Las telas y cintas de los jesuitas

En 1767 la compañía de Jesús fue expulsada por la corona española de todos sus dominios. En el mes de agosto de ese año llegó la orden de expulsión a Santiago, Capital de la Capitanía General de Chile de la cuál dependía la provincia de Cuyo. Por un decreto del rey Carlos III se aisló inmediatamente a los padres y se comenzaron a hacer los inventarios de sus bienes a fin de reasignarlos a otras órdenes religiosas, rematarlos, arrendarlos o venderlos según el caso.

San Juan no fue la excepción. En pocos meses se procedió a realizar el inventario, tasación y remate de las principales haciendas de los jesuitas que eran la estancia de Guanacache y las viñas de Puyuta, San Javier y la vecina a la Residencia en la misma ciudad de San Juan. Según la documentación de esa época los encargados de realizar estos procedimientos eran el Lugarteniente Corregidor de la ciudad de San Juan, Maestre de Campo don Clemente Salinas y Cabrera, y el Lugarteniente de Oficiales Reales, Mestre de Campo don Pedro Pablo de Quiroga.

Estos, viendo que algunos de los bienes secuestrados a los jesuitas que se encontraban almacenados en la Residencia eran artículos de uso inmediato, decidieron su venta a fin de que no se deterioraran. Entre ellos se encontraba un conjunto de elementos de uso diario como jabón, utensilios de cocina en distinto estado de conservación, herramientas diversas y piezas de telas y de mercadería en general. También había cierta cantidad de madera variada que quedó para ser tasada y vendida posteriormente porque se había comprobado que desde su inventario parte de la misma había sido utilizada por los negros esclavos de la Residencia jesuítica para encender el fuego. Del mismo modo se exceptuó de estas actuaciones la poca “ropa de la tierra” (es decir piezas tejidas realizadas en forma artesanal y doméstica) que se halló porque ésta fue destinada para la vestimenta de los esclavos que en ese momento eran utilizados para la cosecha de trigo de las tierras secuestradas a los jesuitas y posteriormente se los emplearía en la vendimia. Esta ropa supliría la falta de las telas usulamente destinadas a este fin, como el tocuyo (tela burda de algodón) y la bayeta (tela de lana floja y poco tupida), aunque había en existencia algo de pañete (tejido de lana apretado menos denso que el paño)  y paño de Quito (particular tipo de paño realizado con algodón que exportaba esa ciudad a toda la América hispana).

Para realizar la tasación de los mismos fueron nombradas dos "personas prácticas para el avalúo de ellas" e "inteligentes en comercio" que eran don Gabriel García de Hoyos y don Joseph de Moldes quienes juraron "por Dios Nuestro Señor, y una señal de cruz, de usar bien y fielmente, a su leal saber y entender" y realizaron la tasación el día 23 de diciembre de 1767.

Singularmente entre los bienes de estos sacerdotes se encontró un importante conjunto de elementos para la confección de vestimenta de jerarquía, que indudablemente estaban destinados a fabricar los vestidos sagrados, tanto de los sacerdotes como de los altares. Este conjunto incluía valiosas telas, cintas, galones, agujas, etc. que durante la colonia eran todos elementos de alto valor que no podían ser fabricados en América, por lo que eran importados de Europa y, generalmente, objeto de contrabando. Durante el siglo XVIII la escasez de los mismos por las luchas entre España e Inglaterra había hecho subir aún más el valor, lo que hacía más importante su existencia.

