Primero fueron las salas dedicadas al teatro. Luego llegó la magia del celuloide y San Juan se pobló de cines, algunos de muy buen nivel que ofrecían tres funciones todos los días y trasnoches los sábados. Cada departamento y hasta localidades pequeñas tuvieron sus salas. Esta es una primera aproximación a un tema caro a todos los sanjuaninos.
Hubo una época de oro. Podríamos situarla en los años 40. El cine sonoro transformó a las películas en la principal salida de los sanjuaninos. Un fenómeno que no era sólo local. Digamos que en los Estados Unidos en los años 50, iban 10 millones de espectadores por semana al cine.
Pero decíamos que en San Juan el cine era mucho más que una película. Era todo un ritual que compartían las parejas. Al cine se iba bien vestido, perfumado, los hombres peinados con gomina y con la esposa del brazo. La mayoría de las veces, fundamentalmente en la zona céntrica, la salida terminaba en una confitería o un restaurante.
La espectacularidad del cine hizo que ya para comienzos de la década de 1940 el cinematógrafo desplazara al teatro como primera opción de entretenimiento de los argentinos. La mayor parte de los teatros ofrecían cada vez más cine y menos obras en vivo.
En 1940 había 174 salas de cine en Buenos Aires, contra apenas 34 establecimientos dedicados al teatro. Era mucho más negocio para los empresarios contratar una película que traer una compañía de teatro o las famosas zarzuelas. A diferencia de las salas teatrales, que estaban concentradas en el área céntrica, los cinematógrafos se hallaban distribuidos de manera más uniforme en todo el país, incluyendo localidades pequeñas.
En San Juan el verano siempre fue muy cálido. En aquellos años era imposible pensar en aire acondicionado. Una solución fueron las salas al aire libre. Algunas eran anexos de las salas tradicionales. Y otras se instalaban en clubes o sociedades de fomento. Pero junto con las salas modestas también se construyeron fastuosas salas, adoptando modelos extranjeros, los “cine—palacios”. Algunos empresarios comprendieron que, para atraer al público, debían preocuparse no solo de la importación de los films, sino también del espacio donde se exhibían.
Mendoza fue, después de Buenos Aires, el principal centro distribuidor de películas nacionales y extranjeras. Allí estaban radicadas las grandes firmas. . Digamos que las distribuidoras primero le sacaban el jugo a las películas en Buenos Aires y después llegaban a Mendoza y San Juan y así sucesivamente iban pasando a los pueblos.
Las primeras películas se estrenaban en el centro. Luego estaban los circuitos, generalmente administrados por una misma empresa.
Cada rollo de película de 32 milímetros duraba aproximadamente 11 minutos. O sea que las películas se componían de 12 o 15 rollos. Los grandes cines tenían dos proyectores y cuando uno estaba por terminarse aparecía una pequeña marca que el operador detectaba y echaba a andar el siguiente proyector. En algunos cines trabajaban dos operadores y en otros uno solo. Naturalmente, los cortes eran frecuentes. A veces duraban segundos; otras, minutos, lo que obligaba a encender la luz de la sala ante la rechifla generalizada del público.
Generalmente los empresarios hacían circular una misma película por dos o tres salas. Calculaban una diferencia de 15 minutos en el comienzo de las películas e inmediatamente se terminaba un rollo un joven en moto o bicicleta salía con ese material al otro cine iniciando un circuito agotador
¿Qué exhibían los cines?
El cine del barrio tenia populares—nacionales, populares de acción, de películas románticas; y viernes, sábado y domingo daban las películas que ya estaban en cartelera en los cines del centro. Los cines de barrio presentaban un popurri de películas y eso hacia la oferta variada para que la gente fuera varios días en la semana.
Diversas fuentes coinciden en que el público que concurría a las salas de barrio, así como el público modesto de las localidades del interior, prefería las películas en castellano, y las argentinas, antes que las mexicanas o españolas Por el contrario, en las salas de primer orden ubicadas en la zona céntrica se exhibían generalmente films extranjeros, mayormente norteamericanos .
El precio de la butaca de cine se mantuvo en una media de 75 centavos en los diez años que van entre 1933 y 1943, un valor considerablemente inferior al de las localidades teatrales. En los cines de barrio se ofrecían funciones de tres, cuatro y hasta cinco películas por un valor accesible a un presupuesto modesto. Las películas habladas en otros idiomas solían ser subtituladas, lo que suponía un impedimento para públicos populares en los que destacaban inmigrantes, niños y, especialmente en el interior, analfabetos. El doblaje no había prosperado, aparentemente debido a que las voces no eran argentinas. Las salas de barrio sólo se llenaban durante el fin de semana.
Proyecto del Teatro Coliseo
Esta iba a ser la espectacular fachada del teatro que San Juan debió construir con motivo del centenario patrio. Este dibujo es de 1909 y muestra el frente que daría sobre calle General Acha. Solo comenzó a construirse el acceso por calle Tucumán, que se destinaría a teatro de verano. Los restos de este Coliseo, que pudo ser una obra monumental, siguieron a la vista ya que años después comenzó a funcionar allí el garaje oficial, en la esquina de Córdoba y Tucumán. El frente por General Acha, ni siquiera se comenzó a construir.
