La reconstrucción de San Juan después del terremoto de 1944 consolidó la trama actual de la ciudad. Uno de los aspectos que resalta en esta nueva urbe es la densificación espacial alrededor de los centros religiosos. Este artículo, es parte de un trabajo de investigación desarrollado en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la UNSJ que analiza los rasgos de las construcciones religiosas como reconocimiento de nuestro patrimonio cultural. Arquitectos Marcelo E. Soria; Ana María Tamagnini; Viviana Galdeano y Juan Failla. Diseñadoras Gráficas Eliana Perniche, Claudia Molina y Natalia Sevilla Pósleman; estudiantes de Diseño Gráfico Luciana Suárez e Ivana Amaya.
La importancia del patrimonio arquitectónico urbano reside en la capacidad de otorgar valores identitarios y de apropiación por parte de un determinado grupo social. Estos valores están relacionados con las vivencias sociales; es decir, el desempeño que estos objetos arquitectónicos tienen y tendrán en la historia del grupo al cual pertenecen; al reconocimiento que de estos realiza la población. En definitiva, a la capacidad para conformar un entorno significativo, que dé sentido a un fragmento urbano.
El registro del patrimonio intangible y tangible, permite encontrar claves para entender y reconocer el origen de un pueblo y su transferencia. Ayuda mantener viva la memoria colectiva para las futuras generaciones.
La iconografía religiosa constituye una forma de “comunicación” con los fieles desde la época paleo-cristiana. Reconocer y registrar en los fragmentos del hoy, la oralidad presente en las pinturas corpóreas y hasta en la decoración simbólica de ornamentos y objetos de uso religioso, conforman un vasto conjunto interpretativo que se convierte en todo un sistema y repertorio semiótico.
Conocer y reconocer, dar razón e interpretar, vivenciar y ser testigos de las representaciones iconográficas de nuestra ciudad, nos permite no sólo apreciar el patrimonio cultural que ellas guardan y que constituyen parte de nuestro pasado cercano, sino también, valorar la espiritualidad de una cultura que ha influido en la construcción y la idiosincrasia de nuestro pueblo.
Al momento del terremoto del 15 de enero de 1944, el 90% de las construcciones eran de adobe, el 8% de ladrillo y el 2% de hormigón armado y ladrillo. Las construcciones de adobe eran de gruesos muros de 40 a 50 cm. de espesor, sin trabas, con cimientos mal ejecutados, erosionados a veces por la humedad, pesados techos con cubiertas de barro y altura que oscilaban entre 4 y 6 mts, que permitían obtener una mejor aislamiento térmico. Las fachadas poseían parapetos hasta de 1m de altura, con cornisamientos y molduras de diversos materiales que ocasionaron cargas excéntricas, de alto riesgo. Los frentes fueron los que, con su derrumbe, ocasionaron la mayor cantidad de pérdidas humanas.
Es de imaginar que con este tipo de construcción, el impacto fue tremendo; significó una tragedia para la sociedad sanjuanina, que marcó a sus habitantes y significó un corte fundamental en su historia. Provocó la muerte de 10.000 personas y destruyó la ciudad de San Juan provocando cuantiosas pérdidas materiales.
Después del terremoto, surge el Consejo de Reconstrucción, que tenía como asesor urbanístico al Arq. José María Pastor. Este organismo de amplias facultades estaba destinado a impulsar la reconstrucción de la capital y los departamentos afectados. Su misión específica, fue elaborar los planes urbanísticos, los códigos y reglamentos para su aplicación y control en la ejecución de los planes y las obras que se fueron realizando en el ámbito oficial y privado. Este antiguo Consejo podía expropiar terrenos, abrir o cerrar calles, otorgar primas para edificar viviendas u otros destinos, aplicar multas, ejecutar obras, demoler edificios en mal estado o poner en línea las construcciones.
Existieron varios planes de ordenamiento urbano, lamentablemente y por diversas causas sea por intereses económicos, o por circunstancias políticas, se aplicaron solo parcialmente.
