El oro blanco y líquido que exportaba San Juan

Este fue el primer producto industrializado que exportó la provincia.

   El aguardiente es una bebida alcohólica destilada de un fermentado alcohólico. Debido a su alta graduación alcohólica, el aguardiente ha cumplido importantes funciones medicinales como desinfectante para las heridas, como analgésico y para otras funciones. Muy apreciado por distintas culturas, el aguardiente fue llamado con frecuencia "el agua de la vida", eau de la vie. También sirvió para impulsar la vitivinicultura, con la producción de vinos generosos y el fortalecimiento de vinos débiles.

Los estudios específicos sobre el aguardiente de uva en América del Sur han permitido conocer la relevancia que esta industria alcanzó tempranamente en las zonas vitivinícolas de la región.

Según el historiador Eduardo Carelli “los procesos de artesanía intensiva, nacieron en San Juan en torno al siglo XVII, donde los primeros registros documentales que hacen referencia al vino y al aguardiente, convirtiéndose el vino y particularmente el aguardiente en lo primero que esos antiguos pobladores de San Juan van a intentar ubicar en otros mercados”.

La primera exportación, uno de los primeros productos importantes que San Juan exportó es el aguardiente. Están los documentos que prueban que el aguardiente se vendía. Incluso en el inicio de la época patria, el aguardiente seguía siendo uno de los principales o el principal producto que la ciudad de San Juan exportaba.

Primero se vendía entre los propios lugareños en San Juan y luego se comienza a exportar. Hasta el comienzo del siglo XIX, hasta la época patria, el aguardiente seguía estando en cantidad del producto exportado por arriba del vino. Entonces se va produciendo un cambio, una transición durante la primera y segunda mitad del siglo XIX hasta que el aguardiente desaparece prácticamente de San Juan en la segunda mitad del siglo XIX y comienza a imponerse el vino, pero sobre todo comienza un proceso mucho más importante de la vida económica de los sanjuaninos hasta el día de hoy que es el fenómeno de la llegada de la inmigración, particularmente la inmigración italiana y con ella la aparición de lo que se llama el sistema de la gran bodega.

San Juan en la ruta del aguardiente

La ruta del aguardiente de Cuyo a Buenos Aires tenía una ventaja importante dada por las planicies, que facilitaban el transporte en carretas. En este sentido, San Juan fue clave.

En el segundo tercio del siglo XVIII los productores cuyanos remitían 8.000 botijas por año a Buenos Aires, donde se vendían a poco más de $ 11 por botija. Este lucrativo comercio despertó el interés de las autoridades para incrementar los ingresos fiscales. Para ello, el gobernador de Córdoba del Tucumán estableció un impuesto de $ 6 por botija de aguardiente en el fuerte de Río IV, lo que generó una serie de conflictos con la industria. El impuesto puso en peligro la viabilidad de la industria y para eludirlo algunos troperos optaron por eludir el control oficial, tomando rutas por el sur, ello implicaba adentrarse en los territorios controlados por los pueblos indígenas; surgieron choques armados y varios troperos murieron a manos de los indios.

Hacia fines del siglo XVIII se consolidó el circuito regional del aguardiente con sus dos rutas principales, la del norte rumbo a Potosí, y la del este, con destino a Buenos Aires. Cada una tenía sus propias características: el aguardiente del norte se transportaba en mulas, envasada en odres de cuero de chivato; en cambio la ruta del este se recorría en carretas con barriles de madera o botijas de greda. Los productores de aguardiente debían ampliar sus redes para abarcar estos distantes mercados.   

Un antecedente

La Compañía de Jesús consiguió consolidarse y mantenerse gracias a la participación en la principal actividad económica de la región. Los vinos y aguardientes elaborados en San Juan están incluidos en esta lista. Desde el momento en que los jesuitas tomaron posesión de las primeras propiedades rurales en San Juan comenzaron la explotación de ellas con el cultivo de las plantas de vid y la instalación de bodegas para producir vino y aguardiente.

La vinculación a mercados de exportación se dio en todas las regiones y, en el caso específico de aguardientes de Cuyo vendidos en Buenos Aires, se trataba de comercio exterior porque era una división administrativa diferente a la de Chile (de la cual dependía Cuyo). Por esta razón la venta de estos productos en Buenos Aires estaba cargada con el impuesto de sisa o almojarifazgo, aunque los jesuitas no siempre lo pagaran (como se verá más adelante).

Los jesuitas formaron parte de los mercados regionales en los que participaban también los comerciantes laicos, pero al mismo tiempo la Compañía contaba con un sistema de conexiones comerciales dadas por la colaboración institucional, entre colegios y misiones. De esta forma, los jesuitas tuvieron los beneficios que les brindaba el formar parte de una estructura administrativa y económica que respaldaba sus compras, ventas, inversiones, etc. Era como tener en cada ciudad un intermediario seguro y confiable: la misma Compañía. En otras palabras, lo que beneficiaba a la orden jesuita era su independencia en cuanto a la producción y comercialización.

Los jesuitas de San Juan dedicaron su actividad industrial a la producción de aguardientes y en una pequeña proporción a vinos. Esta característica coincide con la especialización local, ya que la producción sanjuanina se concentró fundamentalmente en aguardiente y la de Mendoza en vino.

La producción de aguardiente de la Compañía de Jesús en San Juan se dedicó a ventas al por mayor y algo también al menudeo. En cambio, el destino del vino producido fue sobre todo para comercio al menudeo, o para ser vendido o intercambiado por otros productos en el lugar de origen, es decir en la misma ciudad de San Juan (se trataba casi siempre de pequeñas cantidades)

Los envíos de vino a Buenos Aires no fueron regulares: del año 1732 a 1735 y luego en 1743. Después de este año no hay más ventas en Buenos Aires de vinos jesuitas de San Juan. Para entonces ya existía la clara especialización de San Juan en aguardientes y de Mendoza en vinos. Efectivamente, los vinos comercializados al por mayor en Buenos Aires fueron los producidos por los jesuitas de Mendoza. Las ventas al por mayor de aguardiente de la residencia jesuita de San Juan estuvieron destinadas fundamentalmente al mercado de Buenos Aires. Entre los años 1732 y 1764 hubo sólo tres envíos a diferentes ciudades: Santa Fe, Córdoba y Mendoza.


Fuentes: *“Con la cruz y con el aguardiente: la empresa vitivinícola Jesuita en el San Juan Colonial”, Celia López-Chávez. Dra. en Historia de América, Universidad de Sevilla (España). Associate Professor, University Honors Program, University of New Mexico (USA).

*Eduardo Carelli, historiador.

GALERIA MULTIMEDIA
Aguardiente en San Juan
economía regional aguardiente san juan