Monseñor José Américo Orzali fue primer arzobispo de San Juan de Cuyo. En este texto, la investigadora Leonor Paredes de Scarso se refiere a su primera gira pastoral, realizada en 1913. El recuerdo de la tarea misional emprendia por este recordado sacerdote permite también hacer una clara pintura sobre el carácter y las cualidades de Orzali.
Monseñor José Américo Orzali, primer arzobispo de San Juan de Cuyo, tuvo una inteligencia clarísima, a la que le bastaba acariciar un proyecto para organizarlo y allanar dificultades: inteligencia puesta de manifiesto en sus numerosas pastorales, llenas de fe, de sabiduría y de aliento.
Al decir de quienes lo conocieron personalmente, “tejía redes y más redes de ideas” en su fecunda predicación de palabra fácil, medida y fecunda.
Fallecido monseñor José Américo Orzali el 18 abril de 1939, el sacerdote historiador jachallero padre Alfonso Hernández trazó la silueta del primer arzobispo de San Juan de Cuyo. Por su parte el padre Pedro Arguello realizó una biografía, que dejó en apuntes. Fallecido éste el 16 de agosto de 1943, esos apuntes fueron a dar a manos del padre Pablo Ardizzone quien se los entregó a Raúl A. Entraigas S.D.B. por pedido del arzobispo de Salta, de recoger los papeles del padre Arguello.
El padre Entraigas leyó con verdadero interés los apuntes de Argüello, pero dejó de lado la obra que lo motivó y con gran honestidad intelectual trazó su propio plan de labor. Lo primero que tenía que hacer era una observación participante.
Recorrió todos los lugares que fueron a lo largo de la vida de Orzali su tierra labrantía: las parroquias de Santa Lucía, de San Miguel, La Piedad, Barracas en Buenos Aires y toda la geografía cuyana. Recogió fuentes orales de primer nivel, pues interrogó a las personas que lo habían conocido y tratado: “Vi entonces un caudal de virtudes que había como en un arca venerable en la vida mansa del prelado de la Iglesia”.
¿A quiénes interrogó? a personas de todos los niveles sociales, desde jueces a changadores, cocheros de plaza, señoras de familia o empleadas domésticas y así fue haciendo acopio de datos interesantes, sumado al propio diario personal que llevaba Orzali desde 1885 casi hasta su muerte, esta es una fuente escrita invalorable, más revistas y periódicos.
Dieciséis archivos registran el paso del padre Entraigas, en la pesada tarea de recolectar datos. El resultado fue un libro de formato mediano, de 317 páginas, titulado El Bueno Pastor de Cuyo, dividido en XLII capítulos, con una Secuencia y Epílogo, publicado en 1941, con una segunda edición en 1963.
El libro tuvo gran repercusión editorial, porque al decir de Entraigas: “Orzali picó alto en las cimas de la santidad, fue sembrador de faros y pilar maestro”.
Hizo propio algunos lemas y pensamientos, entre ellos el de los padres benedictinos: ORA ET LABORA
“Buen corazón quebranta mala ventura”, como decía Cervantes.
Y algo propio de él: “Tres palabras simbólicas que no hay que decir nunca: Cansancio, No e Imposible”
La primera gira pastoral la inició el 10 de abril de 1913; lo acompañaban monseñor Marcos Zapata, padre Tomás Cruz, el dominico P. Roldán y un jesuita de apellido Sáenz. La visita duró tres años. Con dieciocho mulas partió rumbo al norte, hacia la que sería su amada Jáchal, cariño correspondido ampliamente por el pueblo. No dejó nada sin visitar, fue un viaje lleno de penalidades. Siempre que podía volvía a Jáchal la patriarcal y entonces visitaba a familias que lo recibían con deleite, tal lo que acontecía cuando iba a visitar la típica casa señorial, en Pampa del Chañar (de la cual quedan restos) perteneciente a los esposos Felicidad Balmaceda Suárez y don Juan Francisco Varela. Monseñor, riendo, decía: “Me voy a buscar la dicha a casa de la Felicidad”.
En su primera visita pastoral anduvo más de 10.000 kilómetros.
Como orador Orzali era simple, llano, no rebuscado. Entraigas dice que él mismo decía que era un predicador de tercera clase, explicando que la primera clase es cuando ni el orador ni el público entienden una jota de lo que se predica: términos difíciles, ideas rebuscadas. De segunda clase: predica lo que entiende el orador, pero el pueblo no, por lo tanto el 90 por ciento se queda en ayunas.
Cuando el orador sabe bien lo que dice y lo entiende todo el auditorio, cuando baja de las alturas retóricas hasta el llano de la sencillez, cuando deja las especulaciones metafísicas, para tratar la realidad de la vida cristiana, entonces predica de tercera clase. “Yo no sé predicar más que de tercera clase”, decía Orzali.
En una de las misiones iba con el padre Argüello y el padre Soriano, entre otros, camino a las Aguaditas. Los caballos que arrastraban un viejo coche ya no daban más. El obispo para aliviar a las bestias dio orden de que todos descendieran y marcharan a pié, por un camino de pedregales que hacía difícil la marcha y bajo un sol intenso. Esto acabó con la paciencia de alguno de los sacerdotes, que entre dientes murmuró: “solo al obispo de Cuyo se le ocurren estas cosas”…
A 93 años del inicio de aquella histórica visita pastoral a Jáchal, lo recordamos con aquello de que “A los próceres como a los cedros del Líbano solo se los puede medir cuando están caídos”.
En su primera gira pastoral iniciada en 1913, monseñor Orzali anduvo más de 10 mil kilómetros. Duró tres años, utilizó 18 mulas y no dejó pueblo por visitar.
Autora: Leonor Paredes de Scarso: Historiadora e investigadora
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