Eduardo Savastano. Un realizador todo terreno

Eduardo Savastano fue entrevistado por Juan Carlos Bataller en el ciclo Qué hiciste con tu vida en febrero de 2019

 —Cuando pasás por una aduana o migraciones, ¿qué ocupación decís que tenés?
—Soy un multitask, una persona multitarea. Lo que sí pongo es la fecha del nacimiento, que coincida con la del pasaporte, pero ese campo siempre lo lleno como empleado.

— ¿Empleado?
—Sí, porque siempre estoy al servicio de algo. Considero que mi vida profesional está al servicio, no mío y de mi familia solamente, sino de algo más importante que es la comunidad, me toque trabajar en el sector público o privado.

— ¿Pero siempre bajo las órdenes de alguien?
— Muchas veces me tocó darlas o estar en la parte superior de la pirámide. Pero ¿viste cuando caminás por la Plaza 25 de Mayo, que siempre hay una paloma arriba de la cabeza de Sarmiento? Bueno, no importa que tan alto hayas llegado, siempre hay uno arriba y generalmente te ensucia. Algunas veces estoy más subordinado que otras y muchas veces me toca tomar decisiones, pero me considero un empleado.

— ¿Y cómo se hace un Eduardo Savastano? Empecemos por la niñez.
—Soy sanjuanino y nací el 10 de diciembre de 1961. Soy el primogénito de un matrimonio muy joven, recién casado. Heredé de mi padre el nombre y mi madre se llamaba Marina Rodrigo. Fuimos tres hermanos muy seguidos: yo el mayor, tenía un hermano casi un año menor que yo, nuestro querido Marcelo, que falleció en un accidente de tránsito en Chile, en 1986; y luego mi hermana menor María Teresa. Así fuimos creciendo y viviendo en el Barrio Palermo, en la calle Esteban Echeverría. Empezamos nuestra educación con una madre amorosa, cariñosa y muy devota, que se ocupó de nosotros magistralmente. Y de un padre que se encargó de que el corral siempre tuviera su pasto para comer y que pudiéramos vivir como familia.

—El “Gringo” Savastano, fue intendente de esta ciudad. Cuando uno lo trataba, si pasaban cinco minutos y no lo considerabas un amigo pasaba raspando.
—Sí, era un hombre muy cálido. Fue una de las personas que más marcó mi vida, así como mi madre me marcó en la bondad y en la grandeza de su espíritu, porque era un ángel. Mi padre era un hacedor y trato de honrarlo. Conocí mucha gente en mi vida profesional, pude viajar, recorrer, puedo decir que soy una persona con muchos kilómetros. Naturalmente la vida profesional me puso en contacto con gente maravillosa de la que tuve que aprender. Lo primero que tuve que aprender a manejar fue mi soberbia y mi arrogancia y mi primer gran maestro fue mi padre. Entendí que quien persigue objetivos propios y particulares generalmente cava el camino más directo a su propia fosa. Siempre trato de tener un pensamiento global, de gran sensibilidad social. A mi padre le decían el loco por muchas cosas maravillosas y yo ya empecé a escuchar ese mote en mí, así que me hago cargo de mi pensamiento. Tengo 57 años y creo que mi generación fracasó en muchas cosas. Nos estamos yendo y siento que no he podido dejar una comunidad, una sociedad, ni una obra mejor que la que hizo mi padre y su generación.

— ¿Dónde estudiaste?
— Fui al colegio Fray Mamerto Esquiú, que quedaba a 8 o 10 cuadras de mi casa. Mi madre nos llevaba después de almuerzo y veníamos caminando todos los amigos. Empecé a estudiar chelo a los 7 años, iba a la escuela primaria y ya comencé con mis estudios musicales. Hice el secundario y mis estudios musicales al mismo tiempo. El destino, la oportunidad, quiso que a los 15 años empezara a trabajar en la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de San Juan, la que tanto conocemos y queremos.

— ¿Empezaste como chelista?
—Sí, estudié en la Escuela de Música y canté en el Coro de Niños en las primerísimas camadas, desde ese momento conozco a la siempre querida y agradecida Ana María Oro.

—O sea que eras cantante por un lado y músico por el otro.
—E iba a la escuela y jugaba muy mal a la pelota, así que tenía más horas de chelo que de fútbol. Siempre fui el más alto y torpe, parece que los grandotes no servíamos mucho para el fútbol. Conocí en esa orquesta fundacional grandes personas que marcaron mi vida: a mi maestro Jorge Otero, el primer chelo de orquesta en ese momento; a Vicente Constanza. Cuando terminé el secundario, salí sorteado y tuve que hacer el servicio militar. Fui uno de las tres personas que entraron al Regimiento de Granaderos a Caballo en esa camada.

