Efectuado el Descubrimiento de América, los dominicos consideraron al Nuevo Continente como un importante campo de Evangelización. La Orden religiosa fue fundada por santo Domingo de Guzmán, nacido el 24 de junio de 1170 en Burgos, España. La Iglesia lo ha proclamado como “Varón de pecho apostólico y gran ecónomo de almas”.
A los miembros de esta Orden se debió la devoción del santo rosario, tan popular en el continente americano, que hizo decir al francés Freizer: “Parece que toda la devoción se reduce al rosario, lo rezan en todas las ciudades y aldeas, dos o tres veces por semana, en las procesiones, en el seno de las familias o bien cada uno en particular todas las noches”.
En el plano de la ciudad de San Juan en su actual emplazamiento se otorgó la manzana N.O de la plaza, comprendida por las actuales calles de Avda. del Libertador, Laprida, Mendoza y Entre Ríos para que edificaran iglesia y convento. Según el padre Ghighazza, el primer vicario fue el fraile Antonio Garcés en 1590. En 1608 el Capítulo General celebrado en Roma lo aceptó como un convento formal. Nuestra Señora de Rosario fue declarada Patrona de Mendoza y Fr. Juan Vázquez es el que introdujo allí una imagen en 1590.
El obispo de Santiago de Chile Blas Sobrino y Minayo comunicó que en atención a los ruegos elevados a S.S. Pio VI dispuso extender el Patronato a las ciudades de San Juan y San Luis. Ordenando que la imagen fuera sacada en procesión de la manera más solemne y de primera clase.
Los primeros tiempos fueron muy difíciles por la pobreza y falta de medios, pero la población fue contribuyendo de acuerdo a sus creencias y posibilidades. Tenemos varios documentos interesantes para ver alguna de las contribuciones, consignado algunos por la brevedad del trabajo tenemos que:
El 22 de febrero de 1625, el entonces prior fray Mauro Rodríguez, elaboró concejos o tratados para aceptar un capellanía (que son bienes espiritualizados) que el capitán Nicolás Gil de Oliva y su esposa doña Ana Rubio impone al convento consistente en doce misas rezadas en sufragio de su alma y de sus deudos, extendiéndolas a los indios que la han servido, pagaba con ocho arrobas de vino claro y media fanega de harina, al precio que valiere en la ciudad.
Otro documento interesante es de 1629 cuando compareció ante el prior dominico Fr. Bernardino de Estrada, el vecino don Rodrigo de Funes, albacea del capitán Pedro de Barrera de Estrada, su hermano, estableciendo una capellanía pagadera con vino y como garantía hipotecaban la viña que tenía veinte mil plantas, siendo testigos los padres Fr. Baltazar Muñoz y Francisco Escalante, y el escribano Fernando Perín.
En el año 1630 compareció doña Margarita Arce, viuda del capitán Juan Jofré y ante testigos manifestó la cláusula testamentaria de su marido, que impuso una capellanía de mil patacones, su rédito de cincuenta pesos. Para formar el capital dio en y entregara al prior: ciento once marcos de plata labrada en fuentes, jarrones, saleros, candelabros y cucharas. Dio en caución:
“Mis casas de bibiendas y biña (sic) molino y fragua”.
Firmaron como testigos José Brabo Montenegro, Juan Galismo Chacón y Cristóbal Astudillo.
El 19 de noviembre de 1639 el capitán Diego Jofré de Arce y su esposa doña Teresa de Barrera y Estrada tomaron a censo redimible ante el prior Silva un capital de seiscientos pesos dando como garantía las viñas de su propiedad que lindaban por el Oriente con Petronila de Malla y Gabriel Mallea... Y sobre dos casas que tenían en la ciudad, una en la que vivían en el presente a media cuadra de Santo Domingo....
El convento tenía anexo el cementerio. Las familias más importantes del San Juan de entonces tuvieron allí su sepultura. El 17 de junio de 1629 ante el escribano Fernández Perín, doña Ana Lucero de Zárate, mujer legítima del sargento Fernández de la Serna y Casares, enferma de gravedad en ese momento, declaró que el capitán Alonso Rodríguez Lucero, su padre y el capitán Diego Lucero su tío, compraron asiento y sepultura en la iglesia de Santo Domingo.
Hacia 1818 la comunidad dominica estaba formada por Fr. José Manuel Romero (puntano) lector y prior. José Vicente Guinazú (mendocino) Subprior Fr. Pascual Albarracín (sanjuanino), Fr. José Ignacio Romero (mendocino) lector y maestro de novicios Fr.
