Fue el último mandatario que usó sombrero. Hombre de buen comer, era famoso por su vocabulario. Fue el más madrugador de los gobernadores. En este artículo Juan Carlos Bataller relata algunas anécdotas que pintan a quien, electo democráticamente, gobernó San Juan entre mayo de 1973 y marzo de 1976.
Don Eloy Próspero Camus llegó a la gobernación, electo por el pueblo, en 1973. En el momento de asumir su cargo era una especie de símbolo del viejo peronismo, lo que lo transformaba en una de las figuras más respetadas de la política nacional.
— Fue sin duda –recuerdan quienes fueron sus colaboradores — el gobernador con más contactos y mayor peso nacional que haya pasado por esta casa.
Una prueba de ello es la cantidad de dirigentes de primer nivel que venían a la provincia sin anuncio previo para tener una reunión o un consejo de don Eloy. Uno de esos políticos era un joven de largas patillas, gobernador de La Rioja, llamado Carlos Saúl Menem. Pero también eran habitués Lorenzo Miguel, Juanita Larrauri, Casildo Herrera, el secretario general de la CGT Ignacio Rucci, Abal Medina, el catamarqueño Leónidas Saadi, el mendocino Carlos Evans o el discutido Herminio Iglesias.
Don Eloy llegaba temprano a la Casa de Gobierno. Fue el más madrugador de los gobernadores. “Antes de las 8 ya estaba en su despacho, donde permanecía hasta las 14,30. Volvía a las 17 y nunca se iba antes de las 11 de la noche, salvo que tuviera alguna reunión afuera”, recuerdan. A pesar de sus años, la actividad del profesor era muy intensa. “Atendía a mucha gente. Alguna vez hizo audiencias públicas en los jardines de la gobernación a las que asistían centenares de personas”, comentan. En esas reuniones, el pedido más frecuente era el de trabajo en el Estado.
— ¿Y vos de qué querés trabajar? —, preguntaba don Eloy.
— Yo soy perito mercantil. Me gustaría un puesto en alguna oficina–, era la respuesta más común.
— Acá no hay empleos de oficina. Si querés trabajar agarrá el pico y la pala – decía el mandatario con lo que el 90 por ciento de los postulantes optaba por el silencio y una retirada discreta.
Formado políticamente en la escuela de los Cantoni, don Eloy “se las sabía todas”, dicen los viejos empleados de la Casa de Gobierno. Siempre iba armado, incluso a las reuniones en Buenos Aires y daba no pocos dolores de cabeza a la custodia pues rompía todas las normas de seguridad y salía solo o con algún funcionario ante la desesperación de los custodios que de pronto descubrían que habían perdido todo contacto con el gobernador.
"Una vez -recuerda el director de Ceremonial Oscar Gutiérrez- lo habíamos ido a esperar al aeropuerto adonde regresaba desde Buenos Aires. Ibamos en el auto con él y el chofer y al llegar a la avenida Rawson don Eloy da la orden:
— Seguí derecho, che.
Al rato estábamos en la finca del profesor en Niquivil donde el gobernador quería ver unos cultivos y comimos un cordero. Recién en horas de la tarde llegamos a la Casa de Gobierno donde encontramos las caras preocupadas de todos los funcionarios que durante seis o siete horas no supieron de la vida del mandatario”.
A doña Julia Valenzuela, la esposa de don Eloy, se la recuerda como la mujer más humilde y alejada del protocolo. “Una vez –cuenta Gutiérrez—, venía en el auto de la gobernación y me encuentro a doña Julia esperando el ómnibus, en la esquina de su casa, en Libertador y Ameghino”.
— ¿Adónde va doña Julia?
— Al hospital, me voy a hacer atender.
— Venga, la llevamos.
— No, no. Si se entera el Negro (así le decía a don Eloy), se enojará mucho. Para él los autos oficiales son sagrados. No pueden utilizarse para cosas particulares —, fue la respuesta de la esposa del gobernador que prefirió continuar en la esquina esperando el ómnibus que la llevaría al Marcial Quiroga.
