El año en que 40 oficinas se quedaron sin sus máquinas de escribir

El Especialista
Desde 1962 empieza a crearse en San Juan las Unidades Regionales de la Policía. Este organismo de seguridad sentó base como número uno en la Seccional Primera y al frente fue designado como titular el subcomisario Segundo Melisandro Casiva Olmos. Su tarea estaba centrada en la Brigada de Investigaciones y venía de cumplir idénticas jornadas en varias seccionales y en la Central de Policía.

Este funcionario tuvo la responsabilidad de lograr esclarecer uno de los más importantes de sucesivos robos en San Juan. Algo inédito en la actividad delictiva, como es la sustracción de máquinas de escribir y calcular de distintos tipos y marcas.

Fueron más de cuarenta robos cometidos por un solo individuo, según la información periodística de aquel entonces pues estos hechos comenzaron a perpetrarse a fines del año 1972 hasta octubre del año siguiente. La mayoría de las máquinas y otros efectos, producto de la andanza delictual del autor, fue enviada a la ciudad de Rosario, donde los elementos eran vendidos a distintas personas a precios muy por debajo del costo.

El cerebro de estos hechos, que mantuvieron en permanente apresto a la policía y en zozobra a los damnificados, resultó ser Guillermo Francisco Genga, que contaba 29 años de edad y se domiciliaba circunstancialmente en calle Las Heras 1678, Villa del Carril. Se lo conocía como el “Rosarino”, por ser de procedencia de aquella ciudad santafecina. Tuvo sus colaboradores, cuyos nombres no se dan a conocer por estar recuperados dentro de la sociedad y arrepentidos de haber participado en los robos.

“Modus operandi”
Guillermo Francisco Genga se caracterizaba por vestir ropas costosas y tenía buena presencia. Siempre llevaba consigo un portafolios amplio con algunos papeles, como también un juego de llaves de puertas y herramientas de fácil manejo. Además, cargaba dos o tres juguetes, entre ellos un avión metálico. En un día se encargaba de recorrer de esta forma 15 ó 20 oficinas, tanto en nuestra capital como en zonas aledañas.

En su casa memorizaba qué máquinas u objetos de valor existían en tales oficinas y en especial su ubicación. Dos o tres días después volvía a entrar a las mismas dependencias, calculando que en tales horas se encontrarían ausentes los dueños y sólo quedaban los empleados. A estos, en forma apresurada, les decía: “Vengo de la empresa a limpiar las máquinas. Esta tarea durará sólo diez minutos”. Algunos empleados suspendían sus tareas y entregaban las máquinas. Otras veces, Genga expresaba lo mismo y sin perder tiempo se apoderaba de la máquina y sana, no sin antes decir “ya se la traigo”, y desaparecía. En la Seccional Primera se recibieron más de treinta denuncias, todas similares.

Robos en Mendoza
El autor de estos hechos había alquilado una habitación donde escondía todo lo sustraído, además de las máquinas, se contaban prendas de vestir, como ser abrigos para ambos sexos, sacos y otros, propiedad de los empleados que dejaban las prendas en las oficinas tras cumplir la tarea de la mañana.
Con la colaboración de otros sujetos, Genga embalaba todo k, sustraído y los enviaba como encomienda por ómnibus a Rosario.

En esa ciudad había dos hombres que eran cómplices en los hechos. Se llamaban Angel Campos, quien era el encargado de recibir las encomiendas, y Hugo Mario Luis Brid, que operaba como vendedor de las máquinas y demás efectos, según información obtenida por la policía en aquel entonces.

También se estableció que, para variar de zona, Genga viajaba a la ciudad de Mendoza, donde realizaba similares robos de máquinas. Las primeras denuncias de damnificados hicieron sospechar a la policía de que se trataría del mismo sujeto que venía operando en San Juan.

EI arresto
En esa época ocupaba la subjefatura el inspector general Marcos A. Bravo, quien se vio obligado a dejar otros compromisos para dedicarse exclusivamente al esclarecimiento de éstos sucesivos robos. Dos o tres comisiones con empleados de la Brigada de Investigaciones recorrían nuestra ciudad y algunos departamentos en procura de ubicar alguna pista que revelara la identidad del ladrón. Mejor suerte tuvo el subcomisario Segundo Casiva Olmos, que recibió un llamado telefónico de la guardia policial federal que cumplía consigna en el aeropuerto Las Chacritas. EI día 16 de octubre de 1973, por la tarde, arribaba el avión de línea procedente de Rosario. El señor Alves de Almeida, comerciante, esperaba a su esposa, a quien vio descender junto con un hombre joven.

Cuando aquel pasó cerca del comerciante este observó que el traje que, vestía había sido robado de su negocio.
“Escúcheme joven, ¿dónde consiguió ese traje?”, fue la espontánea pregunta que le hizo el comerciante al desconocido. Pero éste hizo oído sordo y trató de escabullirse entre la gente. Entonces el señor de Almeida entró en sospecha y llamó a un policía, a quien le pidió que detuviera a aquel hombre por ser un ladrón. El arresto se produjo antes que el desconocido, que luego se estableció que se trataba de Guillermo Francisco Genga, ascendiera a un taxi.

El subcomisario Casiva Olmos trasladó al detenido a la Regional Capital, donde el sujeto fue interrogado. En un primer momento negó su autoria en el delito. Se limitó a decir que el traje lo había comprado de segunda mano a un desconocido. Sin embargo, Ia policia ya contaba con datos filiatorios del ladrón de máquinas y éstos eran coincidentes con los del preso.

Una y otra vez fue interrogado hasta que en una ocasión pidió hablar únicamente con Casiva. Este funcionario ya había conseguido algunas pruebas sobre la responsabilidad de Genga en algunos hechos delictivos.

Abrumado y quizás al verse perdido, el detenido terminó por confesar ser autor del robo del traje y de otras prendas de vestir como también de todas las máquinas de escribir. A través de la posterior investigación se llegó a establecer que fueron más de ochenta máquinas las que trasladó a Rosario.
Hacia esta ciudad partió una comisión encabezada por el subcomisario Casiva Olmos e integrada por el sargento primero José Roberto Pérez y  cabo Carlos G. Torres. En las primeras diligencias consiguieron secuestrar 20 máquinas, como también un proyector, grabadores, máquinas fotográficas, prendas de vestir y otros efectos sustraídos en San Juan.

Las máquinas fueron trasladadas a esta provincia juntamente con los detenidos Angel Campos, de 48 años, con domicilio en Grandolfi 4553, Saladillo y Hugo Mario Luis Brid, de 53 años, radicado en Urquiza 875, ambos de Rosario. Estos se encargaban de recibir las encomiendas luego de la venta de las máquinas y demás efectos.

Genga fue procesado en el Cuarto Juzgado del Crimen, a cargo del doctor Carlos H. Zavalla, quien lo condenó a once años de prisión.

Publicado en especiales El Nuevo Diario el 25 de agosto de 1995. Edición 721

 

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Guillermo Francisco Genga, autor de los robos de máquinas de escribir.