Venciendo el miedo a los temblores

   En los primeros años de la década de los 60, y con estética belgo francesa, se dio origen a un diseño arquitectónico único en la provincia de San Juan. Los edificios resultantes se destacan por sus diferencias en cuanto a la metodología de construcción. Utilizando un molde que se elevaba día a día, casi un piso por día, se vertía el hormigón. Este proceso se consideró casi como una hazaña de la ingeniería. Así, en la provincia se comenzó a vencer el miedo a los temblores, animándose la población a habitar estos edificios de varios pisos.
Un ejemplo de esta arquitectura se encuentra en las calles Santiago del Estero y Santa Fe, donde en 1967-68 se erigieron cuatro torres idénticas. Cada una de estas torres albergaba viviendas con un diseño común: un amplio salón comedor, un pasillo de distribución que conectaba tres dormitorios, el baño y la cocina. Cada torre se componía de una planta baja y nueve pisos, con dos departamentos por piso, sumando un total de 20 departamentos por torre. Además, otro conjunto de torres similares se levantó en las calles Rivadavia, Allen e Ignacio de la Roza.Estos edificios contaban con escaleras y ascensores que conducían a una azotea donde se encontraban los "gallineros" para secar la ropa. Cada piso disponía de un pequeño hall que servía para acceder a las dos puertas: la del ascensor y la del cuarto donde se encontraba el incinerador de basura. Este sistema de incineración fue posteriormente clausurado al cerrar las bocas de acceso.En cuanto a los detalles de la vivienda, los marcos de las puertas estaban fabricados en chapa de acero, y las persianas de madera eran de alta calidad y bastante pesadas. Todos los dormitorios incluían placards con cajoneras y puertas de madera lustrada, llegando hasta el techo con una puerta principal y una superior más pequeña.   El edificio también presentaba características innovadoras, como una pared común que albergaba todas las cañerías del baño y la cocina para facilitar su mantenimiento. En el baño, una tapa atornillada permitía acceder a las cañerías del edificio. La cocina y el lavadero compartían el mismo espacio, separados por una mampara que, en algún momento, fue retirada siguiendo el consejo de un amigo arquitecto, lo que aumentó la luminosidad de la vivienda.El suelo estaba revestido con baldosas plásticas novedosas que, después de unos 25-30 años de uso, presentaban desgaste. La comunicación con el exterior se realizaba mediante timbre y portero eléctrico, a través del cual se abría la cancela de entrada. Debido a la ausencia de identificación visual de las torres, como colores o números visibles, la recepción de entregas y las visitas representaban un desafío.    Las ventanas eran altamente herméticas y, gracias a la altura, proporcionaban una tranquilidad inigualable. El sistema de gastos comunes incluía la limpieza de escaleras y aceras, además de mantener un jardín aceptable y ofrecer una vista espectacular hacia el susurrante entorno.  Es relevante mencionar que estas cuatro torres resistieron dos terremotos sin presentar una sola grieta, ya que estaban montadas sobre rodillos, lo que demuestra la robustez de su construcción.
Los murales de alturaEn 2018,  tres talentosos artistas se unieron para crear el mural más alto de la región. Situada en la encrucijada de las calles Ignacio de la Roza y Alem, en la capital, esta impresionante obra de arte se destaca por sus dimensiones colosales, con una amplitud de 7 metros y una altura de 28 metros. La ejecución de este proyecto requería recursos considerables, incluyendo 225 litros de pintura de látex y el uso de una grúa para alcanzar las alturas necesarias.Los responsables de esta magnífica intervención artística fueron Matías Ruarte, Mercedes Yacante y Marcos Díaz. Su enfoque creativo se centró en la representación de una figura humana de aspecto realista que destacaba por tener dos gotas de agua en lugar de ojos, una ingeniosa referencia al clima caluroso característico de la región. Estos talentosos artistas trabajaron incansablemente durante ocho días para materializar su visión artística, dejando su huella en una de las paredes de una de las torres que se alza junto a la avenida Alem.

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