Kalejman: el herrero ucraniano que inició una familia de destacados médicos

 Antonio Kalejman llegó a San Juan en 1905 y tuvo seis hijos. Dos de ellos alcanzaron a ser reconocidos especialistas en esta provincia y en Mendoza.

Vino a la Argentina escapando de la guerra entre Japón y Rusia, por la península de Kamchatka, y acá formó una familia que dio importantes profesionales. Antonio Kalejman llegó al país, proveniente de Ucrania, en 1905 y se estableció en San Juan. Tenía 18 años de edad y era herrero de profesión, pero su deseo de trabajo lo llevó a incursionar en varios oficios.

Con la ayuda de Simón Chait, lo primero que colocó fue una herrería en Santa Fe y Alem donde hacía herraduras más allá de que su fuerte fueran las esculturas realizadas con metales. Si bien ese arte nunca fue explotado, hizo muchas obras en sus tiempos libres que luego pasaron de generación en generación.

La actividad comercial fue en crecimiento hasta que un día un accidente hizo que su vida cambiara de rumbo. Trabajando una bigornia con el corno, éste fue a darle en la pierna y le produjo una fractura. A partir de eso colocó un almacén de rubros generales en el cruce de las calles Catamarca y 25 de Mayo.

 Para ese entonces el hombre ya había traído, en 1907 a San Juan, a sus padres con su hermano José y su novia Dominga Lerner. Estos dos.últimos serían quienes atenderían el mercado ubicado en 25 de Mayo y Catamarca mientras él trabajaba como administrador de una finca de 2.700 ha. en Tucunucu, Jáchal, propiedad de Román Becerra. Luego, tomó las riendas de otra en Media Agua, Sarmiento; y una propiedad rural en 25 de Mayo en sociedad con Jaime Abner.


  En la década del '20, el trigo cosechado era procesado en el molino de Blanco ubicado en Av. 25 de Mayo y Alem que daba una de las mejores harinas de la región.

Por aquel entonces, el gobernador Federico Cantoni, se interesó por ese negocio y comenzó un proceso de apropiación de las tierras jachalleras de Kalejman. Ante la indicación legal de expropiación, Antonio contrató a Ramos Mejía, un letrado de Buenos Aires que llegó para intervenir en ese proceso pero que nada pudo hacer.

La finca fue expropiada y con el dinero obtenido, el hombre pudo adquirir un bar automático que se instaló sobre calle Mendoza pasando Laprida. Revolucionario para la época, el sistema permitía adquirir una bebida o una comida con solo ingresar una moneda en la máquina.

El éxito fue tal que tuvo que sacar a su hijo más chico de la escuela para que lo ayudara a llevar el negocio. Así fue como ambos pasaron más de 18 horas trabajando en una actividad que tuvo una gran repercusión social.

 

La familia

  En 1908 Antonio se casó con Dominga Lerner y un año después nació Enrique. Luego vinieron Moisés, Clara, Sofía, Sara y Héctor (1922). La vida familiar se desarrolló en una casa ubicada en calle 25 de Mayo y Catamarca. Allí los hijos se criaron con la base de que el estudio es lo que impulsa el crecimiento. Por eso todos recibieron educación universitaria excepto Sofía, que nació con una disminución visual que con los años desencadenó en una ceguera total.

La escuela Sarmiento (ubicada por aquel entonces en Mitre y Catamarca) y el colegio Nacional fueron los establecimientos donde se formaron.

 

Enrique y Héctor Kalejman
Enrique fue el primer hijo de la pareja y Héctor el último. Ambos se llevaban 15 años de diferencia y tenían la misma pasión: la medicina.

Impulsados por su padre, cuyo mensaje era siempre "hay que estudiar porque lo que uno tiene en la cabeza, el día de mañana nadie se lo quita, ese es el más alto patrimonio que uno puede tener", Enrique se radicó en Córdoba para estudiar medicina en el año 1930.

Allí el hombre realizó la carrera especializándose en Pediatría. Una década después, en 1940, su padre muere víctima de una neumonía, y Enrique se convierte en pilar de la familia.