(Imagen publicada en el libro “El San Juan que Ud. no conoció”, de Juan Carlos Bataller)
1920 — Teatro Estornell En la esquina de Rivadavia y Sarmiento fue inaugurado en 1918 el Teatro Estornell, que fuera por muchos años la principal sala de espectáculos de la ciudad de San Juan. En su espléndido salón se presentaban las más importantes compañías de ópera y zarzuela del país. Luego vino el cine. El salón también fue utilizado para actos escolares. En ese lugar se instalaría años más tarde el Luna Park. (Foto publicada en el libro “El San Juan que Ud. no conoció”, de Juan Carlos Bataller)
LA PRIMERA PELÍCULA SE VIÓ EN 1907
Los cines antes del terremoto
Cambia, todo cambia, dice la canción. Y aunque a más de un veterano se le piante un lagrimón, lo concreto es que aquellas salas donde se exhibían las películas de nuestra niñez, ya no volverán.
El cine ha encontrado nuevos escenarios. Que tampoco son los definitivos pues ya vendrán nuevas formas de exhibición que superen las propuestas de hoy.
Antiguamente el cine fue un espectáculo para ver en compañía.
Digamos que la época de oro de las salas cinematográficas en San Juan comienza hace un siglo y se extiende hasta 1965, cuando la llegada de la televisión le sacó una buena tajada de su público más incondicional.
Las salas de cine casi siempre estuvieron ligadas al teatro. Muchas de ellas fueron primero teatros y hasta simples confiterías.
Si nos adentramos en la historia tenemos que decir que los antecedentes más remotos habría que buscarlos en la ciudad colonial. En aquellos años aseguran las fuentes que San Juan ya contaba con dos teatros: el Teatro del Pino y el Teatro Moreno.
De cualquier forma, en la ciudad moderna el primero del que se tenga noticias fue el Teatro Vasconcellos, construido en 1880 por don Pedro Vasconcellos en la calle Mendoza esquina Libertador San Martín. Aseguran que los telones fueron decorados por Pedro Echagüe.
Pero lo que da verdadero auge a la construcción de teatros fue la llegada del cine. Dicen que el primero fue el Centenario, en 1910, en la calle General Acha esquina Mitre (donde hoy está un café).
En realidad no era un cine nacido como tal sino un amplio salón con mesas de confitería y un telón al fondo.
Pero antes de eso, en 1907 en el patio de una casa de Napoleón Rosselot, surge el cine Variedades, quizás el primero que pasó películas en la ciudad.
La casa estaba ubicada en la calle General Acha entre Rivadavia y Laprida.
Con el tiempo, en este solar nace el Teatro San Martín que pronto se transforma en el sitio donde se realizaban las funciones de gala. Con sus 1.100 butacas fue durante muchos años el teatro elegido para los actos oficiales.
Una oportunidad de tener un gran teatro en San Juan se perdió al celebrarse el centenario cuando no pudo terminarse la construcción del Coliseo, el gran teatro con sus salas de verano e invierno que se iba a levantar sobre la calle Córdoba entre Tucumán y General Acha. La obra fue una iniciativa del gobernador Carlos Sarmiento y como otras obras del Centenario –el Parque de Mayo, el Palacio Episcopal— se iba a financiar con un empréstito que tomó la provincia. Aun quedan restos de aquella obra inconclusa en lo que hoy es el Garaje Oficial.
En 1915 surge el Biógrafo San Juan, frente a la Plaza 25 de Mayo, propiedad de Federico Frediani. En 1917 se suma otra sala, el Royal en calle Mitre donde luego estuvieron bancos.
Llegan las salas importantes
Pero la primera sala realmente importante fue construida por don José Estornell. El cine teatro Estornell estaba ubicado en la calle Rivadavia y Sarmiento, donde hoy está el restaurante Remolacha. Fue inaugurado en 1918 y tenía capacidad para 800 personas y tres bandejas de palcos. Por esta sala pasaron los elencos teatrales y musicales más importantes del país.
Años más tarde surgiría –también por iniciativa de un Estornell— otra gran sala: el cine teatro Cervantes. El edificio del cine Cervantes estaba ubicado sobre calle Mendoza, frente a la Plaza 25 de Mayo. Tenía un estilo Art Decó, con ornamentos que aludían a las artes que allí se desarrollaban. Fue la sala con mayor capacidad, con sus 1.700 butacas. Allí cantó a sala llena Carlos Gardel el 3 de julio 1933. Este teatro sobrevivió al terremoto pero no pudo evitar la piqueta de los modernistas que abrieron la Avenida Ignacio de la Roza, con lo que San Juan perdió una joya arquitectónica.
Luego aparecen el cine Moderno y el Sarmiento, este último en Mendoza 362 entre Rivadavia y Laprida.
