Aproximadamente en el año 2.000 a.C. llegaron al territorio sanjuanino, provenientes del Perú, grupos humanos que, a diferencia de sus antecesores, se instalaron en un lugar fijo. Ubicados fundamentalmente en los valles de Iglesia y Calingasta, estas culturas, además de cazar y recolectar, se iniciaron en la cría de animales y el cultivo de vegetales.
La vida sedentaria permitió el desarrollo de actividades antes inexistentes como la construcción de viviendas, la alfarería, la cestería y el tejido. Estos grupos habitaron San Juan hasta aproximadamente el año 1.400 d.C y se las conoce como las culturas Ansilta, Punta del Barro, Aguada, Angualasto y Calingasta.
Años | Característica | Culturas |
8.500 - 2.000 a. C. | Cazadores-recolectores |
La Fortuna |
2.000 a.C. - 500 d. C. | Agricultores incipientes | Ansilta |
320 d.C. - 580 d.C. | Culturas Agropecuarias | Punta del Barro |
730 d. C. - 1050 d.C. | Culturas Agropecuarias | La Aguada |
1150 d.C. - 1500 d.C. | Culturas Agropecuarias | Angualasto |
900 d. C. - 1200 d. C. | Culturas Agropecuarias | Calingasta |
1000 d. C- 1562 d. C. | Culturas Agropecuarias | Huarpes Yacampis Capayanes |
(1480 a 1530 d. C.) | Culturas Agropecuarias | Dominación incaica |
Los integrantes de la Cultura Ansilta habitaron, desde el año 2.000 a.C., en la cordillera de ese nombre, en el actual Departamento Calingasta. Si bien la base de su alimentación era la carne que obtenían de la caza de guanacos, además de los frutos y raíces que recolectaban, fueron los primeros en desarrollar una forma primitiva de agricultura. Cultivaban la Quinoa, con cuyas semillas es posible fabricar una harina comestible. También plantaron zapallo, maíz, poroto y calabaza. El pastoreo de las llamas -que usaban como medio de transporte- fue el comienzo de la actividad ganadera.
Los integrantes de la Cultura de Ansilta construían viviendas semienterradas, con techos de hojas, ramas y barro. También habitaron en cavernas cuyas paredes decoraban con dibujos abstractos. Construyeron instrumentos de piedra, hueso y madera. Desarrollaron la alfarería, la cerámica, la cestería y los tejidos, además de la fabricación de instrumentos agrícolas como el pico y la azada. Los vestigios de este grupo llegan hasta el año 500 d.C., y se cree que sus miembros se fusionaron con las culturas posteriores.
Cultura Punta del Barro
La actividad agrícola fue perfeccionada por otros grupos, como la Cultura Punta del Barro, llegada desde el noroeste, que se instaló en la provincia alrededor del año 320 a.C. y habitó la localidad que le dio su nombre hasta aproximadamente el año 580 d.C. Restos de esta cultura fueron encontrados en Angualasto, Iglesia, así como en Colola, Vega de Pismanta y Bauchaceta. También en Pachimoco y Gualcamayo, en Jáchal. Los miembros de la Cultura Punta del Barro cultivaron nuevas variedades de maíz y zapallo, además de quinoa y poroto y mejoraron las técnicas de cultivo y de riego. Criaban llamas como reserva de alimento y medio de transporte, en corrales próximos a sus viviendas. Habitaban viviendas semienterradas, con escalones y el interior enlucido con barro fino. Hacían objetos de cerámica decorados, herramientas de piedra y figuras de animales de barro. Usaron un telar primitivo para la fabricación de telas con hilos de lana y tejían cestos que impermeabilizaban con arcilla.
Proveniente también del noroeste argentino, en los valles de Iglesia, Calingasta y Ullum-Zonda se instaló entre los años 730 y 1200 d. C la Cultura Aguada. Cazaban en el Valle San Guillermo y, en otras zonas más aptas, cultivaban maíz, quinoa y zapallo, el maní y el algodón. Desarrollaron más que sus antecesores las obras hidráulicas, con el fin de garantizar el riego de sus cultivos. También criaban llamas.
La Cultura Aguada se perfeccionó en el tejido con fibras de lana de llama con un telar desarrollado y teñían los hilos en verde y rojo. Confeccionaban una cerámica de excelente calidad por su terminación, colorido y decoración. Las viviendas eran semisubterráneas, circulares y otras sobreelevadas, recostadas sobre un cerro o una loma. Los arqueólogos encontraron muchos fragmentos de cráneos que posiblemente se utilizaban en el centro de las viviendas o detrás de sus muros, como objeto de culto.
Cultura Angualasto
Aproximadamente entre el 1150 y el 1500 d. C. los valles de Iglesia y Jáchal fueron ocupados por la Cultura Angualasto, proveniente del noroeste. Cazaban guanacos y otros animales y recolectaban frutos de algarrobo y huevos de ñandú. También fueron agricultores y utilizaban riego artificial; criaban llamas para transporte y ocasionalmente como alimento.
Sus viviendas comenzaron siendo semisubterráneas, circulares o cuadrangulares, pero luego construyeron casas rectangulares a ras de piso. Se destacaron en la confección de objetos de metal, como brazaletes y pectorales. También trabajaron la madera, el cuero, la lana y las piedras semipreciosas. Utilizaron tabletas decoradas para aspirar alucinógenos.
Cultura Calingasta
También proveniente del noroeste, entre los años 900 y 1400 d. C. se instaló en los valles calingastinos la Cultura Calingasta. Cazaban, recolectaban, pescaban y también eran agricultores. Entre sus restos se han encontrado vasos de cerámica pulida de color rojo, calabazas pirograbadas y cestos fabricados con técnica en espiral.
Los calingastas calzaban sandalias de cuero y vestían camisetas, mantos y ponchos tejidos en telar. Las telas tenían diseños de rombos en distintos colores. Las mujeres llevaban como adorno hilos de colores en las orejas y tanto hombres como mujeres usaban el pelo largo hasta la rodilla, sostenido con vinchas de hilo de lana. Con el tiempo esta cultura extendió su hábitat hasta el valle de Tulum, entró en contacto con grupos chilenos y se fusionó con la cultura Aguada.
Fuentes consultadas:
Gambier, Mariano: Prehistoria de San Juan, EFU, San Juan, 1993
Gambier, Mariano: La Cultura de Ansilta, San Juan, IIAM, UNSJ, 1977
Gambier, Mariano: Fase Cultural Punta del Barro, San Juan, Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, UNSJ, 1988
Instituto de Historia Regional y Argentina “Héctor D. Arias”: Nueva historia de San Juan, EFU, 1997