— ¿Por la altura?
—No me favoreció para el fútbol, pero sí para ser granadero, cosa que anhelaba desde que era un niño.

— ¿Y qué pasó después del servicio militar?
—Volví y a los pocos meses gané un concurso en la Orquesta Filarmónica del Teatro Municipal de Santiago de Chile, uno de los teatros más importantes de Latinoamérica. Estuve casi 4 años ahí, con una vida profesional súper intensa, en una orquesta súper profesionalizada, en un teatro magníficamente dirigido con temporadas de primer nivel mundial y con una exigencia terrible. Teníamos 160 servicios al año, entre ópera, ballet. Así que un feriado o un franco me podían tocar un martes o jueves. Trabajaba muy bien, ganaba muy bien y como siempre he sido muy ordenado pude ahorrar. En determinado momento decidí seguir mi carrera profesional; renuncié y con mis ahorros y vinculaciones me fui a estudiar a Europa e ingresé en la Universidad de Maastricht en Holanda. Ahí hice mi carrera profesional durante los cinco años que duraba la universidad y mi primer título profesional como músico clásico es de esa universidad.

— ¿Ahí ya manejabas los idiomas?
—Tuve que aprender el inglés rapidísimamente.

—El holandés es terrible.
—Sí. Aparte si lo aprendés es como tener una ballena hermosa, pero ¿dónde la pongo? Sin embargo, son tan flexibles que me permitieron hacer la universidad en inglés. En ese momento sucedió la muerte de mi hermano en Chile. Él estudiaba ahí, siguiendo mi camino. Se movilizaba en bicicleta y cuando salía de una clase para ir a un ensayo lo llevó por delante un auto, murió inmediatamente. Esto significó para mi familia un inmenso dolor del cual nunca se sana.

— ¿Cuántos idiomas hablás?
—Me arreglo muy bien en el inglés y el alemán; el italiano me ayuda mucho, tengo la doble nacionalidad. Con el ruso me arreglo bien, digamos.

— ¿Cómo siguió entonces tu carrera?
—La UNSJ me convocó para tomar la Cátedra de Chelo y concursé también para la Orquesta Sinfónica. Llevaba 8 o 10 años fuera del país, mi familia estaba en un terrible dolor y me pareció una buena invitación, era una buena forma de acompañarlos. Vine, lo hice, estuve 6 o 7 meses. Realmente hubo muchas cosas con las que me sentí muy cómodo, pero otras que me complicaron un poco. Tenía 25 o 26 años y una formación muy profesional. Estaba tratando de hacer una carrera y decidí volver a Europa. Durante esa época me enamoré de quien fue mi mujer durante mucho tiempo, Ada Hidalgo, con quien tenemos dos hijas. Nos fuimos recién casados a Alemania, ella a hacer un posgrado luego de su universidad argentina y yo a hacer un posgrado luego de mi universidad holandesa.

—Tu vida profesional estuvo casi siempre ligada al arte. Por ahí el médico quiere ser director de hospital o el músico director de un teatro y la gestión es otra cosa.
—Sí. ¿Qué aprendí de la música? A tener un ojo a corto plazo en el detalle, el vibrato, el sonido, y un ojo a largo plazo. ¿A dónde quiero conducir lo que hago? Eso dentro de un contexto en el que hay que manejar las emociones, que adentro se convulsionan, porque uno está delante de una audiencia de cientos o de miles de personas. Del arte aprendí el manejo de las emociones y eso es importantísimo en el mundo de los negocios, de la gestión.

—Retomando la historia ¿qué pasó cuando regresaste a Europa?
—Viviendo en Alemania, y empezando nuestro posgrado, tuve la invitación de una agencia de espectáculos muy importante, la segunda más grande de Alemania. La primera estaba en Hamburgo y la segunda estaba en Frankfurt. Ellos tenían a Piazzolla, Mercedes Sosa y al Circo de Moscú, entre otros. Desde los 7 y hasta los 26 años fui músico y mi vida fue mirar a través de la música. El dueño de esa empresa me dijo “usted tiene mucha experiencia como músico y yo la necesito para la preproducción”. Estaba recién casado y lo conversé con mi esposa en ese momento. Le dije: “me voy a tomar un semestre sabático y quiero ver de qué se trata”. Ese semestre nunca terminó, entonces empecé a trabajar en la preproducción de los espectáculos. A los 3 o 4 meses tuvieron una crisis con un director general de la gira europea del Circo de Moscú, 120 millones de dólares, 100 personas, 14 cañones, aviones chárteres.

