Cuando la radio era el faro de la ciudad

La siguiente es una nota de Mario Parisí, publicada en La Nueva Revista, que integró la edición 617 de El Nuevo Diario del 30 de julio de 1993

 En el Quincho de El Nuevo Diario nos pusimos a hablar de radio. De la radio de antes, cuando no existía ni televisión ni FM y cuando solo dos emisoras poblaban el espectro radioeléctrico sanjuanino. Es toda una historia que compartimos con Eduardo Guido Cialella, Sarita Valles, Jorge Lagos, Santos Domingo Quinteros, Carlos A. Frías y Alberto Vallejos. En una sesión de memoria y nostalgia que algunos comenzaron antes de se iniciara la Segunda Guerra Mundial.

¿Dónde está la vieja radio?

¿Se murió la radio?

Aquella radio AM que despertaba en la mañana y se dormía con cada quién después de emitir el último programa romántico, de haber repasado sus horas de tango, sus informativos a dos voces, el inefable radioteatro o los progra­mas de concurso para escolares. ¿Dónde está esa radio que acompañó la historia de San Juan desde la tercera década de este siglo?

La radio no murió, simplemente cambió y se metamorfoseó con estas épocas de micrófonos múltiples, de improvisación, de mucha gente sin historia, de trabajadores que deberán pasar el tamiz del tiempo para construir una trayectoria, merecer la estima, el reconocimiento y el afecto del público. Pero nunca será lo mismo.

Hoy la televisión le arrebató casi el alma a la radio, pese a los fieles que siguen sus programas favoritos con una portátil en la oreja, mientras el televisor retumba en la casa. Hoy también, las emisiones radiales por satélite desde Buenos Aires han invadido espacios del eter sanjuanino para constituir una oferta múltiple, sin rostro casi, sin nombre, sin esas personas que en algún momento estuvieron al alcance de la imaginación del oyente como artistas, como estrellas, como ídolos: los locutores de las dos radios que se repartie­ron la audiencia por casi medio siglo.

"Ratoneos" y dedicatorias
Los locutores eran la radio. Sus voces identificaban a sus programas, marcaban los horarios de su presencia en el "aire". Los locutores armaban aquella arquitectura en la que se encaramaba la imaginación para construir un escenario propio: rostros, paisajes, aventuras, sueños tenían el color y la forma que cada retina les daba; por eso la radio era mágica.

Pero, además, en el juego etéreo de escuchar y soñar, las voces masculinas hacían suspirar a las mujeres y las de las locutoras conmovían a los hombres.

Cartas de amor llovían a las emisoras, cuando no ramos de flores de admiradores anónimos. Y otros mensajes, aquellos en que la gente planteaba sus problemas sentimen­tales y las locutoras se erigían en psicoanalistas diáfanas que aconsejaban cómo disipar la tristeza y como reconquis­tar el amor perdido.

Las dedicatorias ocuparon espacios favoritos, porque la relación se mediatizaba a través de galanterías por cuenta de un disco con la melodía bailada con alguna niña en algún salón de baile, en un cumpleaños de quince o en algún casamiento de época. Recetas de cocina, fórmulas para embellecerse o "el diario social" con el anuncio de quien nació y quien murió, de quien se casó o hizo la primera comunión eran parte de esta entrega diaria en la que los locutores entretejían el hechizo que remataba, al final de la jornada con una serie de boleros y glosas para alimentar el amor.

El radioteatro: una auténtica cultura popular

 Claro que estaba el radioteatro, quizá el mensaje cultural más auténtico que inventó la radio y que rescató historias de la tradición popular, de la épica autóctona y de los vericuetos de la maldad inventada para que no se imitara.

Allí estaban los elencos, que eran varios, las "compa­ñías” como se las llamaba en la jerga de aquel universo esfumado. En cada una de las dos emisoras había dos o tres compañías, con sus galanes, sus personajes malvados, sus heroínas, viejas perversas como la Salamanca y el relator, aquella voz que daba circunstancia, y que unía tiempos imposibles, distancias inimaginables con el solo pronunciar las claves que todos aceptaban: la radio era, por sobre todo un acto de fe inocente.

