Leopoldo Bravo, un caudillo cuyas decisiones eran inapelables

Anécdotas de la politica sanjuanina - Los gobernadores en la intimidad

Era sumamente ordenado en su tiempo y sus papeles. Sus hijos, en la primera gobernación, solían buscarlo al mediodía para que almorzara con ellos. Su comida preferida eran las habas con huevo frito y jamón casero. En este texto, Juan Carlos Bataller traza una completa pintura de quien fue en tres oportunidades gobernador de San Juan.

Leopoldo Bravo fue tres veces gobernador de San Juan y nunca pudo terminar un mandato. La primera, en 1963, cuando Arturo Illia gobernaba el país, frustrada tres años después por el golpe militar encabezado por Juan Carlos Onganía. Había llegado con 46.690 votos, llevando como vicegobernador a don Luis Cattani, superando a la Cruzada Renovadora, que con la fórmula Avelín - Marino obtuvo 32.471.

La segunda, en 1982, fue designado por los militares, tras cumplir funciones de embajador en la Unión Soviética y en Italia. Finalmente, en 1983 triunfó con gran amplitud en los primeros comicios tras la restauración democrática. Con Ruiz Aguilar como compañero de fórmula, obtuvo 97.043 votos, casi 24 mil más que el justicialismo que propuso a César Gioja - Pablo Ramella y 45 mil más que la fórmula radical, a pesar que ésta contaba con la arrolladora presencia de Raúl Alfonsín. Esta vez permaneció en el puesto hasta 1985, cuando renunció para ponerse al frente de su partido que acababa de perder las elecciones legislativas.

Abogado recibido en la Universidad de Buenos Aires, Bravo era hijo de madre soltera, y siempre se sindicó a Federico Cantoni como su padre. Doña Enoé Bravo asumió por sí el mantenimiento de sus tres hijos, a los que hizo estudiar carreras universitarias. Siendo ya grande -contó don Leopoldo a quien esto escribe- le preguntó una vez a doña Enoé quién era su padre. Y ella le respondió:
-Su madre y su padre, soy yo.

Aunque incursionó en la vida empresaria sin mucho éxito -tuvo una bodega en los años 70 y propiedades-, su vida estuvo dedicada desde joven a la política. Antes de cumplir los 30 años ya era embajador y al regresar a San Juan, a fines de los años 50, asumió la conducción del Partido Bloquista. Ya en San Juan, siendo gobernador y con más de 40 años de edad, se casó con la abogada Ivelise Falcioni, hija de un militar peronista.
Bravo no era un gobernador común. En primer lugar porque era, además, jefe de su partido. Y en segundo término porque fue realmente un caudillo político cuyas decisiones eran inapelables. No obstante, se lo recuerda como un hombre que sabía escuchar y gustaba estar perfectamente informado de todo. A propósito de esto se cuenta una anécdota. La primera reunión de la mañana don Leopoldo la tenía con el secretario general de la Gobernación -Luis María Uliarte-, el secretario privado y los directores de Ceremonial y de Prensa. En ella se informaba de todo y organizaba su agenda. En el tiempo de la anécdota que relatamos estaba a cargo de Prensa un conocido periodista y dicen que esa mañana Bravo preguntó: -¿Y...? ¿Qué tenemos hoy de nuevo?

-No sé... dígame usted qué tenemos de nuevo don Leopoldo... - fue la irreverente respuesta. -Está bien, yo voy a averiguar qué hay de nuevo pero vos andá redactándome tu renuncia.
Cinco minutos más tarde, el profesional había dejado de pertenecer al equipo del gobernador.

En sus últimas gobernaciones, Bravo vivió en la Casa de Gobierno. La familia ocupaba dos casas. En una vivía don Leopoldo con su esposa, la doctora Ivelise Falcioni, y en la otra los hijos del matrimonio. Doña Ivelise, a diferencia con las esposas de otros gobernadores, tuvo mucha actuación pública. Los viejos empleados de la Gobernación recuerdan que para Navidad la familia Bravo ofrecía un agasajo a todo el personal en los jardines de la residencia y para Reyes se invitaba a todos los hijos de funcionarios y empleados y se festejaba con una torta.

