No fue un político carismático. Tampoco un gran orador ni un conductor de multitudes. Pero fue uno de los políticos que ocupó más cargos importantes. Y lo hizo sin llegar a la cima por asalto. ¿Cuál fue el secreto de este hombre?
Wbaldino Acosta fue un político de características muy especiales.
Comenzando por su nombre, poco común, que terminó siendo su marca registrada y que lo transmitió a su hijo mayor, también político.
Pero un detalle no menor es que no respondía a la imagen que la gente tiene del político.
Acosta no era carismático, era dueño de una oratoria muy formal y casi antigua, tenía una imagen más parecida a un médico pediatra que a un político, de sonrisa fácil y abrazo siempre listo.
A cambio de eso, era un hombre respetado, escuchado, ducho en superar los momentos de crisis.
Acosta daba la imagen del profesional exitoso que no abandona su sitio en la clase media alta, aunque los honores públicos hayan sido muchos.
Apegado a las formas, cuidadoso de las expresiones, siempre.
Llegó a la gobernación por esas piruetas de la historia, tras la destitución del gobernador Alfredo Avelín. Y cuando asumió tuvo las convicciones y la fuerza para imponer sus conceptos en una provincia con graves problemas económicos y sociales.
Algo que no fue fácil pues llegó al cargo con una estructura –como fue la de la Alianza— destruida y con su partido –el bloquismo— con profundas divisiones internas.
El hombre que vino de 9 de Julio
No venía de un hogar de opulencia. Tampoco era hijo de intelectuales. Wbaldino nació el 1 de agosto de 1938 en 9 de Julio. Sus padres se llamaban Segundo Acosta (un criollo de ley) y Encarnación Ortega, nacida en España.
Cuando terminó el secundario, partió rumbo a La Plata de donde regresó años después con el título de abogado.
Se casó el 9 de julio de 1970 en la cripta de la Iglesia Catedral, con Teresita
Beatriz Zapata, descendiente de una familia a la que perteneció el único obispo sanjuanino de nacimiento que tuvo la provincia: monseñor Marcos Zapata.
Fueron padrinos por la novia, su tío Ramón Aguedo Herrero y su madre, Lola Herrero de Zapata. Por el novio, sus padres Segundo Acosta y Encarnación Ortega de Acosta.
El matrimonio Acosta Zapata tuvo tres hijos, Teresita, odontóloga y Wbaldino Julio y José María, quienes decidieron seguir los pasos de su padre y se recibieron de abogados.
Un ingreso tardío a la política
Pocos sanjuaninos ocuparon tantos cargos relevantes como Acosta a pesar que el ex gobernador comenzó tarde a militar en política y no llegó a conformar estructuras políticas internas ni tuvo seguidores personales.
En concreto, fue un político sin votos propios, aunque ser dirigente de un partido grande le posibilitó un accionar político con grandes posibilidades.
Se afilió al bloquismo en 1971 pero no fue hasta 10 años después que comenzó a ir al partido llevado por Domingo Javier Rodríguez Castro.
Hasta ese momento ocupó cargos en otros sectores de la sociedad sanjuanina.
Fue presidente del Colegio de Abogados en 1972, vicepresidente del Foro de Abogados en 1977 e incluso presidente de la Federación Sanjuanina de Box en 1978. Ese mismo año fue designado jefe de Asuntos Legales de la Municipalidad de la Capital y al año siguiente fue elegido presidente del Foro de Abogados.
Recién en 1981 Wbaldino comienza a actuar en política cuando fue nombrado ministro de Gobierno por Rodríguez Castro.
Con la llegada de la democracia y tras el triunfo bloquista, Leopoldo Bravo lo designa jefe de Policía. Al mismo tiempo asume como vicepresidente segundo de su partido.
En 1985 fue electo convencional constituyente participando como tal de la reforma constitucional de 1.986.
Poco después, Jorge Raúl Ruiz Aguilar lo designa ministro de Gobierno.
Y es en este momento en el que aparece realmente el Acosta político.
Nuestro primer encuentro El Nuevo Diario fue creado en esos años.
Fue en esos días que tuve mi primer contacto formal con Wbaldino.
Hasta ese momento nos habíamos cruzado en algún café y yo conocía de su existencia a través de comentarios de amigos comunes.