—Estamos hablando de uno de los espectáculos…
—Más grandes del mundo. Y bueno, este señor tuvo la audacia de decirme “Eduardo, he pensado que usted puede hacerlo”. Y le dije, “miré, mi alemán no es suficiente todavía”. Y me dijo “no se haga problema, tiene un traductor al lado”. El traductor que me pusieron era ruso alemán, así que se me duplicó el problema. Tuve que aprender, en el rodaje, a manejar las cosas duras y blandas de una organización itinerante, con una multiplicidad de intereses, con un fin comercial para la empresa, uno profesional para el artista y uno de entretenimiento para el señor que se sienta en una butaca. Fue intenso, eso se hace cuando uno tiene veinti tantos porque hace falta una energía y una disponibilidad absoluta de tiempo. Uno maneja tres o cuatro idiomas en forma permanente y tiene cuatro o cinco ciudades en la cabeza. Mientras está en Viena, ya sabe que la semana que viene está en Berlín, después en Bonn y luego tiene que ir a Estrasburgo. Con el manejo de lo imponderable, porque un artista se enferma, un camión se queda atascado en la nieve.

— ¿Hasta cuándo trabajaste en el Circo de Moscú?
—Después de cuatro años de esta situación, vino el embarazo de nuestra primera hija y mi madre se había enfermado muy gravemente. Llevaba más de quince años afuera del país y vino el planteo de volver a Argentina. Yo había dejado de tocar el chelo y tenía la cabeza y la energía puesta en otro mundo. Mientras crecía el embarazo decidí estudiar. Renuncié a la empresa en la que trabajaba e hice mi primer posgrado en administración y conducción de empresas. Tuve la suerte de ser aceptado por el Banco de Compensación Alemán. Entré en un programa de formación de entrenamiento para profesionales que trabajaron y estudiaron en Alemania, que hablaban alemán. El gobierno alemán me entrenó para ser fundador de empresas en países en desarrollo y con eso llegué en enero de 1994, con una nena que tenía meses, un contenedor con mis cosas, y una familia que volvimos a instalar.

— ¿Qué fue lo primero que hiciste estando acá?
—En un mes fundé una empresa que se llamó “Do it”, y eso tal vez te dice algo de mi personalidad. Me dediqué a producir televisión. Yo creía que desde el mundo de la cultura podía hacer un aporte y en el módulo de la televisión lo hice a través de la noticia, pero llevada al niño. El freno que tiene Latinoamérica es un tema cultural, con cultura y moralidad los países crecen. Y naturalmente los niños son importantes porque es a dónde vamos. Empezamos a hablar de los chicos, de cosas que escuchan hablar en la calle y no saben qué pasa. Con eso me fue muy bien, gané el Martín Fierro, el Santa Clara de Asís, premios nacionales e internacionales. Eso me llevó recibir la invitación de Héctor Daniel Estornell, para tomar la gerencia de producción y programación de Canal 8. Después Raúl Estornell, ante el cambio de directorio, me ofreció la gerencia general de Los Algarrobos, la bodega que don Jorge Estornell transformó en fábrica de mosto concentrado. Dos negocios, dos conceptos, dos industrias distintas. ¿Cuál es el hilo conductor de todo esto? Todo esto necesita ser entendido en su naturaleza intrínseca. Exactamente lo mismo que una sinfonía de Mozart o una ópera de Verdi.

—Lo que me asombró es que saliste de la empresa privada, de pronto fuiste director del Auditorio y de ahí secretario municipal, un funcionario que trabajaba al lado del camión y de los obreros. Esto no era normal, no es normal.
—Cada uno tiene su visión y la fórmula que le da resultado. Yo no sé trabajar desde un escritorio, necesito estar en contacto con la gente. Aparte, la capacidad de dirigir un auditorio, un canal de televisión, una industria de altísima especialización, es tener capacidad de aprender. Para aprender hay que desaprender, hay que tener un acto de humildad y ponerse al lado de los que saben.

