El cirujano y escultor Ricardo Bustos, fue entrevistado por Juan Carlos Bataller en el ciclo “Qué hiciste con tu vida” en septiembre de 2018.
—Vamos a empezar por el principio. Ricardo Bustos, sanjuanino de nacimiento.
-Yo soy sanjuanino de nacimiento. El programa al que me han invitado es “¿Qué hiciste con tu vida?” Yo le voy a cambiar el sentido a esa frase y voy a decir ¿qué hizo la vida conmigo? Porque soy así como la Mercedes Sosa “gracias a la vida que me ha dado tanto”, porque permanentemente soy un tipo que piensa en lo que la vida me ha dado. Pero en la realidad esto se lo debo a un tipo, que era mi viejo, sanjuanino, de una familia muy humilde. Trabajaba de noche en el correo y de día en el comercio. Un tipo que enseñaba con el ejemplo, porque él no me decía “tenés que ser responsable”. Yo me acuerdo las navidades que pasábamos en la casa de mi abuelo y que a la una, mientras todos estaban tomando el clericó y el vino, él se iba en su bicicleta a laburar. Él nunca faltó, fue un ejemplo de responsabilidad. Y de ahí salimos cuatro hermanos.
-Estás contando tu historia sin necesidad de preguntas, de acuerdo. La idea es que no se transforme en un discurso sino que vamos de a poquito indagando en tu vida.
-Ahí viene una parte que es la más linda. Mi infancia fue en San Juan.
-Tu infancia fue en San Juan, a eso quería llegar. Has hablado de tu padre y no de tu madre, ¿quién era tu madre?
-Mi madre era un ama de casa muy querida, muy cariñosa. Yo era más para mi padre, lloré cuando mi viejo se murió y al mismo tiempo le pedí al médico que acabara con la vida de mi vieja porque estaba sufriendo demás, no había nada que hacer. Y no lloré tanto. Mi mamá era una mujer muy querida pero aquella que decía “no hagan eso porque se lo voy a contar a su padre”. No era la madre educadora. El poderío lo tenía el viejo.
-¿Cuántos hermanos eran ustedes?
-Cuatro, dos mellizas, uno mayor que yo y yo era el segundo. Mi hermano, igual que yo, captó esa historia. Mi viejo era muy, muy pobre pero siempre reía. Siempre era feliz. Siempre silbaba y mi hermano a los catorce años comenzó a laburar. Llegó altísimo, fue director presidente de una multinacional, vive en Brasil hasta hoy con un montón de nietos. Ya es brasileño mi hermano.
-¿Y tus hermanas?
-Una es profesora de matemática, física y química y la otra pintora, también, autodidacta, nunca tuvo escuela.
-¿La escuela primaria la hiciste en San Juan?
-En la Escuela Bernardino Rivadavia, de donde salí a los 12 años. Ahí dejé un busto de Bernardino Rivadavia en la dirección de la escuela.
-Hay dos facetas de Ricardo Bustos conocidas por la gente. A lo mejor en total son diez pero las conocidas son la del cirujano plástico de renombre y la otra es la del artista. Acá veo algo, una estatua, que debe tener su historia.
-Es muy linda esa historia. Cuando éramos niños nos fuimos a la Villa América a vivir y mi papá plantó un duraznero en la puerta de mi casa. Al lado había un surtidor. Entonces el duraznero tuvo agua y creció. Al poco tiempo salieron duraznos medio blancos, yo me subí, un día comí uno y tenía un gusano. Mi papá dijo “no tiene solución” y lo decapitó. Dejó un tronco más o menos de esta altura. Entonces yo tenía, me acuerdo claramente, 11 años. Mi abuelo era carpintero. Le robé un formón y un martillo y en el tronco, que estaba más recto, la hice a mi mamá.
-Pará ¿sin estudios hiciste esto?
