El 26 de febrero de 1836 asumió por primera vez el mando de la provincia Nazario Benavides. Tras ser reelecto ininterrumpidamente, el 13 de diciembre de 1854, renunció a su cargo. En ese lapso, delegó el mando en innumerables oportunidades para ponerse al frente del Ejército y ser protagonista de memorable batallas. Un caso de longevidad política extraordinario en la república. Fueron años muy duros para el país en los que mucha sangre se derramó. La presencia paternalista y respetuosa de Benavides en San Juan evitó que ese clima se trasladara a la provincia. Fue el menos rosista de los federales y uno de los más respetados militares del interior. Sin preconceptos ni intelectualismos, hombre práctico al fin, supo ganarse a casi todos los sanjuaninos, gobernando sin desbordes.
(Para ampliar información: Nazario Benavides y la consolidación del Poder Legislativo de San Juan)
No había nacido en cuna de oro. Su padre, Pedro, fue un criollo de ascendencia chilena. Su madre, Juana Paulina Balmaceda, también provenía de un hogar criollo. Junto con sus cuatro hermanos, Nazario se crió en el hogar paterno, en un fundo semirural ubicado en el Pueblo Viejo, que ocupaba desde lo que hoy es la calle Juan Jufré, por el norte, hasta Chile, por el sur. Por el este llegaba hasta lo que hoy es la Plaza de Concepción. Allí tenían los Benavides una pequeña viña, un alfalfar y un huerto, como todas las casas de aquellos años. La casa era de adobe, con techo de caña sostenido sobre rollizos de álamo.
Benavides no era un intelectual ni un hijo de familias ricas, como Del Carril o De la Roza. Aprendió a leer y escribir pero no pudo radicarse en otras ciudades para volver con un título de abogado o médico. Sus ocupaciones de joven fue mondar acequias, preparar la tierra para los cultivos, podar, cuidar los animales. Cuando cumplió los 17 ya se había enganchado como carrero de cargas y más tarde como arriero, con lo que conoció otras provincias y viajó mucho. Así fue moldeando su personalidad Nazario. Joven de buen carácter, afable, sin vicios, modesto, con gran capacidad de adaptación a las circunstancias, tolerante.
Tenía 24 años cuando Juan Facundo Quiroga comenzó a formar su ejército para combatir contra el general Aráoz de Lamadrid. Y Benavides se enganchó con él, como lo hicieron otros tres o cuatro mil cuyanos y riocuartenses, los que fueron sometidos durante cuatro meses a una rigurosa disciplina militar.
En su vida militar, comenzó haciendo lo que sabía: fue arriero en el ejército del tigre de los llanos.
Pronto Nazario se ganó el aprecio de los oficiales de Quiroga. Y este, a su vez, influyó en el joven arriero, podador y mondador de acequias como para hacerle olvidar sus anteriores oficios y abrazar definitivamente la carrera militar.
Había nacido para mandar. Conocía a la gente. Y como militar era un hombre de arrojo. A nadie extrañó que en 1931, con 29 años, ya fuera teniente coronel. Y a diferencia con otros caudillos militares, reprimió siempre el pillaje y la matanza, fue tolerante con sus enemigos, generoso con los vencidos y hombre de buen corazón.
En 1933 Benavides regresó a la provincia, tras la campaña contra los indios del sur, contrayendo matrimonio con Telésfora Borrego y Cano, hija del difunto Pascasio Borrego Jofré y de doña María de los Angeles Cano, integrante de una familia muy rica. Segundo de los Reyes fue el primer hijo en nacer. Luego siguieron Telésfora, Pedro Pascasio, Nazario del Carmen, Tomás Numa, los gemelos Juana Ángela y Juan Rómiulo, Paulina Laurentina, Paulina de Jesús, Pedro Pascasio y en 1857 los mellizos Eduardo Javel y Gerardo Juval. Nacieron, murieron prematuramente algunos, se repitieron nombres, crecieron. La casa fue un modelo de hogar cristiano.