—¿Quién es este Acosta, tan formal, siempre de traje?—, pregunté a uno de esos amigos.
—Ojo con él. Va a llegar lejos en política. Wbaldino es ambicioso y juega fuerte… —, fue la respuesta.
Y realmente, como ministro de Gobierno de Ruiz Aguilar, lo demostró.
La primera vez que hablamos largo fue en la parrilla Las Cubas, hoy Los Toneles.
Mientras consumíamos dos porciones de asado de tira con ensaladas y una botella de vino tinto tuvimos una larga charla que se prolongó hasta que cerró el restaurante.
Recordemos el momento: 1.986.
Un año antes Bravo había renunciado a la gobernación y al frente de la provincia quedó Ruiz Aguilar, un hombre cuyo destino político estaba muy atado a las opiniones del jefe partidario, quien asentaba la gestión de gobierno en dos ministros jóvenes y trabajadores: Acosta y Juan Gilberto Maratta.
La charla con Acosta me interesó. “Si este hombre quiere ser gobernador dentro de dos años, importa saber lo que piensa”, me dije.
Descubrí esa noche que dos temas nos apasionaban a los dos: el análisis de la construcción del poder y la historia provincial.
De eso hablamos.
—Wbaldino, usted no ha venido a la vida política para ser ministro de Gobierno. ¿Me equivoco?
—Sólo un aventurero podría vaticinar algo que sólo está en su imaginación.
Nada surge espontáneamente. Es el hombre quien lo va construyendo.
Aunque no lo dijéramos, ambos sabíamos que la figura de Leopoldo Bravo sobrevolaba en la charla.
—Le cambio la pregunta. Me atrajo su invitación a comer porque no lo veo a usted como un obediente ministro que trata de posicionarse para que don Leopoldo lo postule dentro de dos años…
Acosta sonrió. Levantó el tenedor como para decir algo contundente pero al instante dejó caer su mano.
—Mire Juan Carlos. Hoy estoy trabajando para ser el mejor ministro de Gobierno…
—Wbaldino, San Juan ha tenido liderazgos fuertes. Usted los ha tenido en su partido. Pienso en Cantoni y en Bravo ¿Se puede manejar un gobernante bloquista sin obedecer al lider? Le amplio la pregunta: ¿se puede gobernar San Juan muy democráticamente?
—Fíjese que los grandes hombres públicos, con personalidades muy fuertes, nunca terminaron su mandato. Yo creo en la mixtura, en el justo término, en la armonía. Por ahí pasa el equilibrio y el buen funcionario público.
—¿Cómo se construye ese equilibrio?
—Este equilibrio se concibe en primerísimo lugar mediante un profundo conocimiento del Estado. Y ese conocimiento de las instituciones, del Estado, de las leyes, debe imponerse con vehemencia, con todo cuanto sea necesario, siempre dentro de los propios mecanismos del Estado
Provincial. Porque esto se traduce en valores. Un gobernante tiene una fuerte personalidad cuando tiene una gran convicción y es un hombre tremendamente justo y equilibrado. No tiene carácter por un gesto adusto, ni porque sea un gritón o un mandón. Yo me inclino en esa tesitura y es la que trato de realizar.
—¿El gobernador de San Juan tiene poder o tiene un poder relativo?
—El gobernador de San Juan tiene poder, pero no todo el poder. Sigue teniendo el lápiz gordo para decidir cosas. Tiene el sitio institucional que le dota de ese poder y tiene la posibilidad día a día de ir consolidándolo.
No tiene todo el poder. Pero el gobernante agudo, al cabo de un tiempo tiene una cuota de poder grande.
—¿Cuál es el poder de un gobernante?
—Este es un tema clave. Al gobierno se llega a través de un resultado electoral. Pero no hay que engañarse. El poder hay que construirlo. Y es acá donde empiezan las contradicciones.
—¿Por qué?
—Sin poder, no se pueden hacer los cambios que la sociedad reclama o el gobernante quiere hacer. Pero para construir ese poder no alcanza con el resultado electoral. Es cierto que todo poder se legitima en función de la voluntad popular. Pero también es cierto que hay una cuantía de poder que no tiene nada que ver con la voluntad popular y que no tiene nada que ver con el hecho comicial.