Camus era famoso por su vocabulario. Aunque era profesor de literatura y un hombre de gran cultura, muchas veces utilizaba palabras de antiguo uso, algunas de origen inglés. Por ejemplo, llamaba “broadkasting” a las emisoras radiales; “speaker”, al locutor; “calistenia” a los ejercicios físicos; “autogiro” al helicóptero. Precisamente el helicóptero era su gran pasión. Le gustaba volar observando cursos de agua, cerros, tropas de guanacos. A veces, el entonces piloto de la Gobernación Pablo Aguiar, lo dejaba guiar la máquina, por supuesto manteniendo el control.
La personalidad de Camus hizo que el gobierno fuera él, aunque tuvo algunos colaboradores muy eficientes. No tuvo un entorno que le manejara las cosas aunque primero su hija Susana y luego el periodista Carlos Alfredo Mendoza fueron personas muy cercanas en las decisiones con los colaboradores y la gente.
Don Eloy fue el gobernador que llegó al cargo con más edad. Muchos de los dirigentes de su época (Américo García, Leopoldo Bravo, Edgardo Gómez) fueron alumnos suyos en el Colegio Nacional.
Fue el único mandatario que en la segunda mitad del siglo XX usó sombrero.
No fumaba pero era de buen comer y buen beber.
Cuando estuvo en la gobernación mantuvo sus amistades de toda la vida, algunas de ellas ajenas al mundo de la política y en su casa particular solía agasajar a sus visitantes con vinos de diferentes partes del mundo que tenía en su enoteca.
De aquellas reuniones en su pequeña biblioteca en el subsuelo de su residencia, por la que pasó buena parte de la vida política argentina, don Eloy contaba con gran gracia aquella vez que en rueda íntima logró hacer cantar a su amigo, el arzobispo Ildefonso María Sansierra, la marcha peronista en latín.
Llegaba la Navidad de 1975 y al gobierno peronista se le habían ido de la mano las variables económicas. Al extremo que debió fijar precios máximos para todos los artículos en momentos que los índices inflacionarios crecían peligrosamente.
San Juan no era la excepción. Y la medida era resistida por los empresarios que, argumentaban, estaban trabajando a pérdida.
Aquella mañana el gobernador Eloy P. Camus había citado a su despacho a los principales matarifes de la provincia.
— Señores, llega la Navidad y ustedes no pueden dejar sin carne a la población–, dijo, con gesto adusto y en un clima tenso.
Entre los matarifes estaban algunos de los más cercanos amigos de don Eloy como don Miguel Flores y Felipe Panetta.
—Señor gobernador, con los precios máximos que se han fijado no conseguimos animales en las zonas abastecedoras – argumentaban los empresarios.
— ¿Cómo que no consiguen? Nosotros hemos fotografiado con el helicóptero los lugares donde ustedes tienen las reses. Mostrale las fotos, Guimaraes – decía Camus dirigiéndose a su secretario de Producción que asentía pero sin abrir la carpeta que en realidad no contenía ninguna fotografía.
Los argumentos de los matarifes continuaron durante un rato hasta que don Eloy cortó el diálogo:
— Señores, lo que ustedes están haciendo está tipificado en el Código Penal. Quedan ustedes detenidos a disposición del Poder Ejecutivo y van a ser trasladados a la Unidad de La Plata.
— Pero don Eloy...
— A ver secretario, llamame ya mismo al jefe de la Guardia de Infantería...
— No, don Eloy, no haga eso... –el tono de los empresarios ya adquiría carácter de súplica.
— Y llamame al piloto del avión que los va a trasladar – continuaba el gobernador.
— Don Eloy, déjenos al menos que avisemos en nuestras casas, que busquemos ropas...
— De ninguna manera. Los dejo 10 minutos porque debo atender otra audiencia mientras viene el piloto. Guimaraes, quedate con ellos... – fue la órden mientras Camus salía de la oficina.
A los 10 minutos el gobernador volvió a su despacho y Guimaraes explicó:
— Señor gobernador, los señores prometen que esta misma tarde van a abastacer todas las carnicerías y que en San Juan no va a faltar carne para las fiestas...
— ¿Están seguros de lo que dicen?
—Si, don Eloy.
— ¿Va a aparecer la carne que ustedes dicen que no tienen?
— Si señor gobernador. Quédese tranquilo.
— Bueno, si es así, suspendemos la detención. Pero me van a tener que acompañar a almorzar pues acabo de ordenar que preparen la mesa pues quiero agasajar a mis amigos con una comida.