Ídolos populares
Y estas compañías también salieron a hacer produccio­nes conjuntas, pero siempre respetando los rangos: la primera actriz, la damita joven, el primer actor, el director de la compañía, que generalmente hacía los primeros papeles. Y eran actores, y muy buenos, porque sólo con la voz armaban el tinglado en la mente del escucha. Cuando salían a hacer las representaciones en las afueras, la gente los veneraba como sus símbolos del bien, como la representación de la hidalguía, como la encarnación del valor y también como los eternos Romeos que iban al rescate de sus amadas, por quien el público sufría y a quienes adoraba sin reservas. A los malvados—era tanta la identificación que se alcanzaba con los personajes— el público los hostilizaba, cuando no los agredía. Un verdadero encantamiento que comenzaba cuando se abría el micrófono.

Una voz que susurra, sólo en la memoria

 La vieja radio fue bajando su voz. Hoy ya no se escucha más. Solo queda la memoria y algunos testimonios vivientes que hicieron ese trabajo de hacer soñar a muchas generacio­nes de sanjuaninos. En realidad la nostalgia envuelve toda esta evocación del pasado: libretistas, voces macizas las masculinas, voces dulces las femeninas. Sketchs radiales, programas cómicos, transmisiones deportivas, programas infantiles, sesudos editoriales, noticias de mundos remotos, que cuando los vemos en las imágenes ya no nos interesan más. Programas en vivo con la participación del público, concursos, conciertos, números artísticos musicales, litera­rios, ¡caramba! si hasta se transmitían los zapateos y los desfiles patrios que son eminentemente visuales: no impor­ta, esa era la radio, el mundo estaba encerrado en el viejo receptor a válvulas. Con solo encenderlo el genio de la lámpara se corporizaba y podía transportamos a donde fuera.

De aquella vieja familia

 De los locutores más antiguos en el oficio se puede recordar a Eduardo Guido Ciallella, Carlos J. Rodríguez, Sarita Valles, Raúl Quintana, Aurora Escalada, Martín Sánz, Santos Domingo Quinteros, Luisa Aída Pringles, Guillermo Grau, Jorge Lagos, Alberto Vallejos, Rodolfo Cuadros, Nélida Gazal, Carlos A. Frías, María de Di Bernardo, Leopoldo Gutiérrez, Andrés Emilio Romero, Elpidio Paredes y varios que la memoria no retiene. Hubo después otra generación, en la que se puede recordar a Rony Vargas, Mario Pereyra, Elsa Britos, Nilda Delgado, Luis Esteban Yúnes, Ricardo Olivera, Luis Quinteros, Armín Acosta, Norma Quartino, Juan Luis Lozano, Mary Sánchez, Noemí Colombano, Hugo Cia­llella, Oscar Coria, Ana Sarracina, Patricia Benegas, y por cierto algunos que se quedan, sin querer, en el tintero.


Una charla a “micrófono abierto”
De los primeros locutores, vinieron a recordar viejos tiempos Eduardo Guido Ciallella, Santos Domingo Quinte­ros, Sarita Valles, Jorge Lagos, Alberto Vallejos y Carlos A. Frías. En "El Quincho" de El Nuevo Diario tuvo lugar esta singular reunión, que más se pareció a un programa de radio, en el que —por cierto— solo se habló de los recuer­dos.

—¿Cómo era aquella radio?

 Ciallella: Siempre fue hermoso trabajar allí. Pese a que yo me dediqué bastante al deporte, un locutor tenía que saber hacer de todo: presentar a un personaje, entrevistar a una figura relevante.

— ¿Cuándo empezó su trabajo profesional?
Ciallella: Yo ingresé a Radio Colón en 1937, ¡imagínese los años que han pasado!

—¿Qué es lo que más recuerda?
Ciallella: La responsabilidad tremenda que teníamos quienes usábamos el micrófono: si uno se equivocaba se avergonzaba. Y recuerdo que los locutores que empezaban tenían que hacer seis meses de práctica.

—¿Y usted Sarita cómo se siente ahora?
Sarita Valles: Yo encuentro que aquella época no se ha superado. Hoy a nuestra profesión se la están llevando por delante y es muy triste. Bueno, era la época de hora: hacíamos radioteatro, éramos muy respetados, había mu­cho cariño.

— ¿Cuál fue su "especializaron" en la radio?
Sarita: Yo hice locución comercial, o sea leer avisos, y me dediqué mucho al radioteatro. Claro, tuve un programa que duró muchísimos años y por el cual todavía la gente me reconoce en la calle, se llamaba "La tía Sarita”, para niños de 1 a 90 años". Había música infantil, cuentos y mucha ternura. Terminó allá por 1980, pero aún hay personas que me encuentran en la calle y me dicen "adiós tía Sarita", imagínese la emoción que me provoca.

