Cuando comenzó el siglo XX San Juan tenía una economía de subsistencia. Producía prácticamente todo lo que necesitaba para su modesto consumo y le quedaban saldos de muy diferentes productos para su venta. La viña era un cultivo importante, había aproximadamente 14.000 hectáreas cultivadas con este producto. Estaban destinadas a obtener vino como también aguardientes y pasas. El vino estaba imponiéndose como el principal producto destinado al mercado.
Toda la provincia era una excelente productora de trigo y en casi todos los departamentos existían molinos donde se obtenía harina para su consumo local. El sobrante era exportado en forma de granos sin moler. En 1909 había 55 personas que declaraban como su oficio el de molinero. En las próximas décadas los trigos y harinas producidos en la región de la pampa húmeda lo serían a un precio mucho más bajo que los sanjuaninos. Esto determinaría la decadencia y luego desaparición del cultivo del trigo en nuestra provincia.
En esta década además era muy importante la producción de maíz y alfalfa, la segunda muy útil para la cría y engorde de animales. Existían unas 200.000 cabezas de ganado. Los vacunos generalmente se trasladaban para su venta a Chile en grandes arreos que atravesaban a pie la cordillera. Las mulas y caballos sanjuaninos eran reputados sobretodo en el norte del país.
La minería
Estaban registradas cientos de minas, esencialmente de oro, plata o de ambos productos en el mismo yacimiento. Muchas estaban en explotación y también se habían detectado minas de azufre, cal, yeso, mármol, pizarra, granito, etc.
Al comenzar el siglo XX se elaboraba cerveza y jabón. Hasta se obtenía pescado. Las lagunas de Huanacache estaban repletas de agua. A finales de la década por lo menos 21 personas en el departamento Sarmiento declararon que su profesión era la de pescador. El pescado era llevado a las estaciones del ferrocarril de Retamito o Cañada Honda y desde allí transportado para ser consumido fresco en la ciudad.
Por el volumen de cargas y pasajeros que transportaba, el ferrocarril era un medio de transporte esencial que estaba produciendo enormes transformaciones tanto desde un punto de vista medioambiental como económico. Para principios de siglo la provincia contaba con 83,6 kilómetros de línea férrea. A lo largo de estas vías existían 6 estaciones habilitadas para la carga y descarga de pasajeros y mercaderías. De año en año, las estaciones transportaban un volumen de pasajeros y de carga en aumento.
Transporte ferroviario
Los inmigrantes
El motor esencial de la economía era el trabajo de los inmigrantes. Los españoles, italianos y franceses eran los que mejor conocían el trabajo de la viña y del vino. Fueron los que se dedicaron a desecar pantanos, construyeron drenes y canales de irrigación y prepararon la tierra para cultivar la vid. Los “turcos” y “rusos” al no conocer el trabajo de la vid se dedicaron sobre todo a las tareas comerciales, primero como vendedores ambulantes o mercachifles, luego abrieron tiendas.
En las tres primeras décadas del siglo XX, ni siquiera las querellas políticas impidieron que la provincia siguiese creciendo económicamente. El vino siguió imponiéndose como el producto de San Juan por excelencia, eclipsando a todos los otros. Muy pronto San Juan fue prácticamente una región de monocultivo. El vino se transformó en la moneda de cambio sanjuanina. Era más ventajoso producir únicamente vino y con el resultado de su venta adquirir la gama de productos que necesitaba y que antes se elaboraban.
Varias causas explican esta situación, una, el hecho de poseer condiciones naturales de excelencia para el cultivo de la vid. Otra, la mano de obra inmigrante, que seguía llegando profusamente y era altamente capacitada para lograr buenas cosechas. También algo muy importante, se lograron notables avances tanto en la elaboración como en la conservación del vino. Los procesos de pasteurización mejoraron las condiciones de traslado.
En esta década comenzó a declinar el cultivo de cereales, la fabricación de aguardiente y todo lo relacionado con la producción de diferentes bienes que se hacían en las casas de familia. Se alzaron algunas voces previniendo sobre este proceso. Como las ganancias que producía la vitivinicultura eran tan ventajosas, pronto hubo que llamarse a silencio.
La producción de uva y elaboración del vino adquirieron particularidades propias. Se privilegió la producción de un vino común, de mesa, de baja calidad y muy barato. Se lograron 50.000 kilogramos de uva por hectárea y más. En las bodegas se mezclaban las uvas de los diferentes productores sin prestar mayor atención pues importó la cantidad de vino producida y no su calidad.
Hubo productores que alertaron sobre la particularidad de la producción sanjuanina. Graffigna y el francés Langlois, entre otros, así lo hicieron. No fueron escuchados.
Esta primera etapa del modelo vitivinícola fue exitosa y produjo excedentes financieros que en parte fueron destinados a consolidar el accionar de diversos bancos provinciales, como el Banco Popular de San Juan, el Banco Provincial y el Banco del Obrero y Caja de Ahorro de San Juan.