-Tengo recuerdos de que yo, ya antes, me iba al puente de Albardón en bicicleta a sacar arcilla seca del río. Le limpiaba la arena, la molía y hacía esculturas. Hice Bernardino Rivadavia que lo dejé en la escuela y un Beethoven que se lo dejé a mi vecino Alborch, un alemán. Y modelaba, pero una cosa es modelar, modelar es agregar y otra cosa es esculpir. En la escultura vos retirás. Tenés un mármol y tenés que sacar lo que sobra para encontrar la figura deseada.
-¿De dónde un tipo de 12 años saca la madera necesaria para que aparezca esta figura, que tiene proporciones?
-Es muy bonita. La tengo de recuerdo porque es una de las cosas que hasta hoy nunca abandoné, la escultura. Comencé muy chiquito. Me acuerdo que una vez un enjambre de abejas se colgó en un duraznero que había en el fondo. Mi papá llamó un apicultor, metió las abejas en dos cajas y tuvimos miel. Cuando colocaba la miel a baño maría la cera subía y en esa cera yo modelaba, era muy chiquito también.
-A ver, Ricardo, para que me ubique bien. ¿Hay condiciones naturales? ¿Hay artistas que a los cuatro años eran Mozart? ¿En tu caso tuviste quién te enseñara?
-Absolutamente nadie hasta hoy. Nunca fui a una escuela. He ido mejorando y voy a seguir mejorando, a la escultura se la práctica. Hace dos años estuve en China en un festival internacional de escultores, recomendado por un amigo de San Pablo que es escultor y que había ido dos veces. Hice una escultura muy linda de 8 metros por 3 metros de altura. Son dos manos, las de Mao Tse-tung modelando el futuro chino. A los chinos les encantó el tema porque son maoístas todos y ganó el primer premio. Yo veo esto: sin haber tenido una escuela dejo una escultura en China en bronce, con primer premio, digo “tío, muy bien, porque creo que todo hay que llevarlo a serio”.
-Hablás más como artista que como cirujano…
-Yo no me jacto de tener excelentes resultados de cirugía plástica. Es obligación tener buenos resultados en cirugía plástica. Tengo una escultura que hice en honor a quien me manda pacientes hace cincuenta años, el espejo. Dos figuras, una dentro y otra afuera, que se miran. Todas mis pacientes vienen por el espejo y al espejo vuelven. Vos prometés y tenés que satisfacer la expectativa de esa paciente. ¿Cómo sé la nariz que te corresponde, cómo sé darte la edad que querés mejorar sin pasarme? ¿Y el tamaño de la teta? ¿Y que te veas al espejo y seas feliz? Es una obligación. Por eso en esto es muy importante hablar de mi viejo, la responsabilidad. ¿Y por qué me fui a estudiar medicina? Hoy yo debería estar en una escuela de arte, en Italia, estar esculpiendo mármoles pero no, me fui a la medicina.
-Pero siempre está la figura humana, tanto en la escultura como en la medicina.
-Yo nunca amé la medicina. Soy un cirujano plástico. Odio a los médicos, son responsables por crear enfermedades y si vos no sos un buen clínico estás haciendo mucha cagada. Ahora, ser cirujano plástico implica que estás jugando con la imagen. Tu imagen en este momento, en el que vivimos, es competitiva por excelencia. Por eso cuando me recibo de médico digo “¿qué hago?”. Como hizo mi hijo cuando se recibió de publicitario, pobrecito, ¿y ahora? Decí que estaba bien relacionado en San Pablo con amigos, un primo y encontró laburo pero fue siempre infeliz. Hoy mi hijo mandó un WhatsApp diciendo “soy feliz”. Está comprando herramientas para ser carpintero.
-¿Carpintero?
-Carpintero, a los 32 años. Entonces, cuando me recibo, un brasileño me dijo “vos tenés que hacer cirugía plástica” porque había visto mis esculturas.
-¿Dónde estudiabas? ¿En Córdoba?