La picardía política de don Eloy dio solución a un problema que era muy grave. Pero una vez logrado su objetivo, el viejo profesor supo darle el toque de afecto y simpatía para demostrarles que la amistad seguía incólume.
El anecdotario del profesor Eloy Camus es muy rico y gracioso. Una de sus anécdotas es la siguiente. A pesar de sus setenta y tantos años, el gobernador insistía en conducir su propio auto y hasta el helicóptero de la gobernación. Más de un susto causó a su custodia esa afección. Un día Camus conducía su automóvil Peugeot 504 acompañado por el secretario legislativo, Francisco “Tati” Aguilar. Camus venía por la avenida Libertador San Martín hacia el Este y al llegar a la calle Santiago del Estero colocó el guiño derecho… pero dobló a la izquierda. Cuenta el doctor Aguilar que de pronto se encontraron con todos los autos que venían de frente mientras el profesor trataba de esquivarlos y detrás se escuchaban las rayadas de los coches de la custodia.
- ¡Cuidado profesor, vamos en contramano! –dijo el secretario legislativo.
- No te hagás problema que ya llegamos a la esquina – contestó el gobernador, mientras giraba a la derecha, tomando la calle San Luis también en contramano ante la desesperación de Aguilar y los custodios. (Contado por el doctor Francisco “Tati” Aguilar)
En política no hay límites cuando de pedir cargos se trata. Esto lo sabía bien el gobernador Eloy Camus. Una anécdota pinta la situación con claridad. Una mañana viene a verlo un dirigente de una unidad básica de un departamento. —Don Eloy, nosotros hemos trabajado mucho por el peronismo y usted se ha olvidado de nosotros. Yo creo que merezco un cargo...
— Ahá... Yo no me he olvidado pero ya todos los ministerios están ocupados. Pero esperá, acá tengo una lista de los cargos que faltan cubrir – dijo el gobernador mientras le pasaba una lista a su visitante en la que figuraban a la izquierda los cargos y a la derecha lo que cobraba el funcionario— Elegí uno. Ni lerdo ni perezoso el hombre tomó la lista, se preocupó sólo por la columna de la derecha, vio cuál era el que más ganaba y señalando con el dedo eligió el primero.
— Este don Eloy. — ¿Así que querés ser presidente de la Corte de Justicia? El hombre ni idea tenía de lo que había elegido pero dijo con seguridad: —Si, don Eloy.
—Buenos, andá a verlo al Secretario General para que te haga la designación. Horas más tarde la secretaria del gobernador le informa que el hombrecito había vuelto y don Eloy lo hace pasar de inmediato a su despecho.
— Don Eloy, vengo a que me dé otro cargo.
— ¿Por qué?
— No me han podido hacer la designación porque no soy abogado... —Pucha, che, qué lástima. Yo te dí para que eligieras vos primero y ahora se me han terminado los cargos. Vas a tener que esperar un tiempito hasta que aparezca otra cosa... —dijo don Eloy conteniendo la risa mientras el hombre se iba con un pedido... Le agradezco don Eloy... Y no se olvide de mi si aparece algún ministerio en el que no haga falta ser abogado....
(Contadas por Francisco “Tati Aguilar¨)
Don Eloy Camus era muy coqueto con la edad. Dos anécdotas lo pintan al respecto.
La primera fue una vez que Américo García conversaba con el ex mandatario y le decía que la clase 1919 había dado tres gobernadores: Leopoldo Bravo, Edgardo Gómez y el propio Américo.
—Y pensar, don Eloy que usted ha sido profesor de los tres en el Colegio Nacional.
—Estás equivocado, Américo, yo era compañero de ustedes...
Un caso similar ocurrió en Huaco.
Don Eloy había nacido en Albardón pero pasó su niñez en Jáchal. Camus llegaba ahora como gobernador y una viejita muy arrugada, desdentada y encorvada se le acercó.
— ¿Cómo estás Eloy? ¿Me recuerdas? Fuimos juntos a la escuela...
Don Eloy miró a la viejita, miró a los periodistas y colaboradores que lo rodeaban y rápidamente repuso:
— Claro que me acuerdo. Usted era la portera cuando yo cursé el primer grado... Le dio un beso a la viejita y siguió su camino...
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