Del Bono, una familia de pioneros

El primero que llegó con su familia fue don Juan. Había nacido en Italia y un día se vinieron para la Argentina, radicándose en La Boca.

Un día aquel inmigrante se encontró con otro que dio la casualidad era del mismo pueblo de origen. Era el ingeniero Cereseto, por muchos considerado el padre de la moderna vitivinicultura sanjuanina.
Tanto le habló Cereseto de San Juan, donde ya estaba radicado, que Del Bono se entusiasmó y se vino en 1870 para ver si realmente existían aquellas “tierras prometidas”.

En aquella época se hacía el viaje en un vaporcito hasta Rosario. Y desde allí se seguía en tren hasta Córdoba y luego, en carreta, hasta nuestra provincia.

Del Bono estuvo algunos días en San Juan y regresó a buscar a su familia. “He encontrado el paraiso”, les dijo. Inmediatamente se vinieron todos.

Don Juan, casado con María Briano y padre de tres hijos, comenzó trabajando de obrero de Cereseto y fue empleado de esa firma hasta 1888. Fue entonces cuando se independizó. En 1890, en Desamparados, ya había levantado su primera y modesta bodega.

La empresa creció y desde 1903 el establecimiento vitivinícola quedó a cargo de sus dos hijos varones: Carlos y Bartolomé. Este último fue quien dio un gran impulso al emprendimiento, que llegó a transformarse en una de las grandes empresas familiares de San Juan.

Una hermana de Bartolomé y Carlos, Catalina, se casó con Santiango Graffigna, uniendo para siempre estos dos apellidos vinculados al desarrollo de la industria vitivinícola provincial.

En 1907 Bartolomé Del Bono, casado con Enriqueta Lanteri, comenzó a levantar lo que en esa época los sanjuaninos llamaban "mansión" Del Bono. En es el chalet, ubicado en los mismos terrenos que la bodega, vivió con sus cuatro hijos.