Estos planes eran adversos al trazado de la cuadrícula original de San Juan, debido a que sus postulados se basaban en el urbanismo moderno característico del CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna), es decir, separación neta de funciones urbanas, jerarquización de vías de tránsito, apropiación de sendas peatonales, entre otras. En estos proyectos también se manifestaban los ideales de la ciudad jardín inglesa. San Juan así, presentaba la posibilidad de aplicar todos los nuevos avances urbanísticos. Sin embargo estas propuestas innovadoras fueron resistidas no solo por los grupos de poder, sino por los mismos habitantes que se oponían a la pérdida de sus propiedades y a los nuevos modos de vida que esto implicaba. Aún así pueden verse en la trama actual vestigios de todos estos planes.
Finalmente la ciudad nueva quedó en el mismo emplazamiento y se reacondicionó la trama remodelándola, con grandes vías de vinculación, aperturas de avenidas, nuevos perfiles de calle, se incorporó la acequia, el arbolado y anchas veredas-. Es decir que se manifestó una adecuación y persistencia a formas ya utilizadas en la construcción de la ciudad.
El proceso de reconstrucción tuvo un aspecto negativo, la pérdida del patrimonio histórico-arquitectónico, más específicamente una serie de edificios religiosos e institucionales. Los que si bien sobrevivieron fueron demolidos; aún pudiendo ser con-solidados, por desconocimiento o temor y en otros casos por la apertura de nuevas calles.
Esto trajo aparejado un proceso de aculturación dado por nuevas tipologías edilicias, ya que la población se mantuvo al margen de decisiones sobre su propio hábitat.
El resultado fue el surgimiento de una ciudad nueva y moderna, de amplias veredas, construida bajo normas sísmicas, en la cual se consolidó la trama urbana preexistente.
En muchos casos, tales como: espacios públicos, edificios institucionales y religiosos mantuvieron sus lugares de origen y consolidaron con su presencia las respectivas áreas circundantes.
A partir de lo establecido por el Concilio Vaticano II, en la Constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre la Sagrada Liturgia, surgen nuevas pautas de diseño arquitectónico para la renovación litúrgica con vistas a facilitar la participación de los fieles y retomar los conceptos de la Iglesia primitiva.
Según las nuevas normas la envolvente del edificio debe ser tal que su presencia sea visible dentro del contexto urbano, como un axis, un hito, un punto de referencia urbano dentro de la ciudad.
El edifico iglesia deberá, por lo tanto, ser reconocido como tal dentro de las características propias del espíritu del lugar, y a la vez universales de la arquitectura, pero sin perder los elementos lingüísticos y sígnicos inherentes a su función específica de texto arquitectónico religioso, con campanarios, cimborrios, fachadas con tímpanos, ventanas con calados, portales decorados, alturas relevantes, y por supuesto la cruz exterior, signo vivo de la presencia de Cristo.
Frente a la adversidad de lo terreno, producto de sismos que diezmaron gran parte del repertorio religioso, los habitantes de San Juan han reconstruido cada parte, cada fragmento, cada discurso de aquellas representaciones iconográficas.Representaciones que han “vuelto a ser visibles” desde otra época, pero desde un mismo lugar, para ratificar esa vuelta al sentido del ícono como reflejo del cielo, como gracia divina, donde siempre ha habido lugar para las expresiones sociales (visualmente hablando), que validan y ratifican la capacidad comunicativa del signo como componente de fe.
Existe un relato y un constructo social en cada comunidad…”un colectivo gráfico-iconográfico” donde se pueden reconocer "imágenes agente" cuya jerarquía visual construye consignas de lectura que dependen del medio en que se expresan.
Un signo, una expresión social, y en este caso también espiritual, no tienen un significado acotado. Sino que de la experiencia de vida de sus individuos, su historia y su entorno, esos signos lenguajes asumen un contenido que les es particular y significativo según el contexto sociocultural en el que se presentan.