—Después pasaste a estar en otra bodega importante y en la Fundación YPF, todas tareas diferentes. ¿Te aburrías, te echaban o qué pasaba?
—Afortunadamente me fueron invitando y hubo mucha gente que me ayudó a crecer, a la cual le tengo que agradecer permanentemente. Soy una persona muy trabajadora, no sé cuánto talentosa, pero sí me dedico a las cosas y evidentemente tengo mucha suerte. Mi trabajo en la Secretaría de Servicios de la Municipalidad de la Capital fue fantástico, fue una de mis grandes experiencias. Desde la basura y la cuneta entendí que estaba haciendo un trabajo cultural, impactando en los modos, en los hábitos, en las tradiciones de mi gente. Eso me llevó a cierto tipo de contacto con gente que luego me invitó a trabajar en YPF, en un momento muy importante de la compañía y fui adscripto a la vicepresidencia de la Fundación YPF. Es la empresa más grande de país y con un profundo sentido patriótico. Esa compañía opera día a día sin pausa, desde el año 1907. Lo que hizo YPF por el desarrollo de este país, falta ser contado.

—Estuviste en el Bureau de Turismo, que creo que es algo fundamental.
—La vida profesional me fue llevando así. Después de YPF me vine a San Juan y tomé la presidencia de Mozarteum, que me llenó de orgullo. Es una organización civil sin fines de lucro, el trabajo es voluntario. Después el teatro me dio la misma situación. Si bien es una función rentada, porque yo no soy un voluntario, soy un funcionario pago, me permite llegar con profundidad a la raíz de mi comunidad.

— ¿Qué es un teatro administrado por el estado?
—Nació con la misión encomendada por el gobernador y la señora ministra de ser un teatro que le sirva a la gente, la que está arriba del escenario y la que está abajo. La que está abajo es mi comunidad, que llega hasta Cochagual o mucho más allá, con una visión a diez años. Trabajando en tres áreas fundamentales: la artística, la formación y las relaciones con la comunidad, debemos ser capaces, en 10 años, de ser un polo generador de arte y desarrollador de la cultura a nivel regional. Tenemos que involucrara los artistas y ayudarlos a crecer, abriendo las puertas para que la comunidad los disfrute, pierda los prejuicios y baje los frenos. Como comunidad debemos ser en 10 años un polo cultural, igual que Buenos Aires, San Pablo, Bogotá o Santiago de Chile.

— ¿Vos sos parte o te sentís identificado con otras patas de ese proceso? Por ejemplo, Museo de Bellas Artes, Fiesta Nacional del Sol ¿o sos el director del teatro y lo que te preocupa es la excelencia del teatro?
—No, las dos cosas. Me preocupa total y absolutamente la excelencia del teatro. Soy una persona sumamente competitiva. Acabamos de certificar las Normas ISO 9000. Es el único teatro en Latinoamérica y pocos hay en el mundo que, a 30 meses de haber nacido, han certificado un sistema de gestión. Esto quiere decir que, si cometemos un error, sabemos dónde está y no lo repetimos. Sí me interesa, por supuesto, entender que soy un jugador global. Con la directora del museo charlamos mucho y tenemos acciones conjuntas, igual con el director del auditorio. Por ejemplo, todo el mundo quiere venir al teatro porque es nuevo, está bonito y limpito, pero no todos deben ir al teatro. Las cosas que requieran puesta en escena o uso tecnológico, vienen al teatro. Lo que necesita un trabajo acústico y un cuidado artístico básicamente instrumental tiene que ir al Auditorio Juan Victoria.

—Aparte de tu profesión, ¿qué te gusta hacer? ¿Cocinás?
—Muchísimo y cocino muy bien.

— ¿Asado?
—Sí, el asado por supuesto, pero amaso muy bien, deshueso y relleno muy bien. Me gusta andar en moto, mucho.

— ¿Y la lectura?
—Mucho. Pero tengo un problema con la lectura, que soy un gran lector de informes. En los últimos 20 años, en mi vida profesional, me convertí en un gran lector de papers. Soy lector y analizador de tres páginas y he perdido el gusto por la novela.

—Sería casi lógico preguntarte a esta altura, con todo lo que has hecho, ¿sos feliz?, ¿has sido feliz?
—Soy un tipo muy feliz. Cuando recibo los visitantes o a la gente del teatro, porque a veces me meto en las visitas guiadas, siempre pienso “cuando vuelvan a sus casas que digan que han conocido al sanjuanino más feliz”. Tengo unas hijas hermosas, he pasado una vida familiar excelente. Tengo un trabajo excepcional. Estuve con Dominique Meyer, el director general de la Ópera de Viena; con gente en La Scala de Milán; con María Victoria de Alcaraz del Teatro Colón y les decía “ustedes tienen teatros maravillosos. Durante 200 y 300 años han hecho cosas fantásticas por sus comunidades y el arte universal, pero ninguno de ustedes le puso la llave a un teatro”. Poner en marcha un teatro, para un profesional con vocación de servicio, debe ser una de las cosas más importantes que pasa en la vida.

