El siguiente artículo preparado por Juan Carlos Bataller fue publicado en El Nuevo Diario, edición 1344 del 30 de mayo de 2008
Fue una creación típica de aquellos años 60 cuando se pensaba que el Estado
debía solucionar todos los problemas de la economía aunque para ello debiera
transformarse en empresario.
Había una realidad concreta: los bodegueros nunca fueron generosos al momento de pagar la uva. Y eran rápidos para ponerse de acuerdo y bajar los precios. Para el viñatero, un año de excelente cosecha constituía el peor de los castigos: la sobreproducción.
Que se traducía en precios bajos.
Y
en aquellos años los viñateros no hablaban de diversificación, de
sistematización del riego, de uvas varietales, de formación de cooperativas. Cuando
tenían un problema, sólo recurrían al Estado.
Leopoldo Bravo asumió como gobernador el 12 de octubre de 1963 y muy pronto se
encontró con la novedad que la cosecha que se anunciaba para dentro de algunos
meses sería excepcional. Esto más que una buena noticia era señal de
catástrofe, pues la sobreabundancia de uva reduciría los precios a valores
irrisorios. Se calculó que estos serían tan bajos que a los pequeños
productores ni siquiera les convendría levantar la cosecha.
La
solución- siguiendo la corriente de aquellos años- pasaba por el Estado. El
gobierno reaccionó con rapidez y en pocas semanas, previa consulta con los
interesados, puso en marcha la CAVIC –Corporación Agroeconómica Vitícola y
Comercial- como “ente regulador de los precios”. Para ello en sólo dos meses
(sesenta y un días) se transformó el depósito de la Bodega del Estado en una bodega
industrializadora. Se contrataron 1200 operarios que trabajando en tres turnos
permitieron que la CAVIC comenzase a operar para la cosecha del año 1964. La
nueva bodega contaba con cuatro moliendas, con fermentadores continuos de una capacidad
de 750.000 litros cada uno, lo que permitió procesar una cuarta parte de la
producción total.
Aquel primer año, la CAVIC compró uva a un precio que fue remunerativo
inclusive para los pequeños productores, sobre todo los minifundistas, aquellos
que poseían hasta tres hectáreas, que representaban unos 5.000 sobre los 9000
productores existentes.
Los bodegueros no tuvieron más remedio que adecuar sus precios a los de la Corporación.
Pero expresaron su protesta por la intromisión estatal que no sólo pretendía regular el mercado sino que incorporaba un impuesto del 5% sobre toda la producción para destinarlo a la formación de fondos del nuevo organismo.
Las
protestas fueron varias y se movilizó a la Asociación Vitivinícola Argentina.
Hubo además una presentación del doctor Osvaldo Maurín Navarro impugnando la
ley 3.019 que daba forma legal a la CAVIC. Finalmente la Corte Suprema de la Nación
rechazó el pedido de inconstitucionalidad.
Por aquellos años, la CAVIC fue la gran bodega sanjuanina. Apoyada en una
importante publicidad –auspiciaba cuanto evento se realizara en San Juan- logró
atraer a unos 3 mil productores que le entregaron sus uvas y salir al mercado
nacional, aunque nunca llegó a comercializar más del 5 por ciento de la
producción nacional, lo que desvirtuaba la idea que podía ser un gran “ente
regulador del mercado”.
Sus
ventajas competitivas eran muy grandes. Tenía el 5 por ciento del valor de toda
la producción –incluso de lo que producían sus competidores-, no pagaba
alquiler por la Bodega del Estado y si existía algún quebranto estaba siempre
el Estado dispuesto a ayudarla crediticiamente.
Depuesto el gobierno provincial por el golpe de estado del General Onganía, el
destino de la CAVIC fue diverso. Comenzaron las intervenciones, predominaron los
fraudes, los quebrantos, las malas administraciones. Hasta que en 1980 el gobierno
militar del Brigadier Zamboni la transformó en una Cooperativa, donándole 20
millones de litros de vino y condonándole deudas.
Ya
en manos de los viñateros, las cosas fueron de mal en peor. El vino desapareció
de la bodega, se acumularon las deudas, intervino la justicia y cuando se
alzaban nuevas voces de la dirigencia pidiendo un nuevo “salvataje” de la
CAVIC, esta dejó de existir. Según cálculos que se hicieron en la época, la
CAVIC absorbió media cosecha anual por vía del aporte compulsivo del 5 por
ciento durante 10 años, acumuló deudas por más de 100 millones de australes y
liquidó las existencias vínicas que le donó la provincia.
Mientras nosotros nos entretuvimos discutiendo sobre la CAVIC o el Consejo de
Protección de la Producción Agrícola, el mundo había cambiado y el país
también. El consumo por habitante caía drásticamente, el futuro pasaba por la
incorporación de moderna tecnología, por varietales de calidad, por impecables
presentaciones del producto. Y todos esos temas habían estado ausente de una
dirigencia viñatera con anteojeras.
Fuente: ● El siglo XX en San Juan – Juan Carlos Bataller y Edgardo Mendoza
El 29 de junio de 1975 el gobernador Eloy Próspero Camus anunciaba la
salida del primer envío de vinos de la CAVIC con destino a la Unión Soviética.
Esta
foto fue tomada a fines de la década del 70 y constituye toda una curiosidad.
Un viñatero da vuelta un tonel utilizado como urna en una votación de la
entidad. Al fondo se ve al presidente de la corporación, Faustino Cattaneo.
En esta foto, tomada en 1964, aparece el gobernador Leopoldo Bravo durante una recorrida que hiciera a la bodega