En las primeras décadas del siglo XX San Juan vivió su “belle epoque”. Una pujante clase empresaria constituida mayoritariamente por inmigrantes, construyó bellísimas residencias, hizo hermosas casas en propiedades agrícolas y tuvo una activa vida social. Varios de aquellos chalets aún se mantienen en pie. Esta es la historia de uno de ellos.
La casa conocida como el Chalet Graffigna fue construida por Alberto Luis Graffigna como un regalo para su esposa, Dora Del Bono, la única hija de don Bartolomé. Se edificó en sólo un año, 1926, y este regalo reemplazó el viaje de bodas.
Alberto Graffigna era uno de los doce hijos de don Santiago Graffigna, inmigrante italiano que llegó en el siglo XIX a San Juan y creó una gran empresa vitivinícola a partir de las bases que habían sentado su padre y su tío, Santiago y Juan Graffigna.
El arquitecto Jorge Ravinovich, hijo de yugoslavos, radicado en Buenos Aires, tenía una empresa con otro socio, Juan Pollack. Amante de la arquitectura florentina, ese fue el estilo que imprimió a la casa.
Los planos fueron realmente una obra de arte por lo munuciosos y la participación de los arquitectos y constructores fue directa. Primero manteniendo una permanente comunicación epistolar con los propietarios, la que aún guardan sus descendientes, y luego trabajando personalmente en las molduras que hasta fueron pintadas por Pollack para que tomaran un característico color de dorado viejo y ocre. En el frente también se aprecian colores azules que parecen mosaiquitos pero en realidad no son incrustaciones, sino dibujos.
Junto a hermosos cipreses se ubicó un reloj, típico de las casas fiorentinas, que no daba la hora común sino la hora solar.
Los pisos de la residencia, de parquet, y las puertas interiores con cristales, cubiertas con delicados de visillos de hilo, fueron traídos de Chivari, cerca de Génova, lo mismo que una inmensa carpeta que cubría la mesa del comedor.
(Textos en base a información proporcionada en 1993 por Enriqueta Graffigna)
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El dormitorio principal, al igual que toda la casa, es típicamente florentino. Es enorme, con dos puertas ventanas que se abren al esplendido balcón que rodea toda la planta alta a modo de terraza. La cama, entre dos columnas y sobre una tarima, se protege con una cortina y su cabecera se apoya en un arco. A ambos costados están los roperos, labrados igualmente y empotrados. A los costados dos puertas iguales. Una conducía a un vestidor y al amplísimo baño. La otra era la pequeña habitación donde durmieron los nueve hijos que tuvo el matrimonio cuando fueron bebés. En esta cama matrimonial doña Dora tuvo a siete de sus nueve hijos asistida por una partera, “Capina” Farri.
Esta es la escalera que conducía al dormitorio principal del matrimonio
de Dora y Alberto Graffigna, que estaba ubicado en planta alta.
La chimenea es de márbol blanco de Carrara y fue un regalo de don Carlos Del Bono (hermano de don Bartolomé) y fue traida desde Italia. Tiene altos relieves de angelotas y frutas y mosaicos refractarios en el hueco para el fuego. Según los entendidos, es incalculable el valor de esta chimenea.
Todo el moblaje es italiano, salvo los del escritorio y del dormitorio de los padres, que fueron diseñados por el propio arquitecto Ravinovich en roble. Los muebles del comedor, construidos con roble de Eslovenia, fueron traídos de Alemania.
La foto muestra el reloj de sol y los relieves en el frente de la casa, de estilo florentino. Los constructores trabajaron arduamente para lograr darle a los relieves un color dorado viejo y ocre. La casa fue afectada por el terremoto de 1944 y la restauración recién se concluyó en 1958. El trabajo mayor fue recuperar las molduras, los tallados y las pinturas murales. Alberto, que es ingeniero, Enriqueta e Inés fueron los tres hijos del matrimonio Graffigna Del Bono que trabajaron en esta restauración.
Lo que parecieran pequeños mosaicos venecianos alrededor de la puerta principal, en realidad son dibujos hechos personalmente por Juan Pollack, socio del arquitecto Jorge Ravinovich, quienes trabajaron en la obra realizada en 1926. La casa fue construida con bloques de cemento elaborados en una fábrica que se instaló en el mismo terreno de la obra.
Los planos, hechos por el arquitecto Jorge Ravinovich, son de una minuciosidad increíble. El arquitecto proyectó cada moldura y cada pintura.
La imagen muestran la araña que estaba ubicada en la sala principal.
La espectacular fuente instalada en los jardines de la residencia.
Este es el interior del baño del chalet. Entre el bidé y el inodoro se ve, en la foto de la izquierda, un artefacto que se utilizaba para baños de asiento que se hacían especialmente quienes sufrían de hemorroides. Cuentan que al agua se le agregaba jarilla por el poder desinflamatorio de esta planta. Pero a su vez, la jarilla dejaba manchas verduscas sobre la losa que eran muy difíciles de sacar. Como se observa, esta gran taza estaba dotada de agua caliente y fría.
Bancos como este fueron traídos desde Europa.
Esta imagen muestra otra de las piezas que estaban en el baño de la residencia.
Esta imagen muestra otra de las piezas que estaban en el baño de la residencia.
Una vista general del chalet, tal como se ve ya en el siglo XXI.