—Algunos gobernantes lo lograron.
—Hay gobernantes que han logrado construir un poder importante. Pero para hacerlo, de alguna forma, intervinieron en las instituciones.
—¿En qué instituciones?
—Por ejemplo, en la Justicia, en la Cámara de Diputado. Una elección del Foro de Abogados le conlleva la posibilidad cierta de formar la estructura del decisorio en el Consejo de la Magistratura. Y allí es donde se nominan las ternas para ministros de la Corte, jueces o Fiscal de Estado, ¡casi nada!, de ahí para abajo. Y esto tiene una cuota de poder inconmensurable en momentos determinados de la gestión de gobierno.
—Pasa a ser una elección clave...
—Fíjese una decisión de un juez de primera instancia, no le digo de Corte, le puede frenar la mejor acción política de un gobernante, elegido por la inmensa mayoría del pueblo, mediante una cautelar. Entonces, en esto hay que estar muy atento para también saber construir. De cualquier forma, en construcción de estas cuotas de poder, que son importantísimas dentro del ejercicio del todo, hay que ser muy cuidadoso y el problema está en los límites de este tipo de construcción de poderes.
—¿Por qué?
—Porque este concepto de construir estas cuasi cuotas de poderes extra al que sale generalmente de las urnas, puede conllevar en sí un arbitrio tremendo del gobernante que al comenzar a construir en los otros ámbitos va a construir en función de él. Y se pueden neutralizar los organismos de contralor del poder político. Hay que delimitar con muchísimo cuidado esas zonas fronterizas o grises cuando ya se empieza a penetrar y absorber mayores facultades. Pero también es cierto de que cuando se descuida el otro lado... no puede gobernar.
—Vuelvo a mi pregunta inicial. Usted no ha venido a la política para ser un ministro más. ¿Qué lo diferencia de otros políticos?
—Se lo voy a decir con claridad pero le pido que no lo publique. Lo que me diferencia son los conocimientos. El principal poder de un gobernador radica en sus conocimientos, su nivel de razonamiento, su talento político, en primer lugar. Porque esto le da la comprensión del conjunto de factores que contribuyen a estabilizar o desestabilizar el poder que él ejerce. Un gobernador obtuso, encerrado en sí mismo o con escasos conocimientos de la administración del Estado, no ve con claridad el panorama social...
Un amante del tango e hincha de Boca
Según la gente que lo trató en la gobernación, Acosta era un hombre de carácter fuerte pero comprensivo al que lo sacaba de la casilla el desorden.
A diferencia con otros mandatarios, no nombró a familiares cuando fue gobernador, aunque si en etapas anteriores.
Era amante del tango y el folklore y más de una vez salió a bailar en las fiestas.
Con Wbaldino se podía hablar de cualquier tema relacionado con la política o la historia. Pero si uno se salía de esos temas y le preguntaba sobre las películas que le habían gustado resaltaba filmes de viejos tiempos, como Marcelino pan y vino y si se le preguntaba por actores sólo recordaba a Alberto Olmedo y Tita Merello.
Aseguraba, aunque no le creyeran, que su libro de cabecera era La vida de Jesús escrito por Domingo Sarmiento. Si bien Acosta era Católico, se declaraba no practicante.
Y aunque algunas veces se prendía en una charla de futbol confesaba que era hincha, no fanático, de Boca y Trinidad.
Buena mesa y largos trasnoches
Acosta era un gran conversador. Si compartía una cena con interlocutores interesantes podía prolongar las sobremesas hasta la madrugada.
Amante de las pastas y el asado acompañados por un buen vino tinto y champagne de sobremesa. A veces, una gaseosa light era también de su gusto.
Le gustaba cocinar y se jactaba de las paellas que preparaba.
Generalmente veraneaba en Mar del Plata.
Se confesaba admirador de Sarmiento y de sus padres y se jactaba de ser sanjuanino hasta la médula y de haber vivido gran parte de su vida en la misma casa, en la calle Mendoza, frente a lo que era el ministerio de Educación.
—¿Se acuerda, hace un par de años? Era difícil vivir acá con las manifestaciones de todos los días—, le dijo a este periodista, café de por medio, pocos días antes de entregar su cargo al gobernador electo.