Todo un conjunto semántico-sintáctico se presenta casi sin palabras; en donde el ícono religioso condensa e incluye todos los lenguajes. Se presenta en cada detalle, en cada forma, gesto, color y textura, invitando a quienes participan de esta construcción de sentido al acogimiento y la humildad del espíritu, frente a todo un mensaje que se transforma en la oración misma.
Entendido así, y desde la mirada comunicacional, se intenta descubrir las relaciones existentes entre los signos discursivos: texto y contexto religioso; a partir de su estructura figurativa y simbólica.
Se intenta asimismo, develar si la iconografía del pasado sigue siendo retomada en soluciones conceptuales para significar más; o si desde la sintaxis, se distingue lo inclusivo, lo vernáculo -al mismo tiempo universal-, lo dinámico, contextual, expandido, disonante, fortuito y fracturado. Y desde este lenguaje confirmar o no la actualidad de la expresión iconográfica tradicional, en el mutable proceso de la comunicación visual contemporánea.
Analizar los conjuntos significantes del repertorio de la imaginería religiosa de San Juan requiere abrir horizontes de sentidos, coincidiendo por ello con quienes señalan que “las imágenes deben ser consideradas textos visuales, dado que se trata de narrativas complejas de signos que producen sentido”.
La Iglesia Catedral de San Juan fue concebida por el arquitecto Ramos Correa y construida en dos etapas entre 1954 a 1979. El autor dirigió solo la primera etapa, es decir la cripta y el campanil, debido a su avanzada edad. La segunda etapa fue dirigida por arquitectos locales y el autor solamente consultado en ocasiones aisladas.
El edificio se ubica en la calle Mendoza, frente a la plaza 25 de Mayo, la principal de San Juan; en el mismo emplazamiento en el que se encontraba la antigua catedral, manteniendo los mismos ritmos y reparticiones. El acceso principal se sitúa al este, tal cual las normativas de las leyes de indias. Se cierra hacia la calle Central y se abre sobre calle Rivadavia a través de una plaza a manera de extensión de la vereda pública.
La construcción mantiene los conceptos del movimiento moderno, está pensada con sencillez en piedra, cemento y materiales de la región.
En la primera etapa se realizó la cripta ubicada en el subsuelo y con acceso directo desde la iglesia.
En la segunda etapa se construyó la catedral, concebida como un gran espacio, (iglesia de salón), idea que se desvanece al eliminarse los altares laterales diseñados en el plano original.
Al ingresar a la iglesia se percibe un espacio único amplio y con un destacado eje central. El templo alberga tres sitios: para realizar oficios religiosos, para albergar monumentos funerarios, y los recintos destinados a circulaciones. En el lugar para realizar los oficios existe un importante desnivel que permite acentuar la centralidad y diferenciarlo como un lugar estanco.
También el campanil aparece como referente urbano de la espiritualidad. Mantiene líneas sobrias y austeras, exentas de detalles y de cualquier elemento ornamental que confunda su destino. Construido de imponentes columnas de hierro y cemento, se conecta a través de un pasadizo subterráneo con la cripta.
Luego del terremoto fue necesario construir un templo provisorio para la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, que fue inaugurado el 14 de noviembre de 1944, para satisfacer las necesidades espirituales de la población, hasta la concreción del definitivo. La iglesia fue construida en el mismo predio que el antiguo templo. Se ubica en la calle Santa María de Oro, frente a la plaza Salvador María del Carril más conocida como de los Desamparados.
Para su construcción se llamó a concurso y fue elegido el proyecto del arquitecto Ernesto Puppo. El edificio fue construido por etapas, entre los años 1954 y 1962.
Su acceso principal mira hacia el naciente y su construcción se realizó respetando las normas sismorresistentes, en hormigón armado, premoldeados de hormigón y revestidos en piedra de la zona. Se respetó el diseño del proyectista, salvo que no se llegó a construir el campanil ubicado al sur de la iglesia, más precisamente sobre la Av. Libertador Gral. San Martín. La nueva Iglesia parroquial se fue construyendo de a poco durante la década del 50. En 1954 se construye la cripta, denominada “Capilla de Santo Recuerdo”.