La presencia cada vez más importante de la vid, un cultivo permanente, hacía más dependientes del agua del río que, por otra parte, en esta década fue muy caprichoso. Cuando en la primavera se sabía que el río traería poca agua se reducía la siembra de cereales (cultivo anual), pero esto no se podía hacer con la vid y se necesitó de un volumen de agua estable al margen de los caprichos del río. Esto llevó a comenzar a pensar seriamente en la construcción de diques de embalse a fin de contar con una provisión estable de agua.
La economía sanjuanina no sufrió variaciones durante los años 20, signados por el cantonismo. El modelo basado en el monocultivo de la vid y la elaboración de vinos destinados al mercado nacional siguió vigente. En el gobierno de Federico Cantoni y luego en el de Aldo Cantoni se produjeron cambios en la distribución de la riqueza. Los gobernadores bloquistas no modificaron la estructura de la tenencia de la tierra o la propiedad de las bodegas pero sí inauguraron una nueva política impositiva que debió ser costeada por los sectores de la producción. Con los nuevos recursos se realizaron importantes obras públicas y se destinaron medios a atender diversos reclamos sociales de los sectores populares.
Aldo Cantoni pudo contar con recursos que eran 10 veces superiores a los de los gobiernos de una década atrás. Esto le permitió continuar con la obra iniciada en la administración de su hermano Federico.
Una política tributaria tan decidida produjo consecuencias que afectaron al sector productivo. Las empresas, sobre todo las bodegas, se descapitalizaron y no pudieron realizar las inversiones que su propio mantenimiento requería. Las protestas del sector afectado fueron múltiples. En el gobierno de Federico Cantoni algunos bodegueros llegaron a instrumentar el cierre temporario de sus empresas como forma de protesta.
Aldo Cantoni fomentó la fruticultura. Se crearon viveros especializados en Jáchal, Chimbas y sobre todo en Iglesia. Se llegaron a repartir gratuitamente 200.000 plantas de manzanos. En 1931 había 1.050 hectáreas cultivadas con árboles frutales. El intento no logró imponerse y la actividad de base siguió siendo la producción de uva en grandes cantidades y vinos de baja calidad. Entonces era lo que más redituaba.
La década del 30 implicó para San Juan sufrir los efectos de la gran depresión económica que afectó a la casi totalidad del planeta. La crisis comenzó en octubre de 1929 en EE.UU. y en pocos meses repercutió por doquier. Esencialmente se produjo por la existencia de una sobreoferta de bienes y servicios. Muchos bancos quebraron y los países centrales redujeron sus compras de materias primas a límites irrisorios. Significó para nuestro país una baja en el precio de sus productos, entre ellos el vino y por consecuencia también la uva. Bajó el consumo de vino, hubo sobreoferta y los precios quedaron por el suelo.
La desocupación alcanzó cifras nunca vistas, probablemente 15.000 personas. El marasmo era indescriptible. El gobierno de Federico Cantoni (1932 – 1934) trató de paliar el problema con la realización de grandes obras donde se dio empleo a mucha gente. El parque Rivadavia en la quebrada de Zonda fue una de ellas.
Pero fue difícil recaudar vía impositiva lo que se había logrado en los gobiernos bloquistas de la década anterior.
La construcción de la gigantesca Bodega del Estado constituyó el deseo de poder, con el control estatal, mejorar los precios del vino. Obviamente, debido a la crisis mundial, en una primera etapa no se obtuvo el efecto esperado.
Bajó la producción, fue difícil recaudar impuestos. Los empleados públicos, sobre todo los maestros, se atrasaron en el cobro de sus sueldos muchos meses. Para la actividad productiva el pago de impuestos se hizo casi imposible. Tal marco de cosas preparó los sucesos revolucionarios de 1934.
Los conservadoresEl gobierno conservador de Juan Maurín (1934 – 1938) se desarrolló en condiciones más favorables pues el mundo comenzó a salir de la peor crisis económica que hasta entonces se había conocido. Esto se debió en parte a la aplicación de medidas de intervención estatal. Se comenzó sobre todo en EE.UU. la construcción de gigantescas obras públicas que dinamizaron la economía y permitieron su crecimiento.
El gobierno de Maurín recibió ayuda e inversiones de diversos tipos. La construcción de los puentes de hierro sobre el río San Juan que comunican con los departamentos de Albardón y Caucete son un ejemplo de ello.
Con sus altibajos, su floreciente clase empresaria, su orientación hacia el monocultivo, sus bancos de capitales locales, sus luchas políticas, la economía sanjuanina alcanzaba para brindar un aceptable nivel de vida a sus habitantes. Pero estaba por suceder algo que todo cambiaría: el terremoto de 1.944.
Fuente: El Siglo XX en San Juan – Colección El Nuevo Diario – Editores del Oeste.