El último gran teatro construido antes del terremoto fue el Estornell que actualmente alquila la municipalidad de la Capital. Construido por don Bautista Estornell, formaba parte de un complejo que incluía al principal hotel de la ciudad y una boite en el subsuelo. El edificio fue inaugurado en 1942 y sobrevivió al terremoto.
Hasta el terremoto también funcionaron dos cines: el Belgrano y el Sarmiento. Las entradas a estos cines costaban 60 centavos la platea y 40 el pulman y los niños, mientras el Cervantes y el San Martín cobraban 1 peso la platea, 70 centavos el pulman y 50 centavos los niños.
La explosión de los cines
En los años 60 existían seis cines en el microcentro sanjuanino.
En la mayoría de ellos no se escatimó en gastos, dotándolos de los mejores equipos de sonido de la época, cómodas butacas y detalles de ornamentación realizados por verdaderos artistas.
» El cine y teatro Estornell, ubicado en calle Mitre, frente a la Plaza 25 de Mayo era el único anterior al terremoto.
Poseía comodidades de gran teatro, al extremo que sus camarines forman hoy parte de los estudios de Canal 8.
El sonido fue instalado por la RCA Victor de Buenos Aires, los telones y butacas fueron provistos por Escola y Cia. Los vitraux provistos por P. y J. Garriga y Segura Hermanos, de la provincia de Mendoza tuvo a su cargo los trabajos de yesería.
Luego de la llegada de la televisión, la firma Estornell transfirió sus cines en San Juan –también era propietaria del San Martín— a Julio Bonanno, propietario del cine Opera en Concepción.
El cine Estornell fue dividido. Se le agregaron locales comerciales en el frente y la sala reducida está hoy a cargo de la municipalidad de la ciudad de San Juan.
» El cine Renacimiento estaba ubicado a pocos metros del Estornell y fue construido en un inmenso lote que llegaba hasta la calle Santa Fe. Fue otro de los grandes edificios de la época. Al dejar de funcionar como cine fue alquilado a una iglesia que funcionó allí hasta fines de 2015.
» El tercer cine sobre calle Mitre era el San Martín, luego llamado Center. Estaba ubicado entre calles Entre Ríos y Mendoza. También propiedad de Estornell, fue vendido a un inversor que lo transformó en una cochera mientras el frente y la parte alta fue destinada al funcionamiento de un grupo de emisoras.
» El cine San Juan estaba sobre calle General Acha, donde funcionó antes el Teatro San Martín, cuyo espacio ocupa hoy una galería que se comunica a la calle Rivadavia y tenía al frente el cine Tropicana que daba funciones al aire libre.
» Finalmente, sobre calle Mendoza, entre Mitre y Santa Fe, existió un gran cine, el Gran Rex. Su último propietario fue Julio Bonanno y fue demolido a finales del siglo pasado para construir el edificio Cinema.
Durante mucho tiempo también se pasaron películas en el Salón Cultural Sarmiento, hoy Teatro Sarmiento.
Los cines fuera del centro
A los cines en el centro había que sumar decenas de salas en barrios y departamentos. A diferencia de los cines céntricos que ofrecían tres funciones (matiné, vermouth y noche) muchos de los cines barriales eran al aire libre y la mayoría, con excepción de los fines de semana, sólo ofrecían funciones a la noche. Vamos a nombrar a algunos de ellos:
En Desamparados
En Desamparados se instalaron varios cines. Entre ellos los siguientes:
Cine Jardín: Estaba muy cerca del centro. Ubicado sobre la Avenida Ignacio de la Roza casi Urquiza pertenecía a la familia Migani y llegó a ser uno de los principales cines al aire libre, con un importante bar donde podía comerse un panchito o una pizzeta. Había un Anexo Jardín en 9 de Julio 1070
Otro cine era el Costa Azul, en cuya sala hoy funciona un supermercado, ubicado en Coll y Paula Albarracín.
Con el nombre Premier funcionó a fines de los 60 un cine que estaba ubicado en San Miguel 764.
En Rivadavia
El Splendid, con sus salas de verano e invierno estaba en Rivadavia. El cine principal estaba sobre calle San Miguel, frente a lo que hoy es la estación de servicio Libertador y el de verano sobre la Avenida Libertador, a pocos metros de San Miguel. En este solar funcionó años después la junta de Rivadavia del Partido Justicialista y hoy es un restaurante.
En Trinidad
El Paraíso estaba ubicado en la calle Belgrano entre Sarmiento y Entre Ríos, en Trinidad. Era un cine al aire libre y también poseía un bar.
También al aire libre funcionaba el Español, ubicado en la calle O´Higgins 501 y Aberastain. Otro cine era Los Andes, también al aire libre.
Sobre la calle Mendoza hubo varios cines. El Trinidad fue uno de ellos y solía exhibir en la matiné de los sábados películas para niños.
En Villa del Carril
El cine Guaymallén estaba en Villa del Carril, zona anexada a la Capital, ubicado en calle Las Heras 1523, y ofrecía funciones a la noche de lunes a sábado y los domingos agregaba una matiné a las 15.