Para ese entonces su hermano Héctor estaba en el dilema de si estudiaba o no medicina en aquella provincia. La pérdida le hizo dudar por un momento de la posibilidad de seguir una carrera universitaria en Córdoba pero la fuerza de la madre y la voluntad de Enrique, que se propuso costearle la carrera, hicieron que él siguiera el camino universitario y estudiara oftalmología.

El 15 de enero de 1944, el terremoto los marcó como profesionales. Enrique ya vivía en esta provincia mientras Héctor había llegado para disfrutar de unas vacaciones. El sismo los puso a prueba en sus conocimientos de medicina ya que debieron socorrer a muchos de los heridos. En el hospital Rawson prestaron colaboración durante las semanas siguientes a la catástrofe.

Meses después, toda la familia con la madre a la cabeza se trasladó a Buenos Aires para vivir, excepto Moisés y Enrique quienes se dedicaron a la vitivinicultura y a la medicina, respectivamente.

Enrique trabajó ad honorem por un par de años en el hospital Rawson, mientras que Héctor acompañó a las mujeres de la casa a vivir en Capital Federal. Allí residió durante dos años hasta que sus hermanas se casaron.


 

El camino de la medicina

Enrique y Héctor tuvieron siempre un gran amor por la medicina y supieron conjugarla con los compromisos sociales y familiares. Así fue como alcanzaron a ser dos de los médicos más reconocidos de la época.

En el caso de Enrique, hubo un hecho que lo marcó como pediatra y le otorgó cierto prestigio. Fue el que aconteció en septiembre de 1944. La historia relata que para aquel entonces, el doctor Enrique Domínguez lo convocó para formar un equipo médico y así afrontar un desafío que le ponía la medicina: un niño de 4 años sufría una grave neumonía y no había remedio que lo curara. Ante esto el grupo integrado por esos dos profesionales más Ricardo López Mansilla pidieron a la Nación el envío de un antibiótico muy nuevo para ese tiempo: la penicilina. Como esta droga llegaba a la Argentina en dosis muy reducidas (por ser algo innovador), la distribución era controlada. Por ello los tres médicos debieron hacer un pedido firmado por el ministro de Salud de San Juan y bajo juramento de que esto se realizaba ante un caso de suma gravedad.

Así fue como, al poco tiempo, llegó a San Juan por primera vez una gran dosis de penicilina y el niño de 4 años se salvó. De esta manera, ese hecho se convirtió en el antecedente que tuvieron los tres médicos de la efectividad de la nueva droga y de la capacidad de ellos para afrontar una enfermedad como la neumonía.

Formado en la Casa Cuna de Córdoba, Enrique fue uno de los primeros pediatras de la provincia. En 1955 se convirtió en integrante del tribunal de honor del Colegio Médico de San Juan y pocos años después pasó a ser presidente de esta asociación. Además fue presidente de la Sociedad de Pediatría de San Juan y miembro honorífico de la filial local de Amigos Argentinos de la Universidad Hebrea de Jerusalem.

Las anécdotas familiares relatan que cuando sufrió el primero de los cinco infartos al corazón, desde el ministerio de Salud de la provincia determinaron que las calles que rodeaban la casa del médico fueran cortadas para que el ruido de los autos no interrumpiera su proceso de recuperación. Así fue como el tráfico de las calles Córdoba, General Acha y Mendoza fue suspendido por una semana.

 

La historia del hermano menor

En 1946 Héctor Kalejman estudiante de medicina regresó a Córdoba para finalizar con sus estudios pero esta vez no se fue solo, sino con su novia Lía Rosemblat quien trabajaba en la casa Ivonne de Capital Federal y pidió el traspaso para la ciudad de las sierras. Seis años duró el noviazgo hasta que el 26 de julio de 1952 contrajo matrimonio en Mendoza. En medio de la cena llegó la información de que había muerto Eva Perón por lo que la fiesta tuvo que ser levantada.

Al poco tiempo volvió a San Juan pero esta vez para quedarse para siempre en estas tierras. Acá había muy pocos oculistas lo que lo convirtió en referente de esa disciplina en la sociedad, atendiendo de 45 a 50 pacientes por día.