—¿Cuántos años trabajó?
 Sarita: Cuarenta y dos años. Comencé a los 14 en Mendoza, porque yo nací allí, pero hace mucho que soy sanjuanina, ahora tengo 69 así que saque la cuenta en el año que inició mi carrera. Como verá, empezamos mucho antes que naciera la Sociedad Argentina de Locutores.
Alberto Vallejos: Yo empecé en 1945. "Y yo en 1948", dice Santos Domingo Quinteros.

-Bueno, aquí está también Jorge Lagos, con una dilatada carrera profesional, creo que él, aparte de hacer la locución comercial incursionó en la animación...
Jorge Lagos: Mirá Mario, en primer lugar, lo que deseo sinceramente es que se mejore nuestro querido "Gordo" Ciallella".

—Ustedes cuando trabajaron —en distintas emiso­ras— dieron la impresión de rivalizar ¿me equivoco?
Lagos: Esa era la impresión para afuera. Los dos hemos sido jefes de locutores y tuvimos una gran amistad. Pero él estaba en Radio Colón y yo en LV5 y entre ambas radios existía la competencia por demostrar cual era mejor. Era un antagonismo amigable.

—¿Qué más tenés que decir?
Lagos: Mucho más, si me dejan. Que la de locutor es la mejor profesión del mundo; si volviera a nacer no elegiría otra cosa.

—¿Locutor de ahora?
Lagos: No, de mi tiempo, de mi radio. Mirá, en aquella época, el ama de casa, el trabajador rural, el chofer de micro, el taxista, estaban escuchando radio constantemente y sabían individualizar perfectamente las voces.

—¿Cuál es el programa que más te satisfizo?
 Lagos: Hice varios en mi vida profesional. Y uno que me dio muchas satisfacciones, fue "Las 4 ruedas de Chevro­let", aquí podés ver una fotografía de esa época. Era un programa de preguntas y respuestas entre estudiantes secundarios.

—¿Y no te equivocaste nunca?
—Todos nos equivocamos, pero para ese programa me preparaba bastante y allí no podía haber "furcios" porque ¡imagínate! eran estudiantes secundarios!

—¿Dónde hacías el programa?
Lagos: En el salón auditorium de LV5 que se colmaba cada noche con el programa.

—Metámonos en el "túnel del tiempo" ¿cómo pre­sentabas el programa?
 Lagos: Empezaba una música sinfónica. Había dos locutores comerciales que eran Isabelita González y Juan Carlos Iglesias y Erich Núñez que colaboraba. Y yo decía "Señores profesores (pone voz de locutor), amigos oyentes, público presente en el auditorium de LV5, como dijeron los compañeros locutores este es el comienzo de otra audición de preguntas y respuestas de "las 4 ruedas de Chevrolet", hoy participan la Escuela Normal Sarmiento… etc.

—Ha sido un buen recuerdo. Hacemos puntos suspensivos y saltamos a Santos Domingo Quinteros, locutor por años de LV1 Radio Colón. ¿Qué hacías en esos años en que Lagos dirigía ese programa?
Quinteros: Yo iba a jardín de infantes (risas de todos).
Carlos Frías: Pero irías a llevar a tus nietos (nueva­mente risas).
Quinteros: Hemos sido contemporáneos con Lagos, a pesar de que él me lleva algunos años de diferencia y comenzó antes que yo. Pero fijate que una cosa que debo decir, que ya la adelantó Ciallella, es que ciertamente nosotros teníamos un gran respeto por el oyente: era una cosa sagrada, no podíamos reirnos en el micrófono por cualquier cosa sin que el oyente supiera por qué motivo era.

—Pero quiero que hablemos de qué hacías en aquellos años en que Lagos...
Quinteros: Es que no me acuerdo del año.
Lagos: Yo creo que era en 1960.
Quinteros: En esa época conjuntamente con Vallejos, hacíamos un programa que se llamaba "Buscando estrellas", era un concurso de cantores, eso fue del 58 al 61, y elegíamos el mejor cantor de cada género: boleros, tangos, nueva ola, y rockeros fundamentalmente, porque en esos años apareció el rock.

—¿Cómo se iniciaba?
Quinteros: Hacíamos un ensayo previo con Vallejos y con la gente, porque aunque había espontaneidad, no que­ríamos que la simple improvisa­ción pudiera echar a perder la audición.

—¿Allí terminaba todo?
Quinteros: Después visi­tábamos todos los clubes de­portivos, porque era más fácil trasladar la radio a cada depar­tamento que la gente a la radio, era más caro. Además captá­bamos la audiencia de cada lugar de donde era el partici­pante.