El 26 de febrero de 1836, a las 8 de la mañana, Benavides llegó al Cabildo, ubicado frente a la plaza principal. Eran años de inestabilidad política. San Juan había sido invadido por La Rioja y todos estaban pobres y temerosos. Había que elegir un gobernador. Y lo eligieron a él. Y allí estaba aquella mañana aquel militar flaco y alto. Y ella al lado de su Nazario, elegante con su uniforme de teniente coronel, con sus jóvenes 33 años. Nadie pensó que Nazario Benavidez gobernaría durante 18 años, sólo interrumpidos por las veces que delegaba el mando y se ponía al frente del Ejército para protagonizar memorables batallas, su presencia paternalista y respetuosa evitó que la provincia viviera el clima de lucha fraticida que ensombreció a los argentinos.
En 1858, con el gobierno constitucional de Manuel José Gómez Rufino, pronto sólo quedaron dos facciones: el oficialismo y la oposición. El escenario había cambiado. Ya no se hablaba de unitarios y federales. El Club del Pueblo, desgajado del Club Libertad, nacía de la fusión de liberales y federales inaugurando una etapa que se prolongaría durante veinte años, olvidando enconadas trincheras partidistas. Y los cambios, sumados a la escisión interna, debilitaban al gobernador Gómez, dejándolo sólo con unos pocos amigos y parientes.
Volvió el 18 de marzo de 1857 para gobernar poco más de un mes, hasta el 29 de abril de 1857, en un despropósito sólo explicable desde el punto de vista humano, sin advertir que ya el ambiente esperaba un cambio que abriese paso a nuevas ideas. El país y la provincia ya tenían Constitución. El dilema era humano: ¿qué lugar puede darle una sociedad a un hombre aun joven que la ha gobernado durante más de 18 años?
¿Podía ese hombre ser indiferente o imparcial con los que lo habían reemplazado? Hasta 1857, según Caillet Bois, la escena política sanjuanina se dividía en cuatro sectores: "el partido de los federales amigos del general Benavides, el partido de los unitarios amigos del general Benavides, el partido de los federales disidentes del general Benavides y el partido de los unitarios adversarios del general Benavides"
A todo esto, la convivencia con Benavides, que ejercía el cargo de comandante de la División Militar del Oeste, no era fácil. El general se había transformado en un enemigo peligroso, al que el gobierno quería eliminar a cualquier precio. Lo detuvieron y se lo condujo a la cárcel del Cabildo, frente a la Plaza Mayor en calidad de incomunicado en una pieza alfombrada del segundo piso, de techo muy elevado y amplio balcón, con frente a la plaza. Y se lo aseguró bien con una barra de grillos de 32 libras de peso. El gobierno hizo saber al juez de Crimen que "se halla preso e incomunicado en los altos del cabildo el general don Nazario Benavides por conato comprobado de sedición, según aparece de las sumarias levantadas a sus cómplices y colaboradores". Benavides fue asesinado en su celda el 23 de octubre de 1.858.
Poco antes de morir, el 22 de junio de 1888, Sarmiento le escribió una carta a su amigo don Ignacio S. Flores y en ella hace justicia a su viejo enemigo: "En la casa de Benavides, su señora viuda pondrá el retrato más grande que tenga del general Benavides, a quien debe San Juan, por su moderación, que no se derramase sangre en su gobierno". Ya desde su exilio en Chile, el gran maestro había escrito: "Benavides es un hombre frio; a eso debe San Juan haber sido menos ajado que los otros pueblos. Tiene un excelente corazón, es tolerante, la envidia hace poca mella en su espíritu, es paciente y tenaz".
La opinión de Del Carril
Salvador María del Carril, antiguo cabecilla unitario, no esperó la muerte del jefe federal para escribirle en 1852 una carta muy elogiosa en la que concluía diciendo, "usted en aquella época infausta, estancó la sangre que había corrido a torrentes y dio asilo generoso a los oprimidos sin amparo".
Fuentes: Historia de San Juan – Horacio Videla
Revoluciones y crímenes políticos en San Juan – Juan Carlos Bataller
Historia de San Juan – Héctor Domingo Arias-Carmen Peñalosa de Vares.