Junto a Lía tuvo cuatro hijos: Dina Beatriz, Graciela Ruth, Liliana y Néstor Eduardo. En 1970, Héctor quedó viudo. Durante diez años estuvo solo hasta que conoció a Afifa Yolanda Mattar. La mujer, que también había enviudado, al principio no quiso saber nada con él, hasta que después de mucha perseverancia por parte de Héctor contrajeron matrimonio el 4 de enero de 1980.

 

En honor a su hija
La primera hija que tuvo Héctor, Dina, nació con síndrome de Down. La pequeña vivió 6 años y murió en un accidente. En homenaje a ella, Héctor fundó una escuela para chicos especiales. Lo hizo en la esquina de calle Laprida y avenida Rioja. La institución se llamó Sociedad de Asociación para la Rehabilitación del Menor, SARM y contó con mucho apoyo de los sanjuaninos.

Para levantar el edificio apeló a la colaboración de la gente a partir de una serie de corsos y carnavales que organizaron. El dinero que recaudaron superó los dos millones de pesos y con eso se montó la escuela que luego funcionó durante varios años en el fondo de Obras Sanitarias. Finalmente se trasladó a Sarmiento y Belgrano.

Ésta la administraba una comisión de mujeres, hombres y jóvenes y contaba con más de tres mil socios. La institución atendía, por aquel entonces, a 160 niños con problemas físicos y mentales que eran retirados de sus casas en una movilidad destinada desde este centro. Los primeros maestros especializados de la provincia sobre esta área, fueron capacitados en Buenos Aires por impulso de Kalejman.

Héctor fue médico oftalmólogo y su trayectoria incluye la presidencia de la Bolsa de Comercio de San Juan y del Colegio Médico. También fue miembro fundador del Instituto de Neuropsiquiatría del Hospital Rawson.

Héctor, Enrique y Moises Kalejman formaron una sociedad con la que levantaron una bodega en Santa Lucía que duró diez años y en la que se vendía un millón de litros mensuales de vino en damajuana. La bodega familiar fue administrada por Moisés y en los últimos años quedó en manos de Antonio (hijo de Enrique). Luego fue vendida a una firma coreana. La misma tenía una capacidad de 8 millones de litros y molía 15 millones de uvas al año.



 

Las nuevas generaciones

Enrique Kalejman se casó con la mendocina Juana Kerman y tuvo cuatro hijos: Norma Beatriz, Alicia Estela, Olga Noemí y Antonio César. La primera hija, Norma, es arquitecta y está casada con el arquitecto David Schabelman. La doctora tocoginecóloga, especialista en Medicina Reproductiva, Graciela Schabelman es hija de la pareja.

Por su parte, Alicia siguió los pasos de su padre y se recibió en 1970 de médica pediatra en la universidad nacional de Mendoza. Está casada con el ingeniero Adolfo Grynszpan.

La tercera hija de Enrique es Olga y está casada con Basilio Carlos Gabriel Haro con quien tiene tres hijos.

El último hijo de Enrique es Antonio, contador, casado con Adela Ana Schabelman con quien tiene tres hijos: Natalia, Esteban y Florencia.

Por otro lado, las hijas de Héctor Kalejman son Graciela Ruth, Liliana y Néstor Eduardo.

 

GALERIA MULTIMEDIA
"Los hermanos Kalejman", de izquierda a derecha sentados: Moisés, Clara, Sofía y Sara. De pie: Enrique y Héctor.
Dominga Lerner se casó con Antonio Kalejman en 1908, al poco tiempo de haber llegado a San Juan.
Héctor Kalejman y Afifa Mattar junto a los hijos de cada uno. Sentados están Emilio y José Nacif. Parados, se ubican Víctor y Nahin Nacif y Néstor Eduardo, Graciela y Liliana Kalejman.
Enrique Kalejman junto a su esposa Juana Kerman y sus cuatro hijos: Norma, Alicia, Olga y Antonio. En la foto tambien están los nietos de la pareja.
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