Vicente Costanza nació en Sicilia (Italia) y en 1928, con 4 años, emigró a la Argentina junto a sus padres Salvador Costanza y Lucrecia Proto y sus hermanos Carmelo, Mariano y Angelo. Todos venían con un oficio: Don Salvador era zapatero y los hijos mayores, uno era sastre y el otro músico.
Típica familia inmigrante, los Costanza eligieron establecerse en San Juan, más precisamente en Trinidad, y levantaron un almacén y taller de arreglo de zapatos frente a la plaza.
Pero estaba escrito que el hijo de aquel zapatero siciliano tenía más inclinaciones por el arte que por los remiendos. Y fue precisamente en aquellos años 30 cuando el entonces muchachito descubrió su amor por la música. Tenía sólo 9 años y el músico V. Caroprese fue su primer profesor.
A los 14, Vicente ya ingresó a la Orquesta de San Juan como primer violín.
De ahí en más, comenzó a trabajar de manera profesional y llegó a ser miembro estable de la ex Radio Graffigna (actual Colón).
Con el deseo de seguir estudiando, ingresó a la Escuela Superior de Música de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, y cursó con el maestro R. Citro. En 1945 se radicó en la vecina provincia donde, entre otras cosas, hizo dúo junto al pianista E. Gelusini y fue uno de los fundadores de la Orquesta Sinfónica de la UNC.
Recién en 1951 regresó a San Juan.
Don Vicente, que ya tenía 23 años, formó dúo con el fallecido pianista Juan Kowalski y fue músico fundador de la agrupación Santa Cecilia, la orquesta de cámara del Instituto Superior de Artes (ISA) que luego pasaría a ser de la Universidad Provincial Sarmiento y finalmente de la Orquesta Sinfónica de la UNSJ, bajo la dirección del maestro Jorge Fontenla.
Vicente dejó su herencia musical a los tres hijos que tuvo con su esposa, Carmela Proto: Salvador “Nito” (profesor de canto de la UNSJ y director del coro Villicum), Daniel (director del coro de la Universidad del Comahue en Neuquén) y Lucía (profesora de repertorio y música de cámara de la UNSJ), que siguió la carrera pianística.