Zanni. La familia que prosperó con fe y perseverancia

Los Zanni llegaron a San Juan como parte del proyecto para reflotar Tucunuco, en Jáchal. Aunque esa iniciativa quedó frustrada, Osvaldo Zanni, y su mujer, Leonor Carballo, siguieron apostando por la provincia y se convirtieron en los iniciadores de la reconocida firma de amoblamientos que lleva su apellido.

De Martínez de Hoz a Tucunuco

Entre los 60 y 70, Osvaldo Zanni y su esposa, Leonor Carballo, hija de Froilán Carballo y Dominga Piazza, vivían en Coronel Martínez de Hoz, Buenos Aires. Osvaldo, hijo de Juan Carlos Zanni y Serafina Mietta, se dedicaba a trabajar las más de cien hectáreas en las que vivían. Cultivaba trigo, en una época tuvo gallinas, en otra vacas lecheras, así se las iba ingeniando para mantener a su familia, formada por su mujer y sus tres hijos que, pronto, pasarían a ser cuatro.

 

 En 1975, Osvaldo se enteró de que en San Juan buscaban personas para poblar un pueblo abandonado, Tucunuco. El lugar, a más de cien kilómetros de San José de Jáchal, había sido la estancia de los Cantoni. Tenía algunos ranchos, una iglesia y una pequeña escuela, pero solo tres familias vivían en ese sitio. La idea era que varias personas, sobre todo profesionales de distintas áreas, se instalaron en el pueblo y comenzaran a explotar las tierras. Cuando conocieron esta idea Leonor y Osvaldo se entusiasmaron. Les atraía sobre todo la posibilidad de vivir en una comunidad en la que todos contribuyeran con su trabajo.


Un proyecto truncado

Los Zanni llegaron en enero de 1976. Junto al matrimonio venían cuatro hijos: Marcelo, el mayor, que tenía once años, Virginia, Francisco y el menor, Mauricio, que tenía tres meses. Se instalaron en el pueblo y pronto se pusieron a trabajar junto a otras 17 familias que también llegaron allí y que venían de Uruguay y Buenos Aires. El gobierno les mandaba mercadería y les comenzó a construir casas. Los hombres labraban la tierra, recuperaron 200 hectáreas de olivo y todo lo hicieron sobreponiéndose a una gran dificultad: el agua no llegaba. Para lograrlo, abrían canales precarios que se desmoronaban con frecuencia por las crecidas.

 

 Sin embargo, muy pronto el panorama se complicó. En marzo se produjo el golpe militar, el gobierno de facto les quitó el apoyo a los nuevos pobladores y los acusaron de ser guerrilleros. Detuvieron a varios de los hombres, entre ellos a Osvaldo, aparte de robarse pertenencias de las familias. Los golpearon, los mantuvieron cautivos e incomunicados. Por fortuna, mientras eran trasladados, se cruzaron con un comandante de gendarmería que había estado haciendo un estudio de esa población, sabía a qué se dedicaban y que no tenían ningún tipo de armas. Así que gracias a su intervención, fueron liberados.  

La mayoría de las familias dejó Tucunuco, aparte de los Zanni, solo otras dos quedaron en la provincia. Ellos vivieron algunos meses más en ese pueblo, alimentándose cómo podían, las mujeres cocinaban la alfalfa del lugar y la harina que les donaban. Finalmente todos se fueron, incluso los Zanni, que se instalaron en la ciudad. Pero Osvaldo, que tenía la esperanza de poder hacer algo con esas tierras, vendió su propiedad de Buenos Aires y compró maquinaria. Siguió trabajando pero se fundió y dejó Jáchal.

 

Un emprendedor incansable

Venir al centro no fue fácil, Osvaldo estaba acostumbrado al trabajo de campo. Fue vendedor, cobrador, verdulero y empleado de comercio. Lo que ganaba apenas le alcanzaba para comprar la comida del día. A pesar de que fue un tiempo difícil, la familia nunca se dio por vencida. Fue justo en esa época, al venir a la ciudad, que conocieron a los misioneros mormones y se bautizaron en esa fe, que fue la que las sostuvo y mantiene unidos desde entonces.

 

 Diez años después de estar en la provincia, Osvaldo decidió aprender carpintería, él ya tenía 46 años. Fue un mes a una escuela nocturna, luego fue auxiliar de carpintería y después trabajó en forma independiente, haciendo arreglos. Más tarde, empezó a hacer muebles en forma particular, ya con la ayuda de su hijo mayor, Marcelo. Para entonces, ya había nacido su quinta hija, Hebe. Con esfuerzo compraron la primera máquina, que era para fabricar juguetes, pero que ellos aprovechaban para hacer muebles.

De a poco, con sacrificio, los Zanni hicieron crecer la firma que lleva su apellido y que desde hace 26 años funciona en la provincia. Aunque hoy Osvaldo no los acompaña físicamente, su entrega, su esfuerzo y su amor por su familia, siguen siendo la guía para sus cinco hijos, que hoy integran la sociedad dueña de la empresa.


» Marcelo tiene cuatro hijos: Víctor, está terminando sus estudios en ingeniería industrial; Andrea, profesora de piano, Emilia, estudia de Biología, y Enrique, que está en la escuela.

» Virginia tiene cuatro hijos. El mayor es Marcelo, trabaja en el taller de la empresa y es padre de Amelia y Efrain. A él le siguen: Gabriel, arquitecto; Camila, sigue la carrera de contador, y Alejandro Cifuentes, estudia marketing en medios sociales, en Estados Unidos.

» Francisco es padre de: Federico, que estuvo haciendo su misión en Taiwán; Nicolás, que está en Brasil, Santiago, que está en Portugal, Laura, Julieta, Carolina y Ana, todas estudiantes.

» Mauricio es padre de Lucrecia, Isabella, Ignacio y Fabrizio, que están en la escuela.

» Hebe es madre de Marcos, Abigail y Esteban Álvarez, que están en la escuela.

 

GALERIA MULTIMEDIA
La familia de Leonor Carballo. En la foto aparecen sus padres Froilán y Dominga Piazza junto a sus hermanos: Nélida Teresa, César José, Nicolás Feliciano, María Ángela y Catalina Concepción. La foto es de 1931.
Leonor Carballo y Osvaldo Zanni junto a sus cinco hijos: Marcelo, Virginia, Francisco, Mauricio y Hebe.
Los padres de Osvaldo Zanni, Serafina Mietta junto a su esposo Juan Carlos Zanni.
Leonor Carballo de Zanni junto a sus cinco hijos, sus nueras y yernos, sus nietos y bisnietos. La foto es de 2013.