El Cine General Las Heras funcionó a mediados de los años 60.
También en Villa del Carril estaba el Venecia, sobre Urquiza, al sur de 9 de Julio. Era un cine al aire libre. Hoy es un galpón pero puede verse lo que fue la pantalla.
El Roxi, estaba en la Avenida Ignacio de la Roza, que entonces se llamaba Cereceto, con la numeración 402, es decir pasando Urquiza, en un salón que alquilaban a la familia Torrent. Precisamente ahí funcionó también durante un tiempo el cine llamado Torrent.
En Rawson
Más al sur, cerca de donde está la empresa Mayo, estaba el cine Babilonia (Calle Mendoza 2205) y en calle Mendoza y Perona, pasando la Escuela Hogar hacia el sur, estaba el cine Luxor.
Sobre la calle José Dolores esquina Huarpes, una cuadra antes de General Acha y cerca de la Gruta de Fátima, había un cine al aire libre, el Rawson.
Otro cine era el Olimpo, que estaba en la calle República del Líbano y España, donde hoy hay una estación de servicio.
A estos cines se sumaban los cines Villa Krause (sala cerrada) y el Orión en calles Ortega y Lemos, al aire libre.
Con el nombre cine Biblioteca funcionó en 1967 un cine en un local ubicado frente a la Plaza de Villa Krause y también el Cervantes, ubicado en calle Victoria 230 sur
Los cines de Concepción
En Concepción, la plaza se transformó en una especie de calle Lavalle sanjuanina. Tres cines se ubicaron frente al paseo donde se recuerda la fundación de San Juan.
El más importante, sin dudas, fue el Opera con 800 butacas, que funcionaba con un régimen similar al de los cines del centro y llegó a dar cuatro funciones los sábados. Ubicado al lado de la seccional segunda de Policía, en calle Juan Jufré 214, junto al cine estaba una famosa parrillada –La Palmera, de la familia D’Amico—. que completaba gastronómicamente la salida.
Alrededor de la Plaza de Concepción se da un hecho curioso. Tanto la calle que está al este como la del oeste se llaman Tucumán. Como si la calle que nace en Trinidad se abriera a esa altura para abrazar a la plaza.
Sobre la Tucumán del este estaba el cine Lido. Un edificio cubierto que cuando dejó de funcionar fue ocupado por un autoservicio.
Sobre la Tucumán del oeste estaba el cine Libertador, al aire libre, al lado del Bar Velázquez. El sitio fue ocupado por un taller mecánico, que conservó la pantalla como un homenaje al viejo cine.
Pero esos no eran los únicos cines. En Chile y Alem, en las cercanías de la Bodega López Peláez, había un cine al aire libre con un nombre que por sí sólo lo hace merecedor de figurar en una antología: el Chimborazo.
A la oferta de Concepción se sumaba también el cine Apolo, al aire libre.
Y en la calle Maipú, casi Avenida Rawson, funcionaba el cine Maipú.
En los años 60 funcionó en el local de SOEVA, sobre calle Maipú, el cine Méjico
En Santa Lucía
El cine más conocido de Santa Lucía fue el Plaza, ubicado precisamente frente a la plaza. Era un cine importante tanto por su nivel como por su programación y el edificio hoy es ocupado por el Concejo Deliberante del departamento.
Pero también había un cine en la esquina de Libertador y Pueyrredón: el Odeón, propiedad de don Víctor Rodríguez, hermano de Lucio Rodríguez, industrial que envasaba Crush en San Juan. Don Víctor era además el propietario de La Numancia, un conocido almacén de ramos generales, ubicado justo en la esquina.
Otro cine era el Colón, administrado por la familia Migani que generalmente ofrecía una cartelera que compartían el Paraíso, el Jardín y el cine Rawson.
Además, sobre calle Necochea pasando lo que es hoy avenida de Circunvalación, existía el cine al aire libre llamado Necochea.
En Chimbas
En Chimbas estaba el Sarmiento (también al aire libre) en calle Mendoza y Reconquista, frente a la Escuela Bavio. Fue propiedad del político Ignacio Castro. Este cine tuvo una particularidad: le hicieron una especie de techo de cañas para evitar que la gente se subiera a los techos de las casas de los vecinos para ver las películas.
También en Chimbas funcionó sobre la avenida Benavidez, el cine que llevaba el nombre del caudillo manso.
Otro cine que funcionó en este departamento se llamó Urquiza.
Otros cines en los departamentos
En La Rinconada hubo un cine propiedad de un señor López, que funcionaba en un local de adobe.
En Iglesia funcionaba en Rodeo el cine Sony.
En San Martín la gente concurría al cine Don Bosco.
En 25 de Mayo funcionaba en un local cerrado el cine Santa Rosa, en la localidad del mismo nombre y en Carpintería el cine Recreativo, también en un local cerrado.
Caucete tenía los cines Broadway y Oliver.
En Angaco existía el cine Danubio, ubicado sobre calle Nacional.
