Impulsado por un gobernador de 24 años –Salvador Maria del Carril— nació para defender la Carta de Mayo y no dudó en enfrentarse a la iglesia y a los sectores de poder. El primer periódico sanjuanino sólo duró dos números y terminó con la destitución del mandatario y la quema de los ejemplares en la plaza mayor.
Si hoy preguntáramos a los sanjuaninos cuál fue el primer periódico de la provincia, casi todos dirían que fue El Zonda, de Sarmiento. Sin embargo, el periodismo local nació en 1825, de la mano de una de las personalidades más lúcidas y a la vez polémicas que ha dado la vida política provincial: Salvador María del Carril. Como gobernador de la provincia, implementó una reforma religiosa muy radical para la época y editó un periódico con el solo fin de defenderla.
El 29 de junio de 1825 nació el primer periódico sanjuanino. Sólo apareció dos veces. Se llamaba El Defensor de la Carta de Mayo y su nombre ya indica su principal característica: era un órgano de opinión política, como todos los periódicos de la época. Lo editaba Salvador María del Carril, que en ese momento era el gobernador de la provincia, y el objetivo principal de este periódico -impreso en la recién adquirida imprenta del Estado- era, precisamente defender la Carta de Mayo, una declaración de derechos mediante la cual Del Carril intentó imponer en San Juan la libertad de cultos que todavía no había sido reconocida por ninguna provincia del país.
El periodismo argentino comenzó un 7 de junio de 1810 con la aparición del primer número de La Gazeta de Buenos Aires. Como secretario de la Primera Junta, Mariano Moreno había pensado en este medio como órgano de difusión y defensa de los ideales revolucionarios e independentistas de Mayo. Sin embargo, ya en 1764 circulaban en el Puerto de Buenos Aires hojas manuscritas de 25 por 15 centímetros. El primer periódico impreso es de 1801, después que el Virrey Vértiz hizo trasladar a la capital del virreinato una imprenta que habían llevado a Córdoba los Jesuitas en 1766. Con el nombre de Imprenta de Los Niños Expósitos, puesto que los beneficios que se obtenían eran destinados a esa causa, de esa antigua imprenta jesuita salieron impresos desde 1801 en adelante las tres publicaciones precursoras del periodismo argentino. Se trató de El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico, Historiográfico del Río de La Plata, editado por Francisco Antonio Cabello y Mesa; el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, de Hipólito Vieytes; y el Correo de Comercio, de Manuel Belgrano.
Entre 1810 y 1820 aparecieron y murieron sólo en Buenos Aires más de 100 periódicos, calificados por los historiadores como libelos, pasquines, casi todos órganos de opinión política que tenían que ver con las transformaciones sociales y los debates políticos del momento.
La aparición de publicaciones en el interior del país estuvo asociada a la progresiva incorporación de imprentas en las provincias. Las primeras en hacerlo fueron Santa Fe, en 1819; Mendoza en 1820 y Córdoba en 1823. Entre las primeras provincias en tener imprentas también estuvieron Entre Ríos en 1821, Salta y San Juan en 1824, antes que Catamarca, San Luis o Santiago del Estero, que recién contaron con imprentas avanzada la década de 1850.
Prácticamente hasta 1870 el periodismo era una actividad asociada al debate político. Los periódicos eran tribunas de ideas, y no existían los periodistas profesionales. Se trataba de políticos que, gracias a la prensa, daban a conocer sus ideas.
A este periodo de prensa política o facciosa pertenece El Defensor de la Carta de Mayo, primer periódico sanjuanino.
Salvador María del Carril ejerció la gobernación de la provincia de San Juan por delegación desde el 10 de enero de 1823 hasta el 12 de marzo de 1824 en que fue formalmente electo. Ese año Del Carril se convirtió en el primer gobernador de San Juan electo por el voto popular, en virtud de una ley que él mismo instó a sancionar. El 18 de enero de 1825 fue reelecto. La primera vez que asumió la gobernación tenía 24 años y ya contaba con una extensa carrera política.
San Juan era una provincia independiente desde 1820 y para la época de la gobernación de Del Carril aún se recuperaba del esfuerzo económico y humano que había significado la campaña de San Martín y la militarización de su territorio como consecuencia de levantamientos contra la autoridad nacional.
En el país, la década del 20 es conocida como de anarquía y luchas civiles. Disuelta la autoridad nacional, en las distintas regiones se fueron organizando las provincias que recién en 1825 acordaron, mediante sus representantes en un congreso, la vocación de construir una nación y decidieron que, en tanto se dieran una constitución y se eligiera un presidente, se encomendaba, por ley, al gobierno de Buenos Aires el ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional. El gobernador de Buenos Aires era, en ese entonces, Bernardino Rivadavia, hombre de ideas liberales con quien Del Carril tenía grandes coincidencias.
Todo estaba por hacerse en un país y en una provincia que comenzaban a construirse.
El nacimiento del periodismo en San Juan está asociado a la adquisición de una imprenta por parte del Estado. Las circunstancias en que esto ocurrió son por demás interesantes a la hora de comprender las características del primer periódico sanjuanino.