En esa casa dominaba su prolijo jardín del fondo un añoso ceibo.
—Este es el ceibo más grande que existe en el país. ¿Sabe por qué? Estas son tierras muy ricas pues por acá hace varios siglos pasaba el cauce del río.
Un revés exitoso
Pero volvamos al pensamiento de Acosta.
Aquella charla de 1.986 con Wbaldino fue bastante reveladora de sus intenciones. Pretendía ser el próximo gobernador electo.
Y desde el ministerio hizo todo lo posible para instalarse.
Leopoldo Bravo seguía siendo el jefe indiscutido del bloquismo y el partido mostraba signos de desgaste.
La escandalosa licitación del dique Cuesta del Viento –se adjudicó la obra a la tercera propuesta, beneficiando a un contratista (Paolini) muy ligado a Bravo— más algunos juicios de expropiación promovidos por dirigentes del partido y jubilaciones de privilegio que beneficiaban a diputados, comenzaban a disociar al bloquismo de amplios sectores de la sociedad. No olvidemos que el partido llevaba siete años en el poder sumando la etapa del proceso militar.
Bravo no tenía confianza en un próximo triunfo electoral. Y buscó un acercamiento con los radicales. Estaba dispuesto a ceder la candidatura a gobernador si el candidato era Héctor Miguel Seguí y reservarse la vicegobernación para un hombre del partido. Ese hombre sería Wbaldino Acosta.
Pero los radicales no querían saber nada con el bloquismo.
Independientemente del espíritu dialoguista de hombres como Seguí las bases sostenían que el bloquismo era un partido del proceso, conducido por un Bravo cada día más alejado del ideario cantonista y con el que desde sus orígenes habían estado enfrentados. No olvidemos que el cantonismo nace como una escisión de la Unión Cívica Radical tras el asesinato por hombres ligados al bloquismo, del único gobernador radical que tuvo San Juan, Amable Jones, en 1.921.
Para que no quedaran dudas, los radicales lanzaron la fórmula Seguí – Moragues.
El partido de la estrella no tuvo otra alternativa que presentar su propia fórmula y lanza la Alianza Bloquista.
Bravo entendía que ni él ni ningún hombre que fuera muy cercano podía ser el candidato a gobernador.
La solución la tenía al alcance de la mano: Carlos Enrique Gómez Centurión, en ese momento senador nacional.
Se lanza la fórmula Gómez Centurión—Acosta.
Bravo se atrinchera en la senaduría y el partido. Algo tenía en claro; el “Bebe” sería mucho más difícil de influir que Ruiz Aguilar, un hombre consustanciado con el partido.
Un difícil equilibrio
En esos años Acosta se movió en un difícil equilibrio.
Por un lado mantuvo una fluida relación con Gómez Centurión sin caer en su entorno. Algunos sostienen que más allá del formalismo de la relación, Gómez Centurión lo consideraba un rival que intentaba desgastarlo ante diferentes auditorios.
Procuró sostener su encolumnamiento con el partido y especialmente con Bravo sin transformarse en un mero cuadro político.
Finalmente, desde la Cámara de Diputados, buscó afanosamente armar su propia estructura en todos los niveles. Algo que no le resultó fácil.
Una prueba de que no contaba con “tropa propia” es que tras hacer designar juez a un primo suyo debió hacerlo renunciar ante la evidencia de que el hombre no estaba en condiciones de ejercer una magistratura.
Durante esa gestión se produjo un gran enfrentamiento entre El Nuevo Diario y el gobierno de Gómez Centurión. Un enfrentamiento promovido por Bravo, aliado con otros sectores de la prensa.
Acosta fue el único dirigente de relevancia del bloquismo que desde el comienzo mantuvo una actitud al menos independiente.
En primer lugar nos avisó inmediatamente se resolviera en reunión secreta y antes de que se llevara a la práctica, de que seríamos objeto de veda absoluta en materia publicitaria en todos los niveles del Estado, nos recomendó que nos manejáramos con profesionales de buen nivel en materia legal y de impuestos pues seríamos sometidos a todo tipo de investigación y que estuviéramos preparados para enfrentar juicios si estos eran promovidos.