El auto-cine
Durante un tiempo, existió el primer auto-cine llamado San Juan. Estaba ubicado sobre Ruta 20 camino antes del límite con 9 de Julio.
Esplendor y ocaso
Julio Bonanno estuvo siempre ligado a los cines. Muy joven llegó a ser administrador del Cine San Juan. Él fue quien vio el negocio grande que eran los cines y entusiasmó a su suegro, Rafael Hidalgo Muñoz, y al hermano de éste, Juan, para construir un gran cine en Concepción, el Opera, frente a la plaza.
Julio se asoció en 1962 con Carlos Vargas, yerno de Juan Hidalgo Muñoz.
El Opera fue sin duda el mejor cine fuera de las cuatro avenidas. Tenía una capacidad de 800 personas y todos los adelantos de la época. En los tiempos de esplendor funcionaba todos los días y llegó a dar cuatro funciones a sala llena los sábados.
Las sociedades que armaron Bonanno y Vargas llegaron a manejar el cine Plaza frente a la Plaza de Santa Lucía; el Roxi, en Desamparados; el Babilonia, en Trinidad; el Español, al aire libre, en calle O’Higgins y el Venecia.
Además, en Mendoza alquilaron el cine Roxi, el Premier y el Opera y construyeron el Cine América. Tenían también los cines Opera de San Luis y Villa Mercedes y un cine en San Rafael.
El Opera de Mendoza tenía una capacidad de 1.700 butacas y competía con el Cóndor y el Lavalle de Estornell y el Gran Rex, de Segundo Antún y Grossi.
Cuando otros empresarios fuertes se fueron retirando del negocio, Bonanno llegó a administrar tres de los cines céntricos de San Juan–el Grand Rex, el Renacimiento y el Estornell.
Llegó un día que el cine dejó de ser un negocio.
Un sábado a la noche con 50 entradas vendidas no cubría ya los costos.
Vargas y Bonanno separaron la empresa. Bonanno se quedó con los cines de Mendoza y los Vargas con el Opera de San Juan.
Pero ya era tarde.
Una a una se fueron cerrando las salas. Los que tuvieron suerte alquilaron las salas a iglesias evangélicas que podían pagar importantes sumas.
El cine de los Uñac
Joaquín Uñac, “Coco”, como le decían los que lo querían, tuvo una infancia feliz y tranquila en La Rinconada. Allí hizo sus estudios primarios mientras su padre se dedicaba al trabajo del campo.
Cuando su abuelo se jubiló su familia fundó el primer cine en Pocito, el Aberastain y todos se trasladaron a la villa cabecera del departamento para poder darle vida y continuidad a este emprendimiento.
Era la década del ‘30 y se vivía todo el esplendor del séptimo arte. Rafael, el padre de Coco, pasaba largas horas trabajando en el lugar, mientras él crecía fascinado por la magia de la tecnología.
Por su parte, su abuelo que vivió hasta los 90 años, custodiaba la puerta del cine –se prohibía la entrada de borrachos— sentado en una silla de madera, aferrado a un viejo bastón. Esa postal quedaría grabada en la familia para toda la vida.
El cine Aberastain tenía una sala con cómodas butacas y muy buena tecnología para la época. Junto a esta sala había un gran terreno donde la familia construyó una cancha de pelota a paleta, con medidas reglamentarias y tela para evitar que la pelotita saliera de sus límites.
Esta cancha, donde se disputaron importantes torneos nacionales, en verano se transformaba en cine, con sillas en lugar de butacas.
Precisamente en este cine al aire libre se realizó la fiesta luego del casamiento en la Iglesia de Santa Barbara de Joaquín Uñac –dos veces intendente de Pocito y padre del actual gobernador de San Juan, Sergio Uñac y el diputado Rubén Uñac— con su novia, Dora Ene San Martín, el 6 de diciembre de 1962.
Los cines de Jáchal
Por Alejandra Ygonett
Son simples recuerdos que fluyen desordenados.
La memoria me cuenta que en el cine Remy se podían ver películas osadas!!! Todas la denominadas prohibidas y las de terror... Por ejemplo Coca Sarli era artista exclusiva de Cine Remy.
El Remy tenía, además de su sala, una pantalla de verano al aire libre. Cosme Yañez solía contar que con sus amigos eran espectadores furtivos desde los árboles del vecindario.
Muy pocas veces fui al cine Remy. Una vez, con mis compañeras de escuela secundaria, vi allí El Exorcista. ¡Luego dormí meses en la cama de mis padres!
El Remy ofrecía funciones nocturnas y de matiné. Siempre los estrenos eran acompañados de películas como Argentinísima o de nuestra historia, costumbres y folclore. Por ejemplo El cantor enamorado, Santos Vega, El Santo de la espada.
El cine Sarmiento pertenecía a la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Jáchal. Allí pasaban películas “familiares”.