Bravo era, durante sus gobiernos, muy ordenado con sus tiempos. Su jornada comenzaba exactamente a las 8,30 y se prolongaba hasta las 13 cuando alguno de sus hijos (generalmente Leopoldo Alfredo –Polito- o Juan Domingo) lo buscaban para el almuerzo. Regresaba a sus tareas a las 17 y continuaba en su despacho hasta las 21,30, hora en que se retiraba para cumplir con algún compromiso protocolar o político. En las horas que estaba en su oficina, la actividad de Bravo era muy intensa, con reuniones programadas y cumplidas estrictamente en el horario. Además, el sábado era para Bravo un día laborable en el que también atendía gente.

Quizás como un resabio de sus tiempos en la vida diplomática, don Leopoldo era muy ordenado con los expedientes. Personalmente, los ordenaba sobre una pequeña mesita y prohibía a sus colaboradores que los movieran. “Quiero encontrar las cosas cuando las busco”, decía. En general tuteaba a todos sus colaboradores, mientras éstos le daban un trato muy respetuoso. Su hombre de mayor confianza en los últimos gobiernos fue “Lucho” Uliarte, su secretario General de la Gobernación.

A Bravo siempre se lo admiró por su buen comer. “Nada le hacía mal y cuando salía en campaña podía comer en una mesa con mantel, compartir el vino en un jarro de lata o probar diez comidas diferentes que le ofrecían”, recuerdan. Sin embargo, tenía una debilidad: las habas con huevos fritos y jamón casero, una típica comida de las antiguas fincas sanjuaninas, que constituían una tentación que le hacía aceptar las frecuentes invitaciones de los viñateros amigos. Su bebida preferida era el vino, aunque no rechazaba el pisco y el champagne. En cambio no era afecto a las bebidas blancas.

Como buen caudillo siempre estaba rodeado de gente que quería hablar con él. Aunque fuera por un día a Buenos Aires, la mayor parte de sus colaboradores iba a despedirlo al aeropuerto y lo iba a recibir. Lo mismo ocurría en los actos públicos, a los que asistía acompañado por todo el gabinete. “Era una persona que, igual que podía ser muy drástico ante una falta de respeto o de lealtad, te hacía siempre sentir bien. Escuchaba a sus colaboradores, se preocupaba por sus problemas y cuando íbamos a algún acto o gira no comenzaba a comer hasta estar seguro que se había servido al personal que lo acompañaba, choferes, custodia, personal de prensa o ceremonial”, recuerda Oscar Gutiérrez, quien fue -al igual que en gobierons posteriores- director de Ceremonial.

Anécdota


“Para que sepa quién manda”

El presidente Raúl Alfonsín había anunciado su visita a San Juan y la gente de Prensa, Ceremonial y Seguridad, estaba ya en la provincia para organizar todo. Gobernaba Leopoldo Bravo, quien era muy personal en estas cosas. Estaba reunido con algunos de sus colaboradores y la gente de Buenos Aires. Ya se habían acordado varias inauguraciones y un acto.
-Al mediodía vamos a hacer un gran almuerzo con el presidente–, dijo don Leopoldo.
-Ustedes lo quieren matar al presidente–, se escuchó decir al Jefe de Prensa
-¿Cómo dice...?–, saltó el gobernador.
-Que están locos organizando tantas cosas. El presidente necesita descansar.
-Mire jovencito – contestó Bravo, visiblemente molesto- acá en San Juan gobierno yo.
-Pero yo soy el Jefe de Prensa de la Presidencia y no estoy de acuerdo con este programa...
-A ver –, dijo el gobernador, ya irritado- comuníquenme urgente con el presidente.
Un minuto después estaba Alfonsín al teléfono.
-Hola, Raúl, ¿cómo estás?
Tras las palabras de saludo, don Leopoldo fue al grano.
-Mirá Raúl, estamos preparando la agenda de tu visita. Pero acá hay un funcionario tuyo que dice que vos tenés que descansar y no podés participar de un almuerzo...
Desde el otro lado de la línea, lógicamente, el presidente dijo que él no había pedido descansar y que el programa lo hiciera el gobernador.
Cuelga Bravo el teléfono y mirando fíjamente al funcionario porteño expresó:
-¿Se ha dado cuenta quién gobierna en esta provincia? Mándese a mudar ahora…
-No le permito...
-¿No me permite? Deténganlo y acompáñenlo al Aeropuerto. El señor vuelve a Buenos Aires–, dijo Bravo dirigiéndose al Jefe de Policía.
Media hora más tarde, el Jefe de Prensa estaba ya en un avión rumbo a Buenos Aires.