—¿Había mayor contacto con la gente?
Quinteros: Claro, había identificación. No era un trasla­do “tecnológico" con equipo sofisticado, era una presencia humana que la gente sentía y la agradecía con cariño, con asistencia.

—¿Había un vínculo especial, un ligamento emo­cional entre el oyente y la radio?
Ciallella: la gente tenía un respeto tremendo por el hombre que estaba detrás de un micrófono, llegaban a tratamos como si fuéramos más que seres humanos.

—La gente identificaba las voces ¿pero cómo cono­cía al locutor?
Ciallella: A veces nos esperaban a la salida del traba­jo. A veces era cuando uno presentaba un espectáculo y allí reconocía la voz.

Lagos: Sí, así era. Recuerdo que ahí podés ver en esa foto— un programa en vivo que se hacía en "La Continental", de don Pedro L. Ruiz, en el que se juntaban dentro del comercio alrededor de 200 personas, allí te veían y te conocían.

—Era el tiempo en que la radio no sólo era voces y música sino también espectáculo.
 Alberto Vallejos: Sí, porque en ese caso, no eran solo oyentes sino también espectadores. La radio era casi todo.
Ciallella: Aquí hay un hombre, que aunque no tenga melena (señala a Vallejos, ya casi calvo) es el responsable de que en el interior del país y en esta provincia se conozcan obras como "El león de Francia", alguien que trabajó con Elcira Olivera Garcés y Fernando Maciel. Era el capo en esa época, y bueno a él le decían "el león de Francia".
Alberto (dirigiéndome a Vallejos): yo me acuerdo de una obra que usted hacía que se llamaba "El último lucero", mi madre la escuchaba y yo me prendía también algunas veces, me parecía muy atractivo.

Vallejos: Era el juego de la imaginación. Esa obra la escribió un gran amigo de todos, un operador de Radio Colón —ya fallecido— que se llamaba Luis Aciar. Pero ese no fue el comienzo mío. Yo empecé en 1945. Había un gran concurso que hacían Elcira Olivera Garcés y Maciel para encontrar gente que interpretara distintos papeles: galán, actriz, damita joven etc. Había un elenco de más o menos 12 personas: Liliana Dávila, Sebastián Ramet (el pintor), Raúl Quintana, Vila, Rojas...

—¿No sería el gobernador, no? (risas).
 Vallejos: No, pero con el padre del gobernador tuve contacto yo, porque trabajé mucho tiempo. El era cantor de una orquesta, y muy buen cantor.

—¿Cantaba tangos?
Vallejos: Claro,

Lagos: El dúo Rolando-Rojas, con don Pepe Rolando.
Vallejos: Después del concurso empezamos con esto de las radionovelas, que las hacíamos en radio y en teatro. "El infierno verde" fue la primera radionovela que hicimos en Radio Colón.
Quinteros: Tres de marzo de 1945, primer capítulo.

—¡Que memoria Quinterosl ¿Vos la escuchabas?
Quinteros: Sí, por supuesto.
Vallejos: Se sucedió una serie de radionovelas para llegar a "Ojos verdes, fondo de mar" una muy bonita.

—¿Quién era el relator?
Vallejos: El relator y "representante" de la compañía era Eduardo Guido Ciallella, anduvimos muchos años jun­tos. Hice radioteatro por más de veinte años.

—¿Pero usted dirigió la "Pandilla del Tío Melchor"?
 —Sí, desde 1952, pero no la fundé yo, fue un chileno llamado Alejandro Hidalgo.

—¿Cuál fue el papel que más lo halagó?
Vallejos: Hice muchos papeles, pero lo que más me llenó fue hacer de Jesucristo en una obra que se llamó "El drama del Gólgota", escrita por Carlos J. Rodríguez.

—¿Usted que se siente más, locutor o actor?
Vallejos: Antes de entrar a la radio yo trabajaba en obras de teatro que se hacían en los barrios. Y entré a la radio como actor. Me siento un actor.

—¿Había programas románticos, dirigidos espe­cialmente para la mujer?
Frías: Claro, Raúl Quintana hizo uno memorable que se llamaba "Esta noche es tuya, amiga".

—¿Cuándo empezaste Frías?
Frías: Yo ingresé como locutor a LV5 en setiembre de 1944, entonces estaba en la calle Laprida 837. Estuve un año y de allí pasó a Colón, donde trabajé hasta 1952. Volví a LV5 donde trabajé hasta 1961. Regresé nuevamente a Radio Colón y trabajé hasta 1968. Finalmente trabajé hasta jubilarme en 1980 en Radio Sarmiento.

