Pepe Di Paola: "En Argentina nunca hubo una guerra contra la droga"

El sacerdote que tuvo que exiliarse por su trabajo contra el narcotráfico estuvo en el Congreso de Prevención de Adicciones. En una entrevista con La Ventana habló sobre la vida en la villa, las amenazas que recibió y la relación que tenía con el obispo Bergoglio.

 El padre Pepe Di Paola tiene 51 años. Es hijo de un médico y una ama de casa, hincha de Huracán, admirador de los asesinados Padre Mugica y Monseñor Romero y lleva la mitad de su vida siendo cura. Mientras estudiaba en el Instituto Social Militar Dámaso Centeno, de donde también egresaron Charly García, Nito Mestre y donde se formó Sui Generis, conoció al padre Raúl Perrupato, un sacerdote cercano y comprometido con la juventud que lo acercó al seminario.  

Desde que empezó su camino al sacerdocio, los jóvenes y los más pobres se convirtieron en los blancos de su vocación. Sus trece años de trabajo en la Villa 21, su exilio en Santiago del Estero, su retorno a las villas del conurbano y su cercanía al obispo Jorge Bergoglio lo han convertido en uno de los curas villeros más mediáticos del país. Querido por los pobres, odiado por los cabecillas de los circuitos del narcotráfico, fue uno de los expositores del Primer Congreso Internacional de Prevención de Adicciones en Poblaciones Vulnerables, que tuvo sede en Rawson la semana pasada. El sacerdote fue entrevistado en el programa La Ventana, que conduce Juan Carlos Bataller.

-¿Hoy se está perdiendo la batalla contra la droga?
-Para perder una guerra primero tenés que enfrentarte al enemigo y en Argentina nunca nos hemos enfrentado como corresponde. No hay que hablar de guerra sino de trabajo. ¿Cuándo hubo más hogares, más centros de día, de recuperación, más dinero para Sedronar? No ha habido y ese es el trabajo en serio.

 -Pero cuando uno ve un niño de doce años vendiendo droga siente que el enemigo está haciéndose más fuerte.
-Creo que a nivel nacional no se planificó una estrategia frente a este tema, que ya se había desatado en Colombia, México y otros lugares. Este Congreso me llena de asombro porque vi una fila de gente como en ningún otro lugar. Esto es tomar conciencia, tener la mirada de toda la sociedad y de los gobernantes frente a un tema tan importante, que tendría que estar en todas las intendencias de Argentina.

-En San Juan se dice que el problema principal no es todavía la droga sino el alcohol.  ¿En las villas es así también?
-El alcohol es un gran problema y la puerta para otras drogas, como la marihuana. Lo importante es trabajar sobre la adicción en general y después sobre aquellas que dañan a los jóvenes. Hoy la marihuana tiene una gran tolerancia social y está dañando especialmente a los más pobres porque no tienen de dónde agarrarse, pasan al paco y de ahí a la muerte.

 -¿Qué se puede hacer para que los jóvenes no caigan en el consumo?
-El trabajo de prevención es el fundamental y para eso hay que rediseñar todas las instituciones. La Iglesia no puede ser la misma, tiene que ser abierta y tener creatividad para trabajar con los pibes de hoy, lo mismo la escuela y los clubes, que a veces se quedan en clásicos.

-¿Tuvo que irse a Santiago del Estero para que no lo mataran?
-Estaba amenazado pero yo creía que no me iba a pasar nada, quizá porque los medios me ayudaron a ser más conocido. Pero también pensaba que la presión iba a molestar a los que me rodeaban, entonces le dije al obispo Bergoglio “jefe me parece que me tengo que ir, hay que descomprimir esto”.

-¿Fue una decisión personal o de la Iglesia?
-Fue mía. Conocía todos los resortes que pasaban por esa amenaza y la gente que podía llegar a ser molestada. Todo el trabajo de recuperación y prevención que estábamos realizando podía peligrar si decía “me quiero quedar”.

-La gente de la villa decía que si le pasaba algo iba a haber una verdadera guerra ¿Midió esa reacción?
-Sí. Creo que la gente de la villa fue la que me salvó porque me proporcionó datos y tomaron una gran actitud de defensa. La primera víctima del narcotráfico es la gente de los barrios pobres y ellos se hartaron a tal punto que les dio mucha bronca esta situación, porque yo como cura estaba con ellos y tuvimos una amistad muy grande.

-¿Hoy son más los sacerdotes que trabajan en las villas?
-Creo que hay más sacerdotes y religiosas de los que se ven. A nosotros nos tocó ser más conocidos por recibir una amenaza y por estar en Buenos Aires, porque si trabajáramos en San Juan tal vez no seríamos tan conocidos. Lo más importante es que el Papa va a acompañar este tipo de trabajo porque lo considera fundamental y nosotros lo vivimos como obispo de Buenos Aires.

-¿Cómo era el obispo Bergoglio?
-Era un tipo austero, simple, mucho menos risueño de lo que es ahora, creo que Dios le dio la fuerza para estar en el lugar justo. Él puso la prioridad en la periferia, también los recursos humanos, los materiales y su propia persona. También leía lo que nosotros escribimos sobre integración urbana y el documento “La droga en las villas: despenalizada de hecho”, nos corregía y ese mismo escrito lo ponía en el boletín eclesiástico.

-Francisco llega en un momento en el que la Iglesia necesita cambios, como en el Instituto para las Obras de Religión y el Banco Vaticano, que no son temas fáciles de manejar.
-Creo que en la Iglesia hay voluntad de hacer un cambio. Benedicto renunció porque no tenía las fuerzas para hacerlo, luego los que eligen a Francisco dicen “hay que hacer un cambio”. Hay una voluntad de los obispos y un apoyo masivo de la gente a Francisco, es un momento muy interesante para medir la vida de la Iglesia.


NOTA PUBLICADA EL 13 DE SEPTIEMBRE EN EL NUEVO DIARIO

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Pepe di Paola, cura.
Pepe di Paola, cura.
Pepe Di Paola, el cura villero, con Juan Carlos Bataller
Pepe Di Paola, el cura villero, Jaime Bergé, Juan Carlos Bataller, Juan Carlos Gioja y Juan Carlos Bataller Plana
Pepe di Paola, cura.