-En Córdoba. Él había visto mis esculturas y dije “¿cirugía plástica? ¿Y en dónde?”. Me dijo “andate a Brasil, allá está Pitanguy en Río de Janeiro, son los mejores del mundo”. Y yo ya tenía a mi hermano que vivía en Brasil. Como todas las cosas que he hecho en mi vida, sin previo aviso, me subí a un ómnibus al día siguiente y me fui a San Pablo. Para entrar a hacer residencia en cirugía plástica te tenés que presentar a un concurso. Yo iba sin nada.
-¿Y qué pasó?
-Llegué al Hospital Clínica, que es la mejor escuela de cirugía plástica de Brasil, tiene 25 mil camas, es una ciudad. Fui a hablar con Víctor Spina, un italiano, y le dije “profesor, quiero hacer cirugía plástica. Vengo de San Juan, Argentina” y le conté toda la historia. Yo me recibí y a la semana me fui, y él me dijo “si, pero los exámenes han sido en agosto” y era noviembre. “Lo que le puedo dejar hacer es que venga como oyente, después hace el examen y entra como el resto”. Eso fue un viernes y el lunes fui a una cirugía del profesor, de parálisis facial y yo siempre dibujé. Entonces fui con mi cuadernito y le dibujé la cirugía al viejo.
-¿Y qué dijo?
-Cuando terminó la cirugía me dijo “muéstreme lo que ha hecho”. Dije “uh, qué cagada”. Y me dijo “a partir de ahora usted es residente igual que todos ellos y va a ser el dibujante de mi libro”. Así comienza mi carrera de cirujano plástico en San Pablo. A los dos años me ofrecen trabajar en el servicio de quemados por tres meses, porque el que estaba ahí se iba a Londres a hacer una especialización y nunca volvió. Me quedé veinte años en ese hospital, donde hice una escuela de cirugía plástica. En la realidad yo aplicaba otro sentido y lo aplico hasta hoy, sobre cómo hay que operar. Tampoco tuve mucha escuela en cirugía plástica, a pesar de haber estado en Brasil. El tiempo para mi pasa y la pregunta es ¿Por qué dejé Brasil? Hay una expresión que dice “yo era feliz y no sabía”. ¿Por qué me volví? Porque nunca me fui y porque la medicina para mí terminó cuando mi viejo murió.
-Tu viejo es recurrente en tu charla…
-Muy. Mi papá había dicho “quiero un hijo doctor” y lo dijo así al aire. No sé si se refería a mí, a mi hermano o a mis hermanas o todavía no había nacido. Y yo levanté la mano y dije “eso me toca a mi creo”, fue a los 17 casi 18 años. Le dije “me voy a estudiar medicina a Córdoba”. Había terminado de estudiar el secundario muy bien en la Escuela Normal Sarmiento. Qué boludo, la tenía de novia a la Olga Riutort, me hubiera casado con ella y hubiese sido gobernador de Córdoba.
-¿Pero te casaste en Brasil?
-Me casé dos veces, en realidad me junté dos veces, la primera fue la que me dio a mi hijo Rafael y la segunda fue un fracaso.
-¿La primera fue en Brasil?
-Las dos fueron en Brasil. Tuve dos relaciones pero muy cortas.
-¿Sos para vivir en pareja?
-No. Cuando vos tenés dos cosas a las que te dedicás tan intensamente, como es la escultura y la medicina, no podés tener una tercera. Estoy cansado de decir esa frase, yo tengo una amante y una esposa. La esposa es la medicina porque es la que me rompe las bolas, la que me estresa y la amante es la escultura. Yo tengo amigos que sé que tienen amante y esposa y les digo “¿cómo pueden, o aman a las dos?”. Pero no puede haber una tercera. Yo soy insoportable, esculpo todos los días.
-¿Por qué volviste luego de tantos años en Brasil?