Me contó quién había transmitido la orden de Leopoldo, por pedido de quién y aseguró que Gómez Centurión lo aceptó porque no tenía poder para enfrentarse.
Además, cada tanto me hacía algún llamado telefónico o invitaba a tomar un café en su casa para “analizar la situación”.
Se dirá: siendo el vicegobernador… ¿no podría haber hecho algo más?
Seguro que sí. Pero ante la falta de solidaridad de toda la clase dirigente sanjuanina, esos gestos eran al menos reconfortantes.
Fueron cuatro años muy difíciles para nuestra publicación que culminaron con un “juicio por desacato” promovido por el gobernador con el patrocinio del abogado Alberto Bustos.
En esa oportunidad Acosta nos llamó y además de expresar su solidaridad –por supuesto en privado— nos dijo que la causa había caído en una jueza que le respondía y que “va a cajonearla el mayor tiempo posible”.
Su mayor frustración
En esos largos trasnoches que alguna vez compartimos Acosta me dijo que una de sus mayores alegrías fue cuando se recibió de abogado.
Y la mayor frustración política fue cuando el bloquismo postergó sus aspiraciones para ser candidato a gobernador, promoviendo la fórmula Marata—Sambrizzi.
Este punto fue importante en su historia. Acosta quiso ser candidato a gobernador en 1.987 y terminó aceptando la vicegobernación como una nueva antesala de la gobernación.
Podía aceptar que Gómez Centurión era un mejor candidato en ese momento por su imagen de independiente, su recordada gestión como mandatario designado por un gobierno militar y su ascendencia en un sector del electorado.
—Pero –argumentaba entre sus amigos— Marata tiene menos votos que yo. Y a Sambrizzi se lo conoce por la inmobiliaria, no por su actuación política.
¿Por qué la cúpula del partido había optado por Marata? ¿Era más confiable para Bravo?
Para muchos, la vida política de Wbaldino, había terminado en ese año, 1.991.
Con un bloquismo desalojado del gobierno, alejado de la voluntad popular y con un liderazgo –el de Bravo—en franca decadencia, poca sería su figuración en los años siguientes.
Había llegado la hora del escobarismo.
Acosta, con su pensión como ex vicegobernador, su estudio jurídico y las largas charlas de sobremesa para hablar de política, era casi un jubilado político.
Sin embargo la historia le tenía reservado el mayor protagonismo de su carrera.
Mientras los dirigentes se anotaban para cargos en los que pudieran ser electos, Wbaldino Acosta aceptó ser el candidato a vicegobernador de la Alianza, acompañando a Alfredo Avelín en una aventura que para muchos era imposible tuviera final feliz.
Pero Avelín y Acosta triunfaron ampliamente. Y en septiembre de 2002 fue destituido Avelín y Acosta asumió la jefatura del Poder Ejecutivo de manera efectiva hasta finalizar el mandato en 2003.
La soledad del poder
Durante 20 años Acosta fue un protagonista de la política sanjuanina.
Supo de éxitos y de fracasos. Apostó siempre a la cabeza pero aceptaba un premio en la corrida. Seguramente su gran anhelo fue ser electo gobernador.
En la última entrevista que le hiciera, en su domicilio particular, me contó que quería escribir un libro, relatando sus experiencias.
Recordemos la fecha: 2.003. Gioja había ganado la elección y faltaban pocos días para que se transmitiera el mando.
—¿Y en ese libro que piensa escribir, va a decir toda la verdad?
—Toda la que sea útil.
—Usted llegó al gobierno sin apoyo de su partido, electo vicegobernador por una alianza que en los hechos ya no existía, con un partido acéfalo porque Bravo estaba muy enfermo… ¿Se sintió sólo?
—La soledad del poder existe, como existe la soledad de la vida. ¿Quién no se sintió solo en un momento de la vida? También ocurre en el poder.
Lo que ocurre es que la soledad del poder se siente con mayor intensidad porque el que tiene el ejercicio del poder cree que es fuerte, entonces no concibe que hay un momento en que esté solo.
—¿Cuál es el momento en el que se está más solo?
—En la derrota se está más solo. Ahí se ve si el político tiene temple.
Pero le diría que también me sentí muy sólo el día que asumí la gobernación.