Se proyectaban dos películas, una nueva y otra de “relleno”. Cine argentino con Luis Sandrini, Palito, Sandro, Leonardo Favio, Marrone, Carlitos Balá, Libertad Lamarque, Niní Marshal y cine español (La guerra de los niños, Verano azul) eran los protagonistas de los domingos a la siesta, destinados a los niños.
En el inicio e intervalo ponían música española, generalmente pasodobles, Rocío Jurado, Rocío Durcal, Luis Aguilé, Paloma San Basilio, Los Parchís, Gaby, Fofó y Miliky y con muchísima suerte música de moda por ejemplo Sandro, Palito Ortega, Sabú, Silvana Di Lorenzo, Jairo, Heleno, Leonardo Favio, Sergio Denis, Silvestre, Pablito Ruiz….. Jamás sonó nuestro folclore.
En este cine había un sector superior llamado el gallinero, con largas bancas de madera como asientos donde, por cierto, era más barata la entrada. Recuerdo tristemente que muchos de mis compañeritos de escuela primaria no podían ingresar a la sala por ser de escasos recursos y no estar vestidos con ropa nueva, ellos sólo podían ir al gallinero. Allí vi de cerca la discriminación. En cambio en el cine Remy éramos todos bienvenidos aunque las películas se cortasen en el cambio de rollo.
Viernes, sábados y domingos a la noche proyectaban los estrenos nacionales y westerns. Eran funciones sólo de adultos.
Los dos cines exhibían sus propuestas en una cartelera frente a la plaza, en el terreno de la feria municipal, donde ahora está el banco San Juan y además pasaban por las calles autos con altoparlantes anunciando horarios y filmes.
En mi hogar el cine era sinónimo de “regulador de conducta”, sólo teníamos permiso para ir a matinée siempre que nos hubiésemos portado bien!!!! Y el premio extra eran monedas para comprar algo en el kiosco del cine.
Por suerte el ayudante del kiosquero entraba a la sala cuando la película era famosa, porque no salíamos a comprar para no perder nuestros lugares.
Hoy Jáchal no tiene cines. Donde estaba el cine Remy, la esquina de calles San Juan y General Acha, hoy hay una sala velatoria de cochería San José.
El cine Sarmiento, que estaba en la esquina de calles General Paz y Florida, se transformó en un salón de fiestas.
Albardón también tuvo cine
Albardón también tuvo su cine. Fue inaugurado en 1950 con el nombre de Cine Aconcagua. Su propietario era Rafael Martín Segovia. Estaba ubicado frente a la plaza central del departamento sobre calle Castelli.
El edificio de entonces no pasaba desapercibido por la gran estructura y su imponente fachada. Se estima que en algún momento se pensó en instalar allí una imprenta.
De a poco se fue equipando. Se montaron, por aquel entonces, ocho butacas por fila. En la parte superior del edificio estaba la sala de proyección.
Contaba con dos salamandras que calefaccionaban la sala y tenía además un enorme ventilador con un sistema instalado de caños, ubicados en la parte inferior y en toda la sala. De esta manera se refrigeraba a los asistentes.
El cine tenía una plataforma elevada o pulman, a la cual se accedía por una escalera de material, construida en el costado del hall de ingreso a la sala.
Todos los espacios estaban alfombrados y los telones eran de gran calidad, y de los más pesados de la época.
El cine permaneció en manos de Don Rafael durante 15 años. Se proyectaban películas todos los sábados y domingos en horarios de matiné y noche. Los miércoles se proyectaban exclusivamente películas de acción.
Don Rafael era propietario de otro cine en el departamento San Martin, que se ubicaba sobre calle La Laja. Se trasladaba en una pequeña motocicleta con un carro en el que llevaba los rollos de las películas y el proyector 35 mm de un cine al otro.
Posteriormente a la gestión del Sr. Rafael Segovia se hizo cargo del cine el Señor Antonio Montilla. Durante esta etapa, el cine comenzó a utilizarse también como espacio para la celebración de actos institucionales y se montaron sobre el escenario un gran número de obras teatrales, mayormente musicales.
Los sucesivos gobiernos militares que acontecieron en nuestro país, fueron diezmando las presentaciones artísticas y el número de películas proyectadas en la sala del cine. Luego de poco más de una década de inactividad, en el cual se lo utilizó como recinto de ciertos actos institucionales de manera muy esporádica, reabrió sus puertas en la década del 80, con el nombre de Cine Luxor, cuando la mayoría de las salas en todo el país comenzaron una franca retirada. Fue destinado a la proyección de películas clase B y ocasionalmente, actos públicos, hasta su cierre definitivo a finales de la década, merced a la decadencia de sus instalaciones, ausencia de tecnología y escaso mantenimiento.
La adquisición del espacio por parte del ejecutivo municipal, bajo la gestión de Juan Carlos Abarca y Cristina López, puso en marcha el proyecto del nuevo Cine Teatro Albardón, en el mismo lugar en donde estaba el viejo Cine Aconcagua.
Los Migani
El apellido Migani también está unido a la historia de las salas cinematográficas en San Juan.
Era una familia oriunda de Río Cuarto que se radicó en San Juan y que tuvo 11 hijos.
