Soppelsa, un apellido que fue sinónimo de helados en San Juan, Mendoza y Córdoba, tiene origen en la región del Veneto donde hay una montaña de nombre Pelsa. A los habitantes del pueblo que viven por debajo de ella, se les anteponía el prefijo “so”, que quiere decir “por debajo”.
De unos tíos que vivían en el pueblo de Gras, en la frontera entre Italia y Austria, don Pedro aprendió el oficio de heladero.
Con el mayor de sus hijos, Pedro llegó en 1924 a Buenos Aires para luego instalarse en Cacheuta, donde trabajó de obrero. En temporada, ambos se trasladaron a Luján para fabricar y vender helados. Más tarde llegaron para hacer lo mismo desde la ciudad de Mendoza pero la reglamentación les impedía vender fuera del radio capitalino, por lo que decidieron probar suerte en San Juan. Corría el año 1925.
Ya instalados en nuestra provincia, sólo se les permitía fabricar helados de canela y limón, pero tras una invitación a los inspectores para ver el proceso de fabricación de los helados de otras especialidades, y por supuesto degustarlos, la fábrica obtuvo la autorización que necesitaba.
Así fue como San Juan conoció los helados de crema, frutilla y chocolate, toda una novedad para la época. El primer local fue el de calle Rivadavia al 500 y luego abrieron en Mitre casi Alem, donde además, la terraza era usada para bailables.
En 1928 llegaron otros integrantes de la familia, entre ellos quien se convertiría luego en el patriarca de la empresa: Esteban Soppelsa.
En 1947 fallece la esposa de Pedro, quien al tiempo volvió a contraer matrimonio y tuvo otros tres hijos.
Esteban Soppelsa nació un 5 de febrero de 1914, es un pueblito de Alemania por circunstancias paternas de trabajo. Su padre era minero y dio a su hijo el nombre que estaría en San Juan al más rico de los postres y helados.
Esteban se casó con Juana Rodríguez, hija de españoles y a la que conoció en San Juan, donde llegó con su padre y hermanos huérfanos ya de madre. Esteban tenía entonces catorce años y se afincó en San Juan. Tuvo dos hijas: Stella Catalina y Silvia Alicia.
Un hermano de Don Pedro, Guerrino también probó suerte en San Juan en 1927. Es quien casi diez años después trajo a toda su familia y se instaló en Mendoza, donde Ferruccio Soppelsa, continuó la empresa.
Para 1935, Luis, el hijo mayor de don Pedro, dejó la empresa de su padre y se instaló en Córdoba.
Estas tres ramas familiares son las que permitieron que en las tres provincias, la tradición del helado esté asociada al apellido Soppelsa.
Un terremoto que cambió la historia
Cuando San Juan fue destruída por un terremoto en 1944, varias cosas cambiaron entre los Soppelsa.
El local no había sufrido mayores daños porque era antisísmico, de modo que la fabricación de helados se vio interrumpida por poco tiempo. Pero la tifus que se extendió durante la tragedia se cobró la vida de Guerrino, el mayor de los hermanos. Al tiempo, en 1950 murió don Pedro, el fundador de la heladería.
Ahí se tuvo que hacer cargo su hijo Esteban.
Dos años antes, en 1948, habían llegado hasta San Juan los hijos de una hija fallecida de Pedro Soppelsa: Guillermo y María Teresa Gottardi Soppelsa. Son los sobrinos a los que Esteban invitó a trabajar con él y a quienes incorporó como socios en 1958.
Desde entonces, Gottardi se hizo cargo de la administración de las heladerías, bajo la supervisión de Esteban.
Esteban Soppelsa y Guillermo Gottardi complementaron sus trabajos de modo que la empresa tomó una dinámica que la mantuvo siempre al frente de las innovaciones.
Por ejemplo, Soppelsa instaló el primer drive-in en San Juan, un lugar donde se conjugaban la comodidad de comprar desde el auto con la recreación para grandes y chicos en el parque con juegos del lugar. La misma estuvo ubicada en la Avenida Libertador, en Desamparados. Y tenían finca en Calingasta donde cultivaban las frutas que utilizaban para la materia prima. Hasta tambo tuvieron para garantizar la calidad de la leche.
Cambiando con las pautas de consumo de los sanjuaninos, llegaron el local de la peatonal y la decisión de vender sólo en locales propios, ante la imposibilidad de controlar bromatológicamente todos los puntos de venta.
En una entrevista realizada para El Nuevo Diario en 1993, Esteban Soppelsa resumía la filosofía de trabajo con la que enfrentaba al crecimiento de la competencia.
—Este es un rubro en el que no se puede especular con la cantidad de ingredientes, cada gusto necesita una cantidad y no hay que ahorrar en eso.
Es preferible reducir el margen de ganancia a disminuir la calidad de un producto— decía entonces.
Tras la muerte del socio mayoritario, don Esteban Soppelsa, sus hijas Silvia y Stella iniciaron el trámite de la sucesión. Soppelsa era un nombre registrado por Luis en Córdoba y que podían usar sus hermanos pero ya no los descendientes. En San Juan, laempresa también era integraba por quien durante décadas fue la mano derecha de don Esteban, su sobrino Guillermo Gottardi. El y su hermana María Teresa son dueños de la otra mitad de la sociedad.
Finalmente, para sorpresa de sus clientes, en 2004 decidieron paralizar la actividad de la heladería más tradicional de San Juan. Y la provincia se quedó sin el dulce de leche más rico en helados.
Fuente: Publicado en El Nuevo Diario el viernes 24 de setiembre de 2004
Ver artículo: Esteban Soppelsa: "un buen empresario debe ser un buen ciudadano”