La madre del agua


Es un bicho (según cuentan los lugareños entendidos en estos saberes esotéricos) de no más de tres a cinco centímetros de largo y dos o dos y medio de ancho, tiene seis largas patas, más o menos y las apariencia de una araña flaca con cruza de cien pies (en realidad es un grillo de agua; vive en las acequias , canales arroyos o desagües entre las raíces acuáticas de las totoras, juncos y cañaverales; cuando se aburre de su húmedo lar, sale a tierra, o mejor dicho se mete en ella y con sus patas de serrucho va abriendo en la arena bien sobre la línea de agua unos largos surcos, a veces del largor de una cuadra o más, por esta habilidad de arar en la arena también la llaman el arador cambiándole el sexo, pero eso, lo dicen los ignorantes, o gentecilla de poco caletre.

Esta es la personalidad física habitual del trasgo duende o por mejor decir duende; pero tiene otra: ésta mágica que sólo se revela en determinados casos y a algunos elegidos.

Hay quien siguiendo distraído con la mirada los surquitos en la arena, tan parejitos y derechos, cuando de un repente se han encontrado cara a cara con una hermosa mujer que le sonríe y hace señas, la siga, animándolo a entrar en la maraña del cañaveral, donde al cabo de un camino que nadie conoce se halla una fastuosa mansión rodeada de bellos jardines, donde el confiado caminante se verá agasajado con momos y amor por la bella que lo tendrá prisionero de sus encantos, hasta que se canse y lo libere; diz que también lo suele amar en secreto y lo protege de todo; pero el elegido deberá, en este caso, guardar el siglo de su suerte, no mirar ninguna otra mujer, y cortejarla noche a noche, quien falta a esta condición o traiciona el amor de la Madre del Agua por otra mujer, es precipitado por ella en las aguas y así, muy luego se encuentra su cadáver ahogado entre las entaderas, cañas y juncales de la ribera.

En otros casos, el mirón no encontró bella doncella, sino que tropezó con la maligna cara de una vieja horrenda y desdentada que le muestra una boca sumida y colmilluda en una grotesca y horrible mueca que espanta y hace huir despavorido al cuitado perseguido por las carajadas y silbidos del vestiglo.

En cuanto al nombre Madre del Agua que se le da, es porque, según la tradición, mientras anide el bicho por allí, no faltará el agua y la habrá en abundancia, así también buenas cosechas, prosperidad y tranquilidad en la comarca.

Pero cuando por una causa cualquiera, se enoja y se manda mudar (pues que es muy quisquillosa púdica y recatada, aunque enamoradiza, y no le agrada la miren e investiguen los ociosos) hay seca y ruina de seguro, por ellos las gentes del campo la miman y tratan de no molestarla en sus andanzas acuáticas.

Aquí en san Juan la Madre del Agua tiene el aspecto de un gigantesco grillo de agua; en otras partes se imaginan como enormes lampalaguas, bicha anfibia que vive en una cueva en el fondo del río, estero o arroyo, lugar donde se remanza las aguas; pero ya sea grillo, lagarto, sapo o lampalagua, siempre tiene las mismas mágicas cualidades: la de favorecer los campos con la lluvia y la abundancia de las corrientes fluviales; también la de ser, altamente pretenciosa, altiva y rencorosa, y por sobre todo, la capacidad de transformarse en una bella mujer que encanta y espanta; y esta es la historia de la Madre del Agua.

Extraído del libro “Pocito su vida, su historia y su canto”, de Yolanda Agûero de Quiroga – Azucena Ontiveros de Mercado, Argentina, 1992.

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