Comenzaron muy modestamente y llegaron a manejar una decena de salas cinematográficas. Entre las más importantes podemos mencionar a los cines de Concepción, el Libertador y el Lido, que manejaba Elmo Migani. El Jardín y el Paraíso eran administrados por Nando Migani.
El Splendid –verano e invierno— estaba a cargo de Miro Migani, quien además era el presidente de la asociación que nucleaba a los propietarios de salas.
Administraban también otros cines, como el Olimpo en Rawson y el Colón en Santa Lucía.
Una tarde de cine
Bien peinados, los zapatos habían ocupado el lugar de las championes, las medias tres cuarto, los pantaloncitos cortos de salir, las camisitas recién lavadas y planchadas.
A la una y cuarto de la tarde ya estábamos listos, esperando al abuelo que pasaría a buscarnos.
Y a la una y media, tal como se había acordado, llegó el abuelo Alfredo.
Alfredo Parietti, mi abuelo materno, era un italiano que de niño vino a la Argentina y cuando años más tarde se radicó en San Juan, se dedicó a la mecánica de automóviles, siempre en Trinidad, en las cercanías de Mendoza y Abraham Tapia.
Aquellos viejos inmigrantes tenían muy incorporado el concepto de familia, quizás porque ellos un día dejaron atrás muchas cosas cuando subieron al barco.
Sí, aquellos eran los años de la familia grande.
Yo puedo decir que tuve la felicidad de tener, además de mis padres, las rodillas y las faldas de mis cuatro abuelos.
Un niño es como un árbol. Es fundamental que crezca sostenido por tutores que le ayuden a consolidar sus raíces…
Desde mi casa en la calle General Acha –entonces se llamaba Ruperto Godoy— en las cercanías del Olimpia, fuimos caminando hasta el cine Estornell.
Y allí estábamos los cuatro sentados, esperando el comienzo de la película, mientras por los pasillos circulaba un joven con un cajoncito sostenido desde el cuello por dos cordones.
—¡Praliné, maní con chocolate, bombón helado!
Mi abuelo llamó al chocolatinero y compró bombones helados
Honestamente, no recuerdo cuál fue la película. El cine era mucho más que una película. El cine era una salida.
Y por eso tal vez, lo que sí quedó grabado en mi memoria fue que a la salida el abuelo nos llevó al Munich, en la calle Santa Fe, a comer sándwiches y tomar bidú cola.
Ya anochecía cuando regresamos a la casa y los tres nos atropellábamos para contar la salida a nuestros padres.
Ha pasado más de medio siglo de aquella tarde de otoño.
Pero fue tan importante aquel día que aun guardo cada detalle de esa salida con el abuelo Alfredo, exactamente en el rinconcito donde quedaron los mejores recuerdos de mi niñez.
JCB
No es cierto que la TV matara al cine
Es común escuchar que la televisión mató al cine. Esta es una verdad a medias.
En Estados Unidos ese fenómeno fue más claro pues durante los años 50 se redujo a la mitad el número de espectadores.
Pero en San Juan la televisión llegó recién en 1964. Y durante muchos años tuvimos un solo canal que funcionaba pocas horas por día.
El primer golpe fuerte se lo da al cine la llegada de la videocasetera, a comienzo de los años 80. A partir de ese momento, la gente más pudiente opta por ver cine en su casa, alquilando las películas.
El segundo golpe lo da la televisión por cable. Con TVO llega a San Juan la posibilidad de ver varios canales. Esto ocurrió recién en 1986. Pero digamos que este sistema se consolida años después cuando comienzan a transmitirse los partidos de futbol y el cable se hace masivo.
Es por eso que hasta finales del 80 se mantenía la mayor parte de las salas. A partir de los 90, cambia totalmente el panorama.
Se puede concluir que de las salas existentes en la década de 1940, más del 50 por ciento fue demolido o transformado para otros usos. Algunas salas fueron arrendadas por grupos religiosos que han mantenido la estructura esencial de los locales sin incorporar mayores transformaciones al planteo original. Otra porción –en mayor medida cubierta por los cines barriales— se ha convertido en supermercados de distintas escalas, y aun otro segmento permanece en pie como garajes cubiertos. En estos dos últimos grupos, sus fachadas se mantienen con diferente estado de conservación y alteración permitiendo reconocer, por detrás de marquesinas o letreros, la tipología formal de origen.
Los tiempos habían cambiado. Llegaban los años de las cadenas de cines, de las salas pequeñas, del cine 3 D. ¿Cómo seguirá esta historia?
Las películas más vistas
De una larga charla con viejos propietarios de cines de San Juan surgen cuáles fueron las películas que más público convocaron en aquellos años.
Según Carlos Vargas, uno de los propietarios de importantes cines, “Palito Ortega era un cheque al portador”. Películas como Mi primera novia (con Palito, Evangelina Salazar y Dean Reed) llenaban las salas durante varias semanas seguidas. “En general todas las de Palito funcionaban muy bien. Mientras algunos intelectuales lo juzgaban mal o no lo querían, la gente del pueblo lo adoraba y lo seguía tanto en la televisión como en el cine y compraba sus discos”.
