El ferrocarril, como ningún otro adelanto de la modernidad, marcó en la historia de San Juan un antes y un después.
La construcción de nuevas líneas férreas contribuyó al crecimiento vitivinícola. En agosto de 1910 se inauguró el servicio ferroviario entre la ciudad de San Juan y Córdoba pasando por Serrezuela. Era una vía realizada por el Estado nacional y de trocha muy angosta, medía sólo 1 metro. La línea contaba con 8 estaciones en la provincia. En un primer momento se pusieron muchas ilusiones en ella pues se rompía el monopolio de la empresa ferroviaria inglesa, la B.A.P., que comunicaba a San Juan con Mendoza. Sin embargo, el hecho de atravesar los llanos riojanos, región poco poblada y sin mayores producciones que ofrecer, implicó que no se obtuviesen los resultados que se esperaban. Los ingleses realizaron nuevas inversiones férreas. En noviembre de 1911, la B.A.P. inauguró el ramal San Juan – Marquesado de 9,25 kilómetros de largo y 3 estaciones. En julio de 1913 se abrió al servicio el ramal San Juan – Santa Lucía y finalmente para julio de 1914 se habilitó el servicio Caucete – Albardón.
En 1885, a través de una construcción nacional, llega el Andino. Este tren partía de Villa Mercedes, pasaba por San Luis, Mendoza y, finalmente, llegaba a San Juan. Las compañías inglesas advirtieron las ventajas de una explotación económica en estos lugares y, dos años después, en 1887, la GOA (Gran Oeste Argentino) compra el ramal. En realidad no invierten, construyen estaciones y con las enormes ganancias adquiridas, algunos ingleses compran y explotan tierras y bodegas, como empresarios particulares. A principios de siglo, la provincia contaba con 83,6 km de línea férrea. A lo largo de estas vías existían seis estaciones habilitadas para la carga y descarga de pasajeros y mercaderías. En el ferrocarril sólo trabajaban 181 personas en toda la provincia, que aseguraban un transporte de pasajeros y productos mucho más voluminoso, rápido y eficiente que el tradicional.
En 1913, se abrió el ramal San Juan – Santa Lucía. En 1914, se habilitó el servicio Caucete – Albardón, de este modo quedó conectado el Valle de Tulúm con Bs As. Otro ramal, el Industrial, intercomunicaba todas las bodegas; era una vuelta a la ciudad. Estas vías usaban trocha ancha (1,70 mts). Su función era transportar vino desde las bodegas aledañas hasta la estación San Juan y desde allí distribuirlo al conjunto delpaís. Además, cumplieron un importante rol social, pues brindaron a la población un servicio urbano de transporte.
A principios de la década del 30 las vías del ferrocarril llegaron a Jáchal. Se trató de una línea de trocha angosta de construcción y propiedad nacional. El tren llegó al norte de la provincia 46 años después que a la Capital. En ese lapso la ciudad de Jáchal y su área de influencia permanecieron aislados del proceso de modernización que había transformado a extensas zonas del país. De todas maneras, en los últimos años algún progreso se había logrado. Existía un camino San Juan – Jáchal que podía ser recorrido por algunos automóviles. El trayecto implicaba, si no había cortes por crecida, 10 horas de viaje. Antes el servicio de mensajería llevaba 14 horas. Por automóvil sólo podía enviarse correspondencia y pequeños bultos. La producción, la verdadera carga, circulaba hasta 1930 en carros y arrías de mulas. Demoraban por lo menos de 4 a 5 días hasta la capital de la provincia.
La llegada del ferrocarril a San Juan tuvo también aspectos negativos. Hasta antes de las obras, los algarrobos estaban presentes en gran número en diversos puntos dela provincia. Tan importantes eran que en muchos lugares constituían verdaderos bosques. Su presencia daba a nuestro paisaje un aspecto mucho menos inhóspito que en la actualidad. Su existencia, además, permitió la explotación de una forma de ganadería extensiva; los vacunos se alimentaban de las vainas de los árboles. Era un bosque centenario, magnífico y muchos ejemplares eran de grandes dimensiones. El FF CC eliminó esta riqueza.
El algarrobo fue talado sin piedad para aprovechar su leña, sobre todo como combustible para las máquinas de vapor de las locomotoras. También se lo aprovechó para hacer durmientes que sirvieron para tender nuevas líneas ferroviarias, las cuales intensificaron el proceso de destrucción. Estaciones como El Ramblón, Retamito, Caucete y otras despacharon miles de toneladas de leña, todos los años durante décadas. El daño al medio ambiente fue irreversible; el resultado fue un intenso proceso de desertificación.
No se ha podido encontrar ningún informe de las empresas inglesas propietarias de la línea férrea, que señalen preocupación por el tema, ni mucho menos hubo interés en resolverlo.
Como hemos visto, San Juan conoció una época de esplendor. Se pasó de una economía de subsistencia a una economía rentable y moderna. El progreso que significó el ferrocarril, el subsidio a la vitivinicultura por parte del gobierno nacional de Roca y la novedad de la pasteurización de los productos frescos, obraron el milagro de una pujanza económica que no volvimos a disfrutar.
Fuente:
Historia de San Juan – Carmen Peñaloza de Varese y Héctor Domingo Arias.