-No fue porque sí que me vine. Dejé cuarenta años de vida, dejé a mi hijo, amigos, alumnos, once mil pacientes y di la vuelta como siempre lo hice y partí. Eso tiene que ver con mi infancia. A mis cinco años, mi madre se enferma mal y nos reparten los hermanos. Uno en la casa de una tía, otro en otra tía y a mí me tocó la peor tía, o será que fue cuando yo más apasionado estaba. Estaba en la edad “edipogénica” por excelencia a los cinco años. Necesitás de tu vieja. Cuando más amás, te dejan. Entonces en el pobre inconsciente de ese niño de cinco años quedó grabado “andate antes que te dejen”. Y todo lo que hice en mi vida fue de esa manera. Me fui de San Juan a Córdoba, de Córdoba a San Pablo. Salí de San Pablo y me vine a San Juan. Lo único que me falta es dejar es la medicina, me voy a divorciar de ella, pero ¿sabés qué? quiero salir amigo de ella. No quiero salir mal, porque ella tiene que saber que me voy a dedicar de lleno a mi amante.
-Estamos hablando del artista, del médico. Te vas a separar de la medicina. ¿Te va a alcanzar con la escultura?
-Yo creo que sí. A ver, creo que no hay ningún escultor en San Juan ni en la historia que haya dejado en tan poco tiempo tantas obras. Comencé en San Juan con la India Mariana, seguí con el indio Ceferino Namuncurá, con el padre Juan Fanzolato, con San Cayetano, con San Expedito, con el padre Baez Laspiur, la “Dulce Espera”. Hice bustos como el de Alfonsín, el de Sarmiento, son muchas esculturas en poco tiempo y me siguen pidiendo. Estoy trabajando ahora con un Papa, que eso ya fue anunciado, para una plaza. No entiendo por qué los políticos piden tantos santos. Y tengo una mujer de cuatro metros y medio de altura que es la que voy a entregar ahora a un salón de eventos, que no voy a decir de quién es, que esa es una obra muy bonita. Estoy trabajando con don Buenaventura Luna, real, recitando y se llama “cuando me doble el cansancio”. Porque yo quiero mudar en San Juan ese modo de ver el arte. Cuando los políticos entiendan que si le dan al sanjuanino algo lindo, de lo que sienta orgullo, que lo aprecie, no lo va a romper.
-¿Por qué Buenaventura?
-Porque intentaron robarle la guitarra, no sé si para hacerle mal o porque alguien sabía que Buenaventura Luna nunca tocó la guitarra. Nunca. Entonces esta que estoy haciendo, estoy terminando la maqueta, está recitando y voy a hacer una escultura hiperrealista expresionista, porque hay un muñequito de color, igual que el que está en la puerta de la casa de Sarmiento. Que me disculpe el escultor pero es muy fea, no tiene vida.
-Menos tiene el Sarmiento en la estatua frente a la plaza, que parece un maestro...
-Siempre se ha gastado mucha plata en arte porque eso no ha sido barato. Ahora ese Sarmiento, yo lo miro mucho y tiene la mano derecha sobre la niña. La está aplastando. Es como decir “vos quedate quieta ahí”.
-Pero es un Sarmiento pasivo aparte, él que era un volcán.
-Era un volcán, por eso es tan linda la de Rodin que está en Buenos Aires, ese Sarmiento vivo. Entonces, quiero mostrar otro tipo de escultura. No se puede joder mucho con los santos, no puedo hacer un San Expedito o un San Cayetano que no tengan cara de santos, a pesar de que en todos lo he colocado a mi hijo. San Expedito y un romano, el otro día lo vi y es como Rafael mi hijo, y el que está con San Cayetano también es Rafael. Ahora me han dado la oportunidad de hacer a Buenaventura Luna, va a ser una escultura bonita. El Papa también está muy lindo.
-Hablaste del Papa y de varios sacerdotes y gente de la Iglesia. ¿Esto fue por pedido?
-Todo por pedido.
-¿Mercenario o por convicción religiosa?