Otro ídolo popular cuyas películas tuvieron mucho éxito fue Sandro. Aunque estaba en un escalón más bajo que Palito, sus películas se mantenían mucho tiempo en cartelera.
—Otro gran éxito –recuerda Vargas— fue el mejicano Miguel Aceves Mejía, famoso como cantante que hizo varias películas en la Argentina. Otro mexicano, Cantinflas, también era muy seguido por el público.
En los trasnoches la actriz imbatible era Isabel Sarli. Un público varonil ávido de un cuerpo absolutamente desprovisto de cirugías y generosamente expuesto.
En la época de vacaciones escolares, en cambio, eran las películas de Disney las que salvaban la temporada.
—¿Y de las extranjeras?
—Había éxitos puntuales como Tiburón, Jurasic Park o Ben Hur, por citar algunas que tuvieron mucho éxito.
El peligroso celuloide
El celuloide es el nombre comercial del material plástico nitrato de celulosa, que se obtiene usando nitrocelulosa y alcanfor.
Fue descubierto en 1863 por John Wesley Hyatt. El celuloide es un material flexible, transparente y resistente a la humedad, pero también es extremadamente inflamable, lo que limita su uso. Sustancia conocida por sólida, casi transparente y muy elástica, que se emplea en la industria fotográfica y cinematográfica.
El celuloide fue usado como soporte cinematográfico hasta el año 1940. A partir de ese año comenzó a usarse triacetato de celulosa, con lo que se evitó el alto peligro de incendios en los cines y en los almacenes de películas. En la actualidad el triacetato de celulosa está siendo sustituido por el poliéster, por ser este material más económico, aunque reduce la calidad de la imagen y de la proyección.
El peligroso celuloide
El celuloide es el nombre comercial del material plástico nitrato de celulosa, que se obtiene usando nitrocelulosa y alcanfor.
Fue descubierto en 1863 por John Wesley Hyatt. El celuloide es un material flexible, transparente y resistente a la humedad, pero también es extremadamente inflamable, lo que limita su uso. Sustancia conocida por sólida, casi transparente y muy elástica, que se emplea en la industria fotográfica y cinematográfica.
El celuloide fue usado como soporte cinematográfico hasta el año 1940. A partir de ese año comenzó a usarse triacetato de celulosa, con lo que se evitó el alto peligro de incendios en los cines y en los almacenes de películas. En la actualidad el triacetato de celulosa está siendo sustituido por el poliéster, por ser este material más económico, aunque reduce la calidad de la imagen y de la proyección.
Los fantasmas de Serrat
¡Cuando no! Joan Manuel Serrat también le cantó a los viejos cines que desaparecieron con los años.
Este es su tema.
Los fantasmas del Roxy
Sepan aquellos que no están al corriente
que el Roxy, del que estoy hablando, fue
un cine de reestreno preferente
que iluminaba la plaza de Lesseps.
Echaban NO—DO y dos películas de esas
que tú detestas y me chiflan a mí,
llenas de amores imposibles y
pasiones desatadas y violentas.
Villanos en cinemascope.
Hermosas damas y altivos
caballeros del sur
tomaban el té en el Roxy
cuando apagaban la luz.
Era un típico local de medio pelo
como el Excelsior, como el Maryland
al que a mi gusto le faltaba un gallinero
con bancos de madera, oliendo a zotal.
mirándose en sus ojos claros
y el patio de butacas
aplaudió con frenesí
en la penumbra del Roxy
cuando ella dijo que sí
Yo fui uno de los que lloraron
cuando anunciaron su demolición
con un cartel de: “Núñez y Navarro
próximamente en este salón”
En medio de una roja polvareda
el Roxy dio su última función
y malherido como King—Kong
se desplomó la fachada en laacera
y en su lugar han instalado
la agencia número 33
del Banco Central
Sobre las ruinas del Roxy
juega al palé el capital
Pero de un tiempo acá, en el
banco, ocurren cosas
a las que nadie encuentra explicación
Un vigilante nocturno asegura
que un transatlántico atravesó elhall
y en cubierta Fred Astaire y Ginger Rogers
se marcaban “el continental”
Atravesó la puerta de cristal
y se perdió en dirección a Fontana
Y como pólvora encendida
por Gracia y por La Salud
está corriendo la voz
que los fantasmas del Roxy
son algo más que un rumor.
Cuentan que al ver a Clark Gable en persona
en la cola de la ventanilla dos
con su sonrisa ladeada y socarrona,
una cajera se desparramó
Y que un oficinista de primera, interino
sorprendió al mismísimo Glenn Ford
en el despacho del interventor
abofeteando a una rubia platino
Así que no se espante, amigo,
si esperando el autobús
le pide fuego George Ralt
Son los fantasmas del Roxy
que no descansan en paz
Letra y música de Joan Manuel Serrat
Ver otros artículos:
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