Dionisio Rodríguez (sanjuanino) predicador general. Fr. Clemente Rocha (sanjuanino) predicador conventual Fr. Pedro Fernández (sanjuanino) y Fr. Tomás Jofré (sanjuanino) notario conventual.
Ese día se reunieron en concejo y entre otras cosas determinaron: Poner un religioso en la finca de La Chacarilla. Se acordó abrir una calle que dividiendo La Chacarilla por la parte de entrada, diera paso franco a aquellos vecinos que concurrieran a la capilla de la Santísima Trinidad.
La primitiva iglesia de Santo Domingo, tenía el frente a calle Mendoza (Ex Real de las Carretas), de reducidas dimensiones, resultó chico al ir creciendo la población, se hizo necesario construir una más amplia, pero mirando hacia Avda. Libertador, actual. Para la construcción de este nuevo templo se tuvo la ayuda de Domingo Faustino Sarmiento y Saturnino de Ia Precilla, el pueblo colaboró generosamente y de acuerdo a sus posibilidades, en 1864 se puso la piedra fundamental. Se cumplían los deseos de Fr. Aramburu, quien el mismo transportaba los pesados adobones y el padre Fr. Paulino Albarracín, benemérito sacerdote nacido en San Juan el 8 de mayo de 1822, hijo legítimo de don Agustín Albarracín y de doña Dominga Guerrero. Defendió valientemente los derechos de la Iglesia, especialmente de la Orden, contra la pretensión del Gobierno de San Juan que había dictado una Ley confiscando los bienes del convento: apeló a la Suprema Corte de la Nación, declarando nula la Ley de la Legislatura de San Juan.
La construcción de la nueva iglesia fue dirigida por Lorenzo Anzelotti, la misma sufrió desviaciones en el alzado por efectos del terremoto del 22 de octubre de 1894. En 1905 con la llegada de Fr. Raimundo Gavelich se reanudaron los trabajos tras serios estudios y arduas discusiones, la dirección de los planos fue realizada por el Sr. Mai de Santa Fe y la empresa constructora fue la de Carlos Varese e hijos. El 6 de junio de 1908 se inauguró la mitad de la iglesia. La misma tenía tres naves y crucero. Las dimensiones eran 60 m. de largo por 18 de ancho. Se adquirieron en París los cuadros del Vía Crucis, el púlpito de madera fue donado por el Sr. Luis Ortiz Basualdo de la Capital Federal. Hoy está en el ambón de la iglesia y en el frontal del altar mayor. EI par de pilas bautismales de mármol de carrara fueron donadas por Lucila y Adelaida Doncel. La lámpara de bronce por Inés y Eugenia Tudela. Una pila de mármol rosado por el Vto. Obispo de San Juan de Cuyo monseñor Marcolino del Carmelo Benavente. Una custodia de metal y oro donado por el pueblo de San Juan, por citar solo alguno de los donativos.
Este templo llamaba la atención de los viajeros tanto que uno de ellos escribió en el Diario La Nación de la Capital Federal y en el Porvenir de San Juan:
“Llama la atención el templo de Santo domingo, de 2054 metros cuadrados, el frente majestuoso imponente. Ofrece un aspecto gentil y agradable, las naves laterales constan de cada una o dos capillas separadas por arcos de medios punto, coronadas por cúpulas dotadas de linternas. La nave central ofrece una novedad, tiene un aspecto despejado y airoso...
Este templo quedó muy averiado cuando el terremoto del 15 de enero de 1944 y tuvo que ser demolido. Luego se construyó el templo actual que nuevamente fue dañado por el terremoto de diciembre de 1977, siendo consolidado y refaccionado.
En cuanto al convento fue un centro de irradiación cultural. Fundaron noviciado para los estudiantes de la Orden, una escuela de Enseñanza Primaria que con el tiempo y en los últimos años de la Colonia se dictaban ya clases de Enseñanza Media, Cuando Fray Justo estudiaba allí, florecía la Cátedra de Lógica regenteada por su tío materno Fr. Anselmo Remigio Albarracín. Desde la fundación del convento hasta el año de la Independencia, 43 frailes desempeñaron como priores a algunos no los pudimos registrar por falta de documentación que los acredite.
Leonor Paredes de Scarzo. Miembro de la ex Academia de Historia de San Juan y del Ateneo Paula Albarracín de Sarmiento.