—Una buena movilidad laboral ¿no?
Frías: Sí, yo tuve la característica de que cuando un director no me gustaba, me iba. Y en esa época si no trabajabas en una emisora, siempre había oportunidad en la otra. Vallejos en una reunión dijo que yo era el "Maradona" de la locución, por los pases.

—¿Cuál fue tu fuerte?
Frías: Siempre me dediqué a la locución comercial.

—Y conservás un excelente timbre de voz..!
Frías: Gracias a Dios sí. Siempre me gustó la locución comercial, y hasta ahora, que estoy haciendo algo en Radio Nacional.

—Pareciera una historia contada en muy pocas pala­bras.
Frías: Por si te interesa, yo me inicié como locutor en el año 1938 en la plaza de Trinidad. Después, como he contado, entré a LV5. Anduve muchos años con la orquesta de Hermes Vieyra, con Igarzábal, cantaba Carlos Aguirre, el esposo de Sarita Valles. También estuve con Catanzaro. Y me tocó presentar al maestro Héctor Varela cuando vino a San Juan. Y en el año 1942, en la confitería Uliarte —que ya no existe— tuve la alegría de presentar a "Los Indios Tabajaras", un dúo de renombre mundial, lo mismo que al Trío Los Panchos, en el cine Gran Rex.

—Sarita ¿qué extraña en la radio de hoy?
Sarita: Extraño el tango, la música folklórica, el radioteatro, ¡como quisiera que alguien se acordara de hacer radioteatro! Y lo que lamento es que los locutores de hoy, trabajen gratis para escucharse como artistas.
Quinteros—Yo pienso lo mismo, se ha dejado de lado nuestra música.

—No hemos hablado de muchas cosas, por ejemplo de los "furcios" históricos de los locutores.
Todos— No, no hemos tocado eso.

—Pero yo los voy a recordar. Y como yo también fui hombre de radio, puedo decir ahora, "señoras y seño­res, el programa ha llegado a su fin”. Muchas gracias por su presencia.



Furcios inolvidables

A pesar de que el locutor lee textos redactados previamente, nadie se ha salvado de equivocarse al leer o pronunciar. A esto se le llama “furcio”. Los ha habido de antología. Aquí reproducimos algunos de los que se recuerdan de los locutores sanjuaninos.

Martín Sánz (padre), leyendo por LV5: “Bombillas, a $ 4.50 el metro.

 

Cialella: El aviso era sobre Colgate y para darle énfasis había que alejarse del micrófono y acercarse al micrófono, esas eran las instrucciones en el aviso y él leyó: “Colgate lejos del micrófono, Colgate cerca del micrófono".

Quinteros: el aviso decía “señora, señorita, bombachas reforzadas, Lencería Pedroza”. Pero salió así: “Señora, señorita, bombachas reforzadas, ferretería Pedroza”. Sería por lo del “esfuerzo”.

Juan Luis Lozano: Debía decir: "Se vende metegol de madera”, pero salió “se vende mantecol de madera”.

Alberto Vallejos: “En Hilario Elorza, bicicletas en 10.000 cuotas” y luego reflexionó y dijo “o son muchas cuotas ¿o yo me equivoqué?"

Noemí Colombano: durante un movimiento sísmico comenzó a aconsejar “no corra señora, conserve la tranquilidad, ya pasa, no corra”. Y de pronto se le escuchó “corra señora, corra que esto no pasa”.

Norma Quartino: recién llegada de Buenos Aires debía leer “para eliminar la chepica y la chilquilla utilice productos de Droguería Polo". Pero dijo "para erradicar las chicas y las chiquillas”.

Aurora Escalada: debía decir “Rawson Bowling Club", pero salió "Rawson bulín club".

Leopoldo Gutiérrez: por decir “Y ahora va a hablar el Director General de Radio Sarmiento, Enrique Pérez Sarmiento” dijo "Y ahora va hablar el director de LV5, general Enrice Pérez Sarmiento”.

Patricia Besegas: Tenía que dar la señal identificatoria de Radio Colón, pero dijo “transmite LRA 23 Radio Nacional San Juan” cuando vio el rostro atribulado de sus compañeros, se preguntó al aire ¿en qué radio estamos trabajando?”