-Soy budista. A mí la Iglesia Católica nunca me trató bien, al contrario. Fui de la Acción Católica Argentina. Mi hermano fue presidente de la Acción Católica en Concepción. Y un día fui a hacer un trámite allí en Trinidad y el cura de ahí me quiso violar. Ahí me fui a la mierda y nunca más volví a la iglesia y yo llevaba a los niños a acompañar y cosas así. Llegué a Brasil y me fasciné por la religión afro, umbandas, quimbandas, candomblé. Hasta que tenés que entender que si vos no creés en vos, eso es budismo, estás cagado. Entonces mi religión es que yo creo en mí y a mi hijo se la he enseñado también.
-¿Es cierto que a tu hijo lo has rebautizado como José el Carpintero?
-Mentira, eso lo dije ahora jodiendo. Se llama Rafael.
-Rafael es un nombre que viene de la escultura.
-Sí. Él era un buen publicitario pero nunca me dijo “soy feliz”. Al contrario, yo lo veía que siempre estaba infeliz con lo que hacía porque la publicidad es para vender. Vender, vender. Es lo mismo que no te guste lo que estás vendiendo. Y ahora él va a crear. Es músico aparte, tiene una banda muy linda. Él decidió, porque siempre quiso ser carpintero. Está en Buenos Aires, desempleado, está con una chica que conoció en San Juan para colmo. Primero la odié mucho a la “Juja” porque me lo robó. ¿Viste cuando se te van los hijos? ¿Vos te sentiste mal cuando se te fue el primero?
-De a poquito se van yendo, ya es resignación.
-Ya se nos casa y se nos va.
-Igual que vos te referenciás mucho en tu padre, ¿Creés que has sido un buen padre para tu hijo? ¿Él te ve como un buen padre?
-El buen padre que fue mi padre fue aquel que tuvo el coraje de dejarme a la una de la mañana camino a Caucete para ir a Córdoba. Tenía una mochila y ni un mango, me iba a estudiar Medicina. Esa enseñanza que él me dio “estoy creyendo en vos”, eso, es lo que me hizo decir “tenés que ser responsable”. Entonces, en toda mi carrera como médico he sido absolutamente responsable, creo que eso marca la diferencia. No es que no haya médicos responsables en San Juan, pero hay una manada de hijos de puta que no son responsables pero fueron médicos qué sé yo por qué. El hecho de haber ido a estudiar Medicina y elegir la cirugía plástica y aprovechar esa habilidad innata hizo la diferencia. ¿Por qué yo di una vuelta al mundo? Porque también tenés creatividad. Creé una técnica de cirugía de mama, todo el mundo quiso aprenderla y operé en el mundo entero.
-En el arte, ¿cuánto hay de oficio y cuánto hay de arte? Hablo del arte como algo que va más allá de la persona.
-No hay nada más moderno que el ser humano. Es lo único moderno. El cocodrilo es igual desde hace millones de años. Soy figurativo, me gusta la expresión. Yo creo que el arte hace bien a las personas en la medida en que sepa lo que está viendo. Es otra crítica que yo le hago a San Juan. El sanjuanino no está preparado para interpretar, por favor pónganle cosas que lo hagan sentir. Porque el sanjuanino es ignorante, no tanto por culpa de él. Es porque somos estación terminal. No recibimos información. Que me disculpe Pérez, que no fue amigo de él, lo conozco nada más, pero el monumento al Cruce es tener un Pérez no un monumento al Cruce.
-No entiendo…
-Juan Manuel Ferrari se llamaba el escultor que hizo el Cerro de la Gloria en Mendoza. Los mendocinos tienen un Ferrari, nosotros tenemos un Pérez y no es lo mismo. Seguimos teniendo cosas que no dicen nada y por eso es que San Juan se exaltó contra ese monumento al que le han puesto mil títulos. Por eso es que el Monumento al Deporte en el parque tiene el título de culo, porque no dice nada. Yo tengo la certeza de que si lleno un ómnibus, me voy al lugar más pobre de Chimbas, les pago el pasaje, me los llevo a Italia, los meto al Vaticano y les muestro “La Piedad”, todos van a llorar porque van a sentir. Creo que es por lo que estoy en San Juan, voy a cambiar el modo de sentir el arte.