Me senté, no en el sillón, que sólo ocupé cuando fui confirmado en el cargo sino al lado del busto de Sarmiento. Y recibí el primer informe.
Teníamos una deuda flotante enorme, un desorden descomunal, una provincia incendiada y sólo 10 mil pesos en caja.
—Usted me dijo alguna vez que un gobernador llega, tiene su poder, el poder que le da la Constitución, y tiene que manejarse con otros poderes. Wbaldino, ¿cuáles son los poderes fuertes, estables, en esta provincia?
—Vamos a partir del poder del gobernante. El principal poder de un gobernador radica en su conocimiento, su nivel de razonamiento, su talento político, en primer lugar. Usted ha visto lo que pasa cuando un gobernante llega con muy buenas intenciones pero sin conocimiento del conjunto de factores que contribuyen a estabilizar o desestabilizar el poder que él ejerce.
—¿Cuáles son los otros poderes?
—Uno de los principales factores de poder es la prensa. Otro la iglesia, otro el poder sindical o el empresario, aunque en mucha menor medida. Yo creo que en San Juan, los factores más fuertes que un gobernante debe observar son la prensa y la iglesia.
—¿Por qué la prensa?
—Hasta hoy es el único factor de poder que no ha tenido un desgaste notorio. No se la critica como a los políticos, muchas veces a la misma iglesia, a los sacerdotes, a la dirigencia gremial, A todos los otros factores de poder se los critica, a viva voz y a cara descubierta. A la prensa no. Sí se la critica y castiga sin piedad, en el boca a boca y en el mano a mano. Pero eso no tiene el poderío que da la comunicación masiva a la sociedad. Y también se le resta en el boca a boca el elemento formal. “Lo dijo la televisión”, “lo leí en el diario”, “lo escuché en la radio”. La prensa tiene mucho poder porque sigue siendo creíble para muchos sectores.
—¿La prensa y la Iglesia son, según su óptica, más importantes en términos de poder que los partidos...?
—Estamos hablando de la coyuntura. Y, sí son un poder más fuerte que los partidos. Esto tiene que ver mucho con el gobernador.
—¿Por qué?
—Porque si el gobernador es un político y tiene ascendencia dentro de su partido, disciplina la tropa y tiene un aliado, se neutralizan los efectos. En la sociedad mediática, esto no ocurre así.
—¿Qué es lo que ocurre?
—Fíjese lo que pasa con los medios escritos. Desde hace mucho tiempo a esta parte, es como que se toma distancia de la lectura por razones de comodidad. Es como que la gente ha renunciado a hacer el esfuerzo personal de la lectura. Pero los medios electrónicos llegan a todos los hogares. Y reproducen, multiplicando muchísimas veces, lo que dice la prensa. La sociedad mediática es bastante.... diríamos un tema que hay que estudiar. No sé si es bueno. Esto hay que estudiarlo.
—Si los poderes más grandes no son los formales, de alguna forma se trasgrede el espíritu de la Constitución...
—Claro. Transgrede el espíritu de la Constitución con seguridad. Pero el espíritu de la Constitución, aunque parezca una incongruencia —y espero que se me interprete con la mejor intención— es el propio Estado por medio de sus propios funcionarios el primero en desvirtuarlo. Son los grandes contrastes o las enormes incoherencias que tenemos los argentinos.
Por eso es que nos va como nos va. No nos va como nos va de cazuela.
—¿Por qué sostiene eso?
—Porque es la Constitución justamente la que regla el Estado, la que determina al Estado, la que le dice al Estado cómo tiene que actuar... Y resulta que el propio Estado a través de los hombres que lo ponen en movimiento, los hombres de carne y hueso, son los primeros en violentar el espíritu de la Constitución. Le hacen decir a la Constitución cada pavada que nunca el constituyente concibió cuando estaba pensando la norma constitucional
—Wbaldino… ¿Qué cambió en estos años de democracia?
