Higa. De tintoreros a médicos


Son muy pocos los Higa que viven en San Juan, aunque en Japón, de donde viene esta familia, es uno de los apellidos más comunes, son casi como los Pérez en Argentina. Arribaron a Sudamérica en los años treinta, entre los primeros japoneses que se instalaron en el país. En la provincia fundaron una tintorería tradicional, “Los Andes”, que funcionó durante más de medio siglo.

Kama Higa vivía en Okinawa junto a su mujer y sus cuatro hijos, tres hombres y una mujer. Corrían los años treinta y Japón no era la potencia económica que hoy se conoce. Había mucha pobreza y ellos, al igual que muchos otros japoneses, eran agricultores y pasaban muchas penurias.

El viaje a occidente

En busca de un mejor horizonte, Kama se embarcó hacia América. Sus descendientes no saben bien por qué llegó a Argentina, tal vez tomó el primer barco que había. Las aguas lo llevaron hasta Buenos Aires y poco después vino a San Juan. Como muchos japoneses radicados en Argentina, instaló la tintorería “Los Andes” en Entre Ríos casi Santa Fe.

Dos años después de llegar, aproximadamente en 1936, Kama mandó a llamar a su hijo mayor, Seiyu. Faltaba poco para que comenzara la Segunda Guerra Mundial y Japón se uniera al bando de Italia y Alemania.
El chico, que tenía quince años, viajó dos meses en barco para encontrarse con su padre. Lo acompañaba un amigo, también de apellido Higa pero que no era pariente suyo.
Fue un largo y duro viaje. El barco cargaba gente en cada puerto que paraba y estaban hacinados. Prácticamente vivían en la cubierta porque estaba todo lleno, no tenían camarote y comían lo que podían.

Una nueva cultura


En Buenos Aires Seiyu y Kama se reencontraron.
No les resultó para nada sencillo adaptarse. Tardaron un tiempo en aprender la lengua, por suerte en esa época, había argentinos e inmigrantes “muy dados” que les fueron enseñando. Pero hasta la comida era muy distinta. Habituados al arroz, las verduras y al pescado tuvieron que acostumbrarse a comer carne y a que muchas veces, especialmente en San Juan, los pescados faltaban.

Durante algunos años vivieron en los dos extremos del país, Kama en San Juan y Seiyu en Buenos Aires. Cuando arribó, el joven trabajó en chacras, luego en tintorerías, hasta que a fines de los cuarenta su padre le pidió que se viniera a San Juan.
Aunque habían pasado algunos años desde que llegaron a Argentina algunas cosas les seguían resultando extrañas. En una oportunidad a Seiyu lo mandaron a llevar ropa a una casa. Con las prendas a cuestas comenzó a buscar el número de la vivienda, que era impar, en la vereda de los pares.
No sabía que en el país se hace esa diferencia en la numeración. Estuvo un largo rato recorriendo ida y vuelta la misma cuadra hasta que un hombre, que lo había estado viendo, le explicó que los números impares estaban en la vereda de enfrente.
Además, como para muchos su nombre no resultaba sencillo, en lugar de decirle Seiyu lo apodaban Mario.

Después de la guerra

Los dos hijos hombres de Kama que quedaron en Okinawa tuvieron que pelear en la Segunda Guerra Mundial.
El más chico murió y el otro logró sobrevivir, aunque una esquirla de granada le cortó los tendones y le dejó una pierna más corta que la otra. Cuando terminó el conflicto, Masanobu, el joven Higa que se salvó, se vino a Buenos Aires.

Mientras, en Argentina, Kama dejó la tintorería a cargo de Seiyu y se fue a vivir a la capital del país, donde abrió otro local del mismo rubro. Desde ahí le escribió a su hijo Masanobu para que viniera.
El primogénito, Seiyu, nunca se fue de San Juan. Su amigo, que tenía el mismo apellido que él y con el que llegó desde Japón, trabajó un tiempo con él en la tintorería Los Andes y después se radicó en Mendoza, donde creó su propio negocio.

El padre de la familia, Kama, falleció en 1966, en Buenos Aires. No llegó a traer a su esposa y a su hija. Seiyu intentó traer a su madre pero no se adaptó y en 1977 murió, estando en Japón.

La familia de Seiyu

A diferencia de su padre, que fue más estricto en conservar las tradiciones de su cultura, Seiyu acogió muchas de las costumbres de los argentinos. Adoptó la religión católica, las comidas y se casó con una criolla, Argentina Quiroga. Ella trabajaba justo enfrente de la tintorería, en las oficinas de la bodega Salvo, por eso se conocieron.

Argentina y Seiyu se casaron cerca de 1950 y fueron padres de: Mario Adolfo, Susana y Sonia. Si bien Seiyu se adaptó a los hábitos locales conservó algunas de sus costumbres y las transmitió a sus hijos. Al mayor lo mandaba a profesores de judo. Le contaba que así como acá en las escuelas los chicos tenían gimnasia allá lo tenían para el arte marcial.
Trataba de incluir en sus comidas el arroz y era un trabajador incansable. Como es usual de los japoneses, cuando asumía un compromiso hacía todo para cumplirlo. Si a un cliente le prometía que tendría lista la ropa para el día siguiente, aunque se tuviera que quedar toda la noche, lo hacía.
Cada tanto rabiaba con personas que no tenían la misma responsabilidad para cumplir con el trabajo. Lo mismo con los horarios, era muy puntual. Además, era muy bueno en el ping pong, en su casa tenía una mesa y pocos podían ganarle.

Otra de las tradiciones que mantuvo fue la importancia del hijo mayor, que después del padre rige la familia y preparó a su hijo para que así lo hiciera. Además, le dijo que estudiara, que no hiciera como él, que no había tenido esa posibilidad. Para que se diera cuenta, lo llevaba a la tintorería a trabajar y le decía “¿Viste que pesado?, entonces estudiá”. Mario estudió medicina en la Universidad Nacional de Córdoba y luego se especializó en cardiología.

Seiyu murió en 1989, hasta entonces trabajó en la tintorería que había fundado su padre y que luego de un tiempo trasladó a calle Mitre antes de Sarmiento. Desde entonces su esposa, Argentina, se hizo cargo de la empresa. La siguió administrando hasta que falleció, en 2006 y el local funcionó hasta el 2007.

» Mario Adolfo es médico cardiólogo, fue gerente de COLMED y está casado con la doctora Liliana Echegaray, que es Jefe de Sala del Hospital Rawson y fue directora de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Cuyo. Tienen dos hijos: Nahomi y Kenzo, los dos son médicos.

» Susana, falleció a los nueve años.

» Sonia es profesora de inglés y es madre de Martina y Tomás

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Seiyu Higa junto a su esposa Argentina y a sus dos hijos mayores, Mario Adolfo y Susana.
Mario Adolfo Higa con seis años, en una motoneta junto a su pequeña hermana Susana, de solo dos años.
En la puerta de la tintorería, el primero que aparece era un empleado del local, Jaime, a su lado están Mario Adolfo, su madre Argentina Quiroga, su padre Seiyu y su cuñado que vino de visita a Argentina, Yamashiro.
La madre de Seiyu en Okinawa. Sus nietos, incluso los argentinos, le llamaban “obasan”, que significa abuela en japonés.
Mario Adolfo Higa junto a su mujer, Liliana Echegaray y a sus dos hijos: Kenzo y Nahomi.