-Yo veo algunas obras clásicas, supongamos el David, y me asombra la perfección de la figura humana captada por un artista. Hay una perfección y yo no sé si hay una creación.
-Hay una creación también porque el David, que está con la honda y tiene la piedra, lo está mirando a Goliat. Fue la piedra que mató a Goliat. ¿Qué es lo que hace Miguel Ángel con su David?
-Ahí hay mucho estudio, mucho estudio de la anatomía.
-Miguel Ángel era el único que no hacía maqueta. Él se iba en el mármol y yo esculpí mármol.
-Y en una sola pieza.
-En una sola pieza y ¡La Piedad! Hay que detenerse a mirarla y decir ¿cómo puede ser? Pero como él había otros también, Bernini, que me encanta. Yo conozco anatomía porque cuando estudiaba medicina disecaba cadáveres. Así me mantuve como estudiante.
-En la etapa creativa, cuando te ponés frente a una obra, ¿te sale de un tirón, va surgiendo de a poco, necesitás incentivo, ya sea alcohol o una droga?
-Vos tenés que partir de una idea y ahí busco. “Yo quiero esculpir a esa tía”. Entonces yo tengo una idea, ella se presta para mi idea, la contrato. “¿Querés posar para mÍ?”, ella me dice que sí.
Yo ya no lo necesito porque sé las proporciones. Por ejemplo si yo te digo que la mano mide hasta la mitad de la frente son proporciones y eso lo uso en cirugía plástica. Lo único que pasa desapercibido es lo natural, por eso es que el Bravo que está frente al Teatro del Bicentenario llama la atención. Tiene una desproporción en el brazo. ¿Lo has observado a eso? Te ha llamado la atención y a todos les llama la atención, el brazo está largo. El crear depende de lo que vos quieras hacer, tenés que tener un modelo. Yo esculpo como modelo al ser humano. Lo que lamento en San Juan…. Después de la primera exposición que yo hice en San Juan fue un señor a mi casa para decirme que cómo yo me atrevía a mostrar eso. ¿Qué? Una mujer y un hombre entrelazados besándose. ¿Hay una cosa más sublime que eso? Por eso en San Juan hago curas, padres, santos.
-Vamos llegando al final. Es una vida interesante, con cambios, pero con dos amores claves que vos has definido. ¿Has sido feliz?
-Soy feliz.
-¿Sos feliz?
-Soy un tipo muy feliz a pesar de tener que estar estudiando a cada momento por qué soy feliz. Cuando llegué a San Juan, después de tantos años de ausencia, me encontré con que estaba absolutamente solo. ¿Por qué? Yo conozco mucha gente en San Juan, todo el mundo me conoce. Ahora, me gustaría sentarme con vos a conversar y este amigo se hace a través de una historia. Cuando llegué nadie encajaba conmigo, menos con mi pensamiento que es brasileño. Vivir en Brasil 40 años te abre así tu cabeza. Mismo estando solo tenés que entender que sos feliz.
-De cualquier forma, cuando volviste ya era difícil que reencontraras tu pasado, vos eras otro.
-Yo me encuentro con mi pasado y se limita todo a “¿te acordás?, ¿te acordás?” y ahí se terminó la conversación. Entonces yo ahora tengo de amiga a la escultura, a los libros, la música y cuando viene mi hijo, que ahora se va a instalar en San Juan. Espero que no tenga un hijo que se llame Jesús porque es el carpintero.
-¿La música te gusta?
-Sí, me encanta.
-¿Qué música escuchás?
-Yo escucho música de los años sesenta, rock, Led Zeppelin, Ray Vaughan, de aquellas épocas.
-¿Y Brasil no te influyó?
-Y también me gusta.
-¿La bossa nova no?