(Contado por Oscar Gutierrez) 
 




Ampliar información en Trabajos de Investigación:
* Leopoldo Bravo, el caudillo en la intimidad (partes I)

* Leopoldo Bravo, el caudillo en la intimidad (partes II)

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GALERIA MULTIMEDIA
Leopoldo Bravo con su esposa Ivelise, durante su primera gobernación.
Esta foto es de 1965 y muestra al gobernador Leopoldo Bravo en el Packard descubierto de la gobernación pasando revista a la formación militar durante un desfile patrio, en compañía del jefe del RIM 22.
El presidente radical Arturo Illia visitó San Juan en 1963. Leopoldo Bravo transitaba su primera gestión como gobernador de la provincia.
El 15 enero de 1982 Leopoldo Bravo asumió por segunda vez la gobernación de San Juan. Estaba en el poder el llamado Proceso Militar y faltaban pocos meses para que se decidiera la invasión a Malvinas. Bravo había sido embajador en Rusia y poco tiempo antes también embajador en Italia. Para ponerlo en posesión de su nuevo cargo viajó a San Juan el ministro del Interior, Alfredo Oscar Saint Jean, quien aparece en la foto. Cortado, a la derecha, en primer plano, aplaude el gobernador saliente, Domingo Javier Rodríguez Castro.
Leopoldo Bravo trató de mantener siempre buenas relaciones con los presidentes, cualquiera fuera el signo partidario de éstos, tanto en los períodos de facto como en los democráticos. Para él, "el dogmatismo hay que dejarlo para los curas pero los políticos deben ser pragmáticos". En la foto aparece el entonces gobernador de San Juan con el presidente Raúl Alfonsín en 1984.
En 1964, el gobernador Bravo y parte de su gabinete inspeccionan las obras de lo que sería luego el hotel Nogaró. Aunque la nueva catedral aún no había sido inaugurada, ya se había levantado el campanil, que se ve de fondo en esta foto.
Leopoldo Bravo y Jorge Raúl Ruiz Aguilar, fórmula del Partido Bloquista llegó a la gobernación.
Leopoldo Bravo mantuvo relaciones no siempre cordiales con la iglesia Católica. Aunque era católico, en las cuestiones políticas no aceptada de buen grado la ingerencia de los hombres de la iglesia. Distinto era cuando se trataba de cuestiones religiosas. En este caso siempre ayudó en la construcción de iglesias y visitó al Papa en la plaza San Pedro cada vez que viajó a Italia, como lo muestra esta foto en la que aparece junto a su esposa Ivelise Falcioni con el papa Juan Pablo II.
En 1985 el bloquismo sufrió un duro revés electoral en las elecciones para diputados nacionales y convencionales constituyentes. Bravo, que gobernaba San Juan, decidió renunciar. Lo hizo, se retiró de la Casa de Gobierno y, en un colectivo que pasaba por avenida Libertador, se fue a su casa. Esta foto fue tomada cuando bajaba del coche de la línea 6 que lo dejó cerca de su casa.
Leopoldo Bravo era senador por San Juan cuando Carlos Menem presidía el país en su primer mandato. Las relaciones entre ambos caudillos fue siempre estrecha. Esta fotografía fue tomada durante una visita del presidente Menem a San Juan.