Viajes al exterior, una forma de aprender

   A fines del siglo XVIII y a principios del XX, educarse era una tarea casi inaccesible para muchos. No solo por las barreras económicas sino también por las distancias. Había que ir a Córdoba o Buenos Aires para completar una formación académica. Lujo que solo se podían dar algunas familias.

Así, en la época de la colonia, era obligado el retiro de la provincia para poder estudiar y realizar una formación más completa. Los sanjuaninos tenían que emigrar a otras provincias para poder tener su formación más completa. Pero, ¿cómo se pagaba todo ese estudio? ¿Quiénes eran las familias que podían llegar a solventar esta clase de iniciativa educativa?

En un texto de Juan Pablo Echagüe, se comenta cómo el viñador sanjuanino costeaba la carrera de su hijo, que había adquirido rudimentos de estudios en la Escuela del Rey. El autor se refería a la carrera en Buenos Aires o Córdoba para seguir en San Carlos o en Montserrat cursos superiores.

Al respecto  escribió Echagüe: “Faltaban en las casas paternas el botijo henchido de onzas y el arca bien nutrida, capaces de costear las empresas en metálico, pero la buena tierra proveerá. Ella que sostiene el bienestar y el decoro de la casona Hidalga, también dará maestros y libros a los muchachos. Y no pasará muchos meses sin que el ecónomo de algún colegio del virreinato inscriba en sus registros un asiento de este jaez”.

En otros escritos figura que en 1795 José Miguel Sánchez de San Juan de Cuyo, pagó su pensión en pasas y en vino.

Pero las escuelas no eran el único modo de aprendizaje. Los viajes comerciales también se transformaron en la cuna de aprender. Aprendizaje en el extranjero. En esta región de Cuyo es que se contaba con la posibilidad de viajar al exterior. Y así sucedía.

Entonces, los escritos de Margarita Mugnos de Escudero indican que por “donde penetraba la luz de la cultura, pues si la Capital del virreinato estaba distante, en cambio tenía la proximidad de Chile que reflejó la civilización del Perú, el país más refinado de América del Sur hasta el siglo XVIII”. Esta situación hizo al pueblo de San Juan comerciante y arriero.

Se iba hacia otros países para poder aprender de economía, de educación y de cultura. En los escritos de Mugnos también aparece que algo de aceitunas, aceite, harina, jabón dulce, además de tráfico de ganado, vacuno y mular que compraba en otras provincias para engordar en sus alfalfares o en los pastosos valles Cordillerano. Y con ese fin, se debía viajar a Chile, Bolivia y Perú.

Para Mugnos, esta circunstancia fue oportuna para que el sanjuanino se instruyese ya que tuvo una ocasión de aprender indirectamente por los viajes y el roce de los demás pueblos. Y es aquel que viajaba por motivos comerciales o compraba “lo útil que era poseer, aunque sea rudimentos de lectura, saber escribir y sacar buenas cuentas, ya que de esa manera se evitaba tener pedir favores a terceros para alguna transacción comercial. Así, se vio la conveniencia de instruir a sus hijos”. Y esta evidente necesidad de instrucción provocó en forma progresiva la creación de las escuelas.

*Fuente: “Construcción de la historia de la cultura de San Juan”, Margarita Mugnos de Escudero.

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Los viajes al exterior eran una buena alternativa para aprender de educación, economía e incluso política. Esto lo experimentó en carne propia Domingo F. Sarmiento.
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