La lista contenía algo de materia prima para el hilado como tres arrobas (unos 34 kg) de algodón y una libra y cuatro onzas (alrededor de medio kilogramo) de seda; hilos de diverso tipo como tres arrobas (aproximadamente 34 kg) de hilo de acarreto (un cordel delgado de cáñamo); 29 varas (unos 24 m) de ruán bramante (hilo grueso de algodón, posiblemente coloreado); 4 libras (casi dos kilogramos) de hilo blanco guardado en un estuche y 5 libras (2,3 kg) de hilo de zapatero; telas de diversa calidad como una pieza de puntiví (especie particular de lienzo o tela de algodón, lino o cáñamo), 6 varas (aproximadamente 5m) de anascote negro (tela de lana asargada en ambas caras que se usaba generalmente para el hábito de los religiosos); 8 varas (más de 6,50 m) de tripe colorado (tejido de lana o esparto parecido al terciopelo que se usaba para fabricar alfombras); 3,5 varas (casi 3 m) de bayeta de Castilla rosada y 5 varas (más de 4 m) verde (tela de lana floja y poco tupida, en este caso importada de España); 7,5 varas (6,27 m) de crudo (lienzo de color natural de la fibra); 3 varas (2,5 m) de holandilla (lienzo teñido usado generalmente para forros de vestidos); 7 varas (casi 6 m) de damasco colorado y 23,5 varas (casi 20 m) de damasco negro (tela fuerte de seda o lana con dibujos formados por el mismo tejido) y 48 varas (unos 40 m) de telefán amarillo (tela delgada de seda muy tupida); cintas y galones para el adorno  de las vestiduras como dos libras (casi un kilogramo) de listonería, es decir cintas lisas de seda de menos de 3,5 de ancho, 9 piezas de cinta hilera de hilo y 10 piezas de cinta hilera blanca (cinta tejida angosta de lino o algodón); una libra (460 gr) de flecadura de hilo de plata; 2,5 varas (2m) de cinta de tisú de plata ancha (cinta de seda entretejida con hijos de plata que salen por ambos lados); 22,5 varas (casi 19 m) de galón de seda amarillo (cinta angosta y fuerte) y 16 varas (más de 13 m) de encaje. Se Incluían también 38 cordobanes (cueros curtidos de cabra) y un pellón overo (cuero de oveja curtido) de inferior calidad, 7.000 agujas, 10 pares de medias de lana de hombre de segunda y 3 pañuelitos de seda.

Lo tasado por todos estos artículos sumaba 353 pesos con 8 reales. Esta cifra era superior al valor otorgado en la misma documentación a la bodega de San Javier que constaba de una habitación de 120 m2 con lagar y pilón y dos puertas, que fue tasada en 283 peso con 1 real, y mucho más alta que lo dado a la huerta de la misma hacienda que contenía 47 higueras, 12 perales, 50 durazneros, 15 granados y 2 membrillos y que fue valuada en 148 pesos con 6 reales. Sólo los 3 metros de bayeta rosada, una tela común, valía según los tasadores 8 pesos con 6 reales, mientras que una pala nueva costaba 3 pesos, siendo que los implementos ­de hierro y acero (también importados) tenían un alto valor. El kilogramo de listones y el medio kilo de flecadura de plata sumaban 62 pesos y los casi 20 m de damasco negro 47 pesos, mientras 8 bueyes aradores se cotizaron a 48 pesos y 8 mulas se tasaron en 52 pesos. La comparación entre estas cifras permite tener idea de lo importante que era esta mercadería atesorada por los jesuítas.


Fuentes:
Hanisc A. Historia de la Compañía de Jesús en Chile. Santiago, Fco de Aguirre, 1974.
Konetzke. R. América Latina II. La época colonial. Madrid m, siglo XXI, 1971.
Diccionario Enciclopédico Espasa, Madrid, Espasa-Caipe, 1989.
Archivo Provincial de Catastro San Juan.


Volver a índice de trabajos de Teresa Michieli

Los jesuitas en San Juan

Departamento Valle Fértil

Basílica Nuestra Señora de los Desamparados

Los esclavos negros en San Juan - Primera parte

Los esclavos negros en San Juan - Segunda parte

GALERIA MULTIMEDIA
La antigua Catedral era un importante templo. Tenía dos torres y en su interior se apreciaba una importante cúpula Ésta y una de las torres fueron afectadas por un terremoto en 1894, pero a principios del Siglo XX ya lucía reparada.