, Albardón, que no solo elabora vino de alta calidad sino que además se levanta como una reserva turística que demuestra las cualidades de la zona. Además, con el diseño arquitectónico de su hermano Ernesto construyó el primer complejo comercial de gran dimensión en San Juan como fue el Shopping Alto Del Bono.
El gran árbol de la familia Goransky, incluye muchos profesionales como abogados, ingenieros y médicos. Ernesto, el hijo de Saúl, desarrolló como arquitecto varios emprendimientos inmobiliarios entre ellos dos complejos de viviendas colectivas y el Design CE Hotel, el primer hotel boutique de Capital Federal, todo en Buenos Aires.
Por su parte, Yaron Goransky, hijo de Isaias, está al frente de la empresa Sendra S.A.; y la familia Kerman (de la rama de Lea) forman parte de la unidad de socios del Sanatorio Argentino.

              

GALERIA MULTIMEDIA
Abraham Goransky y María Spollansky junto a sus hijos Saúl, Samuel, Jane, Jacob, Bertha, Marcos e Isaías. Lea tenía 6 meses y no salió en la foto.
Abraham Goransky y María Spollansky en la década del ‘70.
María Spollansky llegó a la Argentina con apenas 6 años, edad que cumplió en el barco.
Abraham, (en el centro con corbata) con compañeros de trabajo en la bodega de López Hermanos en Mendoza.
Los mellizos Samuel y Saúl Goransky con sus respectivas esposas Anita y Ester.
Abraham y María en las bodas de oro junto a todos los hijos y nietos
Herman Spollansky y su esposa Sofia Shwetz en la década del ‘50.
Abraham y María con Marcos, Bertha y los mellizos recién nacidos, 1922.
Los mellizos Saúl y Samuel con Isaias.
Abraham y María en sus bodas de oro de casados junto a hijos/as y yernos/as.
Abraham (en el centro, sentado) en la Comisión de la Sociedad Israelita junto a Saidel, Guidman y Potashner, entre otros.
Saúl Goransky y Estera Grynhauz en ocasión de un casamiento familiar.