—Eduardo, siempre nuestras notas terminan con una canción, una canción que también habla de vos. Elegila.
—Ray Charles “Georgia On My Mind”.


Cómo lo vi
 Es fácilmente advertible que Eduardo Savastano es propietario de un ego importante.

Pero si uno recorre sus antecedentes, si evalúa sus conocimientos, si analiza sus realizaciones, advierte que ese poderoso ego tiene sustento.

Eduardo ha recorrido un largo camino. Ya no es el joven ejecutante de violencello ni el chelista de la Sinfónica. Acá quedó su paso por los Granaderos y el director de giras del famosísimo Circo de  Moscú.
Hoy se siente como pez en el agua al frente del Teatro del Bicentenario. Y es así no solo porque sea músico sino porque estudió administración y conducción de empresas en Alemania, alta gerencia en la Universidad Adolfo Ibáñez y marketing estratégico en la American Management Association. Puede hablar cinco idiomas y muestra una carpeta de antecedentes que abruma por la variedad y cantidad de actividades desempeñadas tanto en lo público como en lo privado, en emprendimientos propios como ajenos, en grandes empresas como en pequeñas.
Hoy su vida pasa por el teatro. Una pasión a la que le entrega muchas horas y posterga otros placeres como la lectura, la cocina o los viajes.

La pregunta es si Savastano ha encontrado su destino final o es sólo un paso más. Dejemos abierto el futuro.
JCB


El perfil psicografológico
Por: Elizabeth Martínez, Grafoanalista

 »» Se detectan indicadores de extroversión, generosidad y buen gusto. Posible tendencia a tomar la iniciativa de las acciones a realizar.

»» Adecuado nivel de autoestima, siendo consciente tanto de sus posibilidades como de sus limitaciones. Posee una expansión equilibrada, sin estridencias ni inhibiciones.

»» Su grado de intro y extroversión dependerá de las circunstancias. Revela capacidad para ver las situaciones tanto en general como en detalle (visión global y detallista de las cosas).

»» Equilibrio entre la reflexión y la acción, presentaría aptitudes para analizar y para sintetizar.

»» Posee fácil adaptación al medio, asimilando y seleccionando lo mejor de cada evento.

»» Su firma es ilegible de velocidad rápida, mostrando dinamismo, vivacidad y sentido de la acción.

»» Su firma centrada, revela autocontrol y dominio de los impulsos.  Se observa prudencia, cautela y auto vigilancia.

»» Se deduce a través del análisis tendencia al idealismo, a la vida intelectual.

»» Su dirección es levemente descendente, posiblemente referido a cansancio físico momentáneo o a un desánimo temporal. El mismo no sería duradero dado que su nivel de energía en general, es alto; manifestando buen nivel de energía psico física y fortaleza yoica.

»» Su firma es ligada, manifiesta posible fluidez en los pensamientos, sentimientos y acción.

»» Predisposición y capacidad de relacionarse con otras personas.


Entrevista publicada en La Pericana, edición 161. Integra la edición 1870 de El Nuevo Diario del 21 de junio de 2019

     

GALERIA MULTIMEDIA
Eduardo Savastano, director del Teatro del Bicentenario
En 1982 fue cellista en la Orquesta Filarmonica del Teatro Municipal de Santiago de Chile
Eduardo Savastano fue Vice presidente de la Fundación YPF en 2008
En el 2013 hizo un tour en moto desde Río a Mississipi
En 1980 Eduardo fue Granadero. En la foto, haciendo guardia de honor en la iglesia de Concepción
Brindis de fin de año en Canal 8: Eduardo Savastano, Juan Carlos Rubio, Raúl Estornell Gualino, José Pablo Ruso y Alejandro Flores.
En marzo, Marcelo Tinelli grabó su programa Showmatch en San Juan y visitó el Teatro del Bicentenario
Manuscrito de Eduardo Savastano, sobre el cual la perito grafóloga Elizabeth Martínez realizó el estudio grafológico del entrevistado.
Eduardo Savastano fue entrevistado por Juan Carlos Bataller para el ciclo Qué hiciste con tu vida en febrero de 2019.