A seis meses de haber asumido por primera vez, entre otras medidas de fondo, Salvador María Del Carril concretó una reforma eclesiástica en la provincia. Dictó una ley por la cual sometió la actividad de los conventos a la jurisdicción del Gobierno, prohibió a los sacerdotes poseer bienes particulares y estableció normas a observar so pena del cierre de los conventos y la confiscación de sus bienes. Esta ley estaba en consonancia con otra nacional sancionada seis meses antes. Del Carril también impuso un decreto por el cual abolía el derecho a cobrar un peso sobre los óleos; y otro en el que dispuso la clausura y suspensión a perpetuidad de los conventos de Santo Domingo, San Agustín y La Merced, así como la incautación y posterior liquidación de sus bienes, en principio porque estos conventos no reunían un mínimo de miembros para seguir funcionando.
Paralelamente, la Junta de Representantes, legislatura de aquel entonces, autorizó al Gobernador a invertir una determinada suma del dinero reservado de temporalidades (es decir, de lo recaudado en la liquidación de bienes de la Iglesia) en la adquisición y establecimiento de una imprenta. En mayo de 1825 el gobernador decretó la creación del Registro Oficial; se suprimieron, entonces, los “bandos”, resabio del régimen colonial. Y con fecha 6 de junio de 1825 del Carril envió a la Junta de Representantes Provincial el proyecto de la “Carta de Mayo”, una especie de declaración de derechos que, entre otros postulados, incluía la libertad de cultos.
“La Carta de Mayo -afirma en su Estudio Constitucional Mariano de Vedia y Mitre (1925)- no es una constitución política. No es un estatuto destinado a organizar las funciones del gobierno y a fijar el grado de responsabilidad de los gobernantes. No es tampoco una “carta” en el sentido en que se usa el término en el derecho político pues no fue otorgado al pueblo por el soberano como una gracia. Si se le hubiera de definir con sujeción al tecnicismo jurídico y constitucional debería decirse que es exactamente un “bill of wrights”, esto es, una “declaración de los derechos del hombre”.
Agrega el autor: “La Carta de Mayo es en cierto sentido un documento único en nuestra historia.
Para Del Carril no fue sencillo que los representantes sanjuaninos aprobaran los artículos más polémicos de la Carta de Mayo. De hecho, durante su discusión hubo encendidos debates, ausencia de legisladores y un clima de gran inquietud en la sociedad. Es Domingo Faustino Sarmiento, en “Recuerdos de Provincia”, quien brinda una de las más simples y claras imágenes de esos días, al contar cómo el debate en cuestión “traía alborotado al público que acudía a las ventanas y puertas del salón de Jofré, en que se tenían las sesiones”.
El 29 de junio, mientras los legisladores debatían los artículos de la Carta de Mayo, apareció la edición Nº1 del periódico El Defensor de la Carta de Mayo, primera publicación periodística en existir en la provincia. El 13 julio la Junta de Representantes de la Provincia sancionó la Carta. Al otro día se publicó el segundo número de El Defensor, y al día siguiente se promulgó la Carta. El 26 de julio de 1825 una revuelta protagonizada por los sectores más intolerantes del catolicismo local depuso al Gobernador del Carril.
El Defensor de la Carta de Mayo tenía un formato que era común a prácticamente todas las publicaciones de la época, aspecto que se relaciona con la tecnología que se usaba para imprimir, pero también con aquello que, como material impreso, era más conocido, tanto por quienes producían como por el público lector: los libros. Cada ejemplar medía 26,8 centímetros de largo por 18 de ancho. La primera página presentaba la composición distribuida a columnas corridas, también como un libro.
Forma parte del encabezamiento, junto con el nombre de la publicación, un verso en francés que está traducido al castellano y cuyo contenido expresa la filiación de sus autores con el ideario liberal europeo que algunos intelectuales como Del Carril habían incorporado. El primer número, fechado el 29 de junio de 1825, tenía cinco páginas, en tanto el segundo, del 14 de julio del mismo año, tenía cuatro.
Todos los textos contenidos en los dos números del primer periódico sanjuanino tienen la finalidad de defender la Carta frente a los ataques de que era objeto tanto el documento como su autor por parte de representantes de la curia sanjuanina y cordobesa fundamentalmente. Sin embargo, también son textos destinados a informar a la población local así como a provocar su reflexión.
A pesar de que el gobierno de Del Carril fue muy activo y realizó importantes reformas en diversos ámbitos de vida provincial, ninguno de estos temas merece la atención del periódico que incluso sólo se centra en uno de los aspectos de la Carta de Mayo, aquel que generó oposición: la libertad de cultos.
Sus textos son fuertes alegatos en favor de la libertad de cultos y en su mayoría están firmados, aunque -como también era habitual en la época- los nombres son ficticios, están señalados con iniciales, o sólo aluden a cierto carácter del firmante: “un eclesiástico distinguido”, “un campesino”. La mayoría de los textos están escritos como cartas; esta relación con los géneros epistolares también era común en esa época del periodismo.