— Aparecen nuevos problemas cada día. Pero a su vez el gobernante es también ganado por la ansiedad de saber que problemas que tienen solución no se resuelven con la prontitud deseada en razón del excesivo peso burocrático, yo diría un tanto pachorriento, de las propias estructuras del Estado provincial. El Estado provincial en un porcentaje muy elevado se constituye, aunque pareciera un absurdo, en una maquinita de impedir. Siempre aflora el no. En vez de decir cuál es el problema, voy a trabajar para resolverlo, aparece el no se puede. Por eso la cantidad de expedientes sin resolver, con todos los inconvenientes que esto genera. Inconvenientes que luego le ocasionan un perjuicio fiscal tremendo al Estado en juicios, demandas, con todo lo que esto ha significado a lo largo de la historia de San Juan.
—¿Cómo se cambia esto?
—Creo que hasta ciertos niveles el Estado tendría que ser conducido por funcionarios de carrera. Y los niveles más encumbrados, los de mayores jerarquías dentro de la estructura del Estado, sí deberían ser funcionarios estrictamente políticos en el sentido de la posibilidad de la remoción o de la carencia de estabilidad en su función. Si uno entendiera con facilidad que el Estado debe tener una continuidad, todo sería más sencillo. Pero normalmente creemos que el Estado empieza con uno y no nos damos cuenta los años que han transcurrido y que el Estado está. Y me he preguntado a veces el porqué de este tema.
—¿Y cuál es la respuesta?
—El Estado se pone en movimiento como consecuencia de la acción del humano, que actúa en el mundo de las realidades. Cuando el elemento humano, el gobernador, sus ministros se van, prácticamente el Estado queda sin memoria para continuar con otro. Por eso sostengo la necesidad de las políticas de estado. Este razonamiento justifica aún más a los funcionarios de carrera. Porque son los que tendrían que acercarle al nuevo gobernador, los documentos liminares donde se plasma y quedan petrificadas las acciones anteriores del Estado.
—¿Y por qué somos así?
—Creo que todavía vivimos y seguimos creyendo o apoyando a aquel que nos ofrece más. No al que realmente otorga más. Estamos muy lejos de haber extinguido para siempre las acciones demagógicas de la vida de nuestro pueblo. Aún sigue la demagogia como factor atractivo para captar voluntades populares. Hay que estudiar el porqué el funcionario administrativo de carrera trabaja lo necesario o un poquito más abajo de lo necesario. Antes el orgullo de un docente era decir a viva voz no falté un solo día a clase. El de un juez, decir tengo mi despacho al día. No concebíamos un banco que fuese a cerrar sus puertas y decirle a sus clientes, mire sus ahorros no los cobrará nunca en su vida. Todo esto que hemos vivido puede llevar tal vez, a mucha gente a restar esfuerzo a su propia actividad. La mediocridad va ganando terreno...
—Está ligado a otro tema: no hay premio ni castigo.
—Claro. Lo que pasa con el juez que no se distingue, pasa con el empleado, con el periodista, pasa con el político, con el sacerdote. Y esto no debe ser. Las culpas son individuales, nunca son colectivas. Culpable es el funcionario. Vos fulano, vos y vos. Pero no todos ustedes.
La muerte
A las 21 del miércoles 1 de agosto de 2.007, justo el día que cumplía 69 años, Wbaldino Acosta falleció.
Horas antes, los especialistas llegados desde Buenos Aires habían dictaminado que el aneurisma producido en la base del cerebro, que es una dilatación localizada de una arteria ocasionada por una degeneración de la pared, era irreversible.
El Partido Bloquista ofreció su sede central sobre calle Mitre, pero la familia Acosta prefirió que el velatorio se realizara en las salas de la Cochería San José, sobre la calle Salta.
Y dispuso que sólo hubiera un orador en su sepelio: Julio César Conca, el hombre que lo acompañó cuando presentó su última candidatura a gobernador, en 2.003.
Fue como una definición póstuma. Como decir, fui otra cosa.
Podría señalarse que Acosta quedará en la historia como un gobernador de transición y el único vicegobernador de San Juan que terminó su mandato en el siglo XX, es decir, una suerte de campeón moral de los segundos.
Podría agregarse que, a diferencia con otros políticos, basó su carrera en pequeños pasos pero mirando siempre a la cima, que otros prefieren tomar por asalto.
Fue un estudioso de la historia y del poder e intentó manejarse independientemente, algo no sencillo cuando se milita en un partido de caudillo y no se es el dueño de los votos.
Esto le da, al menos, la posibilidad de ser juzgado en el purgatorio.
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