El estilo arquitectónico de esta Iglesia es una adaptación del románico, con 58mts.de largo, 12mts. de alto y 16mts. en la cúpula. Ocupa una superficie total de 1.044 mts2. Está compuesto por tres naves, con coro y cripta.
El altar central está construido en mampostería y mármol carrara. Cabe destacar que en el frontis del templo, por sobre el atrio, se halla una imponente talla en travertino de Nuestra Sra. De los Desamparados con una multitud de “indefensos”.
La Iglesia de Santa Lucía se ubica sobre la calle Gral. Paz frente a la Plaza de Santa Lucía. Fue edificada después del terremoto y se inauguró en 1966, construida bajo normas sismorresistentes, con estructura de hormigón armado y muros de ladrillo enlucido.
Su fachada principal mira al sur. Es una iglesia de líneas simples y austeras. Posee en el extremo este un esbelto campanil, que sirve de punto de referencia en los alrededores por su altura, que remata con una cornisa y una cúpula semiesférica.
En general, sus líneas son de estilo italianizante, con toques de estilo románico. El atrio se integra espacialmente al entorno de la plaza principal del departamento.
Es una iglesia de planta basilical, con dos naves laterales y una central, iluminada desde el clerestorio. Del mismo modo que el exterior, el interior es austero en su ornamentación, encontrándose inconcluso el retablo del altar.
Este ejemplo, estructurado sobre la base de una planta basilical, define un espacio espiritualizado, por medio de materiales de simplicidad expresiva y dispone a las personas a un estado sublime de meditación y oración.
La Iglesia es un edificio sagrado, cargado de espiritualidad y simbolismo -la Casa de Dios- tiene fundamentalmente un sentido teológico y litúrgico.
Esta iglesia puede considerarse una manifestación de la técnica del hormigón armado, de una estructura sobria y limpia, sin otro recurso expresivo que no surja de las mismas posibilidades de los materiales utilizados, así el conjunto resulta una sencilla y clara construcción de dimensiones modestas.
Después del terremoto del 44’ se edificó la iglesia de Nuestra Señora de Fátima. Su estructura es sismorresistente. Fue construida con muros de ladrillos y zócalo de piedra. El techo a dos aguas está soportado por vigas aporticadas y recubierto con tejas. Se trata de una arquitectura modesta pintoresquita.
Con el paso del tiempo y el crecimiento de la población de fieles, se hizo necesaria la construcción de un nuevo templo en el mismo solario y contigua al anterior. Éste, aún se encuentra en construcción. Se trata de un edificio de dimensiones considerables realizado en ladrillo y hormigón, armado con techo a dos aguas en distintos niveles, de estructura metálica y cubierta de tejas.
El templo Parroquial Virgen de la Medalla Milagrosa surge a partir de las necesidades espirituales de un sector de la población de Rivadavia.
Volumétricamente está compuesta por tres cuerpos: el atrio, la nave y el altar. Constructivamente es una estructura aporticada en cinco módulos de hormigón armado, con acceso en cada uno de ellos. Los muros son de ladrillo visto. Los pisos del interior de la iglesia son de granítico de 30x30 y los muros están revocados, pintados de blanco.
La pared de fondo del altar está revestida de travertino en placas de 20x10 de color blanco y el piso de entarugado de madera.
La luz ingresa a través de pequeñas ventanas ojivales ubicadas en cada módulo de la nave, como así también por las puertas ventanas antes mencionadas.
La actual iglesia de La Merced, luego de su traslado, se ubicó al este del eje cívico de la provincia (Av. I. de la Roza).
Se sitúa sobre un podio que la destaca del entorno. Fue construida en la década del 90, según normas antisísmicas, en ladrillo y hormigón armado. Su planta es circular. El techo a múltiples aguas es de planta poligonal, de estructura metálica con cielorraso de madera y cubierta de tejas. Tanto las ventanas laterales como el remate del techo están cubiertos por vitrales que representan escenas cristianas.