A pesar de su corta vida, el primer periódico sanjuanino permite, a través de su lectura, reconstruir algunos aspectos de la vida provincial en ese entonces. Uno de los textos del primer número informa sobre la presentación de peticiones de los vecinos, a favor y en contra de la sanción de los artículos referidos a la libertad de cultos. Una tenía la firma de 683 personas, en tanto que la otra de “muchas más de 1400”. Una simple cuenta arroja un total de casi 1.700 sanjuaninos al menos interesados en saber qué había sido del documento por ellos suscripto.
El segundo número del defensor apareció cuando la Carta de Mayo ya había sido sancionada y uno o dos días antes de que fuera promulgada por el Ejecutivo. No sabemos si la demora fue calculada o no.
Era por todos sabido que el editor de El Defensor de la Carta de Mayo era el propio gobernador, sin embargo nada en la publicación indica que esto sea así.
El ministro de Gobierno, José Rudecindo Rojo, es señalado como coautor del periódico.
El 26 de julio de 1825, doce días después de la aparición del segundo número de El Defensor de la Carta de Mayo, el gobernador Del Carril fue depuesto de su cargo por una revuelta protagonizada por los sectores más conservadores de la provincia, incentivados por el clero. El motivo no necesita demasiadas explicaciones: la sanción de la Carta de Mayo había sido la gota que colmó el vaso que ya venía llenándose desde la reforma religiosa encarada el año anterior. Algunos historiadores afirman que, en medio de este levantamiento, los ejemplares del periódico fueron quemados en la plaza pública. Otros autores mencionan que la quema fue para los ejemplares de la Carta de Mayo, que también había mandado imprimir Del Carril, una vez aprobada. No sería sensato afirmar que fue El Defensor... el que provocó semejante reacción, pero lo cierto es que este periódico formó parte de un debate social que, aunque no podemos caracterizar de masivo o extendido, ocupó y preocupó a gran parte de los pobladores de la capital sanjuanina de entonces, fue objeto de intercambios, opiniones y debates.
Puede pensarse que El Defensor estuvo dirigido a la población alfabetizada de la capital de la provincia: a los no convencidos, para persuadirlos, y a los ya convencidos, para reafirmarlos en sus posturas; a su vez, a los alfabetizados, para que hicieran las veces de líderes de opinión o agentes multiplicadores con los analfabetos.
En San Juan en 1825 se estima que vivían alrededor de 10.000 personas. No más del 20 por ciento estarían alfabetizadas, o sea no más de 2000 personas, en general hombres, propietarios, con oficio conocido o sacerdotes. No hay registros que indiquen cuántos ejemplares de este periódico se imprimieron, pero los datos anteriores, sumados a que sí se sabe, por ejemplo, que cuando la legislatura aprobó la Carta de Mayo, Del Carril mandó imprimir 2000 ejemplares, nos hablan de que ese era el número máximo de posibles lectores, aunque debe considerarse el envío de ejemplares fuera de la provincia e incluso a Chile.
Sin embargo, puede decirse que los lectores eran más de 2.000, aunque no supieran leer. Distintos autores insisten, para la época que consideramos, la posibilidad -casi certera- de que gran parte de la población no alfabetizada accediera a los escritos a través de la escucha, en ámbitos de lectura compartida en voz alta, efectuada por un lector para un pequeño auditorio. De esta manera se multiplicaba la producción periodística más allá de su tirada.
Respecto de estos sitios y modalidades de lectura, dos datos casi anecdóticos nos permiten inferir su total aplicación a la provincia de San Juan en 1825. Uno de ellos es la mención que hace el historiador Nicanor Larraín respecto de que Del Carril y sus funcionarios “clavaban” los ejemplares de El Defensor... en lugares concurridos (la ciudad carecía de arbolado, por lo cual sólo quedan pilares, postes o incluso paredes) donde podría verse y leerse, a solas o para un grupo y, por supuesto, comentar. El otro dato es que, una vez derrocado Del Carril, fue cerrado el único café que funcionaba en la ciudad, por considerárselo un lugar en el que se compartían las ideas “subversivas” de la época.
Respecto de la distribución, si bien para la época de aparición de El Defensor...ya estaba vigente el decreto que permitía la venta o suscripción a beneficio de la Imprenta con el fin de saldar los gastos de impresión, este periódico no se vendió ni tampoco se ofrecieron suscripciones. No existen documentos que registren su impresión como un trabajo para particulares, aunque tampoco era un documento oficial. Simplemente se imprimió y se repartió, como se lo haría entonces con cualquier volante.
* Guillermo Collado Madcur y Cecilia Inés Yornet son docentes e investigadores de la UNSJ.
* Este artículo fue elaborado sobre la base del trabajo de investigación “Periodismo y Opinión Pública en San Juan - Medios gráficos entre 1825 y 1955 “, desarrollado en el periodo 2003-2005 en el Gabinete de Estudios e Investigaciones sobre Comunicación (GEICOM), Departamento de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, UNSJ, con aprobación del CICyTCA
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