-La música brasileña toda, yo no escuchaba otra cosa que no fuera la música brasileña. También como dicen “abençoada por Deus”. Almorcé y cené varias veces con Caetano Veloso, con Chico Buarque, con Milton Nascimento porque yo iba a un restaurante donde iban todos ellos. Entonces así fue mi vida. Me fue llevando, por eso es que digo “gracias a la vida que me ha dado tanto”. No lo que yo hice con ella, lo que ella está haciendo conmigo.
-Ricardo, ¿te pesa el tiempo, el transcurrir de los años?
-Cuando me miro en el espejo, me miro la panza y digo “¿qué pasó?” y “tío, paraste de correr”. Pero cuando retomo la bicicleta, la corrida… no sé cuántos años tengo, yo sé que gasté 72 y lo que gastaste, lo gastaste, como la guita. ¿Cuántos años tengo? Ni la más puta idea. Depende de cómo lo lleve. Igual creo que si sos feliz… Niemeyer, el creador de Brasilia, se murió con 104 años trabajando.
-Decime una canción para cerrar el programa.
-No, no porque me va a venir permanentemente que estoy haciendo una escultura de eso, que es la expresión de don Buenaventura Luna.
“Cuando me doble el cansancio de mis afanes perdidos
he de tornar a la sombra de tus viejas arboledas,
al frescor de mis aleros, a la paz de tus sembrados,
al oro de tu poniente cuando prolonga la tarde
su agonía entre las lomas y al fogón de tus pastores
envejecidos de invierno, entre cantos de cencerros
y quejumbres de vihuelas con el ¡ay! de las tonadas
y en callada mansedumbre como quien se va durmiendo,
quiero morirme sonriendo bajo la luz de tu cielo”.
Vallecito de Huaco donde nací, pero es muy triste.
-¿Ese sería tu tema hoy?
-Si, en este momento lo tengo en la cabeza a él, por la escultura que estoy haciendo.
Cómo lo vi
Uno lo escucha a Ricardo Bustos y rápidamente advierte que no se ajusta a los moldes tradicionales del sanjuanino. Extrovertido, desprejuiciado en sus conceptos, contundente en sus afirmaciones, queda claro que por sobre todas las cosas es un artista. Es cirujano estético y escultor reconocido pero podría haber sido también arquitecto, actor de teatro o conductor de televisión con igual éxito.
Pero a medida que transcurre la charla uno tiene la sensación que ese Ricardo, exuberante en su decir, aparentemente libre como el viento, aún guarda en su interior el niño que fue. Y como tal sigue fuertemente unido a aquel padre omnipresente en su ausencia, como pidiéndole su aprobación por lo que construyó con su libertad.
JCB
Por Elizabeth Martinez, grafóloga
* La dimensión grande del grafismo manifiesta extroversión, generosidad, orgullo, ambición, dispersión, posible necesidad de mostrarse.
* Posee una amplia visión de las situaciones, conciencia de la propia fuerza y del propio valer.
* Gran nivel de vitalidad, dinamismo no necesariamente referido a la actividad motriz. Confianza en sí mismo, gran imaginación, sumada a una cuota de ambición y orgullo, entusiasmo, actividad y alegría.
* Se observan indicadores de posible distribución del tiempo y/o trabajo deficiente.
* Se presenta sentido del ahorro, prudencia, posible influencia materna o del pasado.
* Se detecta un predominio de la forma curva de los trazos, manifestando simpatía, bondad, buenos modos, naturalidad.
* Se presenta un razonamiento de tipo lógico-intuitivo, presentando aptitudes tanto para analizar como para sintetizar, facultades que se presentan de manera equilibrada.
* Se comunica bien con los demás, pero solo expone una parte de sí mismo: es sociable, pero sin perder su necesidad de reserva ni su individualidad. Posee fácil adaptación al medio, asimila y selecciona lo mejor de cada tema.
La nota fue publicada en La Pericana el viernes 9 de noviembre de 2018, en le edición Nº 133