 

GALERIA MULTIMEDIA
1957 - Alberto Vallejos y Ernestina Romero en “Martina Chapanay” / La obra se llamaba “Martina Chapanay” y la puso en escena la compañía de César Córdoba. En la foto aparece la pareja protagónica integrada por Alberto Vallejos y Ernestina Romero, que hacía el papel de Martina. La obra llegó a ser tan popular que en algunos departamentos de la provincia se acercaba gente a Ernestina pidiéndole milagros y trayéndole velas creyendo que era la verdadera Martina. (Foto proporcionada por el matrimonio de Ernestina y Armando Castro en el año 2000).
1969 - Un exitoso programa radial / Fue uno de los sucesos de la radiofonía sanjuanina a fines de los ´60. El programa se llamaba “Las cuatro ruedas de Chevrolet” y se basaba en un concurso de preguntas y respuestas para estudiantes. Se hacía en el salón auditorio de LV5 que en ese tiempo se llamaba Radio Los Andes. En la foto aparecen Erich Núñez, que era el técnico; Juan Carlos Iglesias, Isabelita González y Jorge Lagos que actuaban como locutores y conductores.
1950 - Época de radioteatros / Esta foto muestra el elenco completo de la Compañía de Liliana Dávila, que se presentaba en Radio Colón, al momento de finalizar la emisión de una de las obras. De izquierda a derecha, Guido Cialella, José L. Rocha, Oscar Donaire, Liliana Dávila, Alcira Olivera Garcés, Alberto Vallejos, y el resto del elenco. (Foto proporcionada por Juan León Roldan Moreno)
1958 - Locutores de fiesta / Los locutores sanjuaninos realizaron en 1958 un festival en el cine Gran Rex. Los más famosos hombres del micrófono de aquellos años se asociaron a los festejos sin distinción de emisoras. En esta foto se observa a Juan Carlos Iglesias, Carlos J. Rodríguez, Carlos A. Frías, Raúl Quintana, Jorge Lagos, Santos Domingo Quinteros, Alberto Vallejos y Guillermo Grau.
Daniel Emilio Sancassani Dojorti gana un concurso. El niño de traje oscuro con pantaloncito corto, que ya tiene una guitarra en sus brazos, termina de ganar otra al obtener el primer premio en un concurso provincial de canto, por su maravillosa voz y excelente ejecución. El niño se llama Daniel Emilio Sancassani Dojorti, primogénito de don Emilio y de Marina Dojorti Roco, hermana de Eusebio de Jesús, Buenaventura Luna. El locutor que aparece en la foto es don Eduardo Guido Ciallella. (Fuente: foto publicada por Alejandra Ygonett en su cuenta de Facebook)
Sarita Valles, la primera de la izquierda, en Radio Aconcagua de Mendoza, provincia donde ella nació, junto a un tenor y una soprano que actuaron en dicha emisora.
1952 - El León de Francia / Eran los años del radioteatro en San Juan. La foto es de 1952 y fue tomada en Río IV, pero la obra tras exibirse durante siete meses en Córdoba, se trajo a San Juan. En la imagen se observa, a la derecha, a Santos Domingo Quintero, quien luego sería un muy conocido locutor y empresario en el rubro de servicios gastronómicos, interpretando su papel de “El León de Francia”. Lo acompaña el actor rosarino Ricardo Oriolo. La compañía pertenecía a César Córdoba. (Foto proporcionada por Santos Domingo Quintero)
Jorge Lagos en un programa de preguntas y respuestas con el doctor Oscar Adárvez, por entonces un adolescente
1960 - Rosita Pacheco en la “Pandilla del Tío Melchor”. La “Pandilla del Tio Melchor” fue sin duda uno de los grandes éxitos de la radiofonía sanjuanina. Conducida por Alberto Vallejos en sus años de esplendor, pasaron por sus micrófonos nóveles artistas que llegaron a ser importantes figuras o conocidos profesionales de distintos ámbitos. En esta foto de 1960 aparece durante una actuación en el teatro Renacimiento la niña Rosita Pacheco acompañada de las guitarras de Herrera, Mercado, y Santos Escobar. De espaldas se alcanza a ver a Alberto Vallejos. (Foto proporcionada por Lucho Elgueta)
La foto muestra a Alberto Vallejos entrevistando a Mirtha Legrand, en una de sus visitas a San Juan
Santos Domingo Quinteros, Alberto Vallejos, Carlos A. Frías, Sarita Valles, Mario Héctor Parisí, periodista por entonces de El Nuevo Diario, Eduardo Guido Cialella y Jorge Lagos, posan frente al Quincho de El Nuevo Diario.