La Capilla Nuestra Señora del Silencia, del Colegio Santa Rosa de Lima, fue inaugurada por Monseñor Idelfonso María Sansierra, arzobispo de San Juan de Cuyo en 1962. Pertenece al Colegio Santa Rosa de Lima y está ubicada en este predio; con acceso desde el patio del mismo.
El proyecto y la obra estuvieron a cargo del Padre Picardo Martín Correa, y se basaron en un esquema en el que apareciera María ubicada en el Trinitario, a través del símbolo de los tres círculos en la planta.
Es de una arquitectura sobria y despojada, adecuada al recogimiento y la meditación.
El ascético altar se encuentra recostado en el círculo del fondo sobre un podio, y está compuesto por tres piedras lajas y a un costado tiene una sencilla cruz. A ambos lados del círculo del fondo, y rompiendo con las formas curvilíneas, existen dos rectángulos encastrados, respetando la simetría. Ellos albergan las circulaciones verticales que llevan al balcón que circunda toda la iglesia y lleva al coro.
La iglesia está ejecutada en muros de piedra laja. Los solados también son de laja, pero están pulidos, lo cual le da un acabado suave y brillante.
La luz se filtra a través de pequeñas ventanas que recorren los curvilíneos muros y en el techo una especie de claraboya permite el ingreso de la luz.
La Iglesia de Santo Domingo se ubica en el mismo predio de la época fundacional, es decir en la misma manzana donde se hallaba la Iglesia que derrumbó el terremoto de 44.
Es una construcción de grandes dimensiones, compuesta por tres naves separadas por columnatas, que al mismo tiempo sirven de estructura portante. Los muros son de ladrillo revocado y pintado. El techo de la nave principal es a dos aguas, de losa maciza y las naves laterales son constructivamente iguales, pero de menor altura.
Consta de tres accesos. El principal está destacado no solo por el tamaño de su abertura sino por su antigüedad, ya que se rescató de la vieja iglesia. La fachada es austera, sin ornamentación, retirada de la línea municipal, conformando una gran plaza a modo de atrio. La luz ingresa por la parte superior de la nave principal, el clerestorio, y en las naves laterales por pequeñas ventanas ubicadas en la parte posterior de las mismas.
Fue recientemente redecorada por dentro, en cuanto a pintura, herrajes y disposición de imaginería.
Del análisis de las diferentes iglesias y el rito cristiano, pueden encontrarse aportes dentro del campo de la arquitectura para la construcción de la identidad cultural sanjuanina.
Es sabido que a través de la historia, la iglesia ha ido reglando el sistema litúrgico y esto ha quedado plasmado en la arquitectura. Es decir, que el discurso litúrgico ha sido decodificado y esto se ha manifestado en los espacios religiosos. Sin embargo aún con la reforma del Concilio Vaticano II, que pauta específicamente ciertos aspectos semánticos y simbólicos de la arquitectura, los proyectos parecen desconocer los mismos. Esta situación podría deberse a que los edificios fueron proyectados después del terremoto y antes de las reformas del Concilio o por desconocimiento de las mismas.
* Este trabajo fue expuesto en las Jornadas de Ciencia y Técnica de la UNSJ- Septiembre 2010.
Fuentes:
Investigación realizada en el Instituto de Teoría, Historia y Crítica del Diseño – IDIS
Contacto: idis@faud.unsj.edu.ar
Gabinete de Medios Audiovisuales – GMAV
Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de San Juan.
Director del equipo: arquitecto Marcelo Soria
Coordinadora del proyecto: arquitecta Ana María Tamagninii
Integrantes: aquitectos Viviana Galdeano, Juan Failla, Viviana Galdeano, Juan Failla; las diseñadoras gráfica Eliana Perniche, Claudia Molina y Natalia Sevilla Pósleman; y los estudiante de Diseño Gráfico, Luciana Suárez e Ivana Amaya.