La capital de la provincia no fue ajena a la atracción del campesinado hacia la ciudad, bajos salarios, precarización del trabajo y escaso rendimientos de los cultivos hacían difícil la subsistencia en el medio rural. La ciudad, mientas tanto, demandaba mano de obra para a los trabajos de urbanización y construcciones públicas y privadas del ejido capitalino, provocando en la década del treinta una gran migración del campo a la ciudad en procura de mejores condiciones de vida y posibilidades de educación de los hijos.
La situación hizo aflorar el problema de la vivienda y con ello el incremento de los conventillos y casas de inquilinatos, conocidos también en San Juan como "pasajes", que se multiplicaron en la época tanto en el radio céntrico como en los departamentos aledaños.
Antes que las autoridades municipales se ocuparan del tema, fue la prensa local la que comenzó a atacar el problema, denunciando la falta de control de las autoridades con respecto al canon y las condiciones insalubres de los inquilinatos.
Las denuncias y los hechos policiales nos dan las suficientes pruebas para localizar un número considerable de casas de inquilinato en la Capital ubicadas en: calle 9 de Julio, General Paz, Salta, Alem, Entre Ríos, 25 de Mayo, Tucumán (dentro de las cuatro avenidas) otras se localizaban en prolongación de calle Salta hacia el norte, prolongación de España hacia el norte y sur, en las calles laterales de la Avenida 25 de Mayo hacia Concepción, y al sur de Avenida 9 de Julio hacia Trinidad. Recorriendo la sección policial de los diarios de la época, pudimos observar numerosos casos de violencia, infracciones a la ley de profilaxis, razias de mujeres y caftanes, desalojos y otros casos que vinculaban la miseria y la marginalidad con los llamados "pasaje de la calle.... " inquilinato o conventillo.
Hasta el mismo gobierno provincial tenía entre sus posesiones casas dedicadas a esta forma de habitar. Tal es el caso de la casa de calle 9 de Julio 179 (entre Güemes y Caseros), perteneciente al Banco de Préstamos de la Provincia, para 1935 una inspección informa:
"Es una casa conventillo en pésimo estado cuyas piezas son todas ocupadas por diferentes personas; el único local que antes fuera w.c. esta ahora fuera de uso por haber el vecino clausurado la cañería del mismo que descargaba al pozo sumidero ubicado en la propiedad de este.
Con tal motivo los inquilinos de la casa inspeccionada han abierto una fosa provisoria en el patio, cerrándola con bolsas de lona formando así un w.c. provisorio. He proyectado en consecuencia el pozo sumidero que el caso requiere y con él se podrá poner en funcionamiento la antigua letrina, cuyas condiciones y estado son buenas /... / el presupuesto de la obra asciende a la cantidad de $ 748, 12..."
De la nota anterior podemos inferir que los pozos negros eran compartidos, a veces, por más de una vivienda ya que su costo era bastante alto para la época. Del presupuesto aludido, la construcción del pozo resumidero calzado de 1,50 de diámetro por 12m. de profundidad, con bóveda y cámara de inspección, sumaba $ 350. El resto del presupuesto eran refacciones, conexiones y llaves (sin artefactos). Esto nos permitiría concluir que los sectores populares, sobre todo los asalariados con sus bajos ingresos, como veremos luego, estaban lejos de poder acceder a la instalación de este servicio
Para 1938 se denunciaba:
"En la ciudad las casas de inquilinatos, donde se hacinan las familias de escasos recursos, constituyen focos de insalubridad, sin condiciones higiénicas, descuidadas, sucias y nunca desinfectadas. Los dueños de estos inquilinatos carecen de toda preocupación que no sea cobrar puntualmente los arrendamientos, que son por otra parte excesivamente elevados. Pero no se les ocurre ni pintar los interiores de sus propiedades ni introducirles mejoras que importen mayores comodidades a sus inquilinos que deben así resignarse a vivir de cualquier modo... Llévese a cabo una rigurosa inspección sobre la higiene domiciliaria, a pintar y desinfectar cada una de las habitaciones, a instalar cuartos de baño en condiciones satisfactorias e independientes de otros servicios no menos importantes que también por lo general se hallan en lamentable estado, que los muros divisorios se revoquen y pinten también, y que para la recolección de basuras y desperdicios se escojan recipientes en forma apropiada. Las casas de inquilinato reúnen todas las deficiencias posibles e imaginables. Pero, algunas pueden subsanarse, poniendo empeño en ello el gobierno de la comuna"
A partir de este artículo se sucedieron las denuncias en todos los medios gráficos, la preocupación principal era la salubridad de los alrededores, sin dejar de compadecerse de las condiciones de vida de los inquilinos de los pasajes, señalando la necesidad de su erradicación.
La cantidad de familias que habitaban en los conventillos era difusa, pues deberíamos incluir también las de familias que habitaban "pensiones familiares" bajo cuya cosmética calificación se disimulaban verdaderos conventillos, y los sub arriendos tolerados, que convertían también una casa en conventillo. La preocupación de los gobiernos constitucionales por el tema de la "vivienda obrera" no solo comprendía a los conventillos sino a las viviendas precarias. Lo cierto es que según las fuentes periodísticas con respecto a los inquilinatos nos informan "que afectan a centenares y quizás a miles de familias".
"Aquí se alquilan y desocupan casas sin que nadie tome intervención alguna para saber si la familia saliente ha abandonado la casa porque carece de baño, cocina o w.c. o por que la humedad la hace malsana e inhabitable; si miembros de esa familia están atacados de alguna enfermedad infectocontagiosa que ha dejado en la casa el peligrosos germen de su enfermedad, que luego contraerán los inquilinos que la suceden, o si la construcción esta por derrumbarse con el consiguiente riesgo de los moradores. Las pocas veces que interviene la Municipalidad, lo hace por la grita pública, frecuentemente expresada por medio de la prensa o por presentaciones particulares, y se limita a ordenar refecciones o clausurar aquellos edificios que amenazan derrumbarse hacia la calle con grave peligro para los transeúntes."
Las crónicas, sin embargo, no dejan huellas de protesta alguna de inquilinos por las malas condiciones de habitabilidad y los altos alquileres Sobre las causales de ausencia de reclamos se nos ocurre plantear dos hipótesis sujetas a verificación: a) Por la misma transitoriedad de su condición y la ilusión de la casa propia o el retorno a su lugar de origen, eludiendo todo riesgo de quedar en la calle con su familia, b) Por inseguridad jurídica, sabiendo de antemano las debilidades de una justicia "patronalista" que no solo podía fallar en contra, sino también tomar represalias con el denunciante.
La verdad es que no hemos encontrado rastros de ningún conflicto en la época ni menciones referentes al tema de los inquilinatos sanjuaninos en la bibliografía provincial. Sin embargo tenemos constancias suficientes para afirmar que los había, como en el resto de las ciudades y que esa forma de habitar compartió las problemáticas sociales que los estudios urbanísticos y la literatura social reflejan para la época. Un ejemplo más nos ilustra sobre lo afirmado.
"El pasaje Trias, enquistado en el propio centro de la ciudad, en calle Santa Fe esquina Além. Lo componen numerosas habitaciones que devengan, como la generalidad, alquileres que están por encima de lo que normalmente podría rentar el capital invertido y de las comodidades, higiene y seguridad que ellas ofrecen. Allí no hay servicios de ninguna clase. La conexión con el caño maestro de las aguas corrientes, es común para todas las viviendas. De modo que siendo numerosas familias que ocupan esa agua, ella no llega a las lluvias de aquellos "departamentos de lujo" que han sido dotados de tal elemento, y la gente no puede usarla hasta después de las 24 horas. Los pozos negros están llenos y revientan por todos los patios, donde quiera, exhalando una verdadera pestilencia que hace insoportable la vida, lo que no obsta para que, ese foco de infección, verdadero atentado contra la salud de numerosas familias y motivo de vergüenza para nuestra capital que tiende a modernizarse, siga funcionando.
Al respecto llamamos la atención de las autoridades sanitarias o municipales, cuyos inspectores podrían hacer una visita al mencionado pasaje y conversar con los locatarios del mismo, siquiera para tener un elemento más de ilustración sobre la forma en que vive en nuestra ciudad una densa cantidad de población".
Creeríamos reiterativo la descripción de la forma de habitar de estas familias, ya que no pudo diferir en mucho del tradicional conventillo que conocemos para otras provincias: uno o dos ambientes como mucho para la convivencia de padres e hijos, con el agregado de abuelos o parientes solos; fregaderos, lavaderos y sanitarios compartidos por todos los habitantes del inquilinato; problemas de convivencia internos y externos a la familia; falta absoluta de privacidad, chismes cuentos y personajes soberbios o simpáticos; rencillas, grescas y riñas, etc. Agregados otros menos tangibles como frustraciones, inestabilidad laboral, ruptura de ilusiones de la casa propia y el progreso, que la mayoría de las veces terminaba en el alcoholismo, la desnutrición, la enfermedad y la marginalidad, convirtiendo el conventillo en una entidad indeseable dentro de una comunidad que estaba ansiosa de mostrar su progreso.
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