¿Federico Cantoni fue realmente el padre de Leopoldo Bravo?

Una nota de Juan Carlos Bataller. Imágenes coloreadas con IA



Dos apellidos condujeron el Partido Bloquista con mano firme durante 70 años: Cantoni y Bravo.
Uno de los temas que siempre está presente en el bloquismo es si realmente Leopoldo Bravo es hijo de Federico Cantoni y doña Enoe Bravo.
Doña Enoe Bravo que era hija de un agricultor de Santa Lucía, asumió por sí el mantenimiento de sus tres hijos, a los que hizo estudiar carreras universitarias. Nunca se le conoció otro hombre. Siendo ya grande —contó don Leopoldo a quien esto escribe en un programa de televisión— le preguntó una vez a doña Enoe quién era su padre. Y ella le respondió:
—Su madre y su padre, soy yo.

Cuando don Fico murió, el 22 de julio de 1956, doña Enoe no se presentó en el velorio.
Ivelise, la esposa de Leopoldo Bravo, contó que “al sepelio asistieron amigos y enemigos y políticos venidos desde diferentes puntos del país pero doña Enoe prefirió despedirlo sola, en su casa. Tenía una vieja foto en sepia del caudillo. La iluminó tenuemente con dos velitas y pasó la noche caminando por la casa o por el jardín, a pesar del frío, vestida de negro y rezando”.

>  >  >




Los hermanos de Leopoldo, Rosa y Federico, iniciaron un juicio de filiación tras la muerte de Cantoni, patrocinados por el doctor Alberto Lloveras. Leopoldo prefirió mantenerse al margen.
“Cantoni le quiso dar el apellido y los bienes en vida; lo quiso hacer cuando los hijos ya eran grandes pero Leopoldo no quiso. Es una larga historia, creo que fue porque no lo querían, eso lo digo yo, porque ellos no lo podían decir, políticamente. El único que lo quería a Don Fico era Federico, pero ni Rosa Elena ni Leopoldo lo querían, porque nunca le correspondió a la madre. Leopoldo quería a su madre sobre todas las cosas”, dijo en declaraciones periodísticas al semanario Tiempo Juan Carlos Turcumán, esposo de Ana María, hija de Federico y camarista federal.

>  >  >


Quien esto escribe preguntó una vez a Bravo:
—¿Qué fue para usted don Federico? ¿Lo veía como a un padre?
—No, para mí era un jefe político.
No obstante, Federico lo llevó a Bravo a la embajada en Rusia.
Ursulina Cantoni, hija de Federico, relató en el libro que escribió sobre su padre:
“Aparecieron los Bravo. Según algunos comentarios, éstos habrían pertenecido al círculo íntimo de Cantoni. Lo desmiento categóricamente: sé que integraron la comitiva de la Embajada: Leopoldo, como secretario del Partido, y Federico Saturnino, por invitación de la ingenua de mi madre (estaba de luna de miel, y se lo rogó).
De ‘Pico’ tengo recuerdos anteriores al fallecimiento de mi padre: era quien me ponía las inyecciones y vacunas, y atendía las necesidades médicas de nosotras, las hijas de Cantoni, cuando éste no estaba en su casa. Era solo un vecino médico... Recuerdo nítidamente las veces que se lo llamaba a casa por las atenciones mencionadas. Sé que nunca fue tratado con familiaridad por mi padre. Si su opaca personalidad lo hacía invisible a mi mente de niña, aún con más razón resultaría irrelevante para Cantoni.

>  >  >


Y agrega Ursulina:
“Hasta el momento del velatorio, yo no tenía ningún recuerdo de Leopoldo Bravo. Es que al dejar Cantoni su cargo en Rusia, él permaneció en la Embajada junto con una parte de la comitiva. Dice Zelmar Barbosa, que en una entrevista mantenida con Leopoldo Bravo, éste le confió: ‘Para el Dr. Cantoni, yo no significaba nada más que un simple correligionario... yo no tenía ninguna trascendencia en San Juan’.
Inteligentemente decidió quedarse y ocupar el sitial vacío, logrando con su presencia, su pasividad al régimen ruso, el estudio fluido del idioma y su habilidad manipuladora, trascender del anonimato.
Esto le valió la permanencia de 8 años en Europa Oriental. Recién en 1955, al entender el seguro derrocamiento de Perón, presentó su dimisión a la Embajada, regresó a la Argentina y se instaló en Buenos Aires. Siempre en el momento y el lugar adecuado”.

>  >  >


Y sigue diciendo Ursulina:
“Obviamente, (Leopoldo Bravo) se apresuró en viajar ante la muerte de mi padre, como tantos bloquistas, desde tantos lugares del país!!!  Ese día, en el velatorio, entre el maremagnum de gente que se acercaba a sus restos para despedirlo, supe de él. Y lo supe por su propia actitud, ante una decisión mía.
Antes de cerrar el cajón, corrí a mi dormitorio a traer una de mis pertenencias más apreciadas. Presurosa, y ante el asombro de mi propia madre, coloqué sobre su cuerpo la magnífica mantilla traída de España que me regalara el Dr. Alejandro Orfila para que luciera en mi boda. No sé por qué lo hice, tal vez quería que una parte de mí estuviera con él. Y en ese momento, en que se me acababa la vida, sentí un pedido: ‘No se la pongas, podés necesitarla vos’.
Rápida de reflejos, contestataria y con mucha sangre italiana en mis venas, pregunté: ‘¿Quién sos para opinar?’. Cumplí mi cometido, y deposité mi precioso objeto para que lo acompañara en su viaje sin retorno. No tardé en preguntar quién era ese desconocido... ahí supe de la existencia de Leopoldo Bravo.

>  >  >


En otra parte de su libro, Ursulina afirma:
“Dispuesta a exorcizar lo doloroso, hablaré pues sobre los Bravo.
Los rumores sobre la filiación de los Bravo, los supe después de la muerte de mi padre. En casa, jamás se tocó el tema, menos aún en vida de papá. Pero él seguramente los conocía, y quiso resguardarnos de ellos.
Tengo en mi poder testamentos que explicitan claramente que tiene sólo dos hijas: María Eva Ursulina y Aida Graciela Cantoni. Pretendimos revalidarlos ante la Justicia, pero Bravo tenía el poder, y el poder manda.
Papá conocía muy bien el tema de que en sus 54 años de soltería y fogosidad, se le endilgaban amoríos y descendientes. No le daba importancia. Pero había una razón por la que dejó por escrito la verdad: un hombre mayor, saludable pero no inmortal, y conocedor de la hipocresía humana, quiso preservarnos hasta cuando él no estuviera con nosotras. Por eso los testamentos. La sociedad sanjuanina, conservadora y pacata —como todo pueblo chico—, hacía de la paternidad de los hijos “naturales”, un tema escabroso. Tanto, que nunca se involucraba a una sola persona. Más en aquellas épocas, con más tiempo para rumores y escándalos. Pero eso no nos concierne...
Sin lugar a dudas, los rumores sobre la paternidad de Federico Cantoni, para los Bravo, eran muy convenientes. Primero que nada, porque Cantoni ya no estaba. Los herederos legítimos eran sencillos de sortear: una viuda y dos hijas menores. La herencia más importante, el Partido Bloquista, podía cosecharse casi sin esfuerzo.

>  >  >


Es fácil advertir en su libro que Ursulina guarda una gran dosis de rencor con los Bravo.
“Todavía recuerdo aquella tarde, la sorpresa de mi madre — quiso el destino que estuviera junto a ella— cuando le avisaron que la buscaba el ilustre ciudadano Dr. Horacio Videla, prestigioso historiador sanjuanino. Muy contenta salió a recibirlo. ¡Era un honor! Nada menos que este conspicuo vecino nos visitara, más aún habiendo sido opositor de Cantoni.
Venía a prevenirla. Los hermanos F. Saturnino y Rosa Elena Bravo le habían solicitado se ocupara de llevar el juicio de filiación. Lo rechazó categóricamente, e inmediatamente se dispuso a prevenirla, pues no faltaría quien lo hiciera. Efectivamente, apareció el Dr. Alberto Lloveras, quien — haciendo gala de su “mote decidor” (que anuncia las malas noticias)— llevó adelante nomás, el juicio.
Porque sí hubo juicio de filiación. Y puedo testimoniarlo con una copia certificada que, al terminarse el caso, nos obsequió mi suegro, nuestro brillante defensor: el Doctor Carlos Basañes Zavalla, anticipándonos que, seguramente, el original se perdería. Tengo la copia guardada en la bóveda de un banco, fuera de San Juan. ¿Por qué? Ya nos “compraron” papeles importantes a quien fuera el escribano bloquista de mi madre, ya fallecido... que descanse en paz. Y también rompieron muebles de mi casa, y se sustrajeron documentos para sustentar el juicio. Todo envuelto en la mentira de un atraco simulado. Porque también se llevaron joyas, y por supuesto, la policía jamás encontró nada...”

>  >  >


Y agrega: “Es decir, que atropellaron con todo, y no los frenó nada. Nos embargaron, obligando a mi madre a volver a trabajar de maestra, y a retirar a Gracielita de un colegio especializado, en el que estaba internada en Buenos Aires. ¡¡¡Siendo que mi hermanita y yo éramos herederas indiscutibles!!! Hasta la misma señora Enoé Bravo, fue presentada por sus hijos para declarar en Tribunales, ya en las postrimerías de su vida... ¡¡¡Sin duda esto los pinta de cuerpo entero!!! Fue y declaró: “que sus hijos nunca tuvieron padre, y que tampoco lo iban a tener en ese momento...”
En fin... fue hace cincuenta años, forzado y doloroso...

>  >  >


Y termina Ursulina diciendo: “De Leopoldo Bravo puedo decir que, astutamente, sin duda por el lugar político que ocupaba y por el futuro que éste le aseguraba, no acompaño a sus hermanos en el Juicio... oficialmente. Pero era él el que tenía el poder... era el respaldo. Le convenía mantenerse al margen.
Nunca escuchó Bravo de su madre reproche alguno contra nadie, y siempre la recuerda alegre, y responsabilizándose plenamente de sus actos. Nunca en su casa el tema de filiación fue motivo de preocupación. Nunca recibió Bravo de Cantoni manifestación alguna que revelase su paternidad, ni tampoco un trato diferente del que en el Partido, se prodigaba a cualquier joven.
También traigo a colación otro registro de Bravo: en el suplemento “Enfoques” de El Nuevo Diario del 11 de agosto de 2006, Juan Carlos Bataller testimoniaba haberle preguntado a Bravo qué era para él Federico Cantoni, si lo veía como padre, y que él le respondiera: “No. Era un Jefe político”.

 

 

 

GALERIA MULTIMEDIA
Federico Cantoni y Leopoldo Bravo. Ilustración de Miguel Camporro
federico cantoni leopoldo